En 1475 Gedik Ahmed Bajá, almirante de la armada otomana durante el reinado del sultán Mehmed II, fue enviado por éste a ayudar al Kanato de Crimea en la guerra que mantenía contra Génova. En una campaña fulgurante, Gedik rescató al kan Meñli I Giray, derrotó a los genoveses, se apoderó de sus plazas en la región y dejó toda la península bajo la órbita turca junto con Circasia. Entre las conquistas figuraba también un pequeño estado del suroeste que constituía el último vestigio del Imperio Romano: el Principado de Teodoro, también conocido como Gotia por ser un vestigio postrero del paso de los ostrogodos por la región.

Crimea formó parte del Imperio Bizantino hasta finales del siglo XII. Tras el saqueo de Constantinopla en 1204 por las tropas europeas reunidas allí para la Cuarta Cruzada, acción provocada por el impago del dinero que el emperador Alejo IV les había prometido a cambio de instaurarle en el trono (terminó derrocado, obviamente, siendo sustituido por Balduino I), la península se fragmentó y pasó unos tiempos turbulentos. Una parte (las ciudades de Quersoneso, Kerch y alrededores) se integró en Peratea, territorio ultramarino del Imperio de Trebisonda, estado cristiano de cultura griega surgido precisamente de la descomposición bizantina, asentado en la costa del mar Negro y gobernado por la dinastía Commeno.

Otras zonas cayeron en manos de los mongoles durante su invasión de la península en 1328; ejercieron un control directo sobre la mitad oriental, quedando la occidental como tributaria aunque manteniendo sus estructuras administrativas y políticas. Como vemos, Crimea se había convertido en una peculiar amalgama de culturas, desde la helena hasta la germana, pasando por la latina y la de la estepa asiática. ¿Pero dónde se situaba entonces el mencionado estado godo? La primera referencia al llamado Principado de Gothia aparece en el siglo XIV de la mano de Teodoro Spandounes, un historiador dos siglos posterior, descendiente de una familia afincada en Venecia tras huir de la caída de Constantinopla en 1453.

Territorio de los godos de Crimea/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Spandounes sitúa a un príncipe godo durante el reinado de Andrónico Paleólogo III, quien ocupó el trono entre 1328 y 1341. Después del testimonio del italo-bizantino fueron surgiendo otras alusiones; algunas con nombre propio, como la de Demetrios, a quien el historiador ruso Alexander Vassiliev identificó como un hekatóntarkhos (centurión) protagonista de la batalla de las Aguas Azules (librada en lo que hoy es Ucrania entre los ejércitos del Gran Ducado de Lituania y la Horda de Oro), aunque el nombre sería en realidad una cristianización de Khuitani, señor tártaro de Doros (hoy Mangup; era un castillo cuyas ruinas aún se pueden ver en Crimea, a nueve kilómetros de Sebastopol).

Es también por esas fechas cuando aparece por primera vez la expresión «Teodoro» para referirse a un estado. Lo hace, concretamente, en una inscripción griega datada entre 1361 y 1362, y doce años más tarde en un documento genovés. No se sabe con certeza su significado, por lo que hay varias hipótesis: una corrupción del plural griego Theodoroi (alusiva a los santos Teodoro Stratelates y Teodoro de Amasea, comandantes militares perseguidos por su fe cristiana) o una derivación del griego Doros (nombre de la capital) a Dori. En cualquier caso, así fue cómo se bautizó el principado, denominándose coloquialmente theodoritsi (un diminutivo) a sus habitantes.

El Principado de Teodoro también aparece en las fuentes como Gotia (o Gotnia, en griego). La razón es que era un resto del paso de tribus góticas por la región del mar Negro: en el siglo IV los ostrogodos habían tenido un gran estado en la zona norte que fue aplastado por los hunos y, aunque logró independizarse tras la muerte de Atila, no sólo recuperó su esplendor sino que tuvo que volver enfrentarse a esos enemigos cuando éstos, rechazados en Europa, iban regresando hacia el este. Aparte de los hunos, aquel pequeño estado tuvo que bailar al son que marcaron bizantinos, jázaros, cumanos, mongoles y genoveses, antes de que los otomanos le pusieran punto y final.

Reconstrucción del rostro de Tamerlán por Mijaíl Guerasímov/Imagen: shakko en Wikimedia Commons

A lo largo de los siglos siguientes V y VI fueron llegando a la península nuevos grupos étnicos, unos godos y otros no; los primeros eran cristianos arrianos, pero después se integraron en la Iglesia Católica para, a raíz del cisma de ésta, volverse ortodoxos mayoritariamente. Adoptaron la lengua helena y se juntaron con los demás en una singular mezcolanza que se ha dado en conocer genéricamente como godos de Crimea -de ahí el nombre de Gotia que decíamos-, si bien había asimismo griegos, alanos, circasianos, cumanos, búlgaros, kipchaks…

Retomando el hilo, los príncipes posteriores al mencionado Demetrios únicamente se conocen por fuentes rusas. Son éstas las que hablan de Basilio I y las que adaptan el apellido de la dinastía gobernante, Gabras, al de Jovra (Chowra, en turco); de hecho, ilustres familias nobles rusas como los Khovrin y los Golovin afirmaban descender de ella por parte del príncipe Esteban, que entre finales del siglo XIV y principios del XV emigró a Moscú con su hijo Gregorio, haciéndose monjes y estableciéndose en el famoso monasterio moscovita de Simonov, que estaba en terrenos de un boyardo de origen godo (hoy sólo quedan ruinas, tras su demolición y reconversión en fábrica por los bolcheviques en 1923).

Es posible que la marcha de Esteban tuviera que ver con la destructora invasión de Crimea por Tamerlán en 1395. Pero el caudillo mongol falleció en 1405 y fue entonces cuando el Principado de Teodoro experimento su gran eclosión, convirtiéndose en una potencia local, gracias en parte a que los genoveses dejaron temporalmente sus colonias en el mar Negro, y a pesar del surgimiento en 1441 del Kanato de Crimea, creado por clanes de la Horda de Oro que abandonaron la vida nómada. A Esteban le había sucedido otro de sus hijos, Alejo I, que gobernó hasta mediados de siglo y en 1432 se alió con Venecia en una guerra contra Génova, con el objetivo de conseguir una salida al mar para Gotia.

Crimea y el Principado de Teodoro/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Dejó como heredero a su primogénito, Juan. Éste estaba casado con María Asanina, emparentada con los Paleólogos bizantinos y los Asén búlgaros, teniendo un vástago destinado a reinar, Alejo II, que sin embargo murió muy joven; ese óbito sirvió de tema para un epitafio titulado Al hijo del príncipe, compuesto por Juan Eugénico (un clérigo y escritor bizantino que, por su oposición al proyecto de reunificación de las iglesias Católica y Ortodoxa propuesto en el Concilio de Florencia de 1431, vivía desterrado en el Despotado de Morea -o Mistrá-, una provincia del Imperio situada en el Peloponeso), que ofrece valiosos datos sobre la familia.

Juan reinó poco tiempo, si es que llegó a hacerlo (Vassiliev cree que abandonó el país, deprimido), así que la corona pasó a su nieto Olubei -a quien otros identifican con él mismo; simplemente sería su nombre en turco), mientras en 1426 María de Gotia, hermana del infortunado Alejo, contraía matrimonio con David Gran Commeno, emperador de Trebisonda, en una estrategia de alianzas sanguíneas. Es curioso señalar que la muerte de ella, David se casaría en segundas nupcias con Helena Cantacucena, bisnieta del emperador bizantino Juan VI Cantacuceno, un hombre que había solicitado ayuda a los otomanos para recuperar Constantinopla ante su oponente, Juan V, quien hizo otro tanto con los genoveses.

Después de Olubei hay un lapso de oscuridad en el que se desconoce el nombre del mandatario y se le menciona genéricamente: Dominus Tedori et fratres ejus («Señor de Teodoro y sus hermanos»). No obstante, se cree que el siguiente en ser reconocido personalmente, Isaac (Isaiko para los rusos), era hijo de Olubei. Hasta entonces, Gotia había procurado mantener buena relación con la Horda de Oro, pagando el tributo correspondiente. Por contra, estaba en conflicto casi continuo con Gazaria, nombre que se daba a las colonias que la República de Génova tenía en el mar Negro (etimológicamente venía de los jázaros, el pueblo túrquico que habitaba allí antes).

Ruinas de la fortaleza de Kalamita, en la actual Inkermán/Imagen: Andrew Butko en Wikimedia Commons

Como decíamos antes, la causa de dicho conflicto era la aspiración del Principado de Teodoro a tener una salida al mar y aumentar así su potencial comercial, ya que los genoveses se habían hecho con Parathalassia, como se llamaba en griego al litoral, arrebatando a Gotia varios puertos meridionales. Los teodoritas tuvieron que asegurar el de Avlita, en la desembocadura del río Chiórnaya, construyendo la fortaleza de Kalamita (la actual ciudad de Inkermán). Pero unos y otros estaban condenados a entenderse, puesto que sobre ellos se cernía ya la sombra de un enemigo común, el Imperio Otomano.

En sus primeros tiempos, el islam miró con buenos ojos al mundo cristiano en general por ser ambas religiones monoteístas y combatir el paganismo politeísta. Pero eso fue sólo al principio, en el siglo VII; con el tiempo y la expansión musulmana por territorios de Oriente Próximo que controlaba el Imperio Romano de Oriente, el choque fue inevitable y en el XV ya era patente que la Sublime Puerta tenía el ojo puesto en Constantinopla. El reseñado saqueo de la ciudad por los cruzados y la consiguiente creación del efímero Imperio Latino entre 1206 y 1261 reveló la debilidad bizantina y animó a los otomanos a tratar de hacerse con aquel suculento bocado.

El Imperio Otomano era reciente. Se considera que lo forjó el sultán Osmán I a caballo entre los siglos XIII y XIV (basándose en un sueño, según la típica leyenda fundacional) y, desde entonces, él y sus sucesores fueron arrancándoles lenta pero implacablemente territorios a los bizantinos, uno tras otro, hasta el punto de que Juan V Paleólogo tuvo que admitir convertirse en vasallo y pagar un tributo. Pero el objetivo ya era cada vez más claro y Constantinopla sufriría hasta tres asedios en las décadas siguientes. Sus murallas lograron resistir, por el momento.

El Imperio Bizantino en su última etapa, en el siglo XV/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Hasta que Mehmed II, aprovechando una afrenta personal como casus belli (el emperador Constantino XI exigió un rescate para un familiar del sultán que mantenía como rehén), emprendió la campaña de conquista definitiva. Constantinopla cayó en 1453, convirtiéndose en la fecha emblemática del paso de la Edad Media a la Moderna junto con la del descubrimiento de América en 1492 (ambas relacionas, puesto que la victoria otomana suponía el cierre de las rutas comerciales de Occidente con Oriente y ello estimuló a Castilla y Portugal a buscar alternativas marítimas). A continuación, en 1461, cayó Trebisonda, el sostén del Principado de Teodoro.

El acercamiento entre teodoritas y genoveses empezó en 1474, motivado por unas acciones de Cafa (actual Feodosia), una colonia de la república, contra intereses del principado. Para evitar una guerra que beneficiaría a los otomanos, ambos bandos habían acordado una alianza que debía reforzase con el matrimonio entre María Asanina Paleóloga, hermana del citado príncipe Isaac, con Esteban el Grande, gobernante de Moldavia, en un ambicioso proyecto que aspiraba a reunificar el mundo latino con el griego. Pero el pacto de Isaac con los genoveses, agravado por su reconocimiento del Kanato de Crimea, supuso frustrar la aspiración de Esteban a hacerse con la península, así que organizó una expedición que depuso a Isaac y le sustituyó por el afín Alejo II, mientras relegaba a su esposa.

En ese río revuelto decidió pescar Mehmed II, enviando para ello al hombre con quien comenzamos este artículo: Gedik Ahmed Bajá. No se sabe gran cosa de su infancia, por lo que algunas fuentes añejas le vinculaban con los Paleólogos; luego, documentos encontrados en archivos otomanos demostraron que descendía de una familia serbia. El caso es que en 1471 estaba al frente del ejército otomano que arrebató el beylicato de Anatolia a sus gobernantes karamánidas (que a su vez se lo habían conquistado a los selyúcidas del Sultanato de Rum), incorporándolo al imperio de Mehmed II. Después, se enfrentó a los venecianos en el Mediterráneo ya como kapudán pachá (almirante).

Mehmed II avanzando hacia Constantinopla, obra de Fausto Zonaro/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En 1475, el sultán le designó para ayudar al Kanato de Crimea a tomar las colonias costeras que Génova mantenía en la península. Estaban aisladas de su metrópoli desde la caída de Constantinopla, por lo que su defensa era muy difícil. En efecto, Ahmed ocupó con rapidez Caffa, Soldaia, Cembalo y otras plazas menores, perfilándose como nuevo objetivo Doros, la capital del Principado de Teodoro, que fue sitiada en septiembre de ese año. Tres meses más tarde, después de rechazar cinco intentos de asalto pero sin posibilidad de recibir víveres, la urbe tuvo que rendirse; estableció como condición que los vencedores respetasen al príncipe, al pueblo y las propiedades de la gente, cosa que se aceptó.

Sin embargo, los otomanos no cumplieron la palabra dada y otorgaron el mismo trato que a Caffa: Alejo y su familia fueron trasladados a Estambul (el nuevo nombre puesto a Constantinopla) junto con las demás autoridades. El príncipe acabó muerto, siendo su primogénito aleccionado para su conversión al islam; la esposa y otros vástagos pasaron a formar parte de la familia del sultán, mientras el resto de altos cargos también eran ejecutados y sus mujeres repartidas entre los altos funcionarios. Mehmed II se quedó con los tesoros del malhadado principado, evidentemente, y ordenó transformar la iglesia principal en mezquita. La desgracia de unos fue, por contra, el apogeo de otros como Gedik Ahmed Pasha, que llegaría a ser gran visir.

Doros pasó a llamarse Mangup y quedó integrada en el Kanato de Crimea, que a su vez era ya vasallo del Imperio Otomano, aunque posteriormente la administración pasó a ser directa desde Estambul, que imponía un gobernador. Y aunque sus habitantes conservaron su cultura, religión e idioma durante mucho tiempo, con el final del Principado de Teodoro se acababa el último vestigio del Imperio Romano, fundado más de dos milenios antes… salvo que aceptemos la voluntad de Mehmed II, que se consideraba continuador por tener antepasados bizantinos y, de hecho, adoptó el título de Kaisar-i-Rum (emperador romano).


Fuentes

Evgeny Khvalkov, The colonies of Genoa in the Black Sea region. Evolution and transformation | VVAA, From Pax Mongolica to Pax Ottomanica. War, religion and trade in the Northwestern Black Sea Region (14th-16th Centuries) | St. Theodore Gavras Society, History of Theodoro | Mehrdad Kia, The Ottoman Empire. A historical encyclopedia | Alexander Vassiliev, The Goths in Crimea | Wikipedia


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