En el año 1952 el arqueólogo francés Pierre Cintas, especialista en arqueología púnica y famoso entre otras cosas por haber descubierto el depósito fundacional de Cartago, descubrió en compañía de Charles Saumagne las ruinas de una ciudad cartaginesa en el noreste de Túnez, próxima al cabo Bon.
Al año siguiente comenzaron las excavaciones, que sacaron a la luz una zona residencial y una necrópolis con la particularidad de que no se encontraron en ellas signos de presencia romana, tales como cerámica o monedas.
Se llegó a la conclusión de que se trataba de una ciudad cartaginesa, probablemente destruida durante la Primera Guerra Púnica, que nunca se reconstruyó y fue por tanto abandonada entre 250 y 241 a.C.
Por ello se la considera la única ciudad púnica que no fue reconstruida ni modificada por culturas posteriores, y es un ejemplo único de cómo eran las ciudades cartaginesas.
Las excavaciones revelaron estructuras que datan de los siglos IV y III a.C. con edificios levantados sobre una cuadrícula de calles anchas y numerosas plazas públicas. Muchas casas aún mantenían en pie sus muros y en sus fachadas era visible la arcilla coloreada con que se decoraban.
La ciudad no aparece mencionada en ninguna fuente ni documento antiguo, por lo que los arqueólogos desconocen por completo su verdadero nombre. La llamaron Kerkouane porque así es como conocen la zona los actuales habitantes de su entorno.
Kerkouane no era una ciudad grande, aunque se la considera una de las cuatro principales ciudades cartaginesas junto a Hadrumentum (actual Susa), Útica y la propia Cartago. Sus habitantes se dedicaban a la pesca y la artesanía, y la presencia de numerosas conchas de murex indica que la ciudad producía el famoso tinte púrpura tan apreciado en el mundo antiguo.
Una jarra de vino decorada con figuras negras y escenas de la Odisea, junto con una copa jónica encontradas en las excavaciones, permitieron situar la fundación aproximada de la ciudad en torno al siglo VI a.C. Elementos arquitectónicos de estilo griego como peristilos y decoraciones de yeso, encontrados entre los restos de viviendas particulares, demuestran que la ciudad mantenía contactos culturales con el mundo mediterráneo.
Las excavaciones realizadas entre 1976 y 1977 sacaron a la luz lo que se considera el santuario púnico más grande de todo el Mediterráneo occidental, que todavía conserva algunas columnas y mosaicos. Posee una zona que pudo estar dedicada a banquetes rituales y ofrendas, aunque se desconoce a qué deidades estaba consagrado. Basándose en los artefactos encontrados en el lugar (como dos cabezas de terracota que muestran a dos hombres con sombreros cónicos), se especula que podrían haber sido Melqart, Sid y Tanit.
El yacimiento tiene una superficie de unas ocho hectáreas y aunque la ciudad estaba situada en la costa no disponía de puerto. Estaba rodeado por una muralla formada por dos recintos separados por un vasto corredor intermedio cuya anchura varía de 7 a 13 metros, que servía para la circulación entre los dos recintos y las construcciones destinadas a reforzar el sistema defensivo: torres de vigilancia y de observación, escaleras o escalinatas de acceso al corredor, puertas y pórticos.
Originalmente, los dos recintos estaban enlucidos y encalados y, junto con el corredor intermedio, tenían unos 15 metros de espesor. La estructura de la muralla interior era similar a la de algunas ciudades orientales, con piedras en forma de espina de pescado.
Contaba con tres plazas principales separadas por unos pocos metros que probablemente eran lugares para el comercio, pues se encontraron varios fragmentos de cerámica de diferentes tipos (ánforas, platos, cuencos, jarras), así como monedas con la cabeza de una deidad femenina en el reverso y un caballo en el anverso.
Destaca el avanzado sistema hidráulico urbano, con drenaje de aguas residuales, cisternas y canalizaciones con tuberías y gárgolas esculpidas para el agua de lluvia. Cada casa tenía su cuarto de baño situado cerca del vestíbulo de entrada, con pavimento de mosaicos y bañera con asientos.
En 1985 la UNESCO declaró Kerkouane patrimonio de la Humanidad, dado que es un testimonio excepcional del urbanismo fenicio-púnico. Se trata de la única ciudad púnica conocida en el Mediterráneo que alberga una mina de información sobre el urbanismo (desarrollo del espacio respetando un plan general preestablecido: calles anchas y bastante rectas forman una red en damero, cuyas plazas se llenan con las insulae) y la arquitectura (estructuras defensivas, domésticas, religiosas, artesanales, técnicas de construcción y materiales). A partir de los datos descubiertos, el arqueólogo puede trazar el perfil de una ciudad púnica tal y como era entre el siglo VI y mediados del III a.C. El descubrimiento de Kerkouane contribuye considerablemente a mejorar el conocimiento de los yacimientos fenicio-púnicos del Mediterráneo.
Fuentes
M’Hamed Fantar, Kerkouane cité punique du Cap Bon (Tunisie). Revue des mondes musulmans et de la Méditerranée, Année 1985, 40 pp. 175-176 | M’Hamed Hassine Fantar, Les Phéniciens en Méditerranée | Nathan Pilkington, The Carthaginian Empire: 550–202 BCE | UNESCO | Wikipedia
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