La transexualidad no es algo reciente, como muchos pudieran pensar. A lo largo de la Historia hay bastantes casos documentados de lo que Hipócrates denominaba enfermedad de los escitas, a pesar de que la ciencia no pudo ofrecer cambio de sexo quirúrgicamente hasta 1930 (el pintor danés Eigar Mogens Wegener se convirtió en Lili Elbe y la atleta alemana Dora Ratjen pasó a llamarse Heinrich), por lo que no siempre está claro si a los afectados se los podía incluir en esa categoría. El emperador romano Heliogábalo, la princesa portuguesa Santa Wilfrida o el español del siglo XVI Eleno de Céspedes son otros casos célebres. Pero sin duda uno de los más extraños fue el de Jemima Wilkinson, que no cambió de sexo sino que renunció a tenerlo, autorrebautizándose como Public Universal Friend (Amigo Público Universal).
Jemima nació en Cumberland (Rhode Island, una de las trece colonias inglesas en América) en 1752. Era la octava hija del matrimonio formado por Jeremiah Wilkinson y Amy Whipple, que le pusieron ese nombre -cuyo significado es paloma– en referencia a la primogénita de Job, el personaje bíblico encarnación de la paciencia. Constituían la cuarta generación familiar emigrada, por lo que tenían cierto peso en la vida colonial y, de hecho, Jeremiah era primo del gobernador, Stephen Hopkins, a la postre uno de los próceres que firmarían la Declaración de Independencia.
La niña quedó huérfana de madre a los doce años -Amy murió en el parto de su duodécimo vástago-, lo que algunos consideraron clave para su desarrollo: falta del cuidado materno, creció montando a caballo y realizando tareas agrícolas, lo que le confirió una apariencia esbelta pero fuerte. Ahora bien, también se aficionó a la lectura, que en su ambiente era casi exclusivamente religiosa porque los Wilkinson practicaban el culto cuáquero, de ahí que aprendiera de memoria la Biblia y los textos de la comunidad.
Sin embargo, en el último tercio del siglo XVIII se produjo lo que se conoce como Great Awakening (Gran Despertar), un período de renacimiento de la fe protestante que tuvo especial incidencia en las clases bajas del noreste y el medio oeste, alumbrando a figuras como George Whitefield (el verdadero primer impulsor del movimiento), Jonathan Edwards y Gilbert Tennent, que en su doctrina abogaban por el pacifismo, el amor al prójimo, la templanza, los derechos de la mujer y la abolición de la esclavitud. El movimiento se plasmó en varios círculos que genéricamente se denominan Old Lights y New Lights (Nuevas Luces y Viejas Luces).
Entre los segundos estaban los baptistas, que llegaron a Cumberland hacia 1770 y Jemima empezó a asistir a sus reuniones, apartándose poco a poco de los cuáqueros hasta que finalmente dio el paso de dejarlos, después de que expulsasen a su hermana Patience por ser madre soltera y a sus hermanos Stephen y Jeptha por alistarse en el ejército, haciendo caso omiso al veto cuáquero al servicio militar. La decisión de los chicos venía determinada por una razón de peso: el estallido de la Revolución en 1775. El problema para Jemima fue que tampoco la New Light la satisfizo y la tensión de ser rechazada por ambos grupos la hizo enfermar de gravedad al otoño siguiente.
O eso se dijo, pues fueron muchas las habladurías y las difamaciones que sufriría; entre ellas, que gustaba de vestir bien y rechazaba el trabajo físico, que algunos autores interpretan como una falacia para resaltar el cambio de mentalidad que iba a experimentar, una especie de despertar. En realidad, lo que contrajo fue fiebre tifoidea, que entonces tenía una elevada tasa de mortalidad. Y, en efecto, tras unos días agonizando, la fiebre remitió pero empezó a correr el rumor de que había estado muerta un breve tiempo, suficiente en cualquier caso para recibir una revelación divina por medio de dos arcángeles.
Todo fue creciendo, como una bola de nieve rodante, y se dijo que su alma había ascendido al Cielo, donde Dios la recibió pero para devolverla a su cuerpo y reanimar a éste con la misión de predicar su palabra. Los relatos resultan confusos y contradictorios, pues unos afirman que había fallecido y se levantó ella misma del ataúd mientras que otros lo niegan y aseguran que se trató de una pantomima astutamente urdida. Los testigos presenciales y el médico se quedaron a medio camino de ambas versiones: la enfermedad fue real, pero ninguno menciona que la viera morir. En cualquier caso, Jemima inició su segunda vida a los veinticuatro años, rompiendo drásticamente con el pasado.
Según dijo, el Señor le había infundido otro espíritu, así que también debería adoptar un nuevo nombre; para ello recurrió a Isaías 62:2, donde se lee «te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová designará». Y eligió el mencionado de Public Universal Friend, Amigo Público Universal, en alusión a la comunidad que había formado en torno a sí, la Society of Universal Friends (Sociedad de Amigos Universales), en lo que fue la primera comunidad religiosa de EEUU que no fundó un hombre. Claro que tampoco por una mujer, si se tiene en cuenta que, a partir de entonces, no volvió a identificarse como Jemima y además anunció que ya no era femenina pero tampoco masculina.
En efecto, ese renacimiento conllevó la renuncia a cualquier sexo -también a su práctica- y cuando alguien le preguntaba respondía crípticamente con otra cita bíblica: «I am that I am», o sea, «Yo soy el que soy», la frase que Yahvé le dio a Moisés por respuesta cuando éste quiso saber su nombre en el monte Sinaí, tal como figura en el Éxodo. Para subrayar esa identidad, que hoy se podría definir como género no binario, también trocó sus vestiduras femeninas por la ropa masculina típica de su época y ambiente, habitual entre los cuáqueros (de los que asimismo tomó buena parte de sus fundamentos doctrinales): larga túnica negra con corbata blanca y sombrero de copa baja, añadiendo unos característicos rizos que sus seguidores adoptaron imitándola.
Más aún: si hacemos caso a algunos testimonios su tono de voz habría variado, aunque no para parecerse al de un sexo concreto ni de forma unánime, ya que unos la describen como «estridente» frente a los que lo hacen como «armoniosa». Con facilidad de palabra, eso sí, Y en cuanto a sus maneras, al parecer eran una combinación de modestia, humildad y gravedad, alcanzando cierto aire sobrenatural, todo acorde con los austeros oficios religiosos, carentes de música y orden preestablecido. Es probable que ella misma -o él, o ello (pidió que no le pusieran artículos personales cuando le hicieran referencias)- acentuase todo eso para subrayar el cambio. Es posible que se inspirase en la frase de Gálatas 3:28, epístola bíblica en la que San Pablo dice textualmente: «Ya no hay judío ni gentil, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús».
Cabe señalar que algunos autores consideran que, acaso involuntariamente, Jemime estaba admitiendo tácitamente la superioridad masculina, ya que insistía siempre en negar que fuera una mujer y se vestía con ropa de hombre; otros opinan que esto último no era más que una forma de reforzar su labor como predicadora y que así lo debieron interpretar sus seguidores. También hay quien, por contra, ve en ella uno de los primeros casos de transgénero de la historia de Estados Unidos; no obstante, en su época no se la identificó así, si bien es cierto que no era un tema cómodo para la sociedad decimonónica.
A nueva personalidad, nueva vida. Jemime -sigamos llamándola así para no liarnos- empezó a viajar por las colonias del noreste, predicando acompañada de varios de sus hermanos expulsados por los cuáqueros: los mencionados Patience y Stephen, más Deborah, Elizabeth y Marcy. Lo hacía al aire libre o en lugares de reunión cedidos, pero siempre sin Biblia porque la recitaba de memoria. Enseguida logró reunir una considerable congregación, en general tirando a jóvenes y casi todos cuáqueros, pese a que éstos manifestaron abierta hostilidad por las pequeñas diferencias doctrinales (los Amigos no observaban el descanso del sábado, practicaban la sanación por fe e interpretaban los sueños) y porque temían la disgregación de su parroquia: en 1781 sufrieron una escisión por parte de los Free Quakers (Cuáqueros Libres), que seguían fieles al credo pero diferían en que apoyaban la Revolución.
La prensa tampoco fue muy clemente, ya que no veía grandes diferencias con lo que decían los cuáqueros; ahora bien, las críticas sólo sirvieron para atraer más público, algo incrementado con la atención preferente que los periódicos prestaban al sexo de Jemime. Los Amigos Universales defendían el libre albedrío y, por tanto, se oponían a la predestinación en favor de la posibilidad de salvación universal. Como decíamos antes, eran abolicionistas y varios negros formaban parte de la comunidad: durante los oficios incluso solían llevarse a cabo ceremonias de manumisión, en las que los nuevos adeptos concedían la libertad a sus esclavos; al fin y al cabo, ahí estaba el ejemplo de Jemima, que carecía de propiedades y todo lo ponía a nombre de la Sociedad de Amigos Universales.
Si su actitud hacia los negros era insólita en su tiempo, también resultaba así la que mantenían hacia los indios. En 1794, Jemime y varios de sus ayudantes fueron invitados por el secretario de Estado Timothy Pickering a una reunión con la Confederación Iroquesa y ella pronunció un discurso alentando a la paz y la hermandad; gustó tanto a los jefes que ese mismo año aceptaron firmar el Tratado de Canandaigua, que establecía «paz y amistad perpetuas» y reconocía la propiedad de las tierras a los pueblos de dicha confederación. Algunos de sus artículos se han respetado hasta hoy y otros se incumplieron más tarde, pero la buena labor de Jemima llevó a que desde entonces se recurriera a los cuáqueros y metodistas para mediar entre blancos y nativos.
Asimismo, los Amigos Universales eran partidarios de la igualdad sexual, que plasmaban en la frase de que la mujer debe obedecer a Dios antes que a los hombres; algunas mujeres, de hecho, se convirtieron en líderes de sus comunidades. Creían que el matrimonio no era idóneo per se sino más bien una alternativa a romper la abstinencia sexual, que consideraban lo adecuado pero sin que ello implicase necesariamente adoptar el celibato por obligación; no obstante, la mayoría de los fieles estaban casados previamente, así que se mantuvieron con el mismo status.
En los primeros y ambulantes años el episodio más curioso quizá fuera el que, recordando algunas profecías del Apocalipsis, pronunciadas en el contexto de aquella Guerra de la Independencia que asolaba el país y debió ser todo un trauma (al contrario que los cuáqueros y pese a compartir el pacifismo, los Amigos apoyaron la revolución y predicaban entre los soldados), coincidió con un suceso insólito del que ya hablamos en otro artículo: el Día Oscuro de Nueva Inglaterra, acaecido el 19 de mayo de 1780 y recogido por George Washington en su diario. Después, en 1799, los Amigos se asentaron en la zona occidental de Nueva York para alejarse de cierta actitud violenta iniciada contra ellos. Para ello, Jemime planeó la que iba a ser la ciudad más grande de la región: Friend’s Settlement.
Un error administrativo hizo que buena parte de las casas se construyeran en terrenos no autorizados, lo que obligó a una recompra que los especuladores aprovecharon para subir los precios. Muchos fieles no pudieron afrontarlo y regresaron a su lugar de origen, mientras que los formalismos legales obligaban a cambiar el nombre previsto por The Gore. Los Amigos Universales trataron de compensarlo fundando asentamientos en otros sitios cercanos, de los que el más importante fue Nueva Jerusalén, que todavía existe (ya sin el «Nueva»).
No obstante, surgió otro problema: algunos habían tratado de medrar acumulando propiedades. Cuando Jemime lo atajó, algunos de los que vieron frustrados sus planes la denunciaron, acusándola de pretender quedarse con sus bienes. A eso se sumarían posteriormente una serie de historias difamatorias, entre ellas hacerse pasar por Jesucristo (afirmando andar sobre las aguas o resucitar muertos), incitar a una mujer de su congregación a estrangular a otra mientras dormía (luego pasó a ser ella misma la responsable del fallido intento, que otros atribuyen a una simple pesadilla de la implicada), obligar a sus fieles a divorciarse, etc.
Aunque es cierto que Jemime era autoritaria, ninguna de esas acusaciones ha podido probarse y todos los coetáneos las desmintieron como elaboraciones posteriores de periodistas sensacionalistas. Pero la cuestión de los terrenos sí llegó a los tribunales y Jemime tuvo que huir a caballo para refugiarse en Nueva Jerusalén. Hasta allí la siguieron los alguaciles, pero al intentar arrestarla en su casa fueron atacados por las mujeres locales. Eso llevó a un tercer intento de detención, esta vez a cargo de una partida de treinta hombres que asaltaron el edificio y se dispusieron a llevarse a la predicadora.
No pudieron. Para entonces, su estado de salud era tan malo que un médico que formaba parte de los asaltantes certificó que no sobreviviría a un traslado en el carromato previsto, así que se pactó dejarla allí a cambio de su compromiso de presentarse a un juicio. Éste se celebró en 1800 y el tribunal dictaminó que la acusada era inocente. Pero, pese a que siguió predicando hasta el último momento y aun vivió unos cuantos años del nuevo siglo, su salud fue deteriorándose progresivamente y en 1819, un edema pulmonar que llevaba sufriendo desde tiempo atrás puso fin a su existencia. El óbito ocurrió ocho meses después de que falleciera Patience, en cuyo funeral pronunció una elegía que fue su último sermón público.
Tal como había dispuesto, la enterraron en la cripta familiar de un miembro de los Amigos, vecino de Nueva Jerusalén, sin ningún tipo de ceremonia, aunque posteriormente se trasladó el ataúd a un cementerio, en una tumba sin nombre, también siguiendo sus instrucciones. Con ella murió la Sociedad de Amigos Universales, incapaz de encontrar a alguien de su carisma para sustituirla. Ese papel quizá pudo haberlo hecho la viuda Sarah Richards, que en 1786 e imitando a Jemime, renunció a su sexo e hizo otro tanto con su pequeña hija, vistiéndose con ropas masculinas y pasando a llamarse ambas Sarah Friend; sin embargo Sarah, a la que Jemime envió a liderar una comunidad, había muerto antes que ella, en 1793, y la niña fue criada por un Amigo.
Así pues, para la segunda mitad del siglo XIX la Society of Universal Friends ya no existía más que en el recuerdo y en algún resto material. En ese sentido, cabe añadir que la Jemima Wilkinson House (o Friend’s Home) de Jerusalén está incluida en el Registro de Lugares Históricos de EEUU y que algunos de los objetos personales de Amigo Público Universal -ahora ya sí podemos citarla así-, como su sombrero, Biblia, carruaje, silla de montar y archivo, se conservan en la sede de la Yates County Genealogical and Historical Society.
Fuentes
Paul B. Moyer, The Public Universal Friend: Jemima Wilkinson and religious enthusiasm in Revolutionary America | Catherine A. Brekus, Strangers and pilgrims: female preaching in America, 1740-1845 | Herbert A. Wisbey, Pioneer prophetess: Jemima Wilkinson, the Publick Universal Friend | Christian McBurney, Jemima Wilkinson: the first American-born woman to found a religious movement (en Small State Big History) | Wikipedia
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