Entre las grandes ventajas turísticas con que cuenta el Caribe no es la menor que su privilegiado clima se mantenga estable todo el año. En el caso de la península mexicana del Yucatán, la media anual es de 26º; ambiente tropical, pues, que favorece las vacaciones en Riviera Maya, uno de sus destinos más demandados, que ocupa la franja oriental, costera, del estado de Quintana Roo.
Junto con Cancún, situado una treintena de kilómetros al norte, es el principal atractivo de una zona que hoy no necesita presentación, habiéndose convertido en una referencia para el turismo internacional en relativamente poco tiempo. De ello dan fe los miles de visitantes que recibe cada año, un volumen de pasajeros favorecido por la abundancia de vuelos, hoteles, paquetes vacacionales y viajes baratos a Riviera Maya que ofertan las agencias o se pueden encontrar en Internet.
No es para menos, ya que a su reseñada bonanza climatológica hay que sumar otros muchos puntos de interés: por supuesto, sus espléndidas playas de arena blanquísima y flanqueadas por palmeras; también lugares emblemáticos de la historia, como las antiguas ciudades mayas de Tulum y Cobá; o populares complejos de turismo como Playa del Carmen y Puerto Aventuras, al lado de otros menos masificados, caso de Akumal; y no faltan los espacios naturales protegidos, desde la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an (Patrimonio de la Humanidad desde 1987) al Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos.
El perfil de cada viajero le hará inclinarse por un tipo de experiencia diferente (o por todas, si dispone de tiempo). Unos preferirán disfrutar del encanto deslumbrante de parques como Xcaret y Xel-Ha, que combinan naturaleza con ocio, restauración y espectáculo. Otros se decantarán por la aventura que ofrecen los diversos parajes, bien los que son al aire libre (Xplor, un parque selvático con tirolinas, rutas en balsa, vehículos anfibios, hamacuatizaje, etc), bien los subterráneos que tachonan y caracterizan todo el litoral y el interior: un puñado de grutas y cenotes que prometen una experiencia distinta y pura.
Un cenote es una dolina (una depresión del terreno formada por efecto kárstico, es decir, la disolución de la roca caliza por la acción del agua, que termina provocando un derrumbe) que puede quedar subterránea, abierta o semiabierta, dependiendo de su edad geológica. A menudo, los cenotes están comunicados con el mar y desarrollan vida, tanto vegetal como animal, en su interior. Para los antiguos mayas tenían carácter sagrado y los utilizaban para los sacrificios rituales, de ahí que se hayan encontrado huesos en muchos de ellos; el de Chichén Itzá, en el vecino estado de Yucatán, hay uno conservado arqueológicamente.
Por suerte, hoy tienen un uso muy diferente; acogen vida y diversión en vez de muerte, pues no pocos se han habilitado para que los turistas puedan bajar y bañarse en las lagunas interiores o simplemente explorarlos. Así, nadie saldrá decepcionado del Dos Ojos, llamado así porque en realidad son dos cenotes conectados mediante un túnel submarino de cuatrocientos metros; quien sea aficionado al buceo, con y sin botella, tiene que anotarlo en su agenda. Tampoco hay que perderse el Ik Kil, uno de los más fotogénicos gracias a la vegetación colgante que lo ribetea y muy popular porque está habilitado como piscina. ¿Y qué decir del Gran Cenote, una auténtica belleza?
Lo cierto es que hay bastantes para elegir, pues el número de cenotes que horadan el Yucatán ronda los diez millares: el Sac Actún, que tiene un osario animal y humano, y está conectado con Dos Ojos; el Taak Bi Ha, interior y no masificado; el Aktun-Ha; el Siete Bocas; el Zacil Ha; el Chaac Mool; el Samula; el Ponderosa; el Azul; el Xkekén; el Suytun… Incluso hay un Parque de Cenotes, Yax Muul, que combina la entrada a uno de esos fantásticos entornos con actividades de aventura dentro y fuera.
Y si el agua originó tales sitios con su acción erosiva, no ha de extrañar que los hayan acompañado de una extensa red de grutas naturales, a menudo comunicadas con ellos, formando un fabuloso laberinto subterráneo. Se calcula que la extensión de éste suma unos ocho mil kilómetros, de los cuales sólo se ha explorado una octava parte. Eso sí, hará las delicias de cualquiera, aunque no sea especialmente aficionado a la espeleología.
Ahí está Aktun Chen, por ejemplo, a la que National Geographic describió como la «tercera caminata subterránea más impresionante del mundo«. Es la cueva seca más larga de Quintana Roo y los tours emplean una hora y media en recorrerla, permitiendo fijarse en sus estalactitas, estalagmitas, bóvedas… Tiene hasta un par de pequeños cenotes en su interior, y forma parte del parque natural del mismo nombre.
Otro rincón recomendable es Río Secreto, en Playa del Carmen, la cueva semi inundada más larga de la península yucateca: hasta tres horas puede durar un recorrido a veinticinco metros de profundidad, que requiere guía, traje de neopreno, casco con linterna, chaleco salvavidas, etc. Y los más atrevidos pueden probar, ya recurriendo a buceo con botella, en el sistema de cuevas inundadas, que es el de mayor longitud del mundo con trescientos cuarenta y siete kilómetros.
Hay para todos los gustos, en suma, y eso que sólo hemos reseñado una mínima muestra. La Riviera Maya, como México en general, puede ser inagotable.
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