Si alguien está planificando una visita a Berlín y busca algo original que hacer, tome nota de una idea muy poco conocida: acercarse a las afueras, a la zona oeste, muy cerca del Estadio Olímpico; allí, en pleno bosque de Grunewald (el pulmón verde de la ciudad con sus tres mil hectáreas), puede hacerse una corta ascensión a una colina. Es baja, de sólo ciento veinte metros, pero su interés no está en la subida ni en el entorno natural sino en la elevación en sí. Se trata de la colina Teufelsberg, nombre traducible como Montaña del Diablo, que tiene la particularidad de no haber sido creada por la Naturaleza; fue la mano del Hombre.

Por lo tanto, tiene una historia detrás y no muy larga. Hay que remontarse a 1937, cuando Alemania estaba bajo el régimen nazi y el gobierno decidió fundar en Grunewald la Wehrtechnische Fakultät und Hochschulstadt, es decir, la Facultad de Ingeniería Militar, primer paso para una universidad dedicada a la tecnología armamentística.

El proyecto, diseñado por Albert Speer, era impresionante, de arquitectura colosalista, formando parte de otro mayor: la Welthauptstadt Germania (Germania Capital Mundial), una expansión urbana de Berlín para equipararla monumentalmente a otras grandes ciudades europeas como Londres o París. Incluía el Triumphbogen (un gigantesco arco de triunfo de cien metros de altura), el Große Halle (un auditorio con una cúpula dieciséis veces mayor que la de San Pedro), etc.

Maqueta de la Welthauptstadt Germania/Imagen: Bundesarchiv, Bild 146III-373, en Wikimedia Commons

La derrota en la Segunda Guerra Mundial puso fin a aquel sueño megalómano. Lo poco que se había erigido de la facultad fue dinamitado parcialmente (las dimensiones que tenía impidieron demolerla por completo) y sus materiales empleados en otras obras más urgentes, en el contexto de la reconstrucción del país.

Como resultado de toda esa intensa actividad, favorecida por el final del bloqueo, que iba formar parte del llamado Wirtschaftswunder (el Milagro Económico alemán), durante los años cincuenta se fueron llenando de escombros los vertederos de la zona occidental, dado que la división del país en dos partes, fruto del inicio de la Guerra Fría, impedía el paso de camiones de una zona a otra para desescombrar en los sitios de antaño.

Por consiguiente, los vertederos de Schöneberg y Fritz-Wildung-Straße (una planta de gas) no tardaron en saturarse. Fue en una fecha tan temprana como 1951 y dieron lugar a la colina Insulaner, de setenta y ocho metros, y un estadio, el Wilmersdofer, respectivamente. Ambos lugares cuentan hoy con equipamientos de ocio y otros usos públicos, desde una estación meteorológica a un observatorio, pasando por un campo de minigolf, otro para trineos y jardines, prefigurando la recuperación de sitios industriales para el disfrute de los ciudadanos.

La cima de Insulaner a principios de los años cincuenta/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pero el trajín continuaba y había que buscar nuevas alternativas, así que se eligió Teufelsberg y lo que originalmente estaba pensado para acoger estudiantes pasó a recibir escombros. Año tras año, casi un millar de camiones descargaron allí de forma regular y constante unos seis mil ochocientos metros cúbicos, de manera que a finales de 1957 ya se habían acumulado diez millones. El lugar tenía una capacidad para dos millones más; sin embargo, iban a depositarse muchos más hasta alcanzar veintiséis millones. El resultado fue que en Teufelsberg se amontona aproximadamente un tercio de los escombros de las casas bombardeadas en Berlín durante la guerra -lo que equivale a unos quince mil edificios-, además de otros restos industriales y materiales procedentes de otro distrito, Messedamm.

No era algo que pasase desapercibido, puesto que formaba la elevación más alta de aquellos contornos, hasta el punto de que hoy sigue siendo la segunda del municipio en altitud, únicamente por detrás de la colina Arkenberge, en la cadena homónima. Curiosamente, ésta tiene una base natural de setenta metros, pero desde 1984 ha crecido cincuenta y uno más de la misma forma que Teufelsberg, acumulando escombros, hasta ser el punto más alto de Berlín. Teufelsberg se ha quedado en sesenta centímetros menos porque en 1972 se cerró definitivamente, si bien fue necesario corregir las medidas porque al principio se calcularon en «sólo» ciento quince metros.

La colina Arkenberge, al fondo/Imagen: Matthias Nonnenbacher en Wikimedia Commons

Ese año se acometió una habilitación de la colina para darle un aspecto más agradable, añadiendo tierra y vegetación en la superficie y sembrando un millón de árboles en su entorno, lo que ha permitido que muchos de los jabalíes que habitaban el bosque de Grunewald encontrasen allí su hogar. Ahora bien, en 1955 ya se había aprovechado una ladera para ubicar instalaciones deportivas de invierno; en concreto, una pista de esquí, otra de trineos y una rampa de saltos de veinticuatro metros de longitud (con remontes y cañones de nieve incluidos), deportes que celebraron allí diversas competiciones hasta 1969, en que se cerraron (posteriormente, en 1999 se retiró también la rampa). ¿Por qué?

Pues por la Guerra Fría, otra vez. La NSA (National Security Agency) de EEUU había encontrado en la cima de la colina un sitio perfecto para instalar una estación de comunicaciones de la red ECHELON (un programa de espionaje por radio y satélite de UKUSA, alianza estratégica formada por EEUU, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda).

The Hill, como la llamaban, quedaba dentro del Sector Británico y ofrecía las mejores condiciones de escucha de Berlín, por lo que empezaron a operar allí en 1961 y dos años más tarde construyeron la estación. Pero resultó que los remontes de esquí interferían las señales, razón por la que exigieron -y consiguieron- su retirada.

La estación de comunicaciones en 1978/Imagen: Phil Jern en Wikimedia Commons

La anécdota más curiosa fue descubrir que las señales se percibían mejor en determinadas épocas debido a una noria que se levantaba temporalmente para el Volkfest de Zelhendorf (un festival), lo que decidió a mantenerla todo el año. También surgieron leyendas sobre túneles subterráneos excavados bajo el Teufelsberg; se decía que servían para albergar instalaciones secretas, para facilitar la huida desde Berlín Oriental, o alguna versión incluso sugería que eran para albergar submarinos (!). El hecho de que otros servicios del ejército, tanto estadounidenses como británicos, se fueran sucediendo en el uso de aquellas instalaciones no hizo sino acrecentar los rumores.

Entonces llegó 1991 y la caída del Muro de Berlín puso fin a la utilidad de la estación y sus antenas en ese campo. Continuaron usándose unos años más para el control del tráfico aéreo, pero en 1999, con un Berlín reunificado y en auge económico, las autoridades vendieron la colina a un grupo de inversores que planeaban construir apartamentos, un hotel, un centro de congresos y un restaurante, comprometiéndose a conservar la estación como museo del espionaje.

Por suerte o por desgracia, otros muchos proyectos parecidos habían florecido en otras partes al albur de aquella boyante situación económica y cuando le llegó el turno a Teufelsberg había ya en la capital una gran oferta de viviendas y plazas de alojamiento, lo que, unido a los enormes costes de construir en una colina y la oposición de los ecologistas, dio al traste con todo.

Trineos en el Teufelsberg, 1978/Imagen: Dr. Karl-Heinz Hochhaus en Wikimedia Commons

Apenas había dado tiempo a erigir unas estructuras básicas que permanecieron cerradas y en deterioro progresivo hasta que, una vez sorteado el anuncio que en 2009 hizo el ayuntamiento sobre proceder a la demolición y frustrado un nuevo proyecto de convertir la colina en un monumento al mayor Arthur D. Nicholson (un oficial estadounidense de inteligencia que murió tiroteado por un soldado soviético mientras fotografiaba una base, siendo la última víctima militar de la Guerra Fría), en 2006 se declaró la cima como zona no edificable, lo que constituye un problema a la hora de encontrar ideas de uso que resulten rentables, con el agravante de las deudas existentes.

Eventualmente, se reutilizan las instalaciones de esquí, aunque sólo para trineos y snowboard, si bien se suman escaladores y parapentistas. A partir de 2011 se abrieron parcialmente las ruinas de la estación para visitas turísticas, siendo los principales atractivos las cúpulas, las antenas y los grafitis; éstos constituyen un auténtico y espectacular museo al aire libre. Y en otra ladera se han plantado viñedos. No está mal, para tratarse, al fin y al cabo, de un montón de escombros.


Fuentes

Benedict Anderson, Buried city. Unearthing Teufelsberg: Berlin and its geography of forgetting | Visit Berlin | Web Oficial de Berlín | Teufelsberg-Berlin / Wikipedia


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