El misterioso pilar que los persas construyeron en el centro de la ciudad circular de Gor

El lugar de la antigua ciudad de Gor con el pilar en su centro | foto Amin Malekzadeh en Wikimedia Commons

En el año 330 a.C. Alejandro Magno avanzaba por el territorio persa conquistando sus ciudades y regiones culminando con la toma de Persépolis. Un poco más al sur de la antigua capital aqueménida estaba la ciudad de Gor, que le presentó tal resistencia que para rendirla tuvo que recurrir a una estratagema, cuya leyenda cuenta la historia iraní.

Construyó una presa en una garganta cercana reteniendo el agua de un río que atravesaba la planillanura en que se ubicaba la ciudad, inundándola por completo y creando un lago que subsistió hasta comienzos del siglo III d.C., cuando el primer rey persa sasánida Ardacher hizo un túnel para drenarlo y destruyó la presa. La llanura se secó y las ruinas de la ciudad reaparecieron.

En ese mismo lugar Ardacher fundó su nueva capital, que sería conocida como Khor Ardashīr o Gor. Hizo que se levantase sobre una planta circular (varios siglos antes que la famosa ciudad circular de Bagdad) de medidas tan precisas que el historiador persa Ibn Balkhi escribió que estaba ideada con brújula.

El Minar de Gor en 1840 dibujado por Eugène Flandin | foto dominio público en Wikimedia Commons

Tenía 1.950 metros de diámetro y estaba rodeada por un foso protector de 35 metros de ancho, que solo se podía sortear mediante cuatro puentes que daban acceso a sus cuatro puertas, una en cada uno de los puntos cardinales, y una muralla de arcilla. La ciudad se dividía en 20 sectores por un preciso sistema geométrico de 20 calles radiales y varias concéntricas.

En el interior se disponía otro círculo amurallado, de 450 metros de radio, en el que se construyeron los edificios y palacios reales. En el paisaje actual de la zona todavía puede verse reflejada la antigua disposición circular de la ciudad. Y también algo más. Los restos de una gran torre, que originalmente tenía unos 30 metros de altura, y de la que solo se conserva el núcleo de su estructura.

Vista aérea de la ciudad circular de Gor | foto Amin Malekzadeh en Wikimedia Commons

Lo árabes la llamaron Terbal, pero los persas la conocían como Minar (literalmente, pilar) o Minaret. Tenía un diseño con una escalera exterior en espiral, único en Persia, y aunque no se conoce exactamente que función cumplía existen varias hipótesis al respecto. Añadiendo la anchura de las escaleras destruidas y los muros exteriores, se calcula que la anchura de la torre sería de unos 20 metros.

El Minar y el templo del fuego (Takht-e Neshin) eran las dos únicas estructuras de la ciudad hechas de mampostería de granito. Los primeros occidentales que señalaron la singularidad de la estructura en la arquitectura persa fueron Eugène Flandin y Pascal Coste, pero el primero en realizar un estudio sistemático fue Ernst Herzfeld, que fue quien la identificó como una torre-escalera.

Antes del estudio de Herzfeld se creía que el Minar era el propio Takht-e Neshin, el templo con el fuego sagrado colocado en su parte superior para evitar la contaminación con polvo.

Trabajos de reconstrucción en 2013 | foto akhodadadi en Wikimedia Commons

Algunos autores opinan que simbolizaba la realeza divina y centralista de la ideología estatal de Ardacher, al mismo tiempo que tenía un uso práctico, ya que proporcionaba un contacto visual con las fortificaciones situadas sobre la principal vía de acceso a la llanura, en el desfiladero de Tang-ab. Esta función militar debió ser indispensable para las actividades de topografía cuando se trazó el esquema de planificación de la ciudad.

También pudo servir como torre de observación, mientras se ejecutaban las obras del plan previsto por Ardacher para la nueva ciudad y la llanura. De hecho, todo el esquema esta centrado en el Minar, y se continuaba el patrón concéntrico y radial de la ciudad incluso hasta 10 kilómetros de distancia, donde se han encontrado rastros de canales, caminos, y murallas.

Representación artística del Minar como templo del fuego, dibujo de Zenaide A. Ragozin (1889) | foto Internet Archive Book Images en Wikimedia Commons

Un estudio reciente sugiere que puede haber sido una torre de agua, de modo que el agua de las fuentes elevadas cercanas fluiría a través de tuberías y del núcleo hueco del Minar hasta su cúpula, y desde allí sería conducida a otros puntos de la ciudad.

Las fuentes registran la existencia de torres parecidas en otros lugares del imperio persa. Por ejemplo, el historiador romano Amiano Marcelino que escribió durante el siglo IV d.C., menciona una en el Nahar Malka (un canal que conectaba el Tigris y el Éufrates cerca de la capital persa Ctesifonte, y la compara con el faro de Alejandría.

El historiador griego Zósimo cita, a finales del siglo V d.C., varias torres en la localidad de Al-Anbar (la antigua Pirisabora, en el centro de Irak). No obstante, según Richard Gottheil, éstas pueden haberse basado en los antiguos zigurats.

El diseño del Minar de Gor pudo inspirar el famoso minarete espiral de la Gran Mezquita de Samarra en Irak. Éste, a su vez, inspiraría el de la mezquita de Ibn Tulun en El Cairo, ambos construidos durante el período abasí, en el siglo IX d.C.

Solo se conserva la estructura interior del Minar | foto Carole Raddato en Wikimedia Commons – Flickr

La ciudad de Gor fue destruida, de nuevo, durante la invasión árabe musulmana del siglo VII, aunque volvería a ser reconstruida. El rey Adud al-Dawla le cambió el nombre a Peroz-abad (literalmente, ciudad de la victoria) hacia 950 d.C., porque en la lengua neopersa que se hablaba entonces la palabra Gōr había pasado a significar tumba, y encontraba desagradable residir en una tumba.

El nombre derivó finalmente en Firuzabad y la ciudad fue abandonada definitivamente en el período Qajar, cuando sus habitantes se trasladaron al asentamiento cercano (a unos 3 kilómetros) que hoy lleva ese mismo nombre.


Fuentes

Encyclopaedia Iranica | UNESCO | Gottheil, Richard J. H., The Origin and History of the Minaret. Journal of the American Oriental Society. 30 (2): 132–154. DOI:10.2307/3087601 | Oliver Nicholson, The Oxford Dictionary of Late Antiquity | Wikipedia