Cuando Clístenes instauró la democracia en Atenas, prácticamente inventándola entre los años 510 y 508 a.C., también quiso proporcionar al pueblo un método con el cual evitar que un tirano volviese a hacerse con el poder en la ciudad.

Ese instrumento fue la ley del ostracismo, por la cual se podía condenar al destierro a aquellos ciudadanos cuyas acciones o ideas se considerasen peligrosas o dañinas para la supervivencia de la democracia y la soberanía popular.

Así, cada año entre enero y febrero aproximadamente la asamblea de ciudadanos votaba y decidía si se debía proceder a un ostracismo. Si la votación era positiva dos meses más tarde volvían a reunirse y, si había un quórum de al menos 6.000 votantes, cada uno escribía en un ostracon (fragmento de cerámica) el nombre de aquel cuyo destierro le pareciese necesario o adecuado.

Fragmentos de ostracon del Museo del Agora en Atenas | foto Dorieo en Wikimedia Commons

Si alguno de los ciudadanos mencionados en los votos populares alcanzaba la mayoría absoluta, se le desterraba durante 10 años, y debía abandonar la ciudad en un plazo máximo de 10 días. No perdía sus derechos como ciudadano, e incluso había posibilidad de ser indultado por una nueva votación, como ocurrió en varias ocasiones.

Pero como suele ocurrir, lo que en principio era una herramienta de defensa de la democracia acabó convirtiéndose en un arma política entre facciones. Se utilizó por primera vez en 487 a.C. para desterrar a un familiar del tirano Pisístrato (que había gobernado Atenas entre 561 y 527 a.C.) llamado Hiparco.

Ciudadanos votando el ostracismo de Arístides, ilustración de W.H. Weston | foto dominio público en Wikimedia Commons

En total se conocen 12 ostracismos practicados entre 487 y 440 a.C., entre los que se incluyen Megacles (486 a.C.), un sobrino del propio Clístenes; Calixeno (485 a.C.), probablemente también sobrino de Clístenes; Jantipo (484 a.C.), padre de Pericles; Arístides el Justo (482 a.C.); Temístocles (471 a.c.), el político y general que dirigió la armada griega en Salamina; Cimón (461 a.C.), el hijo de Milciades el vencedor de Maratón; Alcibíades (460 a.C.), abuelo del posterior y más famoso Alcibíades; Menon (457 a.C.); Calias (445 a.C.), que había luchado en Maratón vestido de sacerdote; Damon (443 a.C.), músico y maestro de Pericles; y Tucídides (442 a.C.), el oponente político de Pericles.

Después del año 442 a.C. el ostracismo cayó en desuso. Obtener un quórum de 6.000 ciudadanos resultaba cada vez más complicado, y pronto surgieron otros métodos menos duros y más rápidos, de carácter jurídico, para eliminar a los adversarios políticos. Y no solo uno al año, sino varios al mismo tiempo.

Pero 26 años más tarde se volvió a recurrir, por última vez, al método del ostracismo. Sucedió en 416 a.C., y al desterrado, que sería por tanto el último en sufrir dicho castigo, se podría decir que le salió el tiro por la culata.

Lámparas griegas como las que fabricaba y vendía Hipérbolo | foto Giovanni Dall’Orto en Wikimedia Commons

Se llamaba Hipérbolo y era fabricante de lámparas de aceite. Se metió en política oponiéndose a la paz con Esparta tras la primera fase de la Guerra del Peloponeso. El comediógrafo Aristófanes lo presenta en sus obras como el hombre que controlaba la Asamblea de Atenas, y la mayoría de escritores que lo mencionan lo califican como el líder de las masas, todo ello con evidente tono irónico y despectivo.

Era un orador hábil, posiblemente trierarca (capitán de barco de guerra, que él mismo sufragaba) y hombre acaudalado, al que las fuentes suelen acusar de demagogo. Quería liderar una de las dos facciones políticas atenienses, pero se encontró que Alcibíades le disputaba el puesto.

Busto de Alcibíades | foto Marie-Lan Nguyen en Wikimedia Commons

Así que se le ocurrió rescatar la vieja práctica del ostracismo para deshacerse por un lado de Alcibíades y al mismo tiempo de su oponente político Nicias. Según Donald Kagan, durante el último cuarto de siglo, no se había utilizado contra nadie porque el coste de tal condena —el destierro por diez años— era tan alto, que sólo aquel que contase con una mayoría segura podía favorecerse de una medida tan extrema. Desde los tiempos de Pericles, ningún político ateniense había contado con tal grado de confianza.

Los apoyos de Nicias y Alcibíades estaban muy igualados e Hipérbolo pensó que podía sacar ventaja de proponer el ostracismo de ambos, albergando la esperanza, según cuenta Plutarco, de que cuando uno de los dos hombres fuera enviado al destierro él sería el rival del que quedara. Así que convenció a los atenienses de recurrir de nuevo al método después de tantos años.

Lo que Hipérbolo no se esperaba era que Nicias y Alcibíades se pusieran de acuerdo, instruyendo a sus seguidores a inscribir el nombre de aquel en los trozos de cerámica de la votación.

Enterados Nicias y Alcibíades de esta maldad, se pusieron secretamente de acuerdo, y juntando en uno los dos partidos, lograron que el ostracismo no recayese sobre ninguno de los dos, sino sobre Hipérbolo. Al principio fue este cambio materia de diversión y risa para el pueblo; pero después ya lo sintieron, pareciéndoles que aquel recurso se había deshonrado, empleándose en un hombre indigno, pues tenían al ostracismo por una pena que honraba, y creían que, si bien era castigo para Tucídides, Aristides y otros semejantes, para Hipérbolo era una honra y motivo de jactancia el que fuese tratado, por su maldad, como lo habían sido los varones más excelentes

Plutarco, Vida de Nicias 11
Ostracon con el nombre de Hipérbolo | foto Giovanni Dall’Orto en Wikimedia Commons

Posiblemente este hecho tan inusual, que el desterrado careciese del apoyo de una parte importante de la Asamblea, hacía inútil el método del ostracismo, ya que al final los líderes de las dos facciones enfrentadas se habían salido con la suya. De hecho, poco tiempo después los atenienses elegían de nuevo como generales (estrategos) a Nicias y Alcibíades.

Por su parte Hipérbolo, que se había exiliado en la isla de Samos, acabó pereciendo a manos de los samios durante los incidentes de la revuelta de los oligarcas, y pasó a la historia con la mala fama que ya entonces le atribuyó Tucídides:

Mataron al principio a un mal hombre y de mala vida ateniense, llamado Hipérbolo, el cual había sido desterrado de Atenas, no por sospecha ni miedo de su poder, ni de su autoridad, sino por delito, y porque deshonraba a la ciudad.

Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso VIII.73

Nunca más volvió a utilizarse en Atenas el ostracismo. Seguía existiendo y la cuestión se seguía planteando cada año en la Asamblea, pero nunca volvieron a votar por su uso. En el ágora y en el barrio del Cerámico se han encontrado hasta 12.000 fragmentos de ostracon con nombres inscritos correspondientes a las votaciones de la asamblea.


Fuentes

Donald Kagan, La guerra del Peloponeso | Plutarco, Vida de Nicias | David Stuttard, Nemesis: Alcibiades and the Fall of Athens | Hellenica World | Sara Forsdyke, Exile, Ostracism, and Democracy: The Politics of Expulsion in Ancient Greece | Wikipedia


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