Terminadas las vacaciones navideñas empiezan a asomar en el horizonte los siguientes períodos de asueto antes del verano, como el puente de Carnaval y la Semana Santa. Eso conlleva la ilusión de preparar el viaje, pero también suele plantear un problema a quienes tienen perro: qué hay que hacer para poder llevar al animal consigo. Veamos cuáles son las posibilidades, tanto en transportes como en alojamiento, en lo que ayudará que sean de razas tranquilas como el Braco de Weimar.

Cualquier conductor estará habituado a trasladar a su mascota y ya debería saber que no puede ir suelta sino dentro de un transportín, el cual habrá de colocarse en el suelo, tras los asientos delanteros, o, preferentemente, en el maletero; en éste tendrá que ubicarse al perro si su tamaño es considerable -retirando la bandeja-, pero colocando una red que separe esa zona del resto del habitáculo. Otra opción puede ser atarlo con un arnés especial, equivalente al cinturón de seguridad. En cualquier caso, cabe recordar la necesidad de hidratarlo y parar de vez en cuando para que pueda moverse y respirar aire fresco (por cierto, los perros también se marean, así que conviene no darles de comer antes de ponerse en marcha).

Pero no todo el mundo conduce y muchos prefieren recurrir al transporte público. El autobús suele evitarse porque, salvo en los casos de perros guía para invidentes, reproduce las normas del coche obligando a las mascotas a viajar en la bodega dentro de un transportín o una jaula, con el problema de que aparte de ir solo lo hará a oscuras. Una experiencia desagradable para el animal y, reconozcámoslo, también para el dueño. Por eso es poco habitual que éste recurra al bus, especialmente si hay alternativas más cómodas y rápidas.

Es el caso del ferrocarril, cuyas características favorecen algo muy valorado: la posibilidad de llevar al perro consigo en el vagón, aunque dentro de su transportín. Decimos posibilidad porque hay una serie de condiciones, entre ellas que la mascota no supere los diez kilos de peso, pagar la cuarta parte de otro billete y que no se oponga a su presencia ningún pasajero. Las condiciones de RENFE valen para Media Distancia y Avant, así como Larga y AVE (en éste se puede pagar una plaza para el transportín), variando las tarifas según el caso. En cambio, en trenes europeos no suele pagarse billete extra.

Si hay que viajar en barco, depende. La práctica totalidad de las navieras de placer no admiten animales -salvo perros guía-, con alguna excepción como Cunard Line (que de todos modos los limita a un solo barco y veta determinadas razas, admitiendo canes más mansos y sosegados como los Golden Retriever), por lo que quien quiera disfrutar de una ruta marítima con su amigo canino tendrá que esperar a que alguna compañía se atreva a organizar un crucero temático. Está la opción de elegir uno fluvial, pues ahí sí se admiten, pagando un pequeño suplemento, en la modalidad en la que el cliente alquila un barco para pilotar él mismo por ríos y canales.

Otra cosa son los ferrys. Al no haber legislación específica sobre el tema, cada compañía tiene sus normas. La mayoría disponen de camarotes para mascotas, donde se puede viajar con uno o dos perros -en función de su peso-, y zonas de paseo anexas. Si no hay plazas, no quedará otra que recurrir a las jaulas, generalmente situadas en cubierta para que tengan aire pero, a la vez, resguardadas del frío y la posible lluvia. Otras compañías no están equipadas con esos camarotes, por lo que los perros deberán ir en jaulas (o en su propio transportín), aunque se admite sacarlos a pasear en zonas ad hoc y verlos mediante una webcam.

¿Y en avión? No se trata de un medio ideal para un animal, pero si la distancia a recorrer es larga no quedará más remedio. Estando su peso entre seis y diez kilos, el perro podrá volar junto a su amo en la cabina de pasajeros (dentro de un transportín, claro). Al menos es lo más frecuente, ya que las aerolíneas low cost resultan más restrictivas y a menudo remiten al animal a la bodega; en tal caso, viajarán en una jaula o en el transportín propio, al que se ha de adjuntar recipiente para comida y agua. En estos casos, lo aconsejable es procurar facturarlo lo más tarde posible, de modo que esté solo el menor tiempo posible.

Terminado el traslado, llega el momento de disfrutar del viaje en destino. Ello requiere un alojamiento que, en el caso de tratarse de algo de alquiler, dependerá de lo pactado con el propietario. Ahora bien ¿y los hoteles? No todos admiten mascotas. Sin embargo, de un tiempo a esta parte han empezado a menudear los establecimientos que sí lo hacen, hasta el punto de que quizá sean mayoría ya; es cuestión de informarse previamente, pues no faltan portales especializados en hoteles pet friendly

Cada vez son más las compañías que se suman a la tendencia: NH, Sercotel, Meliá, Hilton, Mandarín Oriental, Best Western, Marriott, Four Seasons… Incluso Paradores, con las únicas condiciones de que los perros tengan al día su cartilla sanitaria y no sean de razas potencialmente peligrosas. Así, poco a poco, se va consiguiendo que podamos irnos de vacaciones si necesidad de separarnos de nuestros amigos de cuatro patas. Ellos lo agradecerán (y nosotros también).


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