A veces no basta con tener una gran idea literaria; si fuera así, probablemente a todos los lectores les sonaría el nombre de Matteo Bandello. El problema es que también hay que saber moldearla, dar con ese resorte que convierte las palabras en magia; y ahí es donde falló ese piamontés que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, y que quizá se daría de cabezazos al saber que los argumentos de algunas de las obras maestras de la literatura de ese período salieron de su mente, sólo que su contemporáneo William Shakespeare supo versionarlas con el genio que él no tenía. Hablamos de piezas como Romeo y Julieta y Mucho ruido y pocas nueces, entre otras.
De hecho, el famoso Bardo no fue el único que aprovechó las historias de Bandello. De su generación o la siguiente, hubo otros ilustres autores, también ingleses, que lo hicieron. Es el caso de John Webster, dramaturgo inglés de finales del siglo XVI-principios del XVII cuya La duquesa de Malfi (1614), que cuenta la tragedia de Juana de Aragón, refleja un texto anterior del piamontés. O su coetáneo Philip Massinger, con The picture (1630), y su colaborador habitual, John Fletcher, con The maid’s tragedy (1619). O John Marston con The wonder of women, or the tragedie of Sophonisba (1606).
Asimismo, Bandello inspiró a dramaturgos de otros países. Por ejemplo, el francés Jean Mairet también tiene una obra titulada Le Sophonisbe, publicada en 1634, como galo es el autor anónimo de La ballade de la lande cruelle, una versión de Otelo publicada en 1618. Fuera de época, en 1891, el italiano Giuseppe Giacosa estrenó La signora de Challant, que incluye entre los personajes al propio Matteo Bandello. Y no hay que olvidar al conocido como Fénix de los ingenios español, Lope de Vega, que adaptó la tragedia romántica de Capuletos y Montescos en su Castelvines y Monteses.
Matteo Bandello era natural de Castelnuovo Scrivia, una localidad del Piamonte cercana a Tortona (en el norte de Italia) donde nació en torno al año 1480. Pasó su juventud en la vecina región de Lombardía, estudiando en Pavía e ingresando en la orden de Santo Domingo; algo para lo que sin embargo, se cuenta, carecía de verdadera vocación. Lo demostraría el hecho de que hasta entonces había llevado una vida más bien mundana, sin interés por la teología, cosa que en principio no tiene por qué ser un indicativo (recordemos que muchos religiosos célebres, como por ejemplo San Ignacio, siguieron una trayectoria similar), salvo por el detalle de que su vasta producción literaria sería básicamente profana.
Como era frecuente en su tiempo, en el que los hábitos no impedían a su portador desarrollar trabajos políticos, ejerció de diplomático para varios señores, lo que le obligaba a tomar partido en la disputa que enfrentaba a Carlos V y Francisco I por el control de Italia. El enfrentamiento se zanjó en febrero de 1525: en la batalla de Pavía, los ejércitos español e imperial derrotaron contundentemente a los franceses y hasta capturaron al rey galo con buena parte de sus generales, que quedó de rehén en España y, por el Tratado de Madrid del año siguiente, cedió al vencedor el Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.
La cosa se agravó en 1529, cuando Antonio de Leyva obtuvo una nueva victoria en Landrino, poniendo en una delicada situación a quienes habían tomado partido por Francia. Fue el caso de Bandello, que tuvo que huir del Piamonte -su casa de Milán fue quemada y sus bienes confiscados-, encontrando trabajo como secretario de Cesare Fregoso. Su nuevo señor era un condotiero y diplomático pro-francés, lugarteniente transalpino de Francisco I. El dominico recaló junto a él en Verona, urbe fundamental en la biografía del dominico, pese a que no permaneció en ella más de siete años pues allí debió oir una vieja leyenda de un romance contextualizado en la rivalidad de dos familias, los Montecchi y los Cappelletti.
Allí permanecieron hasta 1536, cuando se sumaron a una contraofensiva de Francisco I; al volver a fracasar, tuvieron que dejar Italia y buscar refugio en Francia. Tras una ausencia de dos años, el rey francés logró por fin ocupar el Piamonte y ellos regresaron para instalarse en Castel Goffredo, una ciudad de la lombarda provincia de Mantua, donde se encargarían, entre otros asuntos, de la educación de la noble Lucrezia Gonzaga de Gazzuolo. Se trataba de la hija del condotiero Pirro Gonzaga, otro militar derrotado en Pavía y considerado traidor por Carlos V, ya que inicialmente era aliado pero luego cambió de bando.
Nacida en 1522, Lucrezia perdió a sus padres en 1529 y quedó a cargo de su abuela, Antonia del Balzo, y su tío, el marqués Aloisio Gonzaga, quienes le proporcionaron una cuidada formación encomendada a una serie de personalidades ilustres del mundo de la cultura. El primero fue el ilustre humanista Baltasar de Castiglione, quien al quedar viudo se había hecho sacerdote y entrado al servicio de los Gonzaga, aunque su labor con la niña fue efímera. Le tomaron el relevo las hermanas poetisas Ginebra y Constanza Rangoni, para después ocuparse el humanista Giovanni Pico della Mirandola, que era su primo y le enseñó ciencias físicas.
Fue entonces cuando la responsabilidad pasó a Cesare Fregoso, quien en 1529 se había casado con la citada Constanza Rangoni y además de militar era un hombre de letras. Él instruyó a Lucrezia en astronomía, matemáticas, lógica y retórica (aparte de dedicarle varios poemas); y, como secretario suyo, Bendello fue en la práctica otro profesor más para ella (y, asimismo, le compuso versos: Canti delle lodi della signora Lucrezia Gonzaga). No debieron hacer mal trabajo, habida cuenta que Lucrezia Gonzaga se convertiría en una escritora aplaudida por colegas como Torcuato Tasso, Girolamo Ruscelli, Diomede Borghesi, Orazio Toscanella y otros.
No obstante, la estancia de Fregoso y Bandello en aquella casa no se prolongó mucho; hasta 1541 fecha en la que el primero murió a manos de agentes españoles, que probablemente estaban a las órdenes de Alfonso de Ávalos, marqués de Pescara y del Vasto, gobernador del Milanesado entre 1538 y 1546, y la razón estaría -o eso se dijo- en que eran portadores de unas cartas del rey francés Francisco I al sultán otomano ofreciéndole su alianza si intervenía militarmente contra los Habsburgo (hasta le cedió Toulon como base de su flota). En cualquier caso, Bandello no quiso esperar a ser el siguiente y se marchó otra vez a Francia.
Francisco falleció en 1547, siendo sucedido por su hijo Enrique II, que continuó la política paterna contra Carlos V, para lo cual no dudó en aliarse con otomanos y calvinistas, admitiendo a los hugonotes en su país. Sin embargo, a la vez, defendía la fe católica, ya que estaba casado con una, la florentina Catalina de Médici, razón por la cual cedió a Bandello el obispado de Agen (en Aquitania) en 1550. El dominico permaneció allí el resto de su vida, alternando sus deberes religiosos con una cada vez más intensa afición literaria.
De hecho, fue durante ese último período francés, en 1554, cuando publicó la obra que recopilaba sus doscientos catorce relatos, que habían sido escritos de forma independiente, sin hilo conductor. Se estructuraron en cuatro volúmenes (en vida sólo tres; el cuarto sería póstumo, añadido en 1573, cuando su autor ya llevaba muerto once años), bajo el título general de Novelle. Como era costumbre, al comienzo de cada episodio Bandello incluyó una carta a los lectores (cuyo perfil era de clase alta) explicando cómo se enteró de los hechos que le inspiraron esos cuentos.
Lo cierto es que no todos tienen base histórica y muchos simplemente reflejan leyendas populares, algunas procedentes de los fabliaux (tablillas, breves poemas narrativos franceses del medievo, con carácter moralizante), tan difundidas que se terminaron dando por ciertas, como opinaba Lope.
Eso sí, Bandello las presenta con un estilo realista, alejándose de cualquier ritmo convencional, lo que hace deducir a los expertos que inicialmente no tenía pensado hacer una antología.
Cronológicamente, Novelle se encuadra en pleno Cinqueccento, la segunda etapa del Renacimiento, en la que el teocentrismo medieval había dejado paso al antropocentrismo humanista, de ahí que los personajes se vean dominados por el azar y las pasiones, los amores imposibles, celos… Todo ello se impone sobre el sencillo y descuidado estilo, alejado de los cánones de entonces que marcaban Bocaccio y Pietro Bembo, escribiendo en piamontés en vez de en toscano, si bien la inspiración es patente en ellos y en otras fuentes como Tito Livio, Margarita de Navarra, Vasari, Pontano, Petrarca…
Como decíamos, Shakespeare tomó un relato de la Novelle para hacer Romeo y Julieta. La rivalidad entre Capuletos y Montescos y su repercusión en el amor es un prototipo de historia muy antiguo (se remonta hasta Mesopotamia, con el mito de Píramo y Tisbe), pero para lo que nos interesa aparecía reflejada dos siglos antes por Dante en su Divina comedia (quinto libro del Purgatorio) y hubo escritores como Masuccio Salernitano (Il novellino) o Luigi da Porto (Giuletta e Romeo. Historia novellamente ritrovata di due nobili amanti) que la adaptaron literariamente y que influyeron en Bandello.
La versión del dominico llegó hasta Shakespeare, que la tituló The most excellent and lamentable tragedy of Romeo and Juliet, a través del poeta inglés Arthur Brooke, el cual tradujo a su idioma (con el título The tragical history of Romeus and Juliet) la edición en francés que había hecho Pierre Boaistuau en 1559 bajo el epígrafe Histories tragiques .
Algo parecido cabría decir de otros tres argumentos empleados por el gran dramaturgo inglés, enteros o en parte: los de Mucho ruido y pocas nueces, inspirada en las tribulaciones de Sir Timbreo y su prometida Fenicia Lionata narradas por Bandello; Noche de Reyes (también conocida como La duodécima noche), versión de Of Apollonius and Silla, de Barnabe Riche, quien a su vez la copió de la historia de Nicuola y Lattantio firmada por el dominico; y Cimbelino (Cymbeline).
Habría que sumarles Eduardo III, que no se puede atribuir íntegra a Shakespeare y se inspira tanto en Novelle como en Chronicles, de Raphael Holinshed, y en Palace of pleasure, de William Painter (que también incluye el cuento en prosa The goodly history of the true and constant love of Romeo and Juliett) .
Y es que el Bardo encontró un filón en Italia; recordemos que buena parte de los elementos más conocidos de El mercader de Venecia proceden de Il pecorone, novela del siglo XIV publicada por Giovanni Florentino, mientras que La tempestad toma su concepto estructural de la commedia dell’arte italiana. Asimismo, la trama de Otelo está sacada del relato Un capitano moro, que forma parte de una colección de cien cuentos de claro sabor a Bocaccio titulada Gli Hecatommithi y escrita en 1565 por Giambattista Giraldi Cinzio… que a su vez remite a la historia de las tres manzanas de Las mil y una noches.
En esa obra oriental, por cierto, podría encontrarse también el génesis de La fierecilla domada, aunque, de todos modos, trata un tema universal que usaron también el inglés Geoffrey Chaucer (Cuentos de Canterbury), el castellano Don Juan Manuel (El conde Lucanor)… y el propio Matteo Bandello.
Fuentes
Alcibíades Martins Áreas y Delia Cambeiro, A instigante prosa de Mateo Bandello | Giampiero Brunelli, Treccani-Dizionario biografico degli italiani | Ernesto Masi, Matteo Bandello o la vida italiana de un narrador del siglo XVI | Paolo Puppa y Luca Somigli, Encyclopedia of Italian literary studies | Wikipedia
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