Más de dos siglos antes de que se crease la primera calzada romana, la Vía Apia, el rey persa Darío I proyectó y construyó una carretera que cruzaba todo la parte occidental de su imperio, desde la capital Susa en el interior hasta Sardes en el extremo de Anatolia.
Lo conocemos como el Camino Real Persa, y desempeñaría un importante papel durante toda la Antigüedad, utilizada por los propios persas, los griegos, los romanos y los partos.
La primera mención del Camino Real en la literatura griega corresponde a Heródoto, cuando habla de la visita de Aristágoras al rey Cleómenes de Esparta en el año 499 a.C. para intentar obtener su apoyo en la revuelta de las ciudades jonias.
…suben a ciento once todas las postas, a las que corresponden otros tantos mesones y paradores al viajar de Sardes a Susa. Ahora, pues, si se tomaron bien las medidas de dicha carrera o camino real, contando por parasangas y dando a cada una treinta estadios, que son los que realmente contiene, se hallará que hay cuatrocientos cincuenta parasangas, y en ellas trece mil quinientos estadios, yendo de Sardes hacia los palacios Memnonios, que así llaman a Susa, de donde haciendo uno por día el camino de ciento cincuenta estadios, se ve que deben contarse para aquel viaje noventa días acbales
Heródoto, Historia V.52-53
En efecto, el recorrido a pie de toda la carretera de uno a otro extremo llevaba 90 días. Sin embargo, los legendarios correos persas que Heródoto llama angareyos realizaban el trayecto de 450 parasangas (la medida que utilizaban los persas), equivalentes a 2.699 kilómetros, a caballo en nueve días.
Yo no sé que pueda hallarse de nubes abajo cosa más expedita ni más veloz que esta especie de correos que han inventado los persas, pues se dice que cuantas son en todo el viaje las jornadas, tantos son los caballos y hombres apostados a trechos para correr cada cual una jornada, así hombre como caballo, a cuyas postas de caballería ni la nieve, ni la lluvia, ni el calor del sol, ni la noche las detiene, para que dejen de hacer con toda brevedad el camino que les está señalado. El primero de dichos correos pasa las órdenes o recados al segundo, el segundo al tercero, y así por su orden de correo en correo, de un modo semejante al que en las fiestas de Vulcano usan los griegos en la corrida de sus lámparas. El nombre que dan los persas a esta corrida de postas de a caballo es el de Angareyo.
Heródoto, Historia VIII.98
Es también gracias a Heródoto (y a la arqueología) que podemos reconstruir la ruta que seguía la carretera. Desde el punto más occidental comenzaba en la capital Lidia de Sardes, muy cerca de la costa del mar Egeo, y se dirigía al este cruzando la península Anatolia. Atravesaba la cordillera del Tauro por el paso de las Puertas Cilicias, una estrecha garganta de no más de 10 metros de anchura, y entraba en la capital asiria de Nínive en la alta Mesopotamia. Luego giraba hacia el sur hacia Babilonia.
Desde Babilonia se cree que la carretera se dividía en dos rutas. Una iba hacia el noreste y luego hacia el este a través de Ecbatana y enlazaba con la Ruta de la Seda que se adentraba en China. Otra continuaba al este hasta la capital persa de Susa, e incluso es posible que siguiese hacia el sureste para llegar a Persépolis.
El hecho de que la carretera no siguiera la ruta más corta, ni la más fácil de realizar, entre las ciudades que enlazaba, hace pensar a los investigadores que en realidad algunos de sus tramos pueden ser anteriores al dominio persa. Algunos habrían sido construidos originalmente por los reyes asirios (de ahí que la ruta atraviese su territorio). Otros tramos del camino podrían remontarse a la prehistoria.
Darío I desarrolló y amplió esta red, conectando los diferentes tramos y convirtiéndola en la Ruta o Camino Real Persa, tal y como se la conoce hoy en día. A todo lo largo de la ruta estableció 111 estaciones o postas dotadas con caballos de refresco, donde los mensajeros reales podían realizar relevos, constituyendo así el primer sistema de correos del mundo. Muchas tablillas encontradas en Persépolis hacen referencia a este sistema de postas, al que denominan pirradaziš.
Igualmente los puestos a lo largo de la ruta, que incluían guarniciones militares, proporcionaban raciones de comida a aquellos viajeros (y sus caballos) cuyos documentos y salvoconductos, emitidos por los sátrapas, les otorgaban tal derecho.
Por esta carretera marcharon las tropas persas de Darío y Jerjes contra los griegos, y por ella también se adentraría Alejandro Magno en el corazón del imperio persa, siguiendo el recorrido marcado por Heródoto. Según Robin Lane Fox:
De todos los amigos que tenía Alejandro en Asia, el Camino Real, que corría de posta en posta desde Sardes hasta Susa, era con diferencia el más valorado; por esta única carretera, que los persas heredaron y mejoraron, éstos abrieron su Imperio a la invasión, pues Alejandro no tenía guías más precisas a través de Asia que el relato de Heródoto, las memorias de Jenofonte sobre la marcha que él mismo llevó a cabo y el consejo directo de los amigos y guías locales. Sin embargo, Alejandro sólo tenía que seguir el Camino Real y sus postas para alcanzar un día un palacio; es más correcto decir que Alejandro conquistó las principales rutas de Asia que decir que conquistó Asia.
Robin Lane Fox, Alejandro Magno: conquistador del mundo
Posteriormente los romanos mejorarían la calzada agregando una superficie de grava de 6,25 metros de ancho, delimitada por un bordillo de piedra (que se ha encontrado en un tramo cerca de la antigua Gordio, la capital de Frigia).
Un viajero que siguiese la ruta desde Nínive hacia el oeste siguiendo el Camino Real, cruzaba el río Tigris cerca de una ciudad que en tiempos del Imperio Romano se llamaba Amida y que hoy es la localidad turca de Diyarbakır. Allí se alza todavía uno de los puentes que los romanos construyeron en el antiguo Camino Real.
Este puente, y por extensión todo el Camino Real, era todavía lo suficientemente importante en aquella época como para ser defendido por toda una legión, la V Parthica, y para merecer haber sido reparado en múltiples ocasiones.
Según David F. Graf, el kilometraje total de las carreteras imperiales persas, en las que se incluye el Camino Real, alcanzaba más de 12.800 kilómetros. En comparación, la longitud total de las carreteras imperiales chinas a finales del siglo III d.C. se ha estimado en 40.000 kilómetros para un imperio de aproximadamente 4 millones de kilómetros cuadrados.
El sistema de carreteras romano en su momento de mayor extensión bajo Trajano, en el siglo II d.C., comprendía 78.000 kilómetros de carreteras para un territorio de aproximadamente 4,5 millones de kilómetros cuadrados.
Fuentes
Pierre Debord, Les routes royales en Asie Mineure Occidentale | Royal Road – Livius.org | David F. Graf, The Persian Royal Road System. Continuity & Change: Proceedings of the Last Achaemenid History Workshop 1990. Achaemenid History. Vol. 8. pp. 167–189 | Royal Road – Iran Chamber Society | Heródoto, Historia | Robin Lane Fox, Alejandro Magno: conquistador del mundo | Wikipedia
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