En el año 458 d.C. Constantinopla llevaba ya unos 63 años siendo la capital del Imperio Romano de Oriente. Gobernaba el emperador León I, que había subido al trono el año anterior convirtiéndose en el primero en ser coronado por el Patriarca cristiano de la ciudad. También nacía en la ciudad de Damasco (actual Siria) un niño del que no sabemos su verdadero nombre.
Lo conocemos como Damascio, el nombre por el que pasó a la historia y que denota su lugar de origen. Tampoco sabemos mucho de sus primeros años de vida, salvo que muy pronto se interesó por las letras y siendo muy joven fue enviado a Alejandría, que en aquel momento era el principal centro cultural del Mediterráneo. Allí estuvo doce años instruyéndose en el arte de la retórica con Horapolo.
Luego estudió filosofía con Amonio y Heliodoro, los hijos de los filósofos neoplatónicos Hermias y Edesia (a quien más tarde Damascio describiría en sus escritos como la mejor y más bella de las mujeres de Alejandría, aunque la había conocido ya anciana), que le iniciaron en el neoplatonismo que había profesado más de medio siglo antes Hipatia. Como es sabido, ésta murió a manos de un grupo de cristianos exaltados, en el contexto de las tensiones religiosas y el declive del paganismo. Sin embargo, la escuela filosófica de Alejandría sobrevivió.
No obstante, el principal centro neoplatónico seguía siendo Atenas. La escuela fundada por Platón en los jardines de Academo (de ahí que se la denominase Academia), aproximadamente a 1 kilómetro al noroeste de Atenas saliendo por la puerta Dípilon (doble) de la muralla y en el camino hacia Eleusis, había sido destruida en el año 86 a.C. por el general romano Sila. Pero casi cinco siglos más tarde, en el año 410 d.C. un grupo de filósofos con Plutarco de Atenas a la cabeza volvieron a ponerla en marcha, aunque en un lugar diferente.
A Atenas se dirigió Damascio para estudiar con Isidoro de Alejandría, que en aquel momento era el director de la Academia. La escuela se encontraba dividida entre dos corrientes opuestas y, por ello, Isidoro no duró mucho tiempo en el cargo. Renunció en favor de su oponente Hegias y se marchó de regreso a Alejandría, donde acabaría sus días en 520 d.C.
A petición de Teodora de Emesa, que también era alumna de Isidoro, Damascio escribió la biografía de su maestro:
Isidoro, además de la sencillez, amaba especialmente la veracidad, y se esforzaba por ser sincero más allá de lo necesario, y no tenía ninguna pretensión en sí mismo
Damascio, Vida de Isidoro 45
En ella no deja en muy buen lugar a Hegias, acusándole de priorizar cuestiones religiosas sobre las filosóficas:
queriendo ser, por encima de todo, santo, … cambió por celo, muchas cosas largamente establecidas
Damascio, Vida de Isidoro 351
En cualquier caso Damascio sucedió a Hegias al frente de la escuela en el año 515 d.C. Lo que Damascio no sabía en aquel momento era que él iba a ser el último filósofo en dirigir la Academia. Porque 14 años más tarde, en 529 d.C., el emperador Justiniano prohibió toda actividad pagana (incluida la filosófica) en Atenas, poniendo fin a la escuela de la Academia neoplatónica. Algunos investigadores, como Polymnia Athanassiadi, opinan que las medidas tomas por Justianiano tienen una relación directa con la renovación y el florecimiento experimentados por la escuela bajo Damascio.
En aquel momento quedaban en la Academia solo un puñado de filósofos, que decidieron abandonar la ciudad y exiliarse en la corte del rey persa Cosroes I en la ciudad de Ctesifonte, donde esperaban encontrar la protección y el apoyo que no tenían en el Imperio romano de oriente, dada la fama de gobernante justo y tolerante de Cosroes.
Llevando consigo preciosos pergaminos de literatura y filosofía, y en menor grado de ciencia emprendieron el camino el propio Damascio y sus discípulos Isidoro de Gaza, Simplicio, Hermias el Fenicio, Prisciano Lido, Eulamio de Frigia y Diógenes el Fenicio. No consta en ninguna fuente que Teodora les acompañase.
Este momento, que supone la desaparición final y definitiva de la escuela neoplatónica y de la Academia de Atenas, simboliza para muchos historiadores el fin de la Antigüedad pagana y el triunfo final del cristianismo.
Pero tras unos tres años en Ctesifonte los filósofos se dieron cuenta de que el reino de Cosroes no tenía mucho que ver con su ideal platónico. Por suerte para ellos en el año 532 Justiniano y Cosroes firmaron un tratado de paz, y el propio rey persa hizo incluir en él una cláusula referente a los filósofos exiliados. Por esa cláusula Justiniano estaba obligado a volver a acogerlos en Atenas o en la ciudad que ellos quisieran, y a respetar sus opiniones e ideas viviendo libremente el resto de sus días.
estos hombres, al volver a su país, deben poder vivir allí sin miedo y libremente durante el resto de su vida, sin que se les obligue a pensar nada que pueda estar en contradicción con sus opiniones o a cambiar las creencias de sus antepasados
Agathias, Historias 2.31.4
Esta cláusula constituye uno de los primeros documentos conocidos en favor de la libertad religiosa, pues implicaba no solo que los filósofos pudieran seguir desarrollando y comunicando públicamente sus ideas, sino también que podían seguir siendo paganos.
Sin embargo los filósofos nunca regresaron, o por lo menos no finalizaron el camino hasta Atenas o Constantinopla. Se cree que se quedaron en algún punto intermedio entre ambos imperios, o que simplemente se disgregaron y cada uno tomó su camino.
Una hipótesis, sostenida entre otros por Tardieu y Athanassiadi, dice que pudieron asentarse en Carrhae (el actual yacimiento arqueológico de Harrán al sudeste de Turquía), una ciudad que en aquel momento se encontraba justo en la frontera entre el imperio sasánida y el bizantino.
Lo que sí se sabe es que Damascio volvió a su Siria natal, donde falleció después del año 538 d.C. Pero el resto pudo mantener viva la escuela en Carrhae, por lo menos hasta que tomó el relevo la Academia de Gundishapur, el principal centro de enseñanza de la Persia sasánida hasta el siglo VIII. Es posible que a través de ella el neoplatonismo resurgiese en Bagdad en el año 832 con la fundación de la Casa de la Sabiduría, el famoso centro de traducciones y biblioteca del califato abasí.
Fuentes
Gerald Bechtle , Review of Rainer Thiel, ‘Simplikios und das Ende der neuplatonischen Schule in Athen’ | Suda On Line | D’Ancona, C. (2002). Review of Damascius. The Philosophical History, by P. Athanassiadi. Mnemosyne, 55(2), 251–257. jstor.org/stable/4433329 | Polymnia Athanassiadi. (1993). Persecution and Response in Late Paganism: The Evidence of Damascius. The Journal of Hellenic Studies, 113, 1–29. doi.org/10.2307/632395 | Damascius (Encyclopædia Britannica) | Damascio, Problems and Solutions Concerning First Principles | Edward J. Watts, City and School in Late Antique Athens and Alexandria | Wikipedia
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