El sobreconsumo o consumismo es el principal impulsor de la crisis ecológica a la que se enfrenta el planeta, superando incluso el crecimiento demográfico. Vivimos en una sociedad basada en el consumo, que asocia la compra con la obtención de la satisfacción y la felicidad personal. El sistema económico que impera en el mundo depende cada vez más del consumo de todas las personas. Una sociedad que empuja a adquirir más y más cosas, lo que lleva a comprar bienes o servicios de forma acumulativa, más allá de las necesidades básicas de las personas. Estos hábitos de consumo dañan al planeta. Transformar los hábitos de consumo en un consumo responsable es clave para hacer de nuestro planeta un mundo más sostenible.

La industria textil es una de las más dañinas y contaminantes para el medio ambiente. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que la producción mundial de ropa y calzado genera el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Cada año se fabrican 100 mil millones de prendas de ropa, como consecuencia de la moda rápida. El modelo fast fashion está basado en la producción masiva de ropa actual a precios asequibles. Por ejemplo, los consumidores pueden comprar una camiseta y unos jeans por apenas 26 euros en países como Portugal, uno de los países europeos con los precios más baratos. Un modelo que no es sostenible desde el punto de vista medioambiental, ya que es responsable de la contaminación del agua, las emisiones de gases de efecto invernadero y los vertidos.

Hay muchas formas para ayudar a mitigar el daño ambiental y social causado por la moda rápida o fast fashion. La moda lenta es considera la alternativa más sostenible. Este movimiento aboga por reducir la cantidad de ropa nueva que se compra, principalmente optando por prendas de mejor calidad que duren más tiempo, y aumentar la vida útil de la prenda (y del planeta). Los consumidores pueden prolongar la vida de las prendas dándoles el cuidado adecuado. Leer con atención las etiquetas de las prendas al comprarlas para saber las instrucciones de mantenimiento y lavado, tener claro los símbolos de lavado, lavar a baja temperatura, utilizar detergentes adecuados, limpiar en seco solo cuando sea necesario y evitar la secadora son algunos buenos hábitos para cuidar la ropa.

Evitar el consumo excesivo de agua

Fabricar una camiseta de algodón cuesta 2.700 litros de agua, la cantidad de agua que una persona puede ingerir en dos años y medio, según un informe de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE).  El agua es uno de los bienes más preciados, tanto para el ser humano como para todo el planeta. Contribuir con el ahorro de agua está en nuestras manos. Hay que replantearse si realmente necesitamos todas esas prendas que tenemos en el fondo del armario, por las cuales estamos contribuyendo al consumo excesivo de agua. Ante esta situación, prologar la vida de los bienes, ya sea ropa u otros productos, se convierte en una de las acciones necesarias para acabar con el sobreconsumo y contribuir a la sostenibilidad del planeta.


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