Hace tiempo, publicamos un artículo titulado La Rebelión del Whisky, la primera protesta popular en los nuevos Estados Unidos, en el que contábamos cómo fue dicho episodio. Pues bien, la bebida protagonista de aquellos hechos vuelve a ser protagonista de otros que transcurrieron en lugar y época distintos: esta vez entre Canadá y Dinamarca por la posesión de una isla cercana a Groenlandia y ya en el último cuarto del siglo XX. Afortunadamente, lo que empezó como enfrentamiento de baja intensidad, con tensión pero sin hostilidades abiertas, terminó en negociación e incluso algunas notas de humor. Fue lo que se conoce como la Guerra del Whisky.

Hans es como se llama una minúscula isla de poco más de un kilómetro y medio cuadrado de superficie, la más pequeña de las tres (las otras son Franklin y Crozier) que se encuentran en el centro del canal Kennedy, uno de los brazos de mar que constituyen el estrecho de Nares. Éste conecta la bahía de Baffin con el mar de Lincoln, separando el norte de Groenlandia de la isla Ellesmere. Dado que el territorio groenlandés pertenece a Dinamarca y que Ellesmere es de Canadá, la posesión de Hans siempre fue considerada estratégica por ambos países para controlar el Paso del Noroeste y los derechos de pesca en sus alrededores.

El descubridor de ese pedazo de roca helada fue un inuk llamado Suersaq que había sido contratado como traductor por el médico naval estadounidense Elisha Kent Kane para la expedición que dirigía en busca de Sir John Franklin, un marino británico que desapareció en el Ártico en 1847, mientras buscaba el Paso del Noroeste con dos barcos, el HMS Erebus y el HMS Terror. Ambas naves quedaron atrapadas por los hielos durante dos años, lo que hizo insuficientes los víveres que llevaban. Además, el escorbuto y un envenamiento por plomo (procedente de las latas de conservas que llevaban) terminó con todos.

Localización de la isla Hans/Imagen: Redgeographics en Wikimedia Commons

Pero eso no se supo hasta mucho después. Entretanto, el destino de Franklin y los suyos se convirtió en un sugestivo misterio que originó hasta dieciséis expediciones de búsqueda, unas en solitario de la Royal Navy y otras privadas, algunas en colaboración con EEUU. Este país también hizo algunas por su cuenta, como la mencionada de Elisha Kent Kane. Patrocinada por Henry Walton Grimell y George Peabody, partió en 1853 a bordo del Advance para rastrear el estrecho de Smith y la cuenca Kane, no vamos a detenernos en su desarrollo, salvo para insistir en que el inuk Suersaq descubrió en su transcurso la isla de Hans, a la que más tarde le se puso su nombre occidental en su honor (los marineros le conocían como Hans Hendrik y, de hecho, otra isla ubicada en el mar de Lincoln se llama Hendrik Island).

En cualquier caso, continuó siendo una región escasamente frecuentada y no se cartografió hasta la denominada Expedición Celebration, entre 1920 y 1923. Fue entonces cuando empezaron los problemas y las respectivas reivindicaciones territoriales de Dinamarca y Canadá, que en 1933 desembocaron en una sentencia de la Corte Permanente de Justicia Internacional dando la razón a la primera, al considerar que la isla Hans formaba parte de Groenlandia (y ésta, recordemos, era -y sigue siendo- danesa).

Hans Hendrik y su familia a bordo del Discovery en 1873/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A lo largo de las décadas siguientes el conflicto quedó dormido pero latente, dando paso a las investigaciones meramente científicas. Irónicamente, una de ellas trabajaba en 1972 sobre medición de coordenadas geográficas y revivió el asunto sin pretenderlo; ironía doble, puesto que el equipo investigador estaba formado por personal de ambos países. Las mediciones indicaban que la isla Hans estaba sobre la línea limítrofe septentrional y eso llevó a Canadá a reclamarla como suya. No hubo acuerdo y, al año siguiente, la ONU levantó acta testimonial de un límite ambiguo que atravesaba la superficie insular por la mitad, dividiéndola en dos, lo que no resolvía nada.

En 1984, un artículo sobre el tema publicado en un diario de Qaanaaq fue reproducido por la prensa de ambos países, dándole al contencioso una difusión internacional. El problema estaba en las prospecciones petrolíferas que llevaba realizando la empresa canadiense Dome Petroleum Ltd. en el entorno de la isla, que ponían sobre el tapete la posibilidad de encontrar allí un yacimiento. Algo delicado porque Dome operaba sin autorización expresa de Dinamarca. Quizá en otros tiempos la cosa hubiera acabado mal, pero a mediados de los ochenta se impuso algo de cordura.

Con humor, incluso. John Munro, ministro de Canadá para Asuntos Indígenas y Desarrollo del Norte, plantó su bandera en Hans y dejó sobre la superficie rocosa una simbólica botella de whishy del país. Poco después, Tom Høyem, ministro danés para Groenlandia, viajó allí en helicóptero, sustituyendo aquel pabellón por el suyo y recogiendo la botella para dejar en su lugar un snaps (palabra con que se designa la degustación de una bebida alcohólica fuerte, similar a chupito) de akvavit (o aquavit, un aguardiente escandinavo hecho de patata o cereal y aromatizado con hierbas), junto con una carta que decía Velkommen til den danske ø (Bienvenido a la isla danesa).

La frontera delimitada por la ONU en el canal de Kennedy pasaba sobre la isla Hans/Imagen: uso libre en Wikimedia Commons

Estaba claro que, pese a lo que se dio en bautizar como la Guerra del Whisky, había una voluntad común de hallar una solución acordada. Eso sí, sin renunciar a las poses, pues en 1988 el patrullero ártico danés HDMS Tulugaq construyó un cairn (un túmulo cónico de piedras) sobre el que volvió a colocar una bandera nacional, que siete años después renovó un equipo de geodesistas. En 1997 el hielo obligó a otro patrullero a dar la vuelta cuando intentaba alcanzar la isla, pero sí lo consiguieron el patrullero HDSM Vædderen y la fragata HDMS Triton en 2002 y 2003 sucesivamente.

Por supuesto, los canadienses no se quedaron cruzados de brazos (de hecho, en 1994 mantuvieron otra controversia con EEUU por la navegación en el Mar Polar) y si hasta entonces sus visitas habían sido para derribar los símbolos dejados por el rival, en 2005 varios soldados que estaban de maniobras en la zona colocaron un inukshuk (un hito de piedras, a menudo antropomorfo, que los inuit y otros pueblos árticos usaban usaban como señalización) con una placa, rematado por la bandera de su país.

Ese mismo año, el ministro de Defensa, Bill Graham, aterrizaba en Hans, provocando una protesta oficial del gobierno danés ante lo que consideraba una ocupación. Incluso envió de nuevo al Tulugaq, aunque no hizo falta porque el ejecutivo canadiense anunció su voluntad de abrir una negociación.

Un destacamento de la fragata danesa HDMS Triton izando la bandera en la isla Hans, en 2003/Imagen: Per Starklint en Wikimedia Commons

La cita era en el Tribunal de Justicia Internacional de La Haya. Pero, en 2007, la actualización por Canadá de las imágenes por satélite demostró que la isla Hans no estaba situada completamente en su lado fronterizo, como aseguraba hasta entonces, sino que el linde pasaba justo por el medio. Eso llevó a su gobierno a relajar su postura, hasta entonces inflexible, y a partir de entonces empezó a trabajar conjuntamente con Dinamarca, tanto en el plano científico como en el político; prueba de ello fue la suspensión de las respectivas concesiones de prospección minera en 2019. En la práctica, la isla Hans sigue sin aclarar su nacionalidad, pero por hacer un calambur, al menos pasó de la Whisky War al Whisky Bar.


Fuentes

Farley Mowat, The Polar passion. The quest for the North Pole | Elisha Kent Kane, The United States Grinnell Expedition in search of Sir John Franklin. A personal narrative | Pedro de Novo y Colson, y Cesáreo Fernández Duro, Historia de las exploraciones árticas hechas en busca del paso del nordeste | Wikipedia


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