En los años sesenta la construcción de la presa de Asuán, iniciada en 1959 con el objetivo de poner fin a las inundaciones que cada verano desbordaban el Nilo, amenazaba con dejar sumergido buena parte del patrimonio monumental egipcio. Para evitarlo, un equipo internacional bajo patrocinio de la UNESCO desarrolló un plan de traslado de los sitios más destacados, que se movieron unos metros más arriba, se repartieron por otros lugares del país o incluso se donaron a otros. La mayoría eran de la época faraónica, pero alguno se salía de esa etiqueta; fue el caso de los correspondientes al reino medieval de Makuria.
Mientras arqueólogos británicos trabajaban en el sitio de Qasr Ibrim y homólogos de la universidad de Ghana lo hacían en la parte oeste del de Debeira, obteniendo importante información sobre la vida en Nubia durante la Edad Media, un equipo polaco se centró en el rescate de las columnas y pinturas de la catedral de Faras, la ciudad más destacada de la zona baja de dicha región, de ahí que ahora se conserven en el Museo Nacional de Varsovia.
Salvo Qasr Ibrim, que se asienta en una posición elevada formando una isla, aunque habiendo visto anegada su periferia, los otros dos lugares están hoy en el fondo del lago Nasser y únicamente se pueden ver en museos algunas piezas sueltas.
La verdadera excepción es Vieja Dongola, una ciudad ubicada en la orilla oeste del Nilo, frente al Wadi Howar, que fue fundada ent el siglo V d.C. como fortaleza pero no tardó en convertirse en una auténtica urbe, punto de partida para las caravanas que se dirigían a Darfur y Kordofan. La llegada del cristianismo a Nubia en el siglo VI la llevó a ser designada capital del mencionado reino de Makuria, de ahí que en sus doscientas hectáreas de superficie tenga murallas, varias iglesias, dos palacios y un monasterio, a menudo conservando aún sus baños y pinturas decorativas. Alcanzó su apogeo entre los siglos IX y XI, decayendo por los ataques musulmanes a partir del XIV.
De ese siglo precisamente son las primeras noticias sobre Vieja Dongola, procedentes de un manuscrito del finales del siglo XIV titulado Libro del conosçimiento de todos los rregnos et tierras e señoríos que son por el mundo et de las señales et armas que han, tradicionalmente atribuido a un monje español aunque sin más base que la actividad de los franciscanos en la región una centuria antes; sólo se sabe que el autor nació en 1305 y era castellano, ya que ése es el idioma en que está escrito. En cualquier caso, la obra sigue la estela de otras de su tiempo, caso del Libro de las maravillas, de Marco Polo y el Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandeville.
Hablemos ahora de Makuria, uno de los tres reinos surgidos tras la caída del de Kush, que dominó la región entre los años 800 a. C. y 350 d.C., a manos del Reino de Aksum. Los otros dos fueron Nobacia y Alodia, ocupando cada uno una zona del Alto Nilo y si éstos se ubicaban en la ribera oriental del río, Makuria lo hacía en la ocidental, abarcando desde la tercera catarata hasta algo más allá de la cuarta. El centro de su dominio era la región de Napata, una de las más importantes de Kush, donde los kushitas tendieron a ser reemplazados étnicamente por nubios de Kordofan asentados en el valle a partir del siglo IV.
En ese momento se fundó Vieja Dongola, sede de una monarquía hereditaria hasta el siglo XI, en el que la sucesión amplió su ámbito familiar al estilo kushita -se trataba de una sociedad matrilineal, con la mujer en una privilegiada situación comparada con otras de su tiempo- y donde el rey también era sacerdote y oficiaba misa. Había una jearquía de siete obispos -que además constituían una especie de consejo político- y el funcionariado empleaba la terminología bizantina, pese a que las competencias reales de cada cargo no están del todo claras. De hecho, la influencia de Constantinopla sería creciente, como veremos.
Y es que poco después del siglo V se acordaba una alianza con el Imperio Bizantino que a Justiniano le venía bien para frenar la expansión sasánida. Fruto de ello fueron el abandono por los makurianos de la religión pagana meroítica y su cristianización, aunque divididiéndose entre la vía calcedonia que profesaba el emperador y la miafisita de su esposa Teodora; la primera creía en la unión de dos naturalezas, humana y divina, en Cristo, mientras que la segunda establecía una única naturaleza divina y humana a la vez. Esta última fue la que se impuso por la sencilla razón de que los misioneros que la defendían llegaron primero, derivando poco a poco hacia la fe copta, leal al patriarca de Alejandría.
En cualquier caso, el cristianismo enraizó en Makuria y Alodia frente al reino norteño de Nobacia, reacio tanto a abrazar la nueva fe como a colaborar con los bizantinos, debido a una antigua rivalidad con sus vecinos. La consecuencia fue su anexión por el rey makuriano Mercurios en el 707, aunque es posible que en la caída de Nobacia influyera también la invasión sasánida del Egipto bizantino. Sea como fuere, Makuria ensanchó sus fronteras desde la primera catarata hasta la sexta, predominantemente en el margen oeste fluvial, si bien Nobacia mantuvo cierta autonomía.
Ahora bien, los persas sasánidas no se conformaron y continuaron su avance hacia el sur en sucesivas expediciones. Dongola fue asediada pero resistió y, ante la dificultad de tomarla, los sitiadores firmaron con el rey makuriano Qalidurut lo que se conoce como baqt, un tratado por el que admitía su vasallaje con el pago de un tributo a cambio de amplia autonomía y un acuerdo de comercio mutuo. Se mantendría durante cientos de años, aún cuando no faltaron altibajos en esa relación, como cuando los omeyas subieron al poder y asediaron la capital egipcia, Fustat (posteriormente, en el 750, intentaron refugiarse en Nubia cuando les desalojaron del poder).
El período crítico llegó a principios del siglo IX, cuando el rey Juan interrumpió el baqt. Una década más tarde, los abásidas exigieron los pagos atrasados so pena de intervención militar, por lo que el nuevo soberano, Zacarías III, envió a su hijo a Bagdad a negociar con el califa; como resultado, se firmó un nuevo baqt rebajado y trienal que dio un respiro económico al reino; en esa etapa se construyeron algunos de los monumentos destacados, como la Iglesia Cruciforme y el Salón del Trono de Dongola.
Makuria prosperaba con una economía basada en la agricultura (varias cosechas anuales de cebada, mijo y dátiles) gracias a la fertilidad del Nilo, aprovechada mediante la sakia o rueda persa (en realidad romana, una rueda dotada de cubos que extraía agua moviéndose por tracción animal mediante un eje de transmisión) y con un sistema de parcelación minifundista. Por supuesto, se completaba con ganadería, industria artesana y, sobre todo, comercio. Éste se basaba en el trueque -no consta la existencia de ninguna moneda propia, sólo egipcias-, exportándose fundamentalmente esclavos capturados allende las fronteras del interior y sur de África.
En el 831, el califa abasí al-Mutasim emprendió una campaña contra los beja (una tribu sudanesa kushita), ampliando los dominios del califa. Los beduinos egipcio-árabes se rebelaron y marcharon contra él, pero debían atravesar territorio nubio y les fue denegado el permiso, por lo que decidieron establecerse entre los beja, dada la riqueza minera de la región. El rey Jorge I logró expulsarlos con denodados esfuerzos, pero Makuria tampoco tuvo buena relación con los ijshidí (la dinastía turca que gobernaba Egipto) y a partir del 951 se desató una larga guerra que no parecía llegar a su fin en el 969, cuando los fatimíes derrocaron a los ijshidíes.
La división interna entre los musulmanes jugó a favor de los makurianos. Los fatimíes eran chiítas y juzgaron prudente conservar la alianza nubia frente a los extendidos sunitas. En ese sentido, resulta extraño el escaso contacto entre los reinos de Makuria y Alodia con Etiopía, ya que en ésta también se profesaba el cristianismo. El caso es que así se llegó al año 1171, en el que Saladino derrocó a los fatimíes, lo que provocó una incursión makuriana para aprovechar el río revuelto. Turan Shah, el hermano de Saladino, se encargó de devolver el golpe conquistando Qasr Ibrim dos años después, antes de ofrecer la paz al rey Moisés Jorge… el cual le respondió marcando a fuego una cruz en la mano del emisario.
Consecuentemente, hubo dos años de guerra sin vencedor claro: las tropas de Turan conquistaron varias ciudades pero finalmente se retiraron y entonces se impuso un siglo de tranquilidad. De hecho, ése fue un período misterioso, del que apenas se sabe nada salvo que Makuria entró en declive; según el filósofo e historiador árabe Ibn Jaldún, por culpa de invasores beduinos -como les pasaba también a los mamelucos-, aunque también debió influir una caída de las rutas comerciales.
Eso decidió al sultán Baybars a enviar en 1265 una expedición de conquista que asoló el reino nubio, pero el rey David replicó con otra; volvían a soplar vientos de guerra y esta vez ganaron los mamelucos, que capturaron al monarca y lo ejecutaron.
Era el final de Makuria como tal, pues tras quince años de sucederse efímeros soberanos títeres a gusto de los mamelucos y habiéndose perdido las ciudades clave del reino, en 1290 comenzó una disgregación territorial con la secesión del pequeño reino meridional de Dotawo y el de la región montañosa de Yébel Adda.
De nada sirvió que los mamelucos tuvieran que desviar su atención momentánea a la Tercera Cruzada, para la cual los estados europeos trataron de contactar con lo que quedaba del reino de Makuria y hasta empezaron a representarlo en la cartografía, como se puede ver en el Mapamundi de Ebstorf (un pergamino de trece metros cuadrados), en el que se lee:
«A las gentes que viven aquí se les llama nubios. Esta gente siempre va desnuda. Son cristianos honestos y devotos. Son ricos en oro y viven del comercio. Tienen tres reyes y el mismo número de obispos. Visitan con frecuencia Jerusalén en grandes multitudes, llevando consigo una gran cantidad de riquezas que ofrecen al sepulcro del Señor».
El enésimo incumplimiento del baqt atrajo de nuevo la destrucción mientras los candidatos al trono disputaban entre sí en cada sucesión. Finalmente, los mamelucos pusieron orden coronando a un musulmán, Abdallah Barshambu. Ello no supuso la conversión forzosa de la población, puesto que ésta pudo conservar su fe mientras a continuación se alternaban reyes cristianos y mahometanos, tal como atestiguaron viajeros como el célebre Ibn Battuta o el enigmático monje reseñado antes.
No fue la religión, pues, la que dio el golpe definitivo sino una epidemia de peste en 1347 que produjo un desplome demográfico, vaciando de habitantes nubios la región, seguida de una guerra civil en 1365.
Doce años más tarde, los kanuz (una tribu nubia islamizada) se adueñaron de la zona de Asuán, si bien una hambruna volvió a despoblarla. Makuria terminó su historia definitivamente en 1397, siendo Nasir su último monarca; aunque hay referencias a otros posteriores, ya no gobernarían sobre el reino.
En 1410, los hawwara (otra tribu nubia de credo musulmán) expulsaron a los kanuz y prácticamente se extinguió todo vestigio del estado cristiano, integrándolo junto con Alodia en el Sultanato de Sennar en 1504. Catorce años después se recogió una postrera mención a un mandatario makuriano y también hay referencias a un rey de Dongola, sin duda vasallo del sultán de Egipto; gobernantes menores, de reinos residuales como los de Mograt o Kokka, que poco o nada tenían ya que ver con aquella Makuria pujante y esplendorosa.
Fuentes
VVAA, General history of Africa II. Ancient civilizations of Africa | Richard A. Lobban Jr., Historical dictionary of Medieval Christian Nubia | Geoff Emberling y Bruce Beyer Williams, The Oxford handbook of Ancient Nubia | Nehemia Levtzion y Randall L. Pouwels, eds., The history of Islam in Africa | Alexander Mikaberidze, Conflict and conquest in the Islamic world. A historical encyclopedia | Derek A. Welsby, The medieval kingdoms of Nubia. Pagans, christians and muslims along the Middle Nile | Wikipedia
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