La idea de un submarino enfrentado a una unidad de caballería se puede considerar absurda, aunque hay que reconocer que contemplar algo así sería tan memorable como estrambótico. Sin llegar a tanto, la Primera Guerra Mundial nos dejó un par de casos que se aproximaron a ello todo lo físicamente posible. Uno lo protagonizó el submarino británico HMS E11 y otro el alemán SM UC-61, este último con el resultado de que su tripulación fue hecha prisionera por un escuadrón de jinetes franceses.

Como indica su nombre, el HMS E11 era el úndécimo sumergible de la case E (una versión mejorada de la D), de la que se construyeron cincuenta y seis unidades. Medía 55 metros de eslora por 4,6 de manga y desplazaba 662 toneladas (897 sumergido), funcionando mediante dos motores diésel de 800 caballos de fuerza más otros dos eléctricos de 420 que le permitían alcanzar una velocidad máxima de 16 nudos en superficie (10 bajo el agua), siendo su autonomía de 2.829 millas náuticas (5.238 kilómetros) y pudiendo permanecer hasta cinco días en inmersión, con una profundidad límite de 61 metros.

El E11 fue botado el 23 de abril de 1914 y se le asignó una tripulación de 28 marineros y tres oficiales. Poco después, en agosto, empezaba la guerra y al mes siguiente llevó a cabo su primera acción, poco afortunada: confundió al submarino danés Havmanden (neutral, pues) con el alemán SM U-3 y le disparó un torpedo que, por fortuna, no alcanzó su objetivo.

Oficiales y tripulación del HMS E11/Imagen: Harwich & Dovercourt en Wikimedia Commons

En septiembre, la Royal Navy puso a su mando al teniente comandante Martin Dunbar-Nasmith, un inglés de treinta y un años que ya tenía experiencia en al arma submarina por haber navegado en el HMS D4, en el que tuvo el honor de recibir a bordo al rey Jorge IV cuando éste manifestó su deseo de visitarlo.

El barco fue destinado primero al Báltico y a finales de 1914 participó en la defensa del puerto de Scarborough, en la que no pudo lucirse porque sus torpedos eran defectuosos, si bien luego se sumó al ataque contra los hangares de zepelines de Cuxhaven (Baja Sajonia) rescatando a los náufragos de los buques propios hundidos.

Pintura del HMS E11 navegando por los Dardanelos en 1915/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En mayo de 1915 cambió las frías aguas norteñas por las del Mar de Mármara y ahí fue donde empezó su leyenda, pues atravesó los Dardanelos y apresó un dhow (un velero tradicional) que ató a su torreta para atraer presas. Sin embargo, el imaginativo truco no dio resultado.

Entonces emprendió una campaña más clásica y ahí sí brilló, hundiendo varias embarcaciones menores (entre ellas una cañonera), el transporte turco Nagara (que llevaba un cargamento de municiones) más otros tres navíos del mismo tipo. De hecho, el E11 se apuntó en el currículum nada menos que 11 hundimientos, algunos en un osado ataque en el Cuerno de Oro (el primero en cinco siglos), que permitieron a Nasmith ganar la Cruz Victoria. En una segunda misión ese verano, amplió la cuenta hasta 80, incluyendo al crucero turco Peyk-i Şevket, al acorazado Barbaros Hayreddin (que en realidad era el germano Kurfürst Friedrich Wilhelm, rebautizado por el Imperio Otomano tras comprarlo en 1910) y al carbonero Isfahan.

Dos de sus oficiales, los tenientes Guy D’Oyly-Hughes y Robert Brown también fueron condecorados por haber realizado una incursión terrestre para dinamitar la línea férrea que enlazaba Constantinopla y Bagdad. Esto nos remite al principio del artículo, cuando hablábamos de un enfrentamiento entre el submarino y la caballería. En realidad, el episodio tuvo lugar en la primavera de 1915, justo después de hundir al Nagara, cuando un nuevo torpedo alcanzó a otro transporte otomano y lo hizo encallar frente a la costa.

El E11 torpedea al transporte turco Stamboul frente a Constantinopla (dibujo del Illustrated London News)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es posible que Nasmith sólo emergiese para comprobar el resultado de su acción, pero el caso es que de pronto se presentó un escuadrón de jinetes y él optó por la prudencia, abandonando el lugar. Medio en broma, podríamos decir que fue la primera vez que la caballería ponía en fuga un submarino. El caso es que no iba a pasar mucho tiempo antes de que volviera a pasar algo parecido y esta vez con interacción directa. Fue el 25 de julio de 1917, muy lejos de donde el E11 hizo su triunfal carrera: en el litoral francés del Paso de Calais. Y esta vez se trataba de un sumergible alemán.

Era, como dijimos antes, el SM UC-61, un unterseeboot del modelo II CPU, es decir, el empleado fundamentalmente como minador, lo que no quiere decir que no se usaran también para combatir; de hecho, los UC II acreditan el mejor historial de la guerra subacuática, con más de 1.800 barcos hundidos. El UC-61 medía 51,85 metros de eslora por 5,22 de manga y desplazaba 422 toneladas en superficie (504 sumergido). Alcanzaba una velocidad punta de 11,9 nudos (7,2 bajo el agua) gracias a dos motores diésel de 600 caballos y dos eléctricos de 620, pudiendo llegar hasta medio centenar de metros de profundidad y tener una autonomía de 8.000 millas náuticas (14.800 kilómetros) que en inmersión se reducían a 59 millas náuticas (100 kilómetros).

Un submarino alemán de la clase UC/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El UC-61 fue botado el 11 de noviembre de 1916 y puesto al mando del teniente capitán Georg Gerth, que llevaba a sus órdenes a tres oficiales y veintitrés marineros. Adscrito por la Kaiserliche Marine a la Unterseebootflottille Flandern (Flotilla de Flandes), su primera misión resultó efímera, ya que se topó con un destructor y tuvo que descender unos 60 metros para escapar de sus cargas. Lo logró, pero a costa de sufrir varios daños en los motores y tener que regresar a puerto. Tras un mes y medio de reparaciones en Zeebrugge (Bélgica), zarpó de nuevo… para atorarse en una red antisubmarina tendida por los británicos y verse obligado a retornar una vez más.

A finales de junio logró salir por fin, colocando unas minas cerca del faro de Pierre-Noires que ocasionarían el hundimiento del crucero francés Kléber. A continuación, campó a sus anchas, mandando al fondo dos vapores y tres veleros, antes de volver a Zeebrugge con una docena de hundimientos enemigos en su historial.

De allí salió en nueva misión el 25 de julio, transportando 18 minas que debía colocar en los puertos de Boulogne y Le Havre. Por el camino descubrió un crucero y el capitán Gerth decidió seguirlo sigilosamente, esperando el momento oportuno para atacarlo, sin imaginar que aquella acción iba a traer la desgracia definitiva a su barco.

Restos del UC-61 visibles en 2018/Imagen: Geertivp en Wikimedia Commons

Y es que esa misma noche pasó demasiado cerca de la costa y, sin percatarse de la bajamar, encalló cerca de Wissant, en el distrito de Boulogne-sur-Mer. El UC-61 estaba perdido irremisiblemente, así que se ordenó su evacuación, antes de la cual se prepararon explosivos en la torre para detonarlo y evitar que cayera en manos del adversario. Para entonces, su presencia ya había sido detectada por los aduaneros franceses, que dieron el correspondiente aviso. Inmediatamente se envió una sección de caballería, que llegó a la playa a tiempo para contemplar cómo el submarino saltaba en pedazos, partiéndose por la mitad; los galos se llevaron prisioneros a los tripulantes.

Posteriormente, los restos de la nave germana serían bombardeados para destruir las minas que llevaba a bordo y evitar que fueran un peligro para la población. Porque si bien es cierto que, poco a poco, el casco fue quedando enterrado bajo la arena, también lo es que cada dos o tres años, dependiendo de las mareas y el viento, aflora -cada vez más- y se convierte en una atracción turística. Doble interés, si damos por buena lo de la derrota del arma submarina ante la ecuestre.


Fuentes

Norman Friedman, British submarines in two World Wars | Richard Compton-Hall, Submarines at war 1914-1918 | Thomas Termote, Krieg unter wasser: Unterseebootflottille Flandern 1915 – 1918 | Uboat.net | Wikipedia


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