En artículos anteriores ya hablamos de algunos personajes occidentales que consiguieron alcanzar la cúspide política en lugares exóticos, desde aquel español que fundó la república amazónica de Acre hasta el náufrago sueco que reinó en una isla de Papúa-Nueva Guinea, pasando por el marine estadounidense proclamado emperador de Haití.

Hoy vamos a ver un nuevo caso igual de peculiar: el del francés Marie-Charles David de Mayréna, que en 1888 creó el efímero Reino de los Sedang en el Sudeste Asiático y cuya figura ha sido tratada más de una vez por el escritor André Malraux, aparte de recordar un poco al coronel Kurtz de Apocalypse now.

Empecemos por el contexto. En el último cuarto del siglo XIX, en plena eclosión del colonialismo, la península de Indochina (que abarca los actuales países de Vietnam, Camboya, Laos, Birmania y Tailandia) era en su mayor parte un territorio colonial de Francia, la llamada Indochina Francesa, constituida mediante la incorporación progresiva de Saigón y su entorno en 1859, la República Jemer (Camboya) en 1863, Cochinchina en 1867, y Tonkín y Annam en 1883; una década después se les sumaría Laos. Oficialmente, a partir de 1887 se denominó Unión Indochina.

La Indochina Francesa entre 1900 y 1946/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

La creciente expansión francesa intranquilizó a los reinos vecinos, que tenían sus propias reivindicaciones sobre los territorios que se iban ocupando, China, por ejemplo, reclamaba su soberanía sobre Vietnam, aunque al final accedió a firmar un tratado en 1885, el de Tiensin, por el que renunciaba a reclamar Annam y Tonkín. Asimismo, en 1888 Siam formuló demandas sobre algunas zonas fronterizas del recién creado Protectorado Francés de Annam, territorio que abarcaba la parte central de la península.

La postura siamesa preocupó a la administración colonial gala, ya que el rey Chulalongkorn mantenía buenas relaciones con británicos y alemanes, existiendo el temor de que alguno de esos rivales convenciera al monarca para intentar apoderarse de Laos. Fue entonces cuando Jean Antoine Ernest Constans, gobernador general de la Indochina Francesa, reacio a enviar al ejército desde Saigón para no calentar más la situación, recurrió a un hombre que poco antes le había presentado un plan más modesto pero quizá de mayor utilidad a la postre: encabezar una pequeña expedición que firmaría acuerdos con las tribus locales, poniéndolas de su parte. A cambio, recibiría la propiedad de las hipotéticas minas de oro de Attapu.

El nombre de ese individuo era Auguste Jean-Baptiste Marie-Charles David, más conocido como David de Mayréna, natural de Toulon, donde había nacido en 1842, en el seno de una familia acomodada. Su padre -que falleció siendo él niño, era militar y su madre hija de militar también, habiéndose dedicado muchos de sus ancestros a la función pública. Marie-Charles ingresó en un regimiento de dragones en 1859 y fue destinado a Cochinchina, participando en su anexión; incluso dejó un relato de su experiencia, Souvenirs de la Cochinchine. En 1868 renunció y regresó a la metrópoli, si bien dos años más tarde fue movilizado de nuevo y ascendido a capitán, ganando la Legión de Honor.

David de Mayréna fotografiado en 1885/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Para entonces se había zambullido en una vida disipada que culminó con el fracaso de su intento de ser banquero, cuando en 1883 le acusaron de malversación de fondos y huyó a las Indias Orientales Holandesas. No estuvo mucho porque las autoridades lo expulsaron a Indochina, donde ejerció el periodismo en el diario Le Saïgonnais y empezó una carrera empresarial en el tráfico de armas. Con la ayuda de su recién llegado hermano y el soporte económico de un aristócrata, el barón Roger Seillière, organizó una expedición a Aceh (Indonesia) que nunca llegó a hacer. Pero a partir de 1885 sí realizó varias por el interior de Vietnam.

Así estaban las cosas cuando en la primavera 1888 obtuvo el permiso del gobernador para partir desde la ciudad portuaria de Quy Nhon hacia las tierras altas, que los franceses llamaban el país Moï (neologismo que significa «bárbaro»), en lo que hoy es la provincia vietnamita de Kon Tum. No iba solo, sino junto a un ex-croupier llamado Alphonse Mercurol, un comerciante (Paoli), tres misioneros (los padres Guerlach, Irigoyen y Vialleton) y varias mujeres, entre ellas su amante Ahnaïa, una joven de la etnia chiam de quien decía que se trataba de una princesa del antiguo reino de Champa. Llevaban, asimismo, ochenta porteadores y una escolta de quince tirailleurs (fusileros ligeros) de etnia anamita.

Ubicación de la provincia de Kon Tum en Vietnam/Imagen: TUBS en Wikimedia Commons

Guerlach preveía ser útil, ya que el territorio estaba habitado por un mosaico de más de medio centenar de pueblos diferentes, aislados de la civilización por montañas y selvas, y el religioso hablaba unas cuantas lenguas de las que usaban al haber vivido allí un tiempo. Pero el alma del viaje era Marie-Charles, que ataviado con bicornio y un dolmán azul ribeteado en hilo de oro, bajo el que se protegía con una cota de malla, sobrevivió a los dardos de más de una emboscada, aparentando estar protegido por los dioses. Algo que, al parecer, incrementaba al contactar con alguna tribu aceptando beber con sus jefes licor de arroz, desafiándolos a duelo si se mostraban remisos y fascinando a todos con algunos trucos de prestidigitación que conocía.

Gracias a todo, apenas tardó seis meses en unir en una especie de confederacion a unos cuantos pueblos, antaño enemigos entre sí: los bahnar, los rengao, los jaraï y, sobre todo, los poderosos sedang del jefe Pim (que a su vez se subdividían en varios grupos), a todos los cuales convenció con el argumento de que no sólo no serían considerados vasallos del rey de Annam sino que formarían su propio estado. Y, en efecto, el 3 de junio de 1888 se creó el Reino de Sedang, siendo él mismo elegido soberano con el nombre de Marie I.

En su nuevo cargo, el monarca declaró el catolicismo religión oficial (aunque sus subditos practicaban el animismo), prohibió los sacrificios humanos y designó como capital la localidad de Kontum (a la que rebautizó con el nombre de Pelei Agna, o sea, Ciudad Grande) donde vivía la etnia jaraï, la más numerosa de las tierras altas. Además, promulgó dos constituciones -una para los bahnar y otra para los sedang-, en las que sus compañeros ocupaban los puestos gobernantes: reina (su amante), ministro de exteriores y guerra (Mercurol, al que además nombró marqués de Hanoi) y capellán real (el padre Guerlach).

David de Mayréna como Marie I, dibujado en 1889 para The Illustrated World a partir de una foto de Eugène Pirou/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La lista de novedades siguió con la organización de un ejército de veinte mil hombres armados con revólveres y ballestas, el establecimiento de una aduana y un servicio postal, la creación de diversas condecoraciones para premiar a destacados de las artes y las ciencias (Real Orden Sedang, Orden del Mérito Sedang, Orden de Sainte-Marguerite) y el diseño de una bandera (sobre fondo azul, una cruz de Malta con una estrella roja en el centro), a la que acompañaba el lema Jamais cédant, toujours s’aidant («Nunca ceder, siempre ayudarse a sí mismo») y que se sumaba a su estandarte personal (tres corolas de margaritas sobre el mismo fondo azul).

En noviembre, tras un viaje a Siam para informar a Chula del nuevo reino (y durante el cual mantuvo una relación amorosa con la señorita Dalberg, quien trató de atraerlo hacia el bando alemán), se fue a Hong Kong, colonia británica, con el doble objetivo de buscar inversores que quisieran invertir en el nuevo reino, aparte de presentarse oficialmente. Por eso se presentó acompañado de un séquito y escoltado con una extravagante guardia personal vestida con uniformes de opereta. Debió de provocar más de una burla y probablemente a ello se debió que acabara batiéndose en duelo, sin mayores consecuencias, con Antoine Amedee-Marie Vincent Manca-Amat Vallombrosa, marqués de Morés, otro personaje de vida bronca que había pasado mil peripecias en Argelia y el Oeste americano, y era tan asiduo como él a los lances de honor.

En marzo de 1889, tras encargar una tirada de sellos, Marie I retornó a Saigón para solicitar al gobernador que reconociera oficialmente al Reino de Sedang. Pero había un nuevo titular del cargo, Étienne Richaud, que consideró aquello un disparate, a pesar de que se había logrado que las tribus del país Moï dejaran de pelear entre sí para pasar a ser potenciales aliadas de Francia. Ante la negativa, el rey de nuevo cuño amenazó con la guerra y, al empezar a difundirse noticias sobre su turbulento pasado, decidió cambiar de estrategia, viajando a París para abrir una embajada (en la rue de Gramont) y entrevistarse con el presidente, Marie Francois Sadi Carnot, para ofrecerle instaurar un protectorado a cambio de retener él el monopolio comercial. No recibió respuesta.

Recreación de la bandera del Reino de Sedang/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

De momento, como esperaba, su presencia le permitió conceder numerosas entrevistas de prensa y darse a conocer. También recuperar aquella vida disipada de noches de cabaret, en uno de los cuales, el famoso Moulin Rouge, cuenta la leyenda que conseguiría también un himno para su reino por cortesía del poeta Maurice Mac Nab y el compositor Charles de Sivry. Pero seguía necesitando financiación, de manera que empezó a vender títulos de propiedad y dignidades nobiliarias de Sedang, lo que no sabía era que su valor resultaba prácticamente nulo porque, paralelamente, la administración colonial había decidido poner fin a la pantomima ocupando su territorio y derrocándole.

Indignado y traicionado, marchó a Bruselas, donde contactó con un acaudalado aristócrata dispuesto a invertir en armas para su ejército a cambio de derechos mineros y al que colmó de dignidades; logró convencerlo, junto a otros millonarios lo bastante jóvenes e ingenuos como para arriesgar su dinero y fletar un barco con el que llevar el cargamento, para que fueran personalmente a Asia. Sin embargo, el Sachsen, que tal era el nombre del buque, fue interceptado en Singapur por la Marina Francesa, que le incautó la mercancía y le advirtió de la prohibición de desembarcar en Indochina, so pena de arresto por contrabando.

Consecuentemente, lo hizo en Hong Kong con la idea de poner a Sedang en la órbita del Imperio Británico, pero estaba aún reciente el statu quo firmado por las potencias en 1885 en la Conferencia de Berlín y el gobierno de Su graciosa Majestad no quería problemas con Francia, así que Marie I tampoco fue escuchado. El ejecutivo alemán también se mostró remiso y, lo que fue peor, el intento de dirigirse al káiser a través del cónsul en el sudeste Asiático fue interpretado en París como alta traición. Estaba claro que se cumplía aquello que le había advertido el gobernador Richaud: en caso de fracasar, Francia no reconocería su autorización a la expedición y Charles-Marie sería considerado un impostor.

Ubicación de la isla de Tioman, frente a la costa oriental de Malasia/Imagen: Google Maps

En Hong Kong trató de salir adelante, junto al hermano de la señorita Dalberg, a base de estafas y chantajes. Su última baza consistió en participar en la venta de acciones del proyecto de construcción de un canal en el istmo de Kra que enlazara el océano Índico con el golfo de Siam, pero sus socios le abandonaron y se fueron, dejándole solo y sin medios. Repudiado por todos, se exilió en Tioman, una isla de Malasia, donde se dedicó a recolectar huevos de golondrina en asociación con un ex-pirata al que conoció en el barrio chino de Singapur. El caído monarca aprovechó su estancia para convertirse al Islam y contraer matrimonio con varias mujeres, ya que Ahnaïa había muerto meses después de ser proclamada reina, a causa de una tuberculosis.

Aquel nuevo episodio no duró mucho tiempo. En noviembre de 1890, viviendo ya con la única compañía de un perro, falleció en misteriosas circunstancias, nunca clarificadas. Oficialmente, por la mordedura de una serpiente, si bien se considera más probable que él mismo se inyectase el veneno. También se rumoreó que murió a manos de algún enemigo o acreedor, o incluso se habló de un duelo. La fama le precedía.

Como epílogo, cabe reseñar que el Reino de Sedang se descompuso al revivir las enemistades intertribales, si bien logró permanecer independiente hasta 1897; ese año terminó anexionado por Francia e incorporado al Protectorado de Annam; por supuesto, sin consultar a su pueblo.


Fuentes

Claude Jaeck, La curieuse histoire de Marie Ier, Roi des Sedangs (1888-1890) | Justin Corfield, The history of Vietnam | Martin Zatko y Ron Emmons, The rough guide to Vietnam | Antoine Michelland, Marie Ier, le dernier roi français. La conquête d’un aventurier en Indochine | Pierre Brocheus y Daniel Hémery, Indochina. An ambigous colonization, 1858-1954 | The Kingdom of Sedang | Wikipedia


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