De todos los oráculos del mundo griego el de Dodona era el más antiguo, aunque la fama en cuanto a fiabilidad fuera para los de Delfos y Anfiarao. Estaba situado en la apartada región del Epiro, al noroeste de la actual Grecia, y al pie de los montes Tomaros, a unos 15 kilómetros al sureste de la actual Ióanina.
Homero ya menciona Dodona como un oráculo de Zeus, y Aristóteles opinaba que la zona era el posible origen de los helenos.
Lo cierto es que los tesprotos, el pueblo que habitaba el lugar, hablaban el llamado griego del noroeste, un dialecto del griego de origen dórico.
El culto a Zeus asociado al santuario debió desarrollarse a partir de un culto más antiguo del que apenas se conoce nada, pero del cual perduraron algunos ritos y métodos, extraños e inexplicables incluso para los propios sacerdotes en época arcaica y clásica. Estos, a los que Homero llama selloi, nunca se lavaban los pies y dormían en el suelo (a pesar de los fríos inviernos de la zona). Cada uno estaba especializado en una tarea, tal y como cuenta Filóstrato:
Ellos en realidad viven de la mano a la boca y aún no llevan una vida cultivada, sino que dicen que ni siquiera lo disponen así; pues Zeus se complace en ellos, porque se contentan con lo que el lugar ofrece de por sí. Porque son sacerdotes, y uno tiene que colgar las coronas, otro ofrecer oraciones, al tercero le corresponde ocuparse de las tortas de sacrificio, éste proporciona los granos de cebada y las cestas de sacrificio, éste ofrece algo, y éste, finalmente, no permite que nadie más despelleje el animal de sacrificio
Filóstrato, Imagines 2.33
Cada oráculo tenía sus propios métodos para ofrecer respuestas a las preguntas que se les planteaban. En Delfos los sacerdotes interpretaban las palabras pronunciadas en trance por la Pitia y ofrecía una respuesta generalmente enigmática, mientras que en Anfiarao se trataba de dormir en la gran sala del santuario y luego se interpretaban los sueños.
Pero en Dodona la adivinación se hacía a partir del sonido realizado por un roble sagrado de Zeus cuando crujían sus ramas.
Este método se remontaría a los antiguos pobladores de la región en la Edad del Bronce (hacia 2500-2100 a.C.), los pelasgos, y se mantuvo tras la llegada de los tesprotos con la primera oleada de inmigración helena.
En la Ilíada se menciona a Dodona como un oráculo de los pelasgos, cuando Aquiles reza:
¡Zeus soberano, Dodoneo, Pelásgico, que vives lejos y reinas en Dodona, de frío invierno, donde moran los selos, tus intérpretes, que no se lavan los pies y duermen en el suelo! Escuchaste mis palabras cuando te invoqué, y para honrarme oprimiste duramente al pueblo aqueo
Homero, Ilíada XVI.233
Heródoto cuenta que el oráculo fue fundado por una sacerdotisa egipcia de Tebas que había llegado al lugar con los fenicios. Otra versión dice que dos palomas negras salieron volando de Tebas, una hacia el oasis de Siwa, donde fundó un oráculo de Zeus, y otra llegó a Dodona donde se posó en un roble e instruyó a los habitantes, con voz humana, para que erigieran allí otro oráculo de Zeus.
Y si me es lícito en este punto expresar mi opinión, y siendo verdad que los fenicios vendieran, de las dos mujeres consagradas a Zeus que consigo traían, la una en Libia, y en Hélada la otra, no disto de creer que llevada la segunda a los Tesprotos de la Hélada, región antes conocida con el nombre de Pelasgia, levantara a Zeus algún santuario, acordándose la esclava, como era natural, del templo del dios a quien en Tebas había servido y de donde procedía; y que ella contaría a los Tesprotos, después de aprendido el lenguaje de estos pueblos, cómo los fenicios habían vendido en la Libia otra compañera suya. El ser bárbaras de nación las dos mujeres y la semejanza que se figuraban los Dodoneos entre su idioma y el arrullo o graznido de las aves, prestó motivo, a mi entender, a que se les diese el nombre de palomas, diciendo que hablaba la paloma en voz humana cuando con el transcurso del tiempo pudo aquella mujer ser de ellos entendida, cesando en el bárbaro e ignorado lenguaje que les había parecido hasta entonces la lengua de las aves. De otro modo, ¿cómo pudieron creer los Dodoneos que les hablase una paloma en voz humana? El negro color que atribuían al ave significaba sin duda que era Egipcia la mujer. Parecidos son en verdad entrambos oráculos, el de Dodona y el de Tebas en Egipto, siendo notorio, además, que el arte de adivinar en los templos nos ha venido de este reino
Heródoto, Historia II.55-58
Cuando a finales del siglo V a.C. y principios del IV a.C. los tesprotos fueron desplazados por los molosos, el oráculo se modernizó y llegó a convertirse en un gran centro cultural y religioso de los epirotas, especialmente bajo el reinado de Pirro. Los métodos y rituales de adivinación antiguos como la interpretación del vuelo de las palomas y del sonido del roble sagrado pasaron a convivir con las preguntas escritas y las respuestas por sorteo.
La adscripción de Dione (una diosa preolímpica, la versión femenina de Zeus como su primera esposa anterior a Hera) al oráculo se relaciona con la llegada de las sacerdotisas, que en tiempos de Heródoto eran tres llamadas peléades (Promenia, Timárete y Nicandra) por ser las encargadas, supuestamente en estado de embriaguez, de interpretar el vuelo de las palomas y transmitir las respuestas del oráculo.
Para ello se extraían de una vasija pequeñas suertes en forma de tablillas de plomo en respuesta a las preguntas al oráculo, y en ellas se escribían las respuestas de éste. Así, Dodona pasó de ser un oráculo de signos donde se interpretaba la voluntad divina, a un oráculo de palabras en el que, según nuestra comprensión actual, las respuestas se daban al azar.
Algunos investigadores como Veit Rosenberger opinan que en realidad el culto a Dione era el original del santuario, que habría estado interrumpido durante siglos hasta su recuperación. Si esto es cierto los selloi representarían un periodo de precivilización. Las sacerdotisas, por el contrario, encarnarían un nivel superior de civilización, y ello se manifiesta en el hecho de que los sacerdotes realizaban las tareas más sencillas, mientras que las sacerdotisas llevaban a cabo las más complejas, como el oráculo de las suertes.
Se han encontrado numerosas tablillas oraculares, laminas de plomo que datan del siglo V d.C. y posteriores, en las que están grabadas las preguntas para el oráculo. La mayoría se refieren a asuntos cotidianos, como preguntas sobre matrimonio, fecundidad, viajes, etc. El carácter formulista de estos textos es lo que sugiere que las respuestas se otorgaban mediante sorteo. Por desgracia apenas se han conservado tablillas con respuestas. Es lógico que los solicitantes se llevasen estas últimas de vuelta a sus hogares, y dejasen abandonadas las preguntas ya contestadas.
Dodona fue destruida varias veces a lo largo de los siglos, pero el oráculo permaneció y estuvo en funcionamiento hasta finales de la Antigüedad.
Así, Estrabón a finales del siglo I a.C. dice que el santuario había desaparecido casi por completo, pero que el oráculo seguía existiendo como tal. El emperador Adriano visitó el lugar en 132 d.C., y Juliano consultó el oráculo en 362 d.C.
Tras la prohibición del paganismo por Teodosio a finales del siglo IV d.C., el roble sagrado de Dodona fue talado y destruido en 391 d.C., lo que supuso la desaparición del oráculo.
Fuentes
Filóstrato, Imagines | Veit Rosenberger, Griechische Orakel | Éric Lhôte, Les lamelles oraculaires de Dodone | Diego Chapinal-Heras, Experiencing Dodona | Sarah Iles Johnston, Ancient Greek Divination | Wikipedia
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