Predominio de pecados capitales como la avaricia o la ira; postergación de los valores positivos, caso de la honestidad o la tolerancia; aumento de las adicciones; abundancia de políticos que constituyen un peligro para el mundo; sometimiento de los pobres frente a los poderosos; difusión de epidemias; extensión de ideologías dañinas; degradación del clima; actitud irrespetuosa de los estudiantes hacia sus maestros; incremento de terremotos…

No es una enumeración de males de nuestro tiempo. O sí, pero desde el punto de vista hinduísta, tal como lo describe el Mahabharata; una consecuencia de haber entrado ya en el Kali Yuga, la cuarta y peor etapa del ciclo de Yuga.

El Mahabharata es uno de los dos grandes itihasa -es decir, poemas épico-religiosos- de la India (el otro es el Ramayana). Escrito en lengua sánscrita, su autoría se atribuye a Krishna-Dwaipayana, más conocido como Vyasa, un gurú que vivió en una fecha incierta y que habría sido más bien su compilador. El título de la obra se traduce como Gran India, puesto que mahā significa «gran» y y bhārata es una referencia al mítico rey fundador de Bhárata-Varsha, que es como se llama ese país en hindi. Está compuesta por dieciocho parvas (libros) y en sus cerca de doscientos mil versos cuenta muchas cosas, pero la que aquí nos interesa es la del Mahā yuga.

Ciclo de los yugas/Imagen: Ingo Kappler en Wikimedia Commons

Yuga es como se denomina a cada una de las cuatro eras que forman los ciclos de la cosmología hindú. En total, hay 71 ciclos en los manvantaras, que son los períodos de 306.720.000 años en los que se dividen los kalpas (cada eón de 4.320.000 años que va desde la creación hasta la recreación). Por tanto, cada kalpa se compone de un millar de ciclos de cuatro yugas y cada uno de éstos dura 432.000 años. Los yugas tienen su propio nombre, siendo Satya (o Krita) el primero, Treta el segundo, Dvapara el tercero y Kali el cuarto; edades de oro, plata, bronce y hierro respectivamente (sin correlación con la cronología prehistórica homónima).

El ciclo se caracteriza porque cada una de esas cuatro fases sucesivas es peor que la anterior, en el sentido de que se produce una relajación moral y física del ser humano que le acerca a la destrucción. De hecho, terminará con un cataclismo que restablecerá el dharma (el principio hindú organizador del equilibrio en el cosmos), dando inicio a un nuevo ciclo; en otras palabras, empezará otro Satya al final del Kali. Aclaremos, por cierto, que este nombre, pese a ser igual, no tiene nada que ver con la célebre diosa, consorte de Shiva, a quien proporciona energía.

Representación de un episodio de la Guerra de Kurukshetra en un Mahabharata/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Kali significa «dado» o, más concretamente, la cara del dado marcada con un uno, forma algo retórica para referirse a la parte perdedora y relacionada con el árbol baheda, en el que se exorciza el rey Nala para librarse de la posesión de Kali (y con cuyas nueces se fabricaban precisamente los dados en los tiempos védicos). Pero en este caso sirve también para nombrar a un demonio, por lo que la traducción no literal de Kali Yaga sería algo así como Era de las tinieblas.

En la mitología hindu, Kali es un ser maligno, maloliente, de piel oscura, larga lengua, colmillos prominentes, orejas puntiagudas y cara de perro, aficionado además a todos los vicios: juego, alcohol, materialismo…

Tataranieto de Brahma (el creador), es hijo de Krodha (ira) y Jimsa (violencia). Con su hermana Durukti (calumnia) engendra dos hijos: Bhaia (miedo) y Mritiu (tiempo). Luego se casa en segundad nupcias con Alaksmí, una diosa menor que simboliza la desgracia como contraposición a su hermana Laksmí, la fortuna. Kali es, en suma, la némesis de Kalki, el décimo avatar del dios Vishnú, quien tras derrotarle pondrá fin a su dominio y traerá el nuevo Satya Yuga (aunque Kali no muere sino que logra escapar y prepara su regreso en el próximo kalpa, continuando el ciclo).

Alianzas de pandavas y kuravas en la Batalla de Kurukshetra, según el Mahabharata/Imagen: Nicholas O’Connell en Wikimedia Commons

Así lo cuenta el Kalki Purana, una obra escrita entre los siglos XVI y XVIII, y que forma parte de los Upapuranas (antología de textos religiosos) vaishnavistas. No obstante, las andanzas de Kali son narradas también en otros libros, como el Bhagavata Purana o el Markandeya Purana, entre otros, con ligeras variantes. En el Bhagavad-gītā, una parte del mencionado Mahabharata, el Kali Yuga dio comienzo durante la medianoche del duodécimo día de la Guerra de Kurukshetra, también conocida como Guerra Mahabharata, que enfrentó al clan de los Kauravas contra el de los Pandavas por la sucesión dinástica en el trono de Hastinapura (una ciudad del actual estado indio de Utar Pradesh).

Aunque ambos bandos formaban parte de la misma familia, terminaron enzarzados en la contienda, que arrastró a más reinos como aliados de unos y otros. Hay dudas sobre la base histórica de la batalla. Algunos estudiosos la dan por cierta y la relacionan con la Batalla de los Diez Reyes que narra el Rigveda (el texto más antiguo de la tradición védica), ya que también se trató de un enfrentamiento fratricida entre dos tribus arias con participación de varias más; ocurrió a mediados del segundo milenio antes de Cristo y resulta que a los hechos de Kurukshetra se les asigna una cronología lo suficientemente amplia para que pudieran coincidir, entre el 3102 a.C y el 800 a.C.

Duryodhana mostrando su ejército a Drona, viejo preceptor de kauravas y pandavas y comandante en jefe de los primeros/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El problema es que otros expertos más académicos creen que el Bhagavad-gītā es un inserto tardío al Mahabharata, por lo que la fecha más probable sería más reciente, en torno al año 1000 a.C. En cualquier caso, lo interesante es que aquel choque fue tan impactante (los textos dicen que duró dieciocho días y sólo sobrevivieron ocho pandavas y cuatro kauravas de un total de combatientes que superaba, fantasiosamente, los cuatro millones), que se convirtió en el principio del Kali Yuga.

Pero no por la batalla en sí, sino porque aquella noche los dos ejércitos contendientes combatieron sin hacer la preceptiva parada al atardecer para rezar y siguieron matándose en la oscuridad, hasta la aurora.

Kali, superando la retención que le hacía hasta entonces el sabio dios Narada, que solía encargarse de arreglar los problemas del mundo, se encarnó en Duryodhana, el primogénito de los Kauravas, valiente guerrero y buen gobernante pero, a la vez, tan codicioso y arrogante que desencadenó la mencionada guerra y pasó a encarnar el adharma (o sea, lo contrario del dharma, la inestabilidad, la inmoralidad, la maldad) y asumió las cualidades del Arishadvarga (o Shadripu), la plasmación efectiva de los seis principios fundamentales del Kali Yuga: kama (lujuria), krodha (ira), lobha (codicia), moha (delirio), mada (arrogancia) y matsarya (celos, envidia).

Estatua de Aryabhata en la Universidad de Pune (India)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Como además Krisna, que hasta entonces le frenaba, ascendió a los cielos, a Kali le quedó vía libre para irrumpir en nuestro mundo bajo la forma de un delito, degollar una vaca. De ese modo, culminó ese proceso de degradación iniciado en el Treta Yuga, incrementado en el Dvpara Yuga y culminado en el apocalíptico Kali Yuga. Al respecto, cabe señalar que, al igual que en otros siglos hubo cristianos que se atrevieron a calcular la fecha de la creación, un matemático y astrónomo indio llamado Aryabhata compuso en el siglo XVI una obra titulada Aryabhattiyam, en la que precisamente situó el inicio del Kali Yuga de nuestra época entre el 17 y el 18 de febrero del 3102 a.C., fecha tradicional -aunque improbable, como vimos-de la batalla de Kurukshetra.

Recordemos que los yugas duran 432.000 años, lo que quiere decir que estamos en pleno apogeo de ese siniestro período. Consecuentemente, al toro que metaforiza el dharma y que va perdiendo una pata en cada yuga sólo le queda una para sostenerse. Como si se hubiera abierto la Caja de Pandora, a la lista de males enumerada al comienzo de este artículo se sumarían otros muchos, como la sustitución de las virtudes por el pecado, los matrimonios por mera lujuria, la soberbia de quienes se creen dioses, la disolución de la institución familiar y hasta un acortamiento de la vida humana, que no excederá de una veintena de años (si bien se supone que en el Kali Yuga habríamos alcanzado los cien, de media).

¿Hay que preocuparse? Depende. Es cierto que algunos pensadores y místicos y esoteristas de finales del siglo XIX-inicios del XX asumieron el concepto de Kali Yuga; entre ellos figuraban la teósofa Madam Blavatsky, el filósofo René Guenón, el esoterista William Quan Judge o el erudito antroposofista Rudolf Steiner (quien, por cierto, consideraba que el Kali Yuga acabó en 1900). También lo es que vivieron en tiempos díficiles, de revoluciones y guerras mundiales, por lo que su percepción estaba fuertemente influida por el contexto.

Kalki, avatar de Vishnú, con su espada y su caballo alado/Imagen: wellcomeimages.org en Wikimedia Commons

Nosotros, hoy, sólo tenemos que mirar al cielo esperando la llegada de Kalki cabalgando su caballo blanco y alado, y blandiendo la espada con la que exterminará a toda la Humanidad pecadora; únicamente perdonará a los devotos de Vishnú.

Así, inaugurará una nueva edad de oro, un Satya Yuga en el que los seres humanos vivirán cien mil años y medirán diez metros de altura, los crímenes y las enfermedades desaparecerán, y la tierra dará riquezas para subsistir sin necesidad de agricultura ni minería. No suena mal.


Fuentes

Anna Dallapiccola, Mitos hindúes | Charles Upton, Legends of the End: prophecies of the end times, Antichrist, Apocalypse, and Messiah from eight religious traditions | B.K. Chaturvedi, Kalki Purana | A.C. Bhaktivedanta, Bhagavad Gita, tal como es | Wikipedia


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