Algunas islas de Nueva Zelanda constituyen el hábitat natural de los tuátaras, dos especies de reptiles que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.
Los tuátaras, aunque se parecen a los lagartos, constituyen un orden separado del resto de reptiles actuales (el orden Rhynchocephalia o Sphenodontia), del cual son las únicas especies que han sobrevivido hasta hoy, sin apenas cambios desde la era Mesozoica (hace entre 66 y 250 millones de años), lo que los convierte en auténticos fósiles vivientes.
Sus parientes más cercanos convivieron con los dinosaurios, pues ya existían hace unos 200 millones de años cuando habitaban el supercontinente Gondwana.
Poco antes, hace unos 250 millones de años, el orden de los esfenodontos se había separado de los squamata o escamosos (lagartos, camaleones, iguanas y serpientes). El fósil más reciente de tuátara encontrado fuera de Nueva Zelanda se halló en Argentina, y tiene unos 70 millones de años.
Son de color marrón verdoso y gris, pudiendo llegar a alcanzar hasta 80 centímetros de longitud, y poseen una característica cresta espinosa a lo largo de toda la espalda.
Entre los caracteres que los tuátaras han conservado sin modificar durante 200 millones de años sobresale el ojo pineal o parietal. Se trata de un tercer ojo que poseen algunas especies animales como lagartijas, ranas, sapos, atunes y algunos tiburones y moluscos, que se situa en el cráneo (entre los dos ojos normales) y que es fotorreceptor, es decir, capta la luz.
Lo que diferencia el ojo pineal de los tuátaras es que está tan desarrollado que tiene retina y cristalino, constituyendo un auténtico tercer ojo. Eso si, como en el resto de las especies que lo tienen, está cubierto por la piel y no es fácil de ver.
Sirve para detectar la radiación infrarroja y regular su metabolismo en función del sol. Se cree que también les sirve para ver en la oscuridad y así poder capturar sus presas.
Por si fuera poco, a todo esto que hace a los tuátaras tan especiales se suma que son, después de las tortugas, los reptiles que más pueden llegar a vivir, sobrepasando el centenar de años. Les encanta el frío, quizá porque tienen la temperatura corporal más baja que ningún otro reptil, pudiendo sobrevivir hibernando en condiciones extremas.
Se teme que el cambio climático les lleve a la extinción por una curiosa característica: las hembras ponen una media de 19 huevos, pero solo cada 4 años. Luego deben incubarlos durante 15 meses, y el sexo de las crías dependerá de la temperatura ambiente (media).
Si es de 21 grados centígrados habrá un 50 por ciento de probabilidad de que sean macho o hembra. Si es de 20 grados, la probabilidad de que sean hembras aumenta al 80 por ciento. Y si es de 22 grados, el 80 por ciento serán machos.
Por tanto, si las temperaturas subieran es posible que solo nacieran machos, lo que provocaría su extinción en unos pocos años. Hoy solo quedan unos 100.000 ejemplares limitados a 32 de las islas periféricas de Nueva Zelanda, y especialmente en el área protegida de Zealandia en la capital, Wellington, el primer ecosantuario urbano completamente vallado del país. Los maoríes los consideran formas divinas y mensajeros de Whiro, el dios del inframundo, estando prohibido comérselos.
Fuentes
Schwab IR., O’Connor GR.. The lonely eye. Br J Ophthalmol. 2005;89(3):256. doi:10.1136/bjo.2004.059105 | Tuatara (San Diego Zoo Wildlife Alliance) | Sphenodon punctatus – Tuatara (Animal Diversity Web) | Marc E.H. Jones, Alison Cree, Tuatara. Current Biology, doi.org/10.1016/j.cub.2012.10.049 | Wikipedia
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