Seguramente más de uno recuerde Reilly, as de espías, una de las mejores series televisivas de los años ochenta. Protagonizada por Sam Neill, contaba la historia de Sidney Reilly, en el que el mismísimo Ian Fleming dijo haberse inspirado para su famoso personaje James Bond, pues se trataba de uno de los espías más famosos del Imperio Británico. Pero, aunque solía hacerse pasar por irlandés, en realidad había nacido en Rusia y eso terminó siendo su perdición: allí operó varias veces y terminó cayendo en una trampa destinada a cazar contrarrevolucionarios que se conoció con el nombre de Operación Trust.

El verdadero nombre de Reilly era Sigmund Rosenblum y a lo largo de los capítulos de la serie, que adapta una novela publicada en 1967 por el periodista Robin Bruce Lockhart (hijo de un antiguo compañero del agente), le vemos tratando con el traficante de armas Basil Zaharoff, fichando por el SIS (Secret Intelligence Service), advirtiendo inútilmente a los rusos del ataque japonés a Port Arthur, robando planos armamentísticos en Alemania, reventando una concesión petrolífera persa a Francia en favor de los británicos y finalmente colaborando con los rusos blancos contra los bolcheviques.

En esa última misión tiene como oponente a Félix Dzerzhinsky, fundador de la Cheka (la inteligencia político-militar de la Revolución). Era de origen polaco y noble, -aunque de familia con escasos recursos-, pero revolucionario convencido desde finales del siglo XIX, por lo que estaba en la cárcel cuando ocurrieron los sucesos de febrero de 1917. Liberado y sobreponiéndose a un mal estado de salud, participó en la Revolución de Octubre y con el nuevo gobierno se le encomendó la seguridad del país, centrándose en la represión de bandidos y contrarrevolucionarios.

Carátula de una edición en DVD de la serie

La Cheka, creada en diciembre de ese año, demostró una implacable eficacia y una enorme utilidad cuando, en la primavera de 1918, empezó la guerra civil. A la oleada de detenciones y ejecuciones sin juicio que se desató se la conoce como el Terror Rojo, algo que el propio Dzerzhinsky incentivó como método de disuasión. Era la muestra de un fanatismo que le llevó a chocar duramente con Trotsky, a acusar a Lenin de desviarse del objetivo revolucionario por ganarse a las minorías y a tener desavenencias con Stalin por su política económica. Tampoco quiso ingresar en el politburó, aunque nadie se atrevió nunca a poner en duda su lealtad.

Y es que su labor ofrecía resultados a toda prueba y en ella se enmarcó la mencionada Operación Trust, que desarrolló con el OGPU (Directorio Político Unificado del Estado), la entidad que sucedió a la Cheka en febrero de 1922, si bien empezó a planificarse durante ésta. Se bautizó con el nombre de Trust porque esta palabra significa confianza, una sutil ironía al estar destinada a atraer con engaños a agentes de la contrarrevolución para eliminarlos, pero, también, porque para ello se creó una falsa empresa y el término «trust» se utiliza asimismo para referirse a la unión de varias empresas.

Félix Dzerzhinsky hacia 1918/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La empresa, denominada Asociación de Crédito Municipal de Moscú, era una mera tapadera para encubrir las presuntas actividades del MUCR (Unión Monárquica de Rusia Central), un movimiento antibolchevique igualmente inventado. Fue una idea de Aleksandr Yákushev, un antiguo burócrata del Ministerio de Comunicaciones del Imperio Ruso que tras la revolución se unió al Narkomat (Comisariado del Pueblo) de Comercio Exterior, lo que le autorizaba a viajar al extranjero como spetsy (especialista). Gracias a ello, contactó con los representantes de la Emigración Blanca, es decir, los que habían huido del Terror Rojo.

Yákushev fue arrestado y persuadido por Artur Artuzov (jefe del brazo de contrainteligencia de la Cheka) y Vladimir Styrne (comisionado de Seguridad del Estado), los supervisores directos de la Operación Trust, para que colaborase con ellos fingiendo ser el líder de una organización opositora, la citada MUCR, de modo que se ganase la confianza de exiliados notables y los atrajera para tenerlos controlados, hacer una labor de desintegración en sus centros exteriores y descubrir a sus agentes en suelo ruso.

Aleksandr Yákushev/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

No tuvo más remedio que aceptar y no le fue difícil captar a varios oficiales de la oposición en el exilio, como los generales Nikolai Potapov y Andrei Zayonchkovsky, el terrateniente Chernigov Rtishchev, el aristócrata Osten-Saken o el industrial petrolero Mirzoev.

Pero para ampliar el campo de actuación a Europa occidental creó una célula a partir del CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja), a cuyo mando puso a un exmilitar del Ejército Blanco llamado Yuri Artamonov. Así, logró comunicarse con otros grupos y mantener un encuentro con ellos en Berlín, en diciembre de 1922; eso le abrió las puertas para contactar con los monárquicos, a los que encabezaba el gran duque Dimitri Pavlovich, primo de Nicolás II.

En ese período, ante la marcha adversa de la guerra y probablemente por iniciativa de Yákushev, se fue extendiendo entre dichos grupos la idea de abandonar las acciones armadas contrarrevolucionarias y permitir que los sóviets continuasen en el poder, sólo que intentando que su control estuviera en manos distintas a las de los bolcheviques, para lo cual habría que centrar la labor de oposición contra éstos. Fue ahí cuando se encontró al hombre perfecto para dirigir la MUCR: Aleksándr Kutépov, un general zarista que había combatido en la guerra civil en el Ejército Blanco a las órdenes de Lavr Kornilov, llegando a ser gobernador del Mar Negro.

El gran duque Dimitri Pavlovich, con su esposa e hijo, en el exilio en los años veinte/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ya en el exilio, Kutépov trabajaba como colaborador del gran duque Nicolás Nikoláyevich (otro primo del zar derrocado, al que había sucedido en el trono efímeramente), quien, establecido en Francia, lideraba la ROVS (Unión Militar Rusa) junto al célebre barón Piotr Nikolayevich Wrangel, otro destacado mando de la guerra civil y jefe del movimiento blanco ucraniano.

Los tres eran antibolcheviques extremos, partidarios de llevar a acabo acciones terroristas y de infiltrar agentes. Sabedor de que el adversario trataba a su vez de colar espías entre los suyos, Kutépov creó la llamada Línea Interior, rama de contrainteligencia del ROVS.

Corría el año 1923 cuando envió a la Unión Soviética a María Zakharchenko-Schulz y Georgy Radkevich, que tras dos semanas de contactos con los representantes locales del MUCR, regresaron impresionados con su nivel de organización y sin imaginar que todo era un montaje del OGPU, lo que pone en evidencia el pobre papel que jugó la Línea Interior. De hecho, esos representantes locales eran realmente monárquicos que no habían podido escapar y a los que los chequistas obligaban a trabajar para ellos, haciéndolos pasar por agentes durmientes cuando en realidad estaban desempeñando labores de agentes dobles.

Aleksandr Kutépov/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es más, Vasily Shulgin, un antiguo diputado conservador que primero había intentado persuadir en vano al zar para que abdicase en favor de su hermano y una monarquía parlamentaria, y después apoyado el golpe de Kornilov antes de marchar al exilio, visitó en secreto la Unión Soviética en 1925. Iba en busca de su hijo, desaparecido durante la guerra, pero publicó un libro contando la experiencia en el que opinaba que había un resurgir de la oposición y los bolcheviques no tardarían en ser desalojados del poder. Lo que no sabía es que el OGPU estaba enterado de ese viaje secreto y lo había permitido para reforzar la credibilidad de la trama de la Operación Trust.

Shulgin no era considerado especialmente peligroso, de ahí que decidieran aprovecharlo e incluso un chequista llamado Krinitsky le acompañó haciéndose pasar por el contrabandista Ivan Ivanovich. Porque el objetivo de Trust era atraer a quienes realmente representasen un peligro.

En ese sentido, se apuntó un doble éxito con la captura de dos de los espías más buscados. El primero fue Boris Sávinkov, un escritor que había sido miembro del PSR (Partido Socialista Revolucionario) y cerebro de varios atentados en época zarista, para después recibir el nombramiento de viceministro de Guerra en 1917, durante el Gobierno Provisional.

Vasily Shulgin, segundo por la izquierda, como miembro del Comité Provisional de la Duma Estatal/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Extremista y violento, fue volviéndose cada vez más reaccionario; tras sumarse al golpe de Kornilov fue expulsado del partido y en 1918 fundó el suyo, la Unión para la Defensa de la Patria y la Libertad, en la práctica una organización antibolchevique.

Sávinkov apoyó todos los intentos contrarrevolucionarios, desde el del atamán Alexéi Kaledin al del almirante Aleksandr Kolchak, pasando por el del general Mijaíl Alexéyev, pero los sucesivos fracasos de éstos le obligaron a exiliarse en 1920, contactando con los grupos blancos. Sin embargo, su vida disoluta le llevó a la ruina y los agentes del OGPU aprovecharon ese punto débil, atrayéndole hacia la Unión Soviética para que contactase con el MUCR.

Boris Sávinkov (derecha) acompañado del general Kornilov en agosto de 1917/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sávinkov regresó entonces, en 1924… y se encontró con que era detenido, procesado y condenado a muerte, aunque se le rebajó la pena a diez años de prisión. Durante su condena publicó varias obras satíricas sobre sus excompañeros de oposición, algo que no le evitó un controvertido final: en mayo del año siguiente se cayó por una ventana de la Lubianka (el cuartel general del OGPU, llamado así por la plaza donde se ubicaba), sin que se haya podido establecer si se trató de un crimen o un suicidio (Stalin daría por seguro lo primero en una conversación con Beria, según contó Semion Ignatiev, su jefe de seguridad). Ese mismo año, la Unión para la Defensa de la Patria y la Libertad fue desmantelada por el OGPU.

El otro gran triunfo de la Operación Trust fue el apresamiento de Sidney Reilly. Ese invierno, un compañero de la Sección Extranjera de la Oficina del Servicio Secreto Británico (el antecedente del actual MI6), le informó de la existencia de la MUCR y el interés de esa organización en hablar con él.

Reilly intercambió correspondencia con Yákushev, que le dio plenas garantías de confianza a despecho de algunas voces del movimiento opositor que recelaban de Trust, por considerarlo demasiado perfecto y arriesgado.

Fotografía de Sidney Reilly un año antes de su muerte/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

No obstante, Reilly se dejó convencer por su interlocutor y, animado además por Mansfield Smith-Cummings, su jefe en el SIS, en septiembre de 1925 se reunió en París con los líderes del movimiento: el abogado Aleksandr Grammatikov, los agentes Burtsev y Boyce o el propio general Kutépov. Le pidieron que contactase con la gente de Trust en la Unión Soviética, cuya frontera cruzó por Finlandia sin problemas -los guardias habían sido debidamente advertidos-, entrevistándose personalmente con Yákushev en Leningrado.

Luego se dirigieron ambos a Moscú acompañados de un tal Schyukin, cuya verdadera identidad era muy diferente. Se trataba de Grigoryi Syroyezhkin, un agente encubierto del OGPU que se había infiltrado entre los círculos opositores. Curiosamente, había estado presente en el último interrogatorio de Sávinkov y, según su propio testimonio, intentó impedir que se matara agarrándolo por una pierna cuando ya estaba en el aire, aunque una lesión en la mano le privó de la fuerza necesaria para sostenerlo. Por su participación en ésa misión fue condecorado, algo que no le libraría, años después, de morir en la Gran Purga, tras servir en la Guerra Civil Española como instructor con el alias Pancho.

Grigori Syroyezhkin/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El caso es que, una vez en la capital, Reilly se reunió con los conspiradores para acordar una colaboración con el servicio secreto británico. Un exceso de confianza, puesto que en 1918 había sido condenado a muerte in absentia junto a su colega Robert Bruce Lockhart (el padre de quien escribió su biografía, como comentábamos al principio), tras intentar montar un golpe de estado que incluyó el fallido atentado contra Lenin, teniendo que escapar apuradamente del país. O quizá fue simple lealtad, ya que, según su esposa (la última, pues tuvo tres), retornó a la Unión Soviética para socorrer a otros conspiradores que aún pudieran estar vivos.

Tal como estaba planeado, Reilly fue detenido e interrogado en la Lubianka. Negó ser el mismo hombre condenado en 1918, asegurando que era irlandés y parece ser que no sólo no reveló información alguna -hay controversia sobre si fue torturado físicamente o sólo psicológicamente- sino que además se las arregló para llevar un diario en prisión contando su experiencia, escrito en papel de fumar y oculto tras un ladrillo, finalmente descubierto tras su muerte. Porque al final, en noviembre de 1925, falleció tiroteado por Grigori Syroyezhkin en un bosque de las afueras de Moscú; según uno de los agentes que fueron testigos, Boris Gudz, por orden directa de Stalin.

Viacheslav Menzhinski en 1926, año en que sustituyó a Dzerzhinski al frente del OGPU/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Debido a la información falsa que facilitó el OGPU, diciendo que Reilly había muerto tratando de cruzar la frontera soviético-finlandesa, la leyenda de que seguía vivo perduró durante años; su propia esposa la creía, aun cuando algunos lo explicaban aduciendo que se había pasado al enemigo.

Lo cierto es que su trágico destino fue la guinda de la Operación Trust, a la que el nuevo director del OGPU, Viacheslav Menzhinski, dio por terminada en la primavera de 1927 con un excelente resultado: dos de los espías más buscados, eliminados y con ellos otros menores; varios líderes contrarrevolucionarios, detenidos; el movimiento Blanco en el exilio, envuelto en sospechas internas… En cuanto al resto de personajes de este enredado episodio histórico, casi todos acabaron igual de mal.

Dzerzhinski murió de un ataque al corazón en 1926, después de un discurso de dos horas en el que denunció a Trotsky, Kamenev y Zinoviev (que serían purgados y asesinados); Yákushev trabajó en la Comisaría del Pueblo de Ferrocarriles, pero en 1934 le arrestaron y condenaron a diez años, muriendo en el Gulag; Kutépov sufrió un intento de secuestro por el OGPU en 1930 y falleció de un infarto mientras se resistía; Shulgin se estableció en Yugoslavia, pero acabó condenado a prisión tras la Segunda Guerra Mundial por mostrar cierta simpatía hacia los nazis, siendo amnistiado en 1956 y viviendo hasta 1976; Artuzov, el director de la Operación Trust, pasó al NKVD y fue ejecutado en 1937; su compañero Styrna había tenido un devenir similar y el mismo fin un año antes.


Fuentes

Darcie Lyons-Hutton, Operation Trust 1921-1926 | R.H. Bruce Lockhart, Memoirs of a British agent | Christopher Andrew y Vasili Mitrokhin, The Mitrokhin Archive. The KGB in Europe and the West | Andrew Cook, Ace of spies. The true story of Sidney Reilly, inspiration for James Bond | Wikipedia


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