En 1807, el Parlamento británico aprobó la Slave Trade Act, por la que se ponía fin al comercio de esclavos en el Reino Unido. Inmediatamente, el gobierno inició una política de presión internacional a otros países para que hicieran lo mismo, algo que casi todos aceptaron, bien total, bien parcialmente, pero como las leyes no prohibían la esclavitud sino el tráfico, y era previsible que éste continuara de forma ilegal, se encargó a la Royal Navy la misión de perseguirlo. Así nació el West Africa Squadron, una escuadra que empezó con dos barcos y, poco a poco, fue aumentando hasta ocupar a una sexta parte de la flota y a establecer una base en territorio africano.

La Slave Trade Act era un paso más en el camino abolicionista, que para el siglo XIX había alcanzado ya un considerable nivel de concienciación de la mano de activistas como el clérigo Thomas Clarkson o Granville Sharp, ambos fundadores en 1787 de la Society for Effecting the Abolition of the Slave Trade (Sociedad para Efectuar la Abolición de la Trata de Esclavos), especialmente tras el escándalo que había suscitado siete años antes el incidente del Zong (cientro treinta africanos capturados por ese barco fueron arrojados por la borda en pleno océano al acabarse el agua y para cobrar el seguro por la carga).

Ese hecho también llevó a que en 1788 otro notable, Sir William Dolben, impulsara una reforma legal (la Slave Act of 1788, más conocida como Dolben’s Act) para restringir la cantidad de esclavos que podía transportar cada buque. En 1791, el diputado William Wilberforce propuso a la Cámara de los Comunes suprimir la esclavitud, sin éxito, pero sí logró ampliar la ley de Dolben para impedir a las aseguradoras el pago en circunstancias tan infames como las del Zong.

William Wilbeforce retratado por Anthony Hickel/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Para entonces, el activismo ya se había asentado, vinculado a la religión protestante en sus diversas formas; sobre todo cuáqueros como William Dilwyn, John Barton o Samuel Hoare Jr., más los anglicanos reseñados antes, pero entre otros muchos. La Society for Effecting the Abolition of the Slave Trade se encargó de concienciar a la población a través de artículos, carteles, folletos y conferencias, haciéndose muy popular un medallón cuyo motivo era un esclavo encadenado preguntando suplicante «Am I not a man and a brother?» (¿No soy un hombre y un hermano?).

Siguieron creándose más sociedades abolicionistas, como la African Institution, Sons of Africa o, más tarde, la Birmingham Ladies Society for the Relief of Negro Slaves, así que el gobierno no pudo seguir ignorando el problema. Eliminar la esclavitud pasó a ser un objetivo aunque no inmediato, dado el efecto negativo que provocaría en la economía de algunos rincones del imperio, tal como había pasado en las colonias francesas postrevolucionarias, por lo que habría de plantearse a medio o largo plazo. Pero sí se podía empezar atajando la trata, que era lo que realmente provocaba desagrado en la gente, al secuestrar y separar familias.

Por supuesto, no todos los motivos eran filantrópicos. Ese proceso coincidió con la Primera Revolución Industrial, en la que se demandaba mano de obra cualificada frente a la esclava para manejar las nuevas máquinas; los costes eran casi igual de bajos y los salarios, aunque míseros, proporcionaban cierta capacidad adquisitiva a los trabajadores para comprar, revirtiendo así en la economía. En consecuencia, en 1807 se aprobó la Slave Trade Act, por la que se prohibía a los ciudadanos británicos traficar con esclavos o relacionarse con barcos esclavistas, ya fuera comercial o laboralmente, imponiéndose una multa de cien libras por cada esclavo.

El oeste de África entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. A la izquierda se ve la ubicación de Freetown/Imagen: Nicolas Eynaud en Wikimedia Commons

La ley incluía un apartado por el que se autorizaba a incautar cualquier nave sospechosa de dedicarse a ese negocio. Por supuesto, para hacerla ejecutiva hubo que recurrir a la Armada, que al año siguiente fletó dos buques destinados a esa misión: la fragata HMS Solebay, de treinta y dos cañones, y el bergantín HMS Derwent, de dieciocho. Ambos zarparon hacia el oeste de África, región donde las naves negreras cargaban sus bodegas, acompañados de los transportes Tigress y Agincourt, además de la goleta George y algunos mercantes. Al mando estaba el comodoro Edward Columbine.

El destino exacto era Freetown, actual capital de Sierra Leona, fundada en 1788 -a partir de un terreno adquirido al jefe Timni Nembana- para el asentamiento de negros procedentes de Inglaterra: antiguos esclavos, exsoldados, pobres… Se trataba, pues, de un buen sitio para llevar a todos los africanos que fueran liberados, pues la orden era apresar cualquier barco esclavista, fuera cual fuese su nacionalidad. La primera acción consistió en un ataque a Senegal para evitar que los negreros franceses siguieran utilizándolo como base.

La operación se llevó a cabo con centenar y medio de hombres del Royal African Corps, entre tripulaciones e infantes de marina, que tomaron Saint-Louis y repatriaron a los prisioneros galos. Hay que señalar el contexto internacional, ya que en ese momento llegaba a su auge la guerra contra Napoleón iniciada en 1803. De ahí que también hiciera falta una ración de realpolitik: Portugal, una de las principales potencias esclavistas, era un aliado tradicional de los británicos, por lo que en 1810 se concedió a sus barcos transportar esclavos con la única condición de que procedieran exclusivamente de sus colonias africanas.

Sir George Ralph Collier retratado por William Beechey/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Para ampliar la efectividad del bloqueo y suplir las bajas fue necesario hacer dos cosas. Por un lado, incorporar gente local que completase las tripulaciones; se enrolaron, sobre todo, los kru, una etnia que habitaba lo que luego sería un nuevo santuario negro, Liberia (y todavía habría un tercero, la República de Maryland). Por otro, también se contrataron dos naves corsarias; el Dart, que hizo cinco capturas (la mayoría barcos portugueses, por lo que hubo que liberarlos), y el Kitty, que apresó otros tres antes de ser hundido en 1814 por una goleta española con capitán inglés a la que perseguía y que esclavizó a los marineros africanos. No se concedieron más patentes, probablemente por considerarse poco provechosos los resultados.

La caída definitiva de Napoleón y el final de la guerra llevó a la gran vencedora, Inglaterra, a imponer la abolición de la trata en 1815, en el Congreso de Viena. La derrotada Francia tuvo que acceder, mientras Portugal se comprometía a hacerlo al norte del Ecuador; España aceptaría lo mismo en 1818, ampliándolo al sur dos años más tarde. Además, la paz permitió incrementar la flota dedicada al bloqueo de África y en 1818 el número de buques destinados a tal efecto no sólo se triplicó sino que se estableció una base permanente en Freetown y otra de suministros en la isla Ascensión (que en 1832 se trasladaría a Ciudad del Cabo).

El comodoro Sir George Ralph Collier, veterano marino, fue puesto al mando de los seis buques que debían hacer el arduo trabajo. Patrullar por 5.000 kilómetros de costa era difícil, máxime cuando los esclavistas adoptaron medidas para evitar ser cazados. Por ejemplo, tendieron a sustituir sus antiguos barcos por los modernos clippers de Baltimore, bergantines y goletas de casco ligero que alcanzaban gran velocidad y podían refugiarse remontando ríos, a donde no podían seguirles los navíos británicos por su calado. Esa eficacia había quedado demostrada durante la guerra que enfrentó a EEUU con Gran Bretaña en 1812.

El HMS Black Joke y algunas de sus presas: El Providencia, el Vengador, el Presidenta, el Marianna, el Almirante y el Hassey/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Uno de los clippers más destacados fue el negrero brasileño Henriquetta, que fue capturado por el HMS Sybille y, una vez rebautizado con el nombre de HMS Black Joke (título de una canción popular), se incorporó al West Africa Squadron. Era un bergantín que, bajo el mando de sucesivos tenientes, pareció especializarse en apresar fundamentalmente naves españolas: la goleta Gertrudis con centenar y medio de esclavos a bordo, el Vengador con 645, el Almirante con 466, el Cristina con 354, el Manzanares con la misma cantidad, el Dos Amigos con 567, la goleta Primera con 300, el Marinerito con 496, etc. Junto con las de otra nacionalidad, sumó un total de 11 presas entre 1828 y 1832.

Salvo los esclavistas británicos, que comparecían ante las Vice Admiralty Courts (es decir, tribunales del Almirantazgo), todos esos marinos aprehendidos eran llevados ante las llamadas Mixed Commission Courts, tribunales integrados por jueces de las dos naciones implicadas para garantizar que el juicio fuera justo. Aparte del de Freetown, había tribunales en Río de Janeiro con portugueses, en La Habana con españoles y en Surinam con holandeses. Pero las grandes distancias dificultaban su formación, lo que combinado con lo etéreo de la legislación internacional y la obligatoriedad de que hubiera esclavos a bordo en el momento de la captura, impulsó a Inglaterra a aprovechar la denominada Pax Británnica para cambiar las reglas del juego.

En efecto, aprovechando que era la potencia hegemónica y viendo que buena parte de los procesos acababan en nada, en 1839 el gobierno de Su Graciosa Majestad ordenó someter a todos los barcos extranjeros exclusivamente a la jurisdicción británica, incluyendo los portugueses. Algunos países se negaron a aceptar aquella imposición, como EEUU, lo que originó varios incidentes diplomáticos porque la Royal Navy hizo caso omiso y siguió haciendo registros; se solucionó en 1842, cuando los estadounidenses aceptaron a regañadientes a cambio de que siempre hubiera presente un oficial de su marina.

Por su parte, los esclavos liberados eran desembarcados en su tierra, siempre que fuera posible saber la procedencia. Ahora bien, a esas alturas del siglo XIX los negreros ya no los conseguían en la costa, que había quedado medio despoblada, sino en el interior; algo que hacía prácticamente imposible devolverlos con garantías. De hecho, una cuarta parte fallecía antes, debido a las enfermedades y penurias sufridas hasta entonces -sin contar la espera de años a que los jueces dictasen su fallo-, razón por la que muchos acabaron quedándose en Freetown, otros se enrolaron en la Royal Navy o en los West Indian Regiments y decenas de miles fueron trasladados a América para trabajar con contrato de aprendiz.

En 1840 se incorporó al West Africa Squadron un vapor de ruedas, el HMS Hydra, que resultó superior a los veleros por su velocidad y poco calado, lo que le permitía adentrarse en los ríos. Era gemelo del HMS Hecate, que vemos en la imagen/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La cifra de libertos fue enorme porque, en realidad, los británicos no estuvieron totalmente solos. A pesar de los desencuentros con la antigua metrópoli y de que su constitución original protegía la esclavitud, EEUU no escapó a la creciente presión del movimiento abolicionista y ya en 1798 empezó a imponer multas a los traficantes, aunque procurando no molestar a los grandes propietarios de esclavos; menos aún después de que en 1803 comprase la Luisiana y se generase una gran demanda. En 1807, el presidente Jefferson aprobó la ley que consideraba piratas a los negreros y autorizó a la Armada a perseguirlos, primero por sus aguas y después también por el Caribe y América del Sur.

El Home Squadron, creado oficialmente en 1838 -aunque ya operaba en la práctica desde 1819- para proteger el comercio costero, combatir la piratería e impedir la trata, contaba con cuatro barcos (Dolphin, Mohawk, Wyandotte y Crusader) que, entre mediados de 1858 y finales de 1860 (fecha en la que cesó su actividad por estallar la Guerra de Secesión), apresaron nueve negreros. Todos en el entorno de Cuba, ya que la isla española -junto con Puerto Rico y Filipinas- continuaba siendo un activo destino esclavista, como demostró el sonado caso de la goleta Amistad en 1839, a pesar de que dos años antes España había abolido la esclavitud en la Península Ibérica; Inglaterra lo había hecho en 1834 por la Slavery Abolition Act y otros países americanos incluso antes, caso de Chile (1823) o México (1829).

Consecuentemente, EEUU también envió fuerzas a África, el African Slave Trade Patrol Squadron. En 1819, Matthew Calbraith Perry (que posteriormente, en 1853, se haría famoso por obligar a abrir los puertos japoneses al comercio), viajó a bordo del HMS Cyane, el bergantín británico que escoltaba al buque Elizabeth en su traslado de esclavos liberados por la American Colonization Society. Dos años más tarde, el propio Perry unió sus fuerzas a las del West Africa Squadron británico al mando del USS Shark y acompañado del teniente Robert F. Stockton y su USS Alligator, que fue quien convenció a un jefe local para que cediera las tierras de lo que iba a ser Liberia.

El comodoro Mathew Calbraith Perry/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Uno y otro capturaron varios negreros, abriendo camino a otros oficiales que, en barcos como el Sommers, el Yorktown, los dos Constellation o el San Jacinto, entre muchos más, hicieron lo mismo hasta 1866, amparados en la firma del Tratado Webster-Ashburton de 1842; ese acuerdo zanjaba las disputas fronterizas entre EEUU y las colonias que Gran Bretaña aún tenía en América del Norte, pero también establecía una colaboración entre ambos países contra el tráfico esclavista. Miles pudieron recobrar así su libertad, pues, aunque las capturas no fueron muy abundantes, sólo el Cora y el Storm King, por poner dos ejemplos, ya transportaban 705 y 616 africanos respectivamente.

Acabar con aquella lacra se convirtió casi en una obsesión y la paz que vivió Europa, traducida en la consiguiente prosperidad económica, sirvió para destinar más medios. De ese modo, a mediados del siglo XIX se contaban ya 25 barcos patrullando la costa atlántica africana, sumando un total de 2.000 hombres más otro millar de marineros contratados in situ. Asimismo, durante la contienda civil que asoló su país, Abraham Lincoln facilitó las cosas concediendo a la Royal Navy la facultad de registrar buques estadounidenses para comprobar si llevaban esclavos (Tratado Lyons-Seward, 1862).

Con la aprobación de la 13º Enmienda en 1865, que confirmaba la Proclamación de Emancipación dictada dos años antes, EEUU abolió la esclavitud, no sólo la trata. Francia lo había hecho definitivamente en 1848 y Portugal esperó hasta 1869, previa liberación de los esclavos de sus colonias entre 1854 y 1856. Del mundo occidental, únicamente España la mantuvo -en sus territorios de ultramar-, suprimiéndola en Puerto Rico en 1873 y en Cuba en 1880, aunque estableciendo un período de transición (Patronato) que no terminó hasta 1886.

El HMS Brisk captura al clíper negrero Manuela/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Fruto de ese proceso de cambio que afectaba tanto a la mentalidad como a la economía y la sociedad, así como el resultado de la acción operativa sobre el terreno, fue la captura de unas 1.600 naves negreras y la liberación de más de 150.000 esclavos. Un número que, sin embargo, puede considerarse ínfimo; se calcula que constituye únicamente un 6% del total de su época, sin contar con el tráfico atlántico de los tres siglos anteriores que había originado el famoso comercio triangular (la ruta Europa-África-América-Europa moviendo manufacturas, esclavos, y productos de ultramar).

Pese a todo, el esfuerzo resultó grande y costoso en todos los sentidos, pues si en dinero invertido se estima que ascendió a 40 millones de libras (unos 2.000 millones actuales), el West Africa Squadron lo pagó también con vidas; los traficantes se resistían a menudo y dos millares de británicos, entre marineros y marines, perdieron la vida en esa misión, si bien la mayor parte de las bajas fueron por enfermedades tropicales.


Fuentes

Britain’s war against the slave trade: the operations of the Royal Navy’s West Africa Squadron 1807-1867 (Robert Muddysley en The Naval Review)/The Navy and the slave trade. The suppression of the African slave trade in the Nineteenth Century (Christopher Lloyd)/Royal Navy versus the slave traders. Enforcing abolition at sea, 1808–1898 (Bernard Edwards)/Africa Squadron. The U.S. Navy and the slave trade, 1842-1861 (Donald L. Canney)/Wikipedia


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