Medidas de prevención en el acceso a las playas este verano

Foto pixabay.com

Por segundo año consecutivo, llegamos al verano con la pertinaz amenaza del covid-19 y es posible que muchos tengan dudas sobre cómo se afrontará la situación en las playas y piscinas españolas para evitar que la pandemia torpedee unas vacaciones tan ansiadas como necesarias. En ese sentido, contamos con dos ventajas: la experiencia del verano anterior a la hora de realizar el control de aforo playa y las vacunas.

Más de uno habrá vivido en 2020 -en persona o como testigo- el asistir al cierre de accesos a una playa al haberse completado la capacidad prevista de usuarios; incluso es posible que en algún caso contemplara el desalojo de alguna por parte de la policía, debido a que la subida de la marea y la consiguiente reducción del espacio disponible impedía el mantenimiento de la distancia de seguridad entre personas.

Para entonces se había avanzado en el conocimiento del virus SARS-CoV y sabíamos que, citando textualmente un informe del Ministerio de Sanidad distribuido en el mes de junio, «no hay evidencias científicas sobre la vida media del virus que pueda ser relacionada con los suelos en los entornos de playas y riberas», mientras que en el agua depende del grado de contaminación que ésta presente (pues en los coliformes fecales sí abundan los coronavirus).

En consecuencia, se consideró que el riesgo de transmisión por vía acuática era bajo, especialmente en el mar porque el cloruro sódico es un agente biocida eficaz. Asimismo, las partículas de aerosoles en el aire podían ser esparcidas por las olas y el viento, pero bastaría mantener una distancia de seguridad mínima de dos metros;por eso fue común ver a la gente dibujando sus parcelas en la arena -algunas playas fueron parceladas oficialmente, como la de Benidorm-, aunque la Organización Mundial de la Salud no consideraba un peligro en ese sentido la brisa marina ni la costera.

El informe concluía que «la acción conjunta de la de la sal del agua de mar, la radiación ultravioleta solar (UVB) y la alta temperatura que puede alcanzar la arena son favorables para la desactivación de los agentes patógenos», recomendando controlar la calidad de las aguas y eludir los medios acuáticos dulces y estancados. Por lo demás, cedía la iniciativa a las autoridades municipales, que debían encargarse de la limpieza y desinfección de superficies del entorno (barandillas, tumbonas, sombrillas, etc).

El planteamiento para este 2021 no va a ser muy diferente, si bien ahora la atención se va a centrar, sobre todo, en el control de aforo playa, dado que el contagio por contacto en superficies parece resultar ínfimo estadísticamente. Al estar las competencias en el ámbito autonómico, puede haber diferencias de un sitio a otro, dependiendo de la incidencia que haya de la enfermedad; sin embargo, las medidas tienden a ser parecidas en todas partes.

Tumbonas, sombrillas y otros elementos característicos se habrán de colocar guardando una separación de al menos cuatro metros y se podrá sectorizar cada playa para asegurar el distanciamiento social. Éste deberá garantizarse limitando el acceso si se prevé una afluencia importante de bañistas. Asimismo, los paseos por la arena tendrán que hacerse manteniendo la distancia de seguridad de 1,5 metros, usando mascarilla si no es posible (excepto al bañarse, obviamente).

Como decíamos, son los gobiernos autonómicos los que deciden las medidas a adoptar en función del número de usuarios y las características propias de cada lugar. La tecnología acude al rescate mediante aplicaciones móviles similares a las que se usan en piscinas, que permiten calcular el aforo máximo y la ocupación en tiempo real, según la cantidad de metros disponibles. Esas app no sólo ayudan a los gestores sino también a los propios usuarios, que así pueden consultar con antelación el grado de ocupación de una playa y valorar si les merece la pena ir (en caso afirmativo, algunos sitios establecen reserva online).

Las cámaras de vigilancia realizan una labor complementaria, más ahora que se ha generalizado el uso de drones que facilitan un control de todo el área playera. Todos los datos recogidos se transmiten a un centro de control que los difunde públicamente a través de paneles informativos, monitores y webs; en algún caso hasta se instalan semáforos -un sistema de colores que indica el grado de afluencia de cada zona de la playa- e incluso sensores 3D que identifican personas.

Hay empresas tecnológicas que han reinventado su actividad para ofrecer esos servicios y el año pasado la playa de Fuengirola ganó un premio nacional por ello. Pero el factor humano tampoco cae en el olvido; Barcelona y Gijón, pongamos por caso, añaden un equipo de controladores e informadores que se encargan de regular el paso a los arenales y de avisar a la policía para el desalojo si es necesario. En realidad, todo esto no sigue un criterio general sino que se adapta a cada caso y, así, hay sitios donde una playa necesitará de estas medidas y otra, en cambio, podrá abrirse sin restricciones por no tener una ocupación excesiva.

En suma, esta temporada estival toca repetir las precauciones del anterior. Y, a ver si con el ritmo de vacunación, el respeto a las normas y, en suma, un esfuerzo de todos, el verano que viene la pandemia queda en un simple recuerdo.


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