Tras la muerte de Calígula en el año 41 d.C., su tío Claudio fue aclamado emperador por los pretorianos, según una versión para mantener tranquila a la guardia germana, según otra, porque él estaba implicado en la conspiración contra su sobrino y salía beneficiado. En aquellos primeros dos días de confusión, las tropas se adelantaron al Senado, que tenía su propio candidato: Lucio Arruncio Camilo Escriboniano, gobernador de Dalmacia, quien no se conformó con el resultado final de los hechos.
Camilo era hijo del senador Marco Furio Camilo, cónsul ordinario en tiempos de Augusto y descendiente de aquel general homónimo que cuatro siglos antes había sido elegido dictador cinco veces, celebró cuatro triunfos por sus campañas contra Veyes y los galos, creó la legión manipular y se hizo acreedor del título de Segundo Fundador de Roma. Por tanto, una ilustre familia que, con el tiempo, había decaído un tanto y no se recobró hasta que Marco Furio Camilo la hizo recuperar su prestigio al ser nombrado procónsul y recibir de Tiberio el derecho a un triunfo por derrotar a Tacfarinas, un desertor númida del ejército romano que organizó una rebelión.
Escriboniano era su vástago natural, nacido entre los años 5 y 3 a.C. y siendo adoptado en el 6 d.C. por Lucio Arruncio, otro respetado senador, cónsul y gobernador de la Hispania Tarraconense, que también era de rancio abolengo y cuyo padre había combatido en la batalla de Accio, de ahí que Augusto le tuviera entre sus favoritos y hasta le considerase capaz de gobernar el imperio (por contra, sufrió la hostilidad de Tiberio a través de la mano derecha de éste, Sejano, que perdió el pulso y cayó por ello, pero Arruncio terminó quitándose la vida sospechando que tras Tiberio vendría alguien peor).
Esa adopción ha generado no poca confusión, dado que a menudo a Escriboniano –cognomen recibido por vía materna, pues su madre fue Livia Escriboniana- se le llama de distintas formas en las fuentes de la época; Suetonio, por ejemplo, se refiere a él como Furio Camilo (lo que acrecienta la situación, ya que, además de mezclarlo con su progenitor, tuvo un hijo al que puso Marco Furio Camilo Escriboniano), mientras que otros autores le llaman Lucio Arruncio Camilo Escriboniano o incluso Camilo Arruncio.
Se ignora cómo fue su cursus honorum, ya que el primer cargo del que tenemos noticia que ocupó fue el consulado del año 32 d.C., teniendo como compañero a Cneo Domicio Enobarbo, el único hijo varón de Antonia la Mayor (la hija de Marco Antonio) y padre del que más tarde sería el célebre emperador Nerón. No fue un período tranquilo porque Tiberio estaba inmerso en plena persecución paranoica de senadores presuntamente desafectos, por eso Camilo sólo fue cónsul seis meses, siendo reemplazado por Aulo Vitelio (tío del futuro emperador homónimo), aunque Enobarbo sí conservó el puesto.
A cambio, Tiberio le nombró gobernador de Dalmacia (en la costa del Adriatico, ocupando lo que hoy son Bosnia-Herzegovina y Montenegro, más las zonas occidentales de lo que hoy son Croacia y Serbia, y el norte Albania), por entonces una provincia consular y, por tanto, guarnecida por dos legiones; algo importante, como veremos, para sus aspiraciones al trono. Unas aspiraciones que quizá podían haber resultado más fáciles si su hermana no hubiera fallecido, prematura e inesperadamente, en el año 10 d.C.
Porque Livia Medulina Camila, que tal era su nombre, había sido la elegida por Augusto en el 8 d.C. para casarse con Claudio en detrimento de la prometida originalmente, Emilia Lépida, debido a la caída en desgracia de los padres de ésta (ella, Julia la Menor, hija del propio Augusto, fue desterrada por su vida licenciosa y él, Lucio Emilio Paulo, ejecutado ocho años más tarde por conspirar). La idea de Augusto al proponerla era, aparte de lo expuesto, que su amigo Furio Camilo entroncase con la familia imperial. No imaginaba que ella enfermaría el mismo día de la boda y moriría no mucho después, entre el 9 y el 10 d.C.
Saltemos de nuevo al 41 d.C., cuando Calígula cae y los pretorianos proclaman a Claudio. Ahí aparece otro personaje decisivo en el desarrollo de los acontecimientos: se trata de Lucio Annio Viniciano, un senador sobrino de Marco Vinicio, el marido de Julia Livila, la hija menor de Germánico (yerno de Augusto, padre de Calígula y hermano de Claudio). Viniciano había sido acusado de traición -junto con su padre- por Sejano, pero se libró gracias a que Tiberio intervino en su favor. Luego se hizo amigo de Marco Emilio Lépido, esposo de Julia Drusila (la hermana de Calígula), lo que le permitió ingresar en los Fratres Arvales.
Los arvales constituían una antiquísima cofradía sacerdotal que se remontaba a los orígenes de Roma y cuyos doce integrantes, adoradores de la diosa de la fertilidad Dea Día debían propiciar las buenas cosechas. En época imperial se revitalizó la importancia que había ido perdiendo durante la República, de modo que sólo los notables podían acceder a esa hermandad. Viniciano lo hizo en el 38 d.C. y eso le sirvió como trampolín para ser nombrado cónsul sufecto un par de años más tarde. Desde ese cargo, él y su tío se unieron a la conspiración que Casio Querea, tribuno militar de la guardia pretoriana, planeaba contra Calígula.
No está clara la motivación de aquella conjura. Tradicionalmente se decía que tenía como objetivo restaurar el régimen republicano -algo que enseguida veremos que resultaba prácticamente imposible-, librarse de un tirano demente -hipótesis cuestionada hoy porque ese retrato obedece casi exclusivamente a los influyentes testimonios de Suetonio y Dión Casio, que eran patricios (enemigos políticos, pues) y además muy posteriores-, o el odio de Querea hacia Calígula por las burlas de que le hacía objeto éste -de nuevo en la discutible visión de Suetonio-. Probablemente cada uno tenía sus razones.
La de Viniciano era la ambición. El Senado, enfrentado a un emperador que le recortaba cada vez más competencias perjudicando a los patricios con una política popular, le ofreció apoyar su aspiración al trono frente a las pretensiones de otro candidato postulado, Décimo Valerio Asiático, un senador de origen galo (un antepasado suyo alóbroge había recibido la ciudadanía en el 80 a.C.) que guardaba rencor hacia Calígula porque éste aseguró públicamente, durante una borrachera, que se había acostado con su esposa, por lo que desearía vengarse.
En realidad, no está claro si Asiático formó parte del complot o no. Lo que sí parece cierto es que una vez consumado, se ofreció al Senado para ocupar su lugar. La propuesta fue rotundamente rechazada por Viniciano, que a su vez sí obtuvo el apoyo de los senadores. Inútilmente porque los pretorianos se ocuparon de solventar la sucesión por su cuenta, eligiendo a Claudio, que parecía manejable y pertenecía a la dinastía Julio-Claudia pero siendo muy diferente a su sobrino. Viendo frustrado su sueño, Viniciano se puso de acuerdo con Camilo para organizar un levantamiento militar, ganándose el favor de numerosos patricios y equites al prometer devolver al Senado sus prerrogativas.
Como decíamos antes, no se sabe a ciencia cierta si Claudio formaba parte de la trama contra Calígula o si, como ha trascendido, aceptó la púrpura de mala gana y para salvar la vida, ya que los pretorianos mataron también a los familiares de su sobrino. De hecho, según Suetonio, él mismo se planteó abdicar en favor de Camilo, aunque le convencieron de lo contrario:
Cuando, en su intento de golpe de Estado, Camilo, seguro de que podía aterrorizarlo sin llegar a la guerra civil, le conminó en una carta ultrajante, amenazadora y altanera a abdicar y a retirarse a una vida privada y ociosa, Claudio, después de convocar a los más importantes ciudadanos, estuvo dudando si debía obedecerlo.
Y es que Camilo tenía a su disposición las dos legiones consulares de Dalmacia que reseñábamos antes, la XI y la VII Macedónica, que iniciaron una costumbre que Tácito formularía magistralmente (aunque referente a Vespasiano): «El secreto del gobierno imperial quedó al descubierto; podía nombrarse un emperador en cualquier lugar distinto de Roma». En efecto, los soldados proclamaron a Camilo; pero, lamentablemente para él, las cosas no le salieron como tenía previsto. Suetonio proporciona una explicación romántica, aunque improbable:
Furio Camilo Escriboniano, legado del emperador en Dalmacia, promovió una guerra civil, pero fue muerto al quinto día por las mismas legiones que habían roto en su favor su juramento, arrepentidas por escrúpulos de conciencia después de que, recibida la orden de ruta para reunirse con el nuevo emperador, ya por casualidad, ya por voluntad de los dioses, les fuera imposible adornar una de las águilas ni arrancar del suelo y hacer avanzar las enseñas.
Lo que el historiador quiere decir es que los aquiliferes (los suboficiales que portaban los estandartes con las águilas de las legiones), al proceder a retirar las aquilae de la capilla del campamento, no pudieron sacarlos del suelo donde los habían clavado, a la par que tampoco encontraron perfumes y guirnaldas para prepararlos y adornarlos adecuadamente. Todo ello constituía un signo de mal agüero a ojos de los supersticiosos legionarios, que nunca se ponían en marcha si los augurios no eran positivos; en este caso, interpretaron que Júpiter no aprobaba el plan de su jefe. Siguiendo ese relato, no sólo se negaron a seguir a Camilo sino que lo mataron.
Dión Casio cuenta algo parecido, aunque con una motivación y final distintos: Camilo cometió el error de decirle a la tropa que su objetivo era restaurar la República, lo que provocó un motín y que tuviera que huir para refugiarse en Issa (una isla del Adriático), donde él mismo se suicidó por el deshonor que suponía su fracaso. Es posible que hubiera alguna escaramuza que terminase con derrota de Camilo; ahora bien, lo cierto es que las dos legiones recibieron luego del nuevo emperador la distinción de Claudia Pia Fidelis (Fiel y leal a Claudio), pasando la XI a llamarse Legio XI Claudia.
También Viniciano se quitó la vida, pero Claudio no tomó represalias contra el hijo de Camilo, Lucio Arruncio Furio Escriboniano, que llegó a ser cuestor en el año 49 d.C., augur y prefecto de la urbe. Sin embargo, en el 52 d.C., él y su madre fueron desterrados bajo la acusación de haber pedido a los astrólogos que pronosticaran la hora de la muerte del emperador y él joven vástago murió poco después, quizá por enfermedad, quiza envenenado, según Tácito.
El último fleco que quedaba era Asiático, que tuvo que renunciar a su candidatura al trono por falta de apoyos, pero del que Claudio sospechaba que había estado implicado en la muerte de Calígula, razón por la que desconfiaba de él; cuando lo llevó consigo a la invasión de Britania lo hizo para tenerlo cerca y vigilado. Es más, tampoco podía ocultar la antipatía que le tenía y en un discurso al Senado en el que defendía la jus honorum (incorporación de galos a esa institución), se refirió a Asiático, sin nombrarlo, en términos claramente despectivos: «Sin embargo, hay un galo cuyo nombre mantendré fuera de este discurso porque era un ladrón sinvergüenza y detesto su sola mención».
Esa inquina no auguraba nada bueno. En el año 47 d.C., un senador llamado Publio Suilio Rufo le denunció ante el Senado por varios cargos, entre ellos el de adulterio con Popea Sabina la Mayor, madre de la famosa Popea que fue esposa de Nerón. Parece ser que todo obedecía a una compleja trama urdida por Mesalina, la esposa de Claudio, para apoderarse de los conocidos como Horti Lucullani (Jardines de Lúculo), una espectacular villa ubicada en el monte Pincio que hoy forma parte de la Villa Borghese y que Asiático había adquirido, siguiendo una moda. Fue condenado a muerte pero se le permitió quitarse la vida, dada la popularidad que tenía.
Fuentes
Vida de los doce césares (Suetonio)/Historia romana (Dión Casio)/Anales (Tácito)/SPQR. Una historia de la antigua Roma (Mary Beard)/Historia de Roma (Sergei Ivanovich Kovaliov)/Wikipedia
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