De entre los numerosos pintores que trabajaron en el mundo helénico durante el siglo IV a.C. hay dos que destacan por la fama de sus obras, y también por su amistad y rivalidad. Se trata de Apeles y Protógenes.

Apeles era el pintor favorito de Alejandro Magno al que, según las fuentes, solía visitar en su taller, y el único al que dejaba retratarle. Protógenes, que había nacido en Caria, en la costa sudoeste de Anatolia, trabajó principalmente en la isla de Rodas, donde residió prácticamente toda su vida, y si hacemos caso a Plinio el Viejo también era escultor.

Hay que recordar que los pintores helenísticos conocían los trucos de la perspectiva, el escorzo y la iluminación, y habían alcanzado un grado de realismo posiblemente similar al de la escultura.

Alejandro y Campaspe en el taller de Apeles, cuadro de Tiepolo (1725) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Sus cuadros, que solían tardar años en terminar, decoraban los santuarios, el interior de los templos y de los edificios públicos más importantes de las ciudades griegas. Pausanias nos dice, por ejemplo, que una cuadro de los thesmothetae (los seis arcontes menores de Atenas, que se ocupaban de las leyes) pintado por Protógenes podía verse en la sala de la Boulé, el órgano de gobierno de Atenas.

Aquí se construyó también un santuario de la Madre de los dioses; la imagen es de Fidias. Muy cerca se encuentra la sala del consejo de los llamados Quinientos, que son los consejeros atenienses durante un año. En ella hay una figura de madera de Zeus Consejero y un Apolo, obra de Pisias, y un Demos de Lisón. Los thesmothetae (legisladores)fueron pintados por Protógenes el Cauniense, y Olbiades retrató a Calipo, que condujo a los atenienses a las Termópilas para detener la incursión de los galos en Grecia

Pausanias, Descripción de Grecia I.3.5

Según Plinio el Viejo en los Propileos de la Acrópolis había también un cuadro de Protógenes en el que estaban representados dos de los barcos sagrados de Atenas, el Páralo y el Amonias (probablemente se refiere al Salamina), trirremes que se usaban en funciones religiosas y de mensajería diplomática. Atenas es así la única ciudad a la que se sabe que viajó Protógenes, para realizar este trabajo in situ.

Apeles debía ser tan bueno en su arte que se podía permitir el lujo de alabar y de ayudar a otros pintores. Reconocía, por ejemplo, que Melantio le superaba en la composición y Asclepiodoro en la perspectiva. Así al oír que su mayor rival Protógenes, que ya tenía cincuenta años, vivía en la pobreza manteniéndose con la pintura de barcos, se embarcó para Rodas.

Retrato de Protógenes, cuadro de autor desconocido / foto dominio público en Wikimedia Commons

Al llegar al estudio de Protógenes, y hallándose éste ausente, encontró a una anciana que le preguntó a quién debía anunciar cuando el pintor regresara. Apeles tomó un pincel y trazó sobre un panel una delgada línea de contorno. Cuando Protógenes regresó la anciana no supo decirle quién había ido a visitarle, pero al ver la línea pintada y su gran delicadeza supo que solo Apeles podía haberla hecho.

De modo que tomó un pincel y dibujó dentro una línea todavía más fina, pero en otro color, que dividía en dos la de Apeles, diciendo a la mujer que se la mostrase al extranjero si regresaba. Así fue, Apeles regresó y se maravilló de la habilidad de Protógenes. Pero volvió a dibujar una tercera línea dentro de las otras dos, tan fina que cuando Protógenes regresó y la vio tuvo que admitir la superioridad de Apeles, por lo que corrió al puerto para encontrarlo antes de que se marchara.

Ese panel se transmitió como una obra maestra de generación en generación hasta que fue comprado por Julio César, desapareciendo para siempre durante el incendio de su palacio en el Palatino. Podría pensarse que se trata solo de una leyenda, si no fuera porque Plinio el Viejo todavía pudo contemplarlo.

Me han dicho que se quemó en el primer incendio que tuvo lugar en el palacio de César en el Palatino, pero en otros tiempos me he detenido a menudo a admirarlo. En su vasta superficie no contenía nada más que los tres contornos, tan extraordinariamente finos que escapaban a la vista: entre las obras más elaboradas de muchos otros artistas tenía toda la apariencia de un espacio en blanco; y, sin embargo, por ese mismo hecho, atraía la atención de todos y era más apreciado que cualquier otra pintura allí

Plinio el Viejo, Historia Natural XXXV.36

Apeles le preguntó a Protógenes cuánto quería por algunas de sus pinturas, a lo que éste respondió con una suma modesta. Sin embargo Apeles le ofreció la considerable cantidad de 50 talentos (según cálculos modernos, aproximadamente un millón en dólares actuales). Luego hizo correr la noticia de que pensaba revender los cuadros como si fueran suyos.

Los rodios se percataron del valor que debían tener las obras de Protógenes y se las compraron pagando más de lo que había ofrecido Apeles, conservándolas a partir de entonces entre los tesoros de la ciudad. ¿Pero cómo de bueno era Protógenes pintando?

Estrabón dice que en una ocasión había pintado un sátiro junto al que dibujó una perdiz con tanto realismo que la gente solo se fijaba en ella, e incluso las perdices de verdad la llamaban. Para que la vista no se desviase del sátiro, que era su principal motivo, borró la perdiz del cuadro.

Busto de Demetrio Poliorcetes en el Museo Nacional Arqueológico de Nápoles / foto dominio público en Wikimedia Commons

También estaban los cuadros de Protógenes, el Ialiso, y el Sátiro, que se representaba de pie junto a una columna. En lo alto de la columna había una perdiz. El pájaro atrajo fuertemente, como era natural, la admiración del pueblo, cuando el cuadro fue colgado por primera vez en público, y estaban tan encantados, que el Sátiro, aunque ejecutado con gran habilidad, no fue notado. Los criadores de perdices quedaron aún más impresionados con el cuadro del ave. Trajeron perdices mansas que, al ser colocadas frente al cuadro, hicieron su reclamo y atrajeron a multitudes. Cuando Protógenes observó que lo principal se había convertido en la parte subordinada de su obra, obtuvo el permiso de los conservadores del templo para borrar el pájaro, cosa que hizo.

Estrabón, Geografía XIV.2.5

Cuando pintó su cuadro del héroe Ialiso (el mítico fundador de la ciudad de Ialisos en Rodas) aplicó cuatro capas de pintura para que cuando el tiempo desgastara la superior los colores siguieran siendo frescos y claros. En ese mismo cuadro, enfadado por su incapacidad para representar de manera verosímil la espuma de la boca del perro de Ialiso, perdió los nervios y empezó a borrarlo con una esponja, produciendo el efecto que estaba buscando.

Pero quizá el episodio de la vida de Protógenes más conocido sucedió durante el asedio del rey macedonio Demetrio Poliorcetes a Rodas. Mientras la batalla arreciaba, él seguía trabajando en el jardín de su estudio, que se encontraba directamente en la línea del avance macedonio.

Informado Demetrio le mandó llamar y le preguntó por qué no se había refugiado tras las murallas con los demás, a lo que Protógenes le respondió: porque sé que estás haciendo la guerra contra los rodios y no contra las artes. Demetrio puso entonces guardias para protegerlo, y cambió la dirección del avance para no molestarle.

El asedio de Rodas, grabado de Edmund Ollier (1882) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Según nos dice Plutarco el cuadro en el que estaba trabajando Protógenes en ese momento era el de Ialiso, y por eso los rodios habrían enviado heraldos para pedirle a Demetrio que no lo destruyera.

Sucedió que Protógenes el Cauniense había estado haciendo un cuadro para ellos que ilustraba la historia de Ialiso, y este cuadro, casi terminado, había sido capturado por Demetrio en uno de los suburbios de la ciudad. Los rodios enviaron un heraldo y le rogaron a Demetrio que perdonara y no destruyera la obra, a lo que éste respondió que prefería quemar las imágenes de su padre antes que una obra de arte tan grande.

Plutarco, Demetrio XXII.2

Este cuadro, que tardó siete años en pintar, todavía estaba en Rodas en tiempos de Augusto, donde lo vio Cicerón. Una o dos generaciones después, en época de Plinio el Viejo, ya había sido trasladado a Roma y colocado en el templo de la Paz.

Dado el tiempo que empleaba en cada una de ellas el número de obras de Protógenes fue, según Plinio, comparativamente pequeño. Entre las que menciona como suyas están un retrato de la madre de Aristóteles y otro, el último que pintó, titulado Alejandro y Pan, único en el que retrató al conquistador macedonio.

No ha llegado hasta nuestros días ninguna copia de sus obras, como si ha sucedido en el caso de otros pintores, cuyos trabajos se han encontrado reproducidos, ya en época romana, en frescos de Pompeya o en mosaicos.


Fuentes

Geografía (Estrabón) / The Life of Greece (Will Durant) / Demetrio (Plutarco) / Descripción de Grecia (Pausanias) / Historia Natural (Plinio el Viejo) / A Dictionary of Greek and Roman biography and mythology (William Smith, Ed.) / Wikipedia


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