Tito Flavio Josefo, cuyo nombre de nacimiento era Yosef ben Matityahu, fue un historiador judeorromano originario de Jerusalén que lucho contra Roma como jefe de las fuerzas de Galilea hasta su rendición en 67 d.C. Vespasiano le otorgó la ciudadanía romana y lo utilizó como traductor y asesor.

En su obra Antigüedades judías, una especie de historia del mundo dirigida al público romano, se transcribe una curiosa carta supuestamente enviada por Areo I (que fue rey de Esparta entre 309 y 265 a.C.) al sumo sacerdote de Jerusalén Onías I en el siglo III a.C.

En ella Areo afirma que los espartanos habían encontrado un escrito en el que se decía que eran descendientes de Abraham.

Areo, rey de los lacedemonios, envía un saludo a Onías. Hemos encontrado un escrito en el que descubrimos que tanto los judíos como los lacedemonios son de un mismo linaje y proceden de la estirpe de Abraham, por lo que es justo que vosotros, que sois nuestros hermanos, nos enviéis lo que os plazca. Nosotros también haremos lo mismo, y consideraremos vuestros asuntos como propios, y consideraremos nuestros asuntos como comunes a los vuestros. Demoteles, que os trae esta carta, nos traerá vuestra respuesta. Esta carta es cuadrada; y el sello es un águila, con un dragón en sus garras

Flavio Josefo, Antigüedades judías XII.4.10
El asedio de Esparta por Pirro, en tiempos del rey Areo (François Topino-Lebrun)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Josefo no registra la respuesta de Onías, ni da ninguna información más al respecto. Pero el Libro I de los Macabeos, uno de los que conforman la Biblia, recoge una respuesta enviada un siglo más tarde, hacia 144 a.C. por otro sumo sacerdote:

El sumo sacerdote Jonatán, el consejo de ancianos de la nación, y los sacerdotes y todo el pueblo judío, saludan a sus hermanos los espartanos. Ya en una ocasión anterior el rey Areo de Esparta había enviado una carta al sumo sacerdote Onías, para asegurarnos que ustedes nos consideran como hermanos. El texto de esta carta se copia más adelante. Onías recibió con honores al enviado, y aceptó la carta en que se exponían los términos del pacto y la amistad. Aunque nosotros no tenemos necesidad de estas cosas, pues buscamos nuestro apoyo en los libros sagrados que poseemos, hemos decidido enviar a ustedes una delegación para que renueve nuestra fraternidad y amistad, a fin de que no se enfríen nuestras relaciones, pues ha pasado ya mucho tiempo desde la primera carta de ustedes. Nosotros no dejamos de acordarnos continuamente de ustedes en nuestras fiestas y demás días apropiados, cuando ofrecemos nuestros sacrificios, y en nuestras oraciones, como es justo y conveniente hacerlo por los hermanos. Nos alegramos de la fama que tienen ustedes. Por nuestra parte, nos hemos visto rodeados de innumerables dificultades y guerras. Los reyes que nos rodean nos han estado atacando. Nosotros no hemos querido molestarlos a ustedes ni a nuestros otros aliados y amigos en estas guerras, pues tenemos la ayuda divina, y Dios nos ha librado de nuestros enemigos y los ha humillado. Hemos escogido a Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y los hemos enviado a Roma para renovar la amistad y el pacto que habíamos acordado anteriormente con los romanos. También les ordenamos que fueran a Esparta, a saludarlos a ustedes y entregarles nuestras cartas, con las que queremos renovar nuestra fraternidad. Les agradeceremos que nos den una respuesta a ellas.

Macabeos I.12

Parece bastante improbable como parecen indicar esas misivas que los espartanos desciendan de Abraham, el patriarca judío y árabe, pero también de medianitas y edomitas. Sorprendentemente el Libro de los Macabeos registra una nueva respuesta espartana, renovando su amistad en términos muy similares.

Los gobernantes y la ciudad de Esparta saludan a nuestros hermanos: al sumo sacerdote Simón, a los ancianos, a los sacerdotes y al pueblo judío en general. Los embajadores que ustedes enviaron a nuestro pueblo nos han informado de su gloria y prestigio; ello ha sido para nosotros un motivo de alegría. Sus palabras las hemos registrado en las actas de la nación, en los términos siguientes: ‘Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón, embajadores de los judíos, han venido a renovar con nosotros su amistad. Al pueblo le ha agradado recibirlos con todos los honores y guardar la copia de sus palabras en los archivos públicos, con el fin de que el pueblo espartano conserve su memoria’. Una copia de este documento ha sido enviada a Simón, el sumo sacerdote

Macabeos I.14
La antigua Esparta / foto dominio público en Wikimedia Commons

La autenticidad de todas estas cartas ha sido puesta en duda por muchos estudiosos, no en vano solo son fuentes judías las que las reproducen. Pero un número equivalente de expertos se inclina por considerarlas genuinas. Entre los que defienden la autenticidad cobra fuerza la hipótesis de que una creciente comunidad judía se hubiera establecido en el territorio espartano (o quizá fueran contratados como mercenarios), y por tanto el rey Areo decidiera establecer relaciones diplomáticas con Judea.

En cualquier caso, igual de sorprendente parece que los judíos quisieran establecer relaciones con los espartanos, con quienes no parecen tener mucho que ver. Una posibilidad puede ser que pensasen que así agradaban a Roma, dada su alianza con Esparta.

Quienes opinan que las cartas son falsas y una invención judía se basan en el lenguaje empleado en la carta del rey Areo. Ningún espartano habría empleado jamás una frase como consideraremos vuestros asuntos como propios, y consideraremos nuestros asuntos como comunes a los vuestros.

Los que creen que son auténticas señalan que el documento al que los espartanos se referían puede ser el relato de Hecateo de Abdera, según el cual una pequeña parte de los israelitas que Moisés sacó de Egipto le abandonaron y llegaron a tierras griegas. Hecateo fue un historiador y filósofo griego del siglo IV a.C. que visitó Egipto en tiempos de Ptolomeo I y escribió una obra titulada Aegyptiaca. De ella se conservan seis fragmentos relativos a la filosofía egipcia, los sacerdotes, los dioses, los santuarios, Moisés y el vino, en los cuales se menciona también a los gimnosofistas.

La resistencia de los espartanos frente a Pirro / foto dominio público en Wikimedia Commons

Su digresión sobre los judíos en esa obra sería la primera mención de ellos conocida en la literatura griega, y sería recogida posteriormente por Diodoro Sículo:

En la antigüedad se produjo una gran plaga en Egipto, y muchos atribuyeron la causa de la misma a los dioses, que estaban ofendidos con ellos. Porque desde que las multitudes de extranjeros de diferentes nacionalidades, que vivían allí, hicieron uso de sus ritos extranjeros en las ceremonias religiosas y sacrificios, la antigua manera de adorar a los dioses, practicada por los antepasados de los egipcios, se había perdido y olvidado por completo. Por lo tanto, los habitantes nativos llegaron a la conclusión de que, a menos que se expulsara a todos los extranjeros, nunca se librarían de sus miserias. Todos los extranjeros fueron inmediatamente expulsados, y los más valientes y nobles de entre ellos, bajo algunos líderes notables, fueron llevados a Grecia y otros lugares, como algunos relatan; los más famosos de sus líderes fueron Danao y Cadmo. Pero la mayor parte del pueblo descendió a un país no muy lejano de Egipto, que ahora se llama Judea y que en aquella época estaba totalmente deshabitado.(…) Esto es lo que Hecateo de Abdera ha relatado sobre los judíos.

Diodoro Sículo, Biblioteca histórica XL.3.8

Así, algunos asocian esta historia con la leyenda de los Danaidas, los míticos fundadores de Argos, asentados en el Peloponeso en tiempos inmemoriales, que serían en realidad los simeonitas perdidos, los miembros de la tribu de Simeón misteriosamente desaparecidos de la historia bíblica.

Toda la historia del intercambio epistolar, sea verdadera o falsa, se habría fraguado antes de la redacción del Libro de los Macabeos, probablemente a finales del siglo II a.C., y a partir de entonces habría circulado entre las élites, quizá como una forma de integrarse los judíos en el mundo helénico y, al mismo tiempo, asimilar a los griegos en sus propias tradiciones.


Fuentes

Biblioteca histórica (Diodoro Sículo) / Antigüedades judías (Flavio Josefo) / “The Purported Jewish-Spartan Affiliation.” The Construct of Identity in Hellenistic Judaism: Essays on Early Jewish Literature and History, by Erich S. Gruen, 1st ed., De Gruyter, Berlin; Boston, 2016, pp. 153–166. JSTOR, www.jstor.org/stable/j.ctvbkjxph.12 / The Missing Simeonites (Steven M. Collins) / The Spartans: ‘Children of Abraham, Brothers of the Jews’ (Christopher Eames)


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