La historia de los enfrentamientos entre el ejército de EEUU y los nativos americanos se saldó con una aplastante victoria final del primero, abrumadoramente superior en técnica y número, que terminó por imponer el apropiamento de las tierras de los segundos por parte de gobierno y colonos. Sin embargo, hubo un nativo que logró pasar a la historia por ser el único que consiguió derrotar a los Estados Unidos en una guerra que incluso lleva su nombre: el jefe oglala Nube Roja.
Aquella contienda se conoce también como Guerra de Bozeman porque tal era el apellido del pionero que en 1860 abrió una ruta a través del territorio de Wyoming para llegar al de Montana, en el contexto de la Fiebre del Oro de Pike’s Peak. Tras la de California, en 1858 se habían encontrado nuevas vetas del precioso metal al oeste y suroeste de los territorios de Kansas y Nebraska respectivamente (hablamos de territorios porque aún no eran estados), lo que impulsó a miles de aventureros a ponerse en marcha hacia allí y John Bozeman guió a muchos de ellos.
Como se ha visto en tantas películas, lo que se bautizó como Bozeman Trail, que empezaba en Fort Laramie y seguía hasta Yellowstone a tavés del río Powder y las montañas Bighorn, atravesaba las tierras de caza que los tratados habían asignado a los indios; a los sioux concretamente, que desenterraron el hacha de guerra para cerrar el paso a los intrusos. Aunque el explorador Jim Bridger halló una ruta alternativa, la Bridger Trail (un ramificación del Oregon Trail, que los españoles habían abierto desde diversos puntos del Missouri hasta el territorio de Oregón), ésta era más larga y por tanto menos utilizada.

El ejército tuvo que proteger a los mineros, construyendo una serie de fuertes. Pero en 1863 se volvió a descubrir oro en Bannack (Montana) y la oleada de gente creció, abocando a todos a la vía bélica. Los arapajos fueron los primeros en presentar resistencia armada en 1865, siendo derrotados por el general Patrick Edward Connor en la batalla del río Tongue. Sin embargo, la tensión seguía latente porque lakotas y cheyennes tampoco estaban dispuestos a permitir la violación de sus tierras y el 21 de diciembre de 1866 se produjo la famosa Masacre de Fetterman.
Quince años antes, delegados del Gobierno de EEUU habían firmado el Primer Tratado de Laramie con representantes de las tribus sioux, arapajo, cheyenne, crow, mandan, hidatsa y arikara. El acuerdo les reconocía la propiedad sobre sus respectivas tierras (aunque no faltaría controversia por delimitar las fronteras entre ellos), que se extendían desde el noroeste de Nebraska hasta el sureste de Montana, incluyendo la mitad occidental de Dakota del Sur, la oriental de Wyoming y el suroeste de Dakota del Norte, además del pago de cincuenta mil dólares anuales durante cincuenta años (luego rebajados a una década).

A su vez, las tribus garantizaban el libre paso de colonos por el Oregon Trail y permitían la construcción de caminos y fuertes, lo que demuestra que había voluntad de paz. Sin embargo, todo se incumplió casi desde el primer momento, empezando por que sólo se haría un pago y siguiendo por la afluencia de mineros y colonos, que hasta fundaron una ciudad, Denver City, en el recién creado territorio de Colorado… que estaba dentro de las fronteras indias. En 1854 tuvo lugar el Caso Grattan, una escaramuza desatada cuando un destacamento de soldados trató de arrestar a unos sioux acusados de robar una vaca y durante la acción falleció el jefe Oso Conquistador.
Pero todo eclosionó, sobre todo, por la pasividad del Gobierno ante las matanzas de bisontes que llevaban a cabo cazadores blancos en territorio indio; cien mil al año se mataban, muchos de ellos gratuitamente, sin verdadero carácter cinegético, provocando un importante descenso de la cantidad de animales. Eso ponía en peligro la superviviencia de las tribus, cuyo modo de vida se basaba en el aprovechamiento de la carne, piel y grasa del bisonte, y que acabaron envueltas en guerras entre ellas al intentar buscar deseperadamente piezas en los dominios de las demás.
La cosa se volvió tan grave que en el verano de 1862 los arikara y yanktonai tuvieron que emigrar presionados por otros, igual que en 1859 los lakota habían expulsado del oeste del Powder a los crow (de ahí el odio que les profesaban éstos, que les llevaría a aliarse con los blancos junto con los pawneee, arikara, hidatsa y mandan). De este modo, el gran territorio indio común quedó divivido en zonas particulares de cada tribu que, a la larga, originarían sus respectivas reservas. En ese contexto se incrementó el flujo de mineros, agravando la situación y por eso se construyeron tres fuertes en la región.

Levantarlos no fue fácil, ya que desde enero de 1865 sufrían ataques de la alianza de las tres tribus (sioux, cheyennes y arapajos), constantes y tan rápidos que no daba tiempo a perseguirlos. A menudo, los nativos aparecían por sorpresa en plena labor maderera, mataban a un puñado de hombres y desparecían velozmente. El coronel Henry B. Harrington recibía constantes presiones para pasar a la ofensiva pero lo consideraba absurdo por falta de efectivos y un armamento obsoleto, con mosquetes de avancarga. En 1866, la iniciativa personal del capitán William J. Fetterman, un oficial soberbio y ansioso de encabezar una operación punitiva dio un giro a todo.
Carecía de caballería y sólo llevaba ochenta hombres, pese a lo cual Fetterman se confió en exceso, no siguió la orden de limitarse a escoltar a los leñadores y cayó en una emboscada al perseguir a un grupo que hacía de señuelo, liderado por un joven oglala veinteañero llamado Caballo Loco. Todos los soldados perecieron (los indios la llamaron Batalla de los Cien Muertos) a manos de dos mil guerreros de una alianza sioux-cheyenne-arapajó, en un auténtico antecedente de lo que años después pasaría en Little Bighorn. Aquella celada demostró a los militares que no se enfrentaban a un simple grupo de salvajes sino a guerreros que actuaban coordinamente siguiendo una táctica y el ejército aún no estaba preparado para hacerles frente.
La consiguiente comisión de investigación determinó que la causa del problema era el incumplimiento del tratado, de ahí que recomendase intentar una solución negociada. En la primavera de 1868, las tribus se avinieron a un nuevo encuentro con los blancos en Fort Laramie. Como en el caso anterior, la idea era solicitarles una autorización de paso a cambio de proporcionar provisiones, ya que los indios seguían sufriendo la falta de bisontes y había hambruna entre ellos. Pero no se les informó de que el permiso debía llevar incluido el establecimiento de guarniciones militares para garantizar la protección de los viajeros.
De hecho, aún se estaba en plenas conversaciones cuando llegaron dos batallones con materiales de construcción y eso dio al traste con las negociaciones. El jefe cheyenne Estrella de la Mañana se avino a firmar, pero hubo otro que consideró un insulto la presencia de tropas cuando todavía se estaba discutiendo, algo que consideró mala fe. Se trataba del jefe lakota oglala Nube Roja, el hombre que diseñó la táctica victoriosa contra Fetterman y dirigía las operaciones bélicas, quien se negó a firmar y abandonó Fort Laramie con los suyos, advirtiendo de que consideraría un intruso a todo aquel blanco que hubiera en el entorno del Powder.

Aclaremos que la nación sioux se componía de tres grandes pueblos, santee, wiciyela y teton, cada uno dividido a su vez en función del dialecto que empleaban: los primeros, en mdewakanton, sisseton, wahpekute y wahpeton, hablando dakota; los segundos, de habla nakota, en yanktonai, hunkpatina y stoney-assiniboine; por último, los teton estaban constituidos por hunkpapas, oglalas, sihasapas (pies negros), brulés, miniconjous, itazipacolas y oohenonpas (aunque había más subgrupos), siendo su dialecto el lakota.
Por su parte, el pueblo cheyenne estaba formado por dos tribus, sotaeo’o y tsitsistas, que a su vez se dividían en diez grupos. Su lengua era algonquina, como la de los arapajós, con los que estaban emparentados, pues ambos habitaban las vastas praderas de EEUU, desplazando hacia el sur a los kiowas y, a su vez, siendo empujados hacia el oeste por los mucho más numerosos lakotas. No se enfrentaron al ejército hasta 1857 y parecía que no iba a pasar a mayores porque el Tratado de Fort Wise, firmado cuatro años después, parecía poner paz.
No fue así. Siempre hubo división entre ellos, incluso dentro de una misma tribu, y algunos aceptaron ir a la reserva que les ofrecieron mientras otros se negaban. En 1864 los Voluntarios de Colorado, una milicia ciudadana, perpetraron la brutal Masacre de Sand Creek como represalia a los ataques de guerreros perro cheyenne. La respuesta llegó meses después, inspirada en los éxitos de sus vecinos septentrionales y con el apoyo de kiowas, comanches, arapajós del sur y apaches de las praderas: asesinar a todo blanco que encontraron; hasta se les unieron los lakotas para incendiar el pequeño pueblo de Julesburg (sus habitantes se habían refugiado en Fort Rankin).

A continuación, la mitad de ellos emprendieron la marcha para reunirse con sus hermanos del norte y los sioux, juntándose nada menos que ocho mil individuos. El resto, bajo el mando del jefe Caldera Negra (que en Sand Creek había ondeado una bandera estadounidense como protección tan ingenua como inútilmente), prefirieron quedarse siguiendo un nuevo acuerdo, pactado en noviembre de 1865, por el que se comprometían a abandonar Colorado junto a los arapajós sureños.
Fue un nuevo error porque el ejército ya había iniciado una campaña al mando del general Sheridan y en 1868, en la batalla de Washita el 7º de Caballería, al mando del célebre Custer, atacó su campamento de noche y en medio de una tormenta de nieve, arrasándolo y dejando a los cheyennes depedendientes del aprovisionamiento de los blancos. Eso no gusto a los más irreductibles, que protagonizaron una nueva escisión para irse también al norte, aunque fueron alcanzados por el camino y exterminados en la batalla de Summit Springs por los soldados y sus aliados pawnees.
Volvamos a Nube Roja, cuyo nombre en lakota era Maȟpíya Lúta y nació cerca del río Platte (actual estado de Nebaska) en 1822. Era hijo de un jefe sioux brulé, Hombre Solitario, y una sioux oglala, Camina Como Ella Piensa. Al quedar huérfano de ambos padres, que murieron alcoholizados siendo él muy joven, hacia 1825, y dado que la tradición lakota era matrilineal -los niños pertenecían al clan de la madre-, fue criado por su tío materno, un jefe llamado Humo Viejo. Era un guerrero imponente, fornido y de casi dos metros de estatura, que solía usar un espectacular tocado de plumas de águila de tal tamaño que lo arrastraba tras de sí.

Nube Roja, que contrastaría por su pequeño tamaño, tuvo un maestro perfecto en él, pues lideraba a los oglalas itéšiča (malas caras). A su lado aprendió a luchar, combatiendo a los pawnee y crow, sucediéndole en el mando cuando a los ochenta y nueve años de edad falleció de muerte natural en 1864 cerca de Fort Laramie (tan cerca que el teniente coronel Henry Schell, un cirujano militar, robó el cuerpo y lo envió al Smithsonian Institute; no fue devuelto hasta 1994, descansando hoy sus restos en Porcupine, un pequeño pueblo de Dakota del Sur). Nube Roja fue su heredero gracias a una mezcla de carisma, valor y crueldad que se impuso sobre todos.
Pese a que el astuto plan de la victoria contra Fetterman fue de Nube Roja, él no tomó parte en el ataque personalmente porque ya tenía cuarenta y tres años, edad a la que aún podía combatir pero en la que los jefes solían delegar la acción directa en los más jóvenes, reservándose ellos el planteamiento táctico. Lo que sí hizo fue continuar dirigiendo una guerra de guerrillas que tuvo momentos especialmente intensos en las escaramuzas del Puente del Platte, Hayfield y Wagon Box, en el verano de 1867, de resultado incierto porque los soldados ya contaban con armas de repetición y causaron muchas bajas a los indios (pese a lo cual, éstos se atribuyeron la victoria).
Poco a poco, la situación se fue tornando más grave que la simple molestia inicial: transportes por caravana, trenes, construcción del ferrocarril, caravanas de mineros y madereros… todos sufrían la ira inesperada de los indios, lo que suponía una amenaza por partida doble: terminada la Guerra de Secesión, licenciándose más soldados de los que se alistaban y haciendo falta tropas en la ocupación de los estados del Sur, resultaba inoportuno desviar efectivos para una guerra con los indios.

Por eso en el verano de 1867 se organizó una Comisión de Paz. La integraban el senador Henderson (presidente del Comité de Asignaciones Indígenas del Senado) y militares como los generales Terry y Sherman (que tuvo que ser sustituido por otro al manifestarse en contra de la política de paz), además de los coroneles Tappan (el hombre que se encargó de la comisión de investigación de la Masacre de Sand Creek) y Sanborn (artífice del Tratado Little Arkansas de 1865 con los kiowas, comanches, apaches de las llanuras, cheyennes del sur y arapajós del sur).
El resultado de esas gestiones, en la primavera de 1868, fue la firma del Segundo Tratado de Fort Laramie con los oglala, miniconjou, brulé, yanktonai y arapajós, entregándoles el territorio del West River, que pasó a ser denominado Gran Reserva Sioux, al ocupar buena parte de Dakota del Sur y Nebraska; esta última ya era un estado, por lo quedaba integrada en EEUU, lo que a la larga iba a generar problemas otra vez. Especialmente porque los lakota se autoconcedieron también el derecho a cazar en zonas no asignadas de Wyoming y del resto de Nebraska.
El Gobierno prefirió no forzar, limitándose a establecer varias agencias para regular la situación, entre otras cosas porque sus tropas menguaron su presencia debido a que otras condiciones del acuerdo estipulaban que el ejército abandonaría los fuertes del Bozeman Trail, que se procuraría civilización a los nativos (entendiendo por tal, médicos, educación, sanidad y asesoramiento tecnológico) y se les entregarían suministros semanales. Asimismo, se dejaría a los cheyennes del norte la parte occidental del río Powder, integrado en el nuevo territorio sioux.

Entre los firmantes indios figuraban Nube Roja y Toro Sentado, si bien no hubo unanimidad entre las tribus y muchos se negaron a aceptarlo a título individual. El primero, además, se hizo de rogar al negarse a acudir a Fort Laramie hasta comprobar que, efectivamente, se evacuaban los puestos militares, como así hubo que hacer para que aceptase. Tampoco los crows quedaron conformes, al sentirse traicionados por sus aliados blancos y ver que parte de su territorio pasaba a manos enemigas, pasando, junto a los soshones, a ser fruto de ataques sioux y cheyennes.

Pero, a pesar de la marcha de las tropas, Nube Roja no estaba del todo satifecho. En la primavera de 1869 acudió con un millar de oglalas a Fort Laramie para comerciar y recoger los víveres prometidos, encontrándose con que le redirigían a una agencia de Fort Randall, que estaba a quinientos kilómetros. Volvió a surgir el malestar y para solucionarlo intervino el nuevo comisionado de Asuntos Indios, Ely Parker, de quien ya hablamos en otro artículo.
Además de ingeniero y teniente coronel del ejército, donde durante la guerra de Secesión fue secretario del general Ulysses S. Grant, (ahora presidente), Parker era miembro de la tribu iroquesa seneca, lo que le daba una perspectiva más empática que la de los blancos hacia sus hermanos nativos. Por tanto, invitó a Nube Roja a visitar Washington y discutir los nuevos problemas. El jefe oglala aceptó y durante cinco días viajó en tren hacia el este, acompañado de quince de los suyos.
Una vez en la capital se les dispensó un gran recibimiento en la Casa Blanca y Nube Roja dejó una observación para el recuerdo, al decir que los hombres blancos tenían mucha más comida que ellos. Pero habían ido a negociar y se discutió sobre la ubicación de la agencia de aprovisionamiento, pues los indios entendían que según el tratado debía estar en Fort Laramie. Como Grant no parecía dispuesto a ceder, Nube Roja advirtió de que regresaría a su casa al día siguiente. La intervención de Parker fue crucial para desatascar el asunto.

El comisionado dijo que el territorio del Powder quedaba fuera de la reserva, pero dentro de la zona de caza y no habría impedimento a que los sioux pudieran establecerse en ésta. Era la segunda vez que el pequeño jefe oglala -a quien se puso al frente de la nueva agencia de suministros- lograba imponerse al Gobierno de EEUU. A partir de ahí todo fue bien e incluso se le invitó a dar un discurso en el Cooper Institute de Nueva York. Lamentablemente, la esforzada implicación de Parker terminó por provocar su caída y las promesas, como siempre, se diluyeron progresivamente.
La demolición definitiva del Segundo Tratado de Laramie llegó en 1874, cuando se descubrió oro en las Black Hills, un territorio que en lakota se llamaba Pahá Sápa y tenía consideración sagrada, con el problema añadido de que estaba dentro de la Gran Reserva Sioux. Al año siguiente, Nube Roja viajó otra vez a Washington junto a Cola Moteada y Cuerno Solitario, jefes brulé y minneconjou respectivamente, para tratar de impedir la invasión de mineros. Pero sólo les ofrecieron una indemnización de veinticinco mil dólares y la reubicación en otro sitio.

No aceptaron y ello supuso el comienzo de una nueva guerra que duró hasta 1877, la que tuvo en la derrota de Custer el episodio más destacado. Nube Roja, que había entendido la inutilidad de enfrentarse a millones de enemigos blancos y, optando por el posibilismo, no participó en la contienda. Tampoco pudo convencer a la mayoría de los lakotas, especialmente a los jóvenes, que prefirieron seguir a los jefes más beligerantes, como su yerno Caballo Loco, Pequeño Gran Hombre y Toro Sentado.

Sin embargo, al acabar las hostilidades -con derrota y éxodo, pese al triunfo en Little Bighorn-, siguió defendiendo los derechos de los indios en la Reserva de Pine Ridge (Dakota del Sur), negándose a nuevas ventas de sus tierras para colonos, aunque a menudo era engañado con subterfugios jurídicos (por ejemplo, los tratados solían exigir la aprobación de tres cuartas partes de los indios, que se conseguían haciendo firmar a los niños). En la práctica no consiguió gran cosa y, por contra, fueron sus guerreros los que mataron a Caballo Loco durante su detención.
En 1884 se convirtió al catolicismo, en los mismos años en que se hizo amigo del paleontólogo Othniel C. Marsh, a quien permitía trabajar en la reserva en busca de fósiles a cambio de que gestionase la solución a los sempiternos retrasos en la entrega de provisiones. Asimismo no sólo no se quiso unir a la Danza de los Espíritus, celebración de carácter milenarista que se difundió en 1891 augurando el fin del hombre blanco -con el consiguiente riesgo de un nuevo conflicto-, sino que ordenó a su hijo que tampoco participara. En cambio, los suyos tuvieron que sacarlo de Wounded Knee por la fuerza, ya que quería quedarse.
Nube Roja falleció en 1907 y hoy da nombre a una ciudad de Nebraska, siendo el nativo más fotografiado del siglo XIX con más de un millar de retratos. Entre las muchas frases que dejó para la posteridad, hay una muy expresiva: «Nos hicieron muchas promesas, más de las que puedo recordar. Pero sólo cumplieron una: tomar nuestra tierra … y la tomaron».
Fuentes
Enterrad mi corazón en Wounded Knee (Dee Brown)/La tierra llora. La amarga historia de las guerras indias por la conquista del Oeste (Peter Cozzens)/Autobiography of Red Cloud, war leader of the Oglalas (Charles Wesley Allen)/Red Cloud and the Sioux problem (James C. Olson)/The heart of everything that is: The untold story of Red Cloud, an American legend (Bob Drury y Tom Clavin)/Wikipedia
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