Suele decirse que el verdadero sentido de la Historia consiste en aprender de los errores del pasado para evitar repetirlos. La frase es espléndida en forma y fondo, sólo que no se aplica en la práctica o suele resultar inútil por el cambio de contexto. A veces, sin embargo, hay excepciones y una de ellas fue la que protagonizaron los húngaros a mediados del siglo XIII, cuando tomaron buena nota de la devastadora invasión mongola para iniciar un programa de construcción de castillos de piedra que, cuatro décadas más tarde, les permitiría rechazar una segunda incursión.

En 1229 Ogodei, tercer hijo de Gengis Kan, había sucedido a su padre en el mando de la Horda de Oro, el imperio mongol. Centró su atención en la expansión hacia China y Asia central, acometidas por la Horda Blanca (el kanato oriental), mientras que su sobrino Batú Kan, vástago del primogénito Jochi (nieto de Gengis, pues), se ocupaba del oeste, o sea de Europa, al frente de la Horda Azul, el kanato que constituía la parte occidental de aquellos vastos dominios.

En 1237, la Horda Azul saqueó el Principado de Vladímir-Súzdal y tres años más tarde hizo otro tanto con el de Kiev. Eso dio alas a Batú para entrar en Polonia y seguir hacia Bohemia y Hungría, campando por el valle del Danubio hasta la costa del Adriático, sitiando Viena. No continuó porque aunque en 1241, en Legnica, había conseguido imponerse ante una coalición de las órdenes templaria, teutónica y hospitalaria, a la que se sumaron los polacos y el Sacro Imperio, la victoria resultó pírrica debido a la muerte de Ogodei y la consiguiente inestabilidad por la sucesión.

Los mongoles se llevan prisioneras húngaras en 1285, según el Chronicum Pictum/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Batú levantó el sitio y regresó para participar en la elección del sucesor. El proceso fue tormentoso y Batú, que discutió con sus parientes, vio imposible hacerse con el liderazgo, por lo que optó por marcharse y mantenerse al margen, estableciendo su capital en Sarái, en el Bajo Volga. En 1255 estaba planeando nuevas campañas cuando falleció, siendo sucedido en apenas un año por Sartaq, Ulaqchi y Berke, siendo éste el que retomase las razias sobre Galitzia, Lituania, Polonia y Prusia, exigiendo la sumisión del rey Béla IV de Hungría.

A pesar de que era quien ocupaba el trono húngaro durante la invasión de Batú Kan y, por tanto, sabía lo temible que resultaba el enemigo, el monarca se negó. Aquella guerra sólo había durado un año de marzo de 1241 a abril de 1242, pero resultó desastrosa para el país, incapaz de contener a los invasores. Miles de cumanos, túrquidos nómadas de las estepas que huían de los mongoles, pidieron asilo a Béla, que se lo concedió a cambio de su conversión al catolicismo y la adopción de la lengua húngara. No se adaptaron a su nueva vida sedentaria y eso originó disturbios internos en el país.

Extensión de la Horda de Oro a finales del siglo XIII/Imagen: Gabagool en Wikimedia Commons

Una de las acusaciones que se les hacían era ser agentes de los mongoles; de hecho, los cumanos orientales se habían unido a la Horda Azul. Pero éstos no necesitaban ayuda; cinco ejércitos que actuaban por separado, mandados por Kadan (hijo de Ogodei), Böchek y Bogutai, más el principal de Batú Kan y Subotai (el legendario general de Gengis) y otro que venía de asolar Polonia bajo la dirección de Orda (hermano de Batu) y Baidar (nieto de Gengis), cruzaron las fronteras húngaras, aplastaron a los locales en la batalla de Mohi y camparon a sus anchas.

Encontraron facilidades, eso sí, y no precisamente de los cumanos. Hungría no estaba preparada para rechazar a un enemigo tan poderoso y buena parte de sus ciudades carecían siquiera de murallas, mientras que los castillos estaban construidos siguiendo la tipología arquitectónica de los siglos IX y X, con simples empalizadas de madera que la maquinaria de asedio enemiga destrozó con facilidad. Únicamente una decena de fortalezas eran de piedra y fueron precisamente las que lograron resistir; alguna pese a haber quedado tras las lineas mongolas, si bien la mayoría lindaban con el Ducado de Austria.

El paso de las tropas de Batú y Subotai fue catastrófico. Se calcula que mataron a una cuarta parte de la población y saquearon e incendiaron dos tercios de las ciudades, antes de retirarse hacia el este por el citado óbito de Ogodei. Los cumanos, que emprendieron nuevamente la huida, arrasaron a su paso los campos que dejaron los mongoles, provocando así una terrible hambruna. Lo único positivo fue la conservación de la integridad territorial del país.

El rey Béla IV de Hungría en una miniatura de la Chronica Hungarorum, deJános Thuróczy/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Béla entendió que era necesario tomar medidas para prevenir otra posible oleada en el futuro y acometió un plan de defensa que incluía fundar un cuerpo de caballería pesada -el tipo de combatiente que mejor se había fajado ante el enemigo-, conceder la nobleza a quienes fueran capaces de acudir a su llamada con caballo y arnés, entregar el sudeste de Hungría a la Orden de San Juan a cambio de su ayuda, contratar un millar de ballesteros venecianos y pactar una cruzada con el papa Gregorio XI (que no se materializó por la enemistad entre el pontífice y el emperador Federico II Hohenstaufen).

Pero lo más importante del programa de Béla fue la construcción de castillos, casi un centenar, muy diferentes a los que había hasta entonces y que tan inútiles resultaron. Ahora los ordenó hacer de piedra y ubicados en lugares elevados, de modo que la gente pudiera refugiarse en ellos al darse la señal de alarma y, haciendo acopio de víveres, resistir un asedio, dificultando el aprovisionamiento de los sitiadores mediante una táctica de tierra quemada.

Las amenazas de la Horda se reprodujeron dos décadas después, cuando el rey rechazó la sugerencia de Batú Kan de entroncar con la corona de Hungría por vía matrimonial y, consecuentemente, incorporar un contingente húngaro a la nueva campaña europea que proyectaba. No se llegaría a concretar porque Batú murió en 1255, aunque su hermano y sucesor, Berke, insistió en ello, ofreciéndole al monarca parte del botín que obtuvieran y una exención de tributos. También obtuvo una respuesta negativa.

Béla falleció en 1270 sin que las advertencias mongolas se concretasen. Le sucedió su octavo vástago, Esteban V, que tuvo un reinado corto, de sólo dos años, cogiendo el testigo su hijo Ladislao IV. No tuvo un reinado fácil debido a que aún era un niño y los nobles más poderosos impusieron su autoridad. Pese a ello, le ayudaron a reprimir una insurrección que protagonizaron los cumanos en 1282; toda una ironía teniendo en cuenta que al rey se le conoce por el apodo de el Cumano porque su madre, Isabel, era una princesa de esa etnia.

La situación se tornó aún más caótica al año siguiente, cuando Ladislao abandonó a su esposa y renunció al cristianismo, yéndose a vivir entre los cumanos y tomando a varias mujeres como concubinas. Y mientras, otros cumanos acudieron a la Horda de Oro pidiendo una intervención. Nogai Kan, tataranieto de Gengis y sobrino de Berke (a quien apoyó en la guerra civil contra Hulagu), no podía aspirar al trono por ser su madre una concubina, pero era el gobernante de facto al delegar en él Arghun Kan, con quien llegó a un acuerdo para ocuparse de la zona occidental.

El castillo de Spis (en la actual Eslovaquia), uno de los mandados construir por Béla IV/Imagen: Petr Kratochvil

Entre 1259 y 1265 bien asesorado por el famoso general Burundái, se había convertido en un experimentado militar después de un período de razias por Polonia, Tracia y Lituania que se extendió desde 1259 hasta 1271. Asimismo, había conseguido la alianza bizantina tras casarse con una hija ilegítima del emperador Miguel VIII Paleólogo, así que todas las circunstancias hacían soplar el viento a favor de una segunda invasión de Hungría, aprovechando el confuso estado en que estaba el país.

Al igual que en la expedición de Batú, la invasión no se llevó a cabo desde un único punto sino que Neogai entró al mando de un ejército a través de Transilvania, mientras que Talabuga, nieto de Batú Kan, lo hacía por el norte (atravesando Transcarpacia y Moravia). Además, una tercera fuerza enviada por el rey León I de Galitzia-Volhynia (lo que más adelante sería el Reino de Rutenia), reforzada con tropas de la Rus de Kiev, en ambos casos por obligación de vasallaje hacia la Horda de Oro, penetró por el centro. Era el invierno de 1281.

Ladislao IV de Hungría ataviado a la moda cumana en una ilustración del Chronicum Pictum/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Se escogió esa estación para coger por sorpresa a los húngaros y porque en ese momento los mongoles pasaban por una poco común etapa de estabilidad interna. Algo que, de paso, sirvió para poder reunir una considerable cantidad de efectivos, aunque no tantos como cuentan las habitualmente exageradas crónicas, que hablan de cien mil y hasta doscientos mil hombres; los historiadores actuales rebajan la estimación a unos treinta mil. Enfrente, el adversario presentaba un número similar.

Talabuga sufrió un duro revés en los Cárpatos al tratar de cruzarlos en plena nevada. El frío y el hambre, causado éste por la falta de víveres debido a que los húngaros, como había previsto Béla, corrieron a refugiarse a los castillos destruyendo todo lo que no pudieron llevar consigo, sufrieron bastantes bajas, empeoradas por las acciones guerrilleras del enemigo, que tenía que recurrir a esa táctica ante la insuficiencia de soldados.

De hecho, los mongoles encontraron abandonadas la mayoría de las ciudades. Incluso Pest, si bien Buda resistía con sus ataques sorpresivos bajo el liderazgo de Isabel la Cumana. Por contra, fueron incapaces de conquistar ningún castillo ni urbe fortificada, cargando otra vez de razón a Béla IV. Otra cosa eran los pueblos, donde los campesinos quedaron desamparados y sufrieron las iras del invasor. Pero éste fue contundentemente derrotado en Turusko, en las montañas Trascău (una cordillera de los Cárpatos occidentales que hoy se encuentra en Rumanía).

Talabuga no tuvo más remedio que emprender la retirada, durante la cual se vio envuelto en una emboscada tendida por la caballería ligera székely (los sículos, una etnia de lengua húngara que habitaba el sureste, en la zona oriental de Transilvania), que mermó su ejército hasta tal punto que la leyenda decía que sólo quedarón él, su esposa y un caballo. En realidad, los supervivientes todavía pudieron saquear las localidades de Volinia (el oeste de Ucrania) por las que fueron pasando en su penosa marcha.

El Reino de Hungría en la segunda mitad del siglo XIII/Imagen: Fz22 en Wikimedia Commons

Nogai, en cambio, acampó en la región transilvana hasta la primavera, empleando el tiempo en depredar poblaciones, caso de Brasov, Reghin o Bistrita, por citar las más destacadas; incluso logró tomar algún castillo importante, como el de Ban Mikod (situado en Turda, en la provincia rumana de Cluj), que pertenecía a la corona. Pero tuvo que afrontar ataques sucesivos de sajones, valacos y székelys, encabezados por el voivoda Roland Borsa, un héroe local, que fueron diezmando sus tropas. Ante la noticia de que Ladislao IV marchaba hacia allí para rematarlo, optó por levantar el campamento y retirarse también.

La estrategia húngara de fortificaciones inexpugnables, tierra quemada y guerrillas sirvió de ejemplo para los polacos al año siguiente, cuando Nogai y Talabuga intentaron una invasión de ese país para evitar la intervención del duque Leszek II el Negro en apoyo de Hungría y Rutenia. Mal coordinados a causa de las crecientes desavenencias de sus líderes, los mongoles fueron incapaces de tomar ningún castillo importante ni ciudad fortificada, al igual que su incursión contra los circasianos en 1290 también acabó en fracaso.

Nogai, que había encumbrado a Talabuga a la cabeza de la Horda de Oro, terminó asesinándolo en 1291 y sustitituyéndolo por Toqta, nieto de Batú Kan… con quien acabó sumido en una guerra civil al ver que no podía manejarlo a su antojo. Perdió la vida en 1300, en una batalla contra fuerzas rusas leales a Toqta, pero uno de sus hijos sería zar de Bulgaria. Para entonces Ladislao, que había retomado su modo de vida prebélica cumana -hasta fue excomulgado por volver al paganismo-, llevaba una década muerto, a manos de una nobleza que estaba harta de él.


Fuentes

A history of Hungary (Peter F. Sugar y Péter Hanák)/The Mongols and the West: 1221–1410 (Peter Jackson)/The History of the Mongol conquests (J.J. Saunders)./Transylvania in the second half of the Thirteenth Century. The rise of the congregation system (Tudor Salagean)/Wikipedia


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