ARQUERO: ¿Pero cuál es tu nombre?
EURÍPIDES: Artemisia.
ARQUERO: Lo recordaré. Artemuxia.
Este divertido diálogo corresponde a Las Tesmoforiantes, una comedia escrita por Aristófanes en el año 411 a.C. que transcurre durante las Tesmoforias, fiestas homónimas que se celebraban en honor de la diosa Deméter y su hija Perséfone. Cuando las atenienses planean vengarse de Eurípides por la imagen grotesca que da de ellas en sus obras, el dramaturgo envía a su suegro Mnesíloco disfrazado de mujer para que las espíe en una reunión que realizan en casa del afeminado Agatón y hable en su favor. Pero descubren al intruso y lo denuncian ante el Pritáneo.
En el mundo helénico, el Pritáneo era la sede del poder ejecutivo, generalmente ubicada en el Ágora. Allí se custodiaba el fuego sagrado de Hestia (la hija de Cronos y Rea, hermana pues de Zeus, que se mantenía al margen de las disputas entre hombres y dioses, constituyendo el antecedente de la Vesta romana), allí se celebraban banquetes públicos, allí se guardaban las reservas de grano y allí se reunían los cincuenta pritanos (uno por cada tribu) seleccionados de entre los quinientos de la Boulé (el Consejo) para ejercer el gobierno.
Pues bien, los pritanos necesitaban de un cuerpo armado que se encargase de hacer cumplir las leyes para garantizar la eukosmía (orden). En tiempos de los tiranos, esa labor policial la ejercían los doríforos, sus respectivas guardias personales, pero en la época democrática se desarrollaron varios cuerpos, como los agoránomos (inspectores de mercado rurales), los astínomos (inspectores urbanos), los inspectores de mujeres y los arqueros escitas. Y aquí es donde hay que remitirse otra vez al diálogo de Las Tesmoforiantes con que abrimos el artículo.
Como se puede leer, al guardia encargado del arresto de Mnesíloco se le nombra como arquero. En la traducción del diálogo se pierden los matices del lenguaje que emplea, lleno de barbarismos y que origina un efecto cómico difícil de reproducir. El griego original que usa el arquero es entrecortado, con una pronunciación laxa (lenis) que omite las consonantes sigma y nu al final de las palabras, al igual que sustituye la primera por la xi. ¿Por qué? Porque el personaje no es ateniense, ni siquiera heleno, sino escita. La consiguiente pregunta es: ¿qué llevó a Aristófanes a meter un escita haciendo de policía en Atenas?
La respuesta remite a los toxotai skythai o arqueros escitas, también denominados speusinioi en referencia a un tal Speusinos, que habría sido el fundador de ese curioso cuerpo. Obviamente, no estaba formado por ciudadanos sino por extranjeros y además demosioi, es decir, esclavos propiedad del Estado. Ese tipo de esclavitud permitía al que la sufría cierto grado de autonomía y trabajar en diversos ámbitos (artesanía, comercio o, como en este caso, policía) a cambio del pago de una apophora (tarifa), lo que les permitía ganar dinero y, a veces hasta comprar su libertad.
Inicialmente eran tres centenares, según atestigua Andócides, que además añade que fueron comprados, no capturados (acaso porque resultaban más fiables que los locales), tras la paz firmada entre Atenas y Esparta en el año 451 a.C. Ese número aparece más de una vez en la historia de la Antigua Grecia: trescientos fueron los espartanos de Leónidas en las Termópilas, trescientos los campeones seleccionados por Argos y Esparta para combatir evitando la guerra a gran escala… Sin embargo, hablando de guerra, los arqueros escitas incrementarían su número a mil doscientos más tarde, lo que se interpreta como una ampliación a funciones militares.
Así parecen probarlo algunas representaciones de esa fuerza en vasijas áticas, en las que se les ve junto a héroes hoplitas, aunque hay quien opina que sólo se trata de un convencionalismo iconográfico y no representaría a verdaderos escitas, sólo sirvientes ataviados a su moda. De todos modos, la mayoría de esas piezas son del siglo VI a.C., por lo que dicha función guerrera habría tenido ese precedente -seguramente mercenario- y se discute si realmente guardaba relación con el cuerpo posterior.
De hecho, las fuentes son confusas porque usan la palabra arquero tanto para los escitas como para los soldados griegos que usaban ese arma y, por otra parte, algunos historiadores consideran que un millar era un número excesivo de efectivos para una ciudad del tamaño de Atenas, que por esa época rondaría el cuarto de millón de habitantes. Eso sí, hay que tener en cuenta que más de la mitad eran esclavos, alrededor de setenta mil serían extranjeros y únicamente habría unos cuarenta mil con la ciudadanía que otorgaba derechos políticos.
Un fragmento de la Suda (una enciclopedia bizantina del siglo X d.C.), confirmado por Aristófanes, dice que, al principio, los arqueros escitas acampaban en tiendas o barracones de madera en medio del Ágora, pero que después se instalaron en el Areópago cuando probablemente hizo falta más sitio en la plaza a causa del crecimiento urbano que experimentó la ciudad, derivado de la prosperidad económica. En cualquier caso, debió ser un curioso espectáculo para los ciudadanos, por el exotismo de aquellas gentes.
Los speusinioi vestían a la moda de su tierra, con túnica de colores, pantalón ancho y gorro frigio. No hay certeza sobre si portaban su equipamiento habitual (aunque se supone que sí, dado el nombre que recibían): el arco compuesto que caracterizaba a los guerreros escitas y que guardaban, junto a las flechas, en el no menos típico gorytos (un carcaj de cuero de profusa decoración). Probablemente no necesitaban el coselete de cuero -a veces con cota de escamas encima-, escudo, jabalina y sagaris (hacha) que usaban en combate. Mucho menos el caballo, pese a estar tan ligado a ese pueblo, puesto que el ámbito de actuación era estrictamente urbano.
En cambio, sí portaban su tradicional acinaces (espada corta) y un látigo, símbolo de una autoridad (“…tuve que secarme las lágrimas cuando vi a un anciano siendo golpeado por otro hombre, un arquero” se lee en la Suda) de la que, sin embargo, carecían por sí mismos, dado el escaso prestigio de que gozaban por su condición social esclava. Se trataba, pues, de una fuerza de intervención directa para cualquier eventualidad, similar a la mencionada de los doríforos (guardias de los tiranos), pero siempre teniendo en cuenta que no eran la única en ejercer funciones policiales en Atenas y que las de mayor nivel (custodiar la Acrópolis, por ejemplo) corrían a cargo de otras fuerzas intregradas por ciudadanos.
En ese sentido, sus intervenciones serían únicamente por orden de los Once, aunque éstos no los tenían a sus órdenes en exclusiva sino también a otros cuerpos de seguridad. Los Once eran magistrados (once, evidentemente) dedicados a gestionar las detenciones y ejecuciones, así como a la preservación del orden público en determinados ámbitos; es el caso de la Boulé y la Ekklesía (o sea, el Consejo y la Asamblea), donde impedir que tomase la palabra quien no le correspondía, servir de mediadores con los embajadores y vigilar la entrada serían sus principales competencias, a las órdenes de los pritanos. Lo llevaban a la práctica mediante los arqueros escitas.
En Memorabilia, Jenofonte cuenta que Glaucón, hijo de Aristón, fue expulsado de la Asamblea por intentar hablar postulándose para dirigir la ciudad pese a no haber cumplido los veinte años preceptivos. El propio Aristófanes, en su obra Los caballeros, incluye una escena en la que pritanos y escitas obligan a salir de la Boulé al paflagonio Cleón y le sustituyen por un vendedor de morcillas por proponer escuchar la oferta de paz espartana. Asimismo, en otra de sus comedias, Los acarnienses, los arqueros desalojan de la Asamblea al negociador Anfiteo.
Las comedias de Aristófanes (las ya citadas más Lisístrata), muestran una imagen negativa de los arqueros, acorde a su condición de bárbaros: brutos, cobardes, lujuriosos y torpes al hablar; inferiores a los griegos, por tanto, estando justificada su sumisión. Precisamente en Lisístrata aparecen, dirigidos por uno de los diez comisarios elegidos tras la derrota de Sicilia del 413 a.C., enfrentándose a las mujeres, que les hacen retroceder indignadas ante la idea de ser reprimidas por esclavos.
Paradójicamente, también debían obedecer las instrucciones de los seis lexiarcas (magistrados encargados del registro o padrón de los ciudadanos atenienses que, por su edad y demás circunstancias, tenían derecho a administrar libremente sus bienes). Decimos que es paradójico porque si antes expulsaban o restringían el paso a la Asamblea, en este otro cometido debían obligar al pueblo a asistir. Es posible que se encargasen de tender la cuerda roja que ponía en evidencia a los rezagados para multarlos (o privarles del pago que se hacía por la asistencia), aunque las únicas referencias que se conservan al respecto, Julio Pólux y Hesiquio, no lo especifican.
El problema es la falta de concreción de la información disponible, debido a la escasez de fuentes. Los arqueros escitas no aparecen reseñados en la Constitución de los atenienses, esa antología legislativa recopilada por Aristóteles y sus pupilos entre el 330 y 322 a.C., así que, básicamente, sólo aparecen en estelas como la de Getes, enterramientos o, como vimos, algunos textos, literatura aristofánica aparte (Sobre los misterios, de Andócides; Memorabilia. Recuerdos de Sócrates, de Jenofonte; fragmentos de Hesiquio; Onomástico de Julio Pólux). Suficiente para acreditar su existencia quizá, pero no para saber en qué momento nació el cuerpo (¿siglo V o IV a.C?) ni cuánto tiempo duró.
Respecto a eso último, los speusinioi desaparecieron de toda reseña, sin más, a partir del 390 a.C. (posiblemente por la crisis económica que sufrieron las polis tras la Guerra del Peloponeso). Y lo hicieron sin que haya constancia de haber sido sustituidos por otra fuerza, si bien fue algo parejo a otros cambios: desde el 411 a.C., la Boulé pasó a ser un consejo de cuatrocientos miembros en vez de quinientos, presidido por cinco proedros (que no hay que confundir con los altos eclesiásticos bizantinos).
Quizá las competencias de los arqueros escitas fueran asumidas por esclavos públicos asignados a cada magistrado, con sus respectivas parcelas bien especificadas. De hecho, en un manuscrito de Lisístrata se encontró un scholion (anotación al margen) en el que ponía que los atenienses llamaban escitas a todos los esclavos públicos.
Fuentes
Las Tesmoforiantes (Aristófanes)/Los acarnienses. Los caballeros (Aristófanes)/La policía en Grecia: de la polis al estado helenístico (M. Aurora Antolín García)/Constitución de los atenienses (Aristóteles)/Scythian Archers (Elizabeth Baughman en Stoa)/Bobbies or boobies? The Scythian police force in Classical Athens (Balbina Bäbler en Scythians and Greeks. Cultural Interactions in Scythia, Athens and the Early Roman Empire. Sixth century BC-First century AD)/Wikipedia
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