Quién le iba a decir a Quinto Flavio Postumio Quieto que pasaría a la historia y, dieciocho siglos después de su muerte, su nombre seguiría siendo recordado. Era un simple prefecto y probablemente nadie se acordaría de él de no ser porque le tocó ser el último funcionario romano que estuvo a cargo de la Institutio alimentaria o Alimenta, un programa creado por el emperador Trajano que, como indica su nombre, subvencionaba alimentos y educación para los niños pobres.
No vamos a hablar de Quinto, por supuesto, sino de Alimenta. No surgió de la nada, pues se apoyaba en un órgano administrativo denominado Cura annonae, generalmente simplificado en annona, un término que derivaba de la diosa homónima de las cosechas y del suministro de grano a Roma (de ahí que su iconografía la muestre llevando un cuerno de la abundancia y con la proa de un barco detrás, a menudo en compañía de Ceres), pero que también se aplicaba al impuesto correspondiente, consistente en una derrama cobrada en especie a los propietarios de tierras.
La annona nació cuando la República romana empezó a expandirse más allá de la península itálica y se hizo necesario crear un sistema de comercio y transporte de víveres.
Algo que fue aumentando a medida que la población crecía y se iba dependiendo cada vez más de la importación de cereales desde Egipto, Sicilia y el norte de África en general, al tiempo que había que reenviar una parte a las zonas colonizadas, caso por ejemplo de Córcega y Cerdeña.
Originalmente la Cura annonae estaba dirigida por los ediles, pero en tiempos de Augusto, como vimos, pasó a manos del prefecto e incluso se instituyó un tipo específico, el praefectus annonae, magistratura que se incorporó al cursus honorum. El sistema funcionó hasta el siglo III d.C., cuando Aureliano suprimió todas las magistraturas relacionadas con el asunto y reformó la Cura annonae para sustituir el reparto de grano por el de otros productos, como pan, sal y carne, además de subvencionar los precios del vino y el aceite.
La progresiva caída demográfica experimentada por Roma desde entonces hizo perder importancia a la Cura annonae, aunque todavía se mantuvo tres siglos más gracias a que el rey ostrogodo Teodorico la restituyó -o quizá no había desaparecido y se limitó a darle un nuevo impulso- cuando conquistó la ciudad. En el Imperio Romano de Oriente llegó a su fin tras la caída de Egipto en manos sasánidas, ya en el siglo VII d.C.
Volvamos ahora atrás, al período de Trajano, que en el año 98 d.C. sucedió en el trono a su padre adoptivo, Nerva, siendo muy bien recibido por el Senado a pesar de que se trataba del primer emperador no nacido en Italia (lo hizo en Hispania).
Trajano decidió continuar la política expansionista de Domiciano, aprovechando que el dacio Decébalo no había respetado las condiciones de paz pactadas, y las legiones cruzaron el Danubio iniciando lo que se iba a convertir en dos sangrientas guerras: la primera entre los años 101 y 102; la segunda, del 105 al 106.
Aunque la victoria final fue para Roma, que cubrió sobradamente los gastos bélicos gracias a las ricas minas de oro de la región y a la venta como esclavos de la mayoría de los dacios, por el camino quedaron muchos huérfanos de legionarios abocados a la pobreza. Ésa fue una de las razones que se suelen aducir para explicar por qué el emperador ordenó la implantación de la Institutio alimentaria en el año 114. De hecho, el botín obtenido sirvió para sufragar las partidas iniciales, si bien después se pasó a un sistema impositivo y de donaciones que veremos más adelante.
Sin embargo, no todos los historiadores creen que obedeciera únicamente a una preocupación por las clases desamparadas. Y cuando decimos historiadores nos referimos también a los de la época, pues el mismo Plinio el Viejo dejó constancia de que el verdadero motivo habría sido fomentar la natalidad, al decir que los beneficiarios del programa procedían de los cuarteles y las tribus. Es decir, no sólo los hijos de militares fallecidos.
Promover que los romanos tuvieran más hijos no era una política nueva. La había instaurado Augusto en el 23 a.C., a través de su Lex Iulia de maritandis ordinibus, que incitaba a casarse y procrear con el objetivo de incrementar el número de ciudadanos de clase alta. Para ello, ofrecía incentivos económicos (por ejemplo, a los matrimonios que superasen los tres vástagos), a la par que penalizaba con no poder asistir a los juegos ni recibir herencias a los que se mantenían célibes y a las viudas jóvenes que se negaban a aceptar un nuevo marido.
Ahora bien, las cosas habían cambiado mucho desde la era augustana. Por un lado, el imperio ya no se limitaba a la ciudad ni a la península itálica sino que se extendía por casi toda Europa, el África septentrional y Oriente Próximo; por otro, el poder estaba concentrado en el mandatario, sin que hubiera un contrapeso real en el Senado. Por eso, resulta sorprendente saber que Alimenta iba dirigido exclusivamente a los romanos de Italia ¿Qué razón podía haber para esa exclusividad?
Los diversos historiadores que han tratado el tema deducen que lo que Trajano pretendía era reforzar el papel político del núcleo poblacional original mediante una mejora de su situación económica.
Algunas medidas adoptadas aparte parecen refrendar esa estrategia, como la obligación impuesta a los senadores de que al menos un tercio de sus propiedades estuviera en territorio italiano, aún cuando el dueño viviera en provincias, para estrechar el vínculo con su patria.
En otras palabras, lo que empezó siendo una medida de Trajano en ayuda de los pobres tras las Guerras Dacias, que además se plasmó incluso en el regalo de tres congiaria (el congiarium era un pago, ya en en metálico, ya en especie, que se hacía a todo el pueblo en vez de sólo a los soldados, como el donativum), continuando una iniciativa de Nerva pero multiplicándola (la primera vez dió 99 denarios por persona, 24 más que su predecesor, pero en los dos siguientes, uno por cada guerra, la cifra se disparó a 650), pasó luego a convertirse en un instrumento político.
El programa Alimenta fue exitoso, teniendo en cuenta que duró siglo y medio, incluso a pesar de que, según los cálculos, únicamente se benefició una pequeña cantidad de los potenciales candidatos (un estudio realizado en la ciudad de Veleya, en Piacenza, revela un 10%). El propio Adriano, sucesor de Trajano, lo continuó y, como vimos, se mantuvo hasta que Aureliano le puso fin en el 271 d.C. Al menos con ese formato, ya que se cree que su idea era poner en marcha algo parecido pero más extremo, de ahí su reforma de la Cura annonae.
La financiación de dicho formato se basaba en el cobro de intereses al 5% (mucho menor del habitual entre particulares, que se situaba en torno al 12%) a los préstamos hipotecarios que se concedían para su explotación a los grandes terratenientes; solamente a ellos, por aquello de que ofrecían más garantías de pago merced a la obligatio praedorium, un registro de bienes, y a la hipoteca de algunas de sus fincas, aunque no está claro si debían acceder voluntaria u obligatoriamente, pues es posible que muchos se mostrasen remisos a colaborar y el emperador tuviera que ejercer cierta presión sobre ellos.
La explotación privada de tierras públicas a cambio del pago de un impuesto llamado vectigal, destinado a la infancia desfavorecida en este caso, no era rara y existía desde la etapa monárquica. Sin embargo, esta variante es posterior y puede que partiera de una idea de Nerva, quien no lo habría podido desarrollar debido a su corto reinado y Trajano recogió el testigo. Al igual que muchas monedas, los relieves del Arco de Trajano en Benevento muestran a varios colonos llevando a sus vástagos ante una mesa, donde el praefectus alimetorum está dirigiendo la distribución del pago a niños por parte de sus sobordinados, los quaestores alimentorum.
Pero el documento original más importante es la Tabula Alimentaria de Trajano, encontrada en el siglo XVIII en la reseñada ciudad de Veleya. Se trata de una enorme plancha de bronce que explica el procedimiento del préstamo imperial, distinguiendo dos fases sucesivas. La primera, sobre los 72.000 sestercios recaudados por el legado consular Cayo Cornelio Galicano entre los años 99 y 101; la segunda, de mucha mayor cuantía, sobre 1.044.000 reunidos por T. Pomponio Basso, que tenía el mismo rango que el anterior, del 106 al 114.
El cobro de los intereses del préstamo estatal reportaba un total de 52.000 sestercios anuales, que se repartieron entre 245 niños y 34 niñas legítimos, más un niño y una niña ilegítimos. De ese total, 47.040 fueron para los chicos, a razón de 192 sestercios cada uno al año (16 al mes), mientras que los 4.896 restantes se entregaron a las niñas, lo que equivalía a 144 sestercios anuales (12 mensuales). Esas cantidades apenas permitían sufragar una dieta bastante frugal, a base de pan y aceite; más en cualquier caso, que lo que cobraron los dos ilegítimos, que ascendió a 144 sestercios para él y 120 para ella.
Fuentes
The Roman Empire from Severus to Constantine (Patricia Southern)/The ancient economy (M. I. Finley)/Trajano emperador de Roma (Julián González, ed.)/Economy of the Roman Empire (Richard Duncan-Jones)/People, land, and politics. Demographic developments and the transformation of Roman Italy 300 BC – AD 14 (Luuk de Ligt y Simon Northwood)/Tesauro. Historia Antigua y mitología/Wikipedia
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