Cualquier turista aficionado a la Historia que visite Berlín encontrará montones de lugares para descubrir durante su estancia, pero si su interés se concreta especialmente en la Guerra Fría, entonces considerará a la capital alemana poco menos que un paraíso. Así que vamos a dejar aquí un par de sugerencias: la Schönefelder Chaussee y el AlliiertenMuseum, nombres que conservan el recuerdo de un curioso episodio de espionaje desarrollado a lo largo de un año entre 1955 y 1956, conocido como Operation Gold (Operación Oro) y consistente en la excavación de un túnel subterráneo en pleno centro urbano para interceptar conversaciones telefónicas del sector soviético.
Schönefelder Chaussee (llamada Cöpenicker Chaussee o simplemente Chaussee a principios del siglo XX) es una calle que se extiende desde Köpenicker Straße, Alter Schönefelder Weg y Bohnsdorfer Weg hasta los límites de la ciudad, donde luego continúa como Altglienicker Chaussee.
Hoy está ocupada por bloques de viviendas, un parque y el cementerio del distrito de Altglienicker, pero en 1953 tenía algo que lo hacía más interesante aún: era la frontera del sector estadounidense con Berlín Oriental, con lo cual abundaban por el entorno los puestos de vigilancia, cuarteles y centros de operaciones militares.
Y resultó que en aquel contexto de la Guerra Fría, en el que el gran temor de Occidente era un ataque nuclear de la URSS (que habia detonado su primera bomba de hidrógeno ese mismo año) y donde, consecuentemente, tener acceso a sus comunicaciones se consideraba un objetivo prioritario de espionaje, un agente de la CIA llamado Bill Harvey, destinado a Berlín con ese fin, recibió un interesante informe de Reinhard Gehlen, jefe de The Org, el servicio de inteligencia establecido en Alemania por EEUU que precedió a la fundación dos años más tarde del Bundesnachrichtendienst (Servicio Federal de Inteligencia, creado por el propio Gehlen).
Lo que Gehlen le contó a Harvey -aunque el historiador David Stafford niega la participación del teutón- fue que en el subsuelo de la mencionada Schönefelder Chaussee, a dos metros de profundidad, se ubicaba un cruce de cables de teléfonos y telégrafos que incluía líneas de sitios estratégicos soviéticos en Berlín Oriental: militares, de seguridad e incluso diplomáticos.
Una oportunidad de oro para pincharlas y tener acceso a sus comunicaciones; no obstante, el nombre con que se bautizó la acción consiguiente, Operation Gold (Operación Oro, aunque para los británicos fue la Operation Stopwatch, Operación Cronómetro) no viene de ahí sino del hecho de ser una versión avanzada de la Operation Silver (Operación Plata).
La Operación Plata, que desde 1949 llevaba a cabo el SIS (Secret Intelligence Service, el Servicio Secreto de Inteligencia británico, más conocido como MI6), consistía en interceptar las líneas telefónicas de Viena que conectaban los puestos avanzados soviéticos y el aeródromo de Schwchat con su cuartel general del Hotel Imperial.
Para ello se utilizaban dos túneles excavados bajo las calles, usando como tapaderas una comisaría de policía y una boutique de ropa de tweed (la clásica lana británica). Sin embargo, su fin era inminente porque en 1955 se iba a devolver a Austria la soberanía, así que viendo que iban a perder esa valiosa fuente de información y sabiendo que los norteamericanos ansiaban hacer algo parecido en Alemania, los británicos colaboraron con ellos.
Porque, en efecto, Bill Harvey había informado a sus superiores y, contando con el visto bueno del director de la CIA, Allen Dulles, agentes de ambos países se reunieron en el número 2 de Carlton Gardens (Londres), para planificar la operación. Fruto de ello fue la designación para el mando de William King Harvey, un ex-periodista de Ohio reclutado durante la Segunda Guerra Mundial y especializado en espionaje electrónico. Harvey acababa de provocar la expulsión del famoso Kim Philby (aunque luego sería readmitido) y más tarde pasaría a la historia por participar en la Operación Mangosta, una serie de sabotajes no autorizados para debilitar la economía de la Cuba castrista.
Aunque el área de actuación estuviera en el sector estadounidense, no se podía excavar un túnel ni poner una estación de señales sin más en pleno Berlín , por lo que, como en el caso vienés, hacía falta encubrirlo de alguna forma. Para ello se construyó un almacén con un sótano a siete metros por debajo del nivel del suelo, desde el cual se procedió a practicar el túnel el 2 de septiembre de 1954. No faltaron problemas, como cuando los obreros se toparon con una fosa séptica de la Segunda Guerra Mundial no registrada y las aguas negras inundaron el lugar, volviendo aún más desagradable la tarea.
Asimismo, era todo un reto extraer las 3.100 toneladas de tierra y piedra previstas, para lo cual fue necesario instalar una vía férrea subterránea que las sacaba en vagones (se distribuían por el sótano y el almacén). También servía para el movimiento de la tuneladora (que se movía sobre raíles de madera usando ruedas de goma) y para introducir las planchas de hierro fundido destinadas al revestimiento de muros y bóveda. Cuando las obras terminaron seis meses después, el túnel medía 450 metros de longitud por 6 de anchura y pasaba por debajo de una calle de Berlín Oriental, es decir, entraba en el sector soviético, lo que significaba una violación de fronteras.
Una vez todo dispuesto, el encargado de realizar la conexión a los cables fue el capitán Peter Lunn, un antiguo esquiador olímpico que odiaba al comunismo tanto como al nazismo y que ya había sido el encargado de instalar el sistema electrónico de la Operación Plata.
El coste total de aquel montaje, entre unas cosas y otras, ascendió nada menos que a 6,5 millones de dólares. Pero se daban por bien empleados si se obtenía información interesante del cuartel soviético de Zossen, que estaba cerca de Berlín o incluso de la embajada.
Y así parecía, pues en menos de un año se grabaron unas 50.000 cintas (que sumaban cerca de 77.000 horas de conversaciones de más de un millón de llamadas) que eran enviadas a Washington, donde un equipo formado por tres centenares de inmigrantes rusos e intérpretes de alemán las transcribían y traducían para que los analistas seleccionaran lo que considerasen útil.
Un arduo trabajo que no concluiría hasta 1958. Para entonces, el túnel ya no existía porque los soviéticos lo descubrieron… aunque en realidad estaban enterados desde el principio, ya que en aquella reunión londinense tenían un topo.
Se trataba de George Blake, nacido George Behar en Róterdam, de madre holandesa y padre turco nacionalizado británico. Siendo todavía un adolescente, había combatido en la resistencia neerlandesa contra los nazis, de los que finalmente tuvo que refugiarse en Inglaterra. Allí ingresó en el SOE (Special Operations Executive), una organización de sabotaje y espionaje creada por Churchill para ayudar a los núcleos resistentes en la Europa ocupada y a cuyos miembros se conocía popularmente como Churchill’s Secret Army (Ejército Secreto de Churchill) o, más divertidamente, los Irregulares de Baker Street, en alusión a los niños de la calle que ayudaban a Sherlock Holmes.
Un tío suyo egipcio que era confidente del KGB consiguió reclutarle, y ofreció sus servicios a los soviéticos. O eso dice la leyenda, ya que en realidad estaba destinado en la embajada británica en Seúl cuando ésta cayó en poder del ejército de Corea del Norte y fue recluido en un campo de prisioneros para ser reeducado en el marxismo. Eso y los bombardeos que habia visto sobre la población civil, según declaró, le hicieron cambiar de bando tres años más tarde, cuando le liberaron.
Así fue cómo regresó a Gran Bretaña y pasó a ser un miembro más de la red de espionaje que se había infiltrado en los servicios de inteligencia británicos en aquella época, de la que el ejemplo más célebre fueron los cinco del Círculo de Cambridge (entre ellos Philby y Guy Burguess, este último ex-secretario del ministro de Exteriores con quien, por cierto, Peter Lunn tuvo un violento altercado por una caricatura soez que el otro hizo de su esposa). Blake delató al KGB a cientos de agentes encubiertos del MI6 pero su jugada maestra fue desvelar la Operación Oro.
No obstante, los soviéticos consideraron preferible fingir que la desconocían con un doble objetivo. Por un lado hacer labor de contraespionaje, proporcionando información falsa o confusa entre algunos datos auténticos de importancia secundaria; por otro, asegurar la integridad de Blake, que había demostrado ser un valioso agente.
Para esto último se consideró necesario mantener el máximo secreto, así que el KGB ni siquiera informó de la existencia del túnel a la Stasi ni al GRU (Generalnogo Shtaba, Dirección Central de Inteligencia, el departamento militar para espionaje en el exterior).
Esa curiosa situación duró once meses, hasta que el 21 de abril de 1956, una vez que consideraron plenamente a salvo a Blake se aprovechó un fenómeno meteorológico, unas lluvias torrenciales que cayeron sobre Berlín, para fingir la reparación de unos cables dañados y el consiguiente descubrimiento casual del túnel; soldados alemanes y soviéticos irrumpieron por su extremo oriental sin dar tiempo a sus usuarios a dinamitarlo con los explosivos que había colocados para esa eventualidad.
Estadounidenses y británicos esperaban que el adversario mantendría en secreto el suceso, pues desvelar aquel montaje sólo podía, como así sería pero a largo plazo, dejar en ridículo la seguridad del bloque comunista; hasta habían puesto un cartel en alemán y ruso indicando falsamente que se trataba de una base oculta de la URSS, para el caso hipotético de que algún oficial militar germano o ruso excesivamente puntilloso diera con el túnel por casualidad.
Evidentemente ignoraban que el KGB estaba enterado de todo y por eso se llevaron una sorpresa mayúscula al ver que el gobierno de la RDA no sólo hacía una protesta oficial, hablando de prácticas mafiosas y violación del derecho internacional (recordemos que el túnel salvaba la frontera entre las dos Alemanias), sino que encima invitaba a periodistas de todo el mundo a visitar el sitio y fotografiarlo. No dijeron ni una palabra sobre su conocimiento previo para no comprometer a Blake.
Las tintas se cargaron sobre Allen Dulles y su hermano John, por entonces Secretario de Estado del gobierno de Eisenhower (era un furibundo anticomunista que en la Conferencia de Ginebra de 1954 se negó a dar la mano al presidente chino Zhou Enlai y sugirió a Francia usar bombas atómicas en Indochina para salvar la posición sitiada de Dien Bien Phu); también sobre su hermana pequeña, Eleanor, que dirigía la oficina del Departamento de Estado en Berlín. Es decir, EEUU cargó con toda la responsabilidad, a pesar de que la mayor parte del material incautado era británico, lo que demostraba su participación (Londres y Moscú debieron firmar algún tipo de acuerdo al respecto, ya que Krushev estaba de visita oficial en Reino Unido y al día siguiente del hallazgo iba a cenar con la reina Isabel II).
En 1961, estando George Blake destinado en Beirut para estudiar la lengua árabe, fue reconocido por un desertor polaco llamado Michael Golieniewski que le denunció como agente doble. La Ley de Secretos Oficiales establecía una pena de catorce años pero se recurrió al ardid jurídico de dividir sus actividades en cinco etapas, de modo que le condenaron por cada una de ellas, sumando un total de cuarenta y dos años de prisión; uno por cada agente que había perdido la vida por su culpa, se decía en el ámbito popular. Fue entonces cuando se supo que el KGB estaba al tanto de la Operación Oro desde el principio.
Blake lograría evadirse en 1966, ayudado por dos anarquistas y un miembro del IRA. Se desconoce cómo exactamente, ya que los detalles siguen siendo confidenciales, pero el caso es que consiguió llegar a Berlín y de allí a la URSS, dejando atrás a su esposa, que había solictado el divorcio y obtenido la custodia de sus tres hijos. Empezó entonces una nueva vida, fundando otra familia y dedicándose a la enseñanza en la academia del KGB. Condecorado con la Orden de Lenin, escribió una autobiografía (No other choice) y confraternizó con Philby, los Cohen (el matrimonio condenado en EEUU por desvelar el Proyecto Manhattan, que fue intercambiado por prisioneros) y otros espías occidentales huidos. Falleció en 2020.
Antes, en 1956, el túnel se utilizó como puesto de mando subterráneo temporal para maniobras militares de Alemania Oriental. Exactamente cuarenta años después, el ayuntamiento berlinés cegó la mayor parte para construir un bloque de viviendas. Pero se salvaron los doce metros que habían pasado la frontera subterránea de lo que fue la RDA, trasladados y repartidos hoy entre el AlliiertenMuseum que deciamos al comienzo, el Museo de la CIA de Langley y el International Spy Museum de Washington.
Fuentes
Battleground Berlin: CIA vs. KGB in the Cold War (David E. Murphy, Sergei A. Kondrashev y George Bailey)/Spies beneath Berlin (David Stafford)/The Berlin tunnel Operation Gold (U.S.) Operation Stopwatch (U. K.) (The Cold War Museum)/No other choice (George Blake)/The greatest traitor, The secret lives of agent George Blake (Roger Hermiston)/Spy Museum/Wikipedia
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