Desde los primeros tiempos de la democracia ateniense los únicos impuestos que se imponían a los ciudadanos eran aquellos que gravaban la propiedad, realmente la única fuente de riqueza medible. Y solo los ricos los pagaban.
Existían dos tipos de impuestos o tasas. Una se aplicaba solo en casos de extrema necesidad por guerras u otras circunstancias graves, y se imponía a los 6.000 ciudadanos que hubieran declarado un determinado nivel de riqueza y propiedades. Otra era anual y se aplicaba a los 300 ciudadanos más ricos de la polis. Se llamaba liturgia (λειτουργία).
Se trataba de una obligación de financiar determinados servicios públicos. Cada año se elegían ciudadanos para financiar el mantenimiento del gimnasio (gimnasiarca), para financiar el entrenamiento del coro del teatro (corega), para armar y equipar un trirreme y mantenerlo junto con su tripulación para la flota (trierarca), y varias otras liturgias deportivas, religiosas o militares. En total se calculan en unos 97 los liturgos (los encargados de una liturgia) civiles anuales, que ascenderían a 118 los años que se celebraban las Grandes Panateneas.
La base sobre la que se sostenían estas obligaciones era la idea de que la riqueza se poseía, no de forma personal, sino por delegación de la polis. Además la riqueza en la Atenas de la Antigüedad era sumamente volátil. Según J.K.Davies solo una familia consiguió mantener su riqueza durante cinco generaciones (5 familias durante 4 generaciones, y 16 durante 3 generaciones).
Los liturgos eran designados por los magistrados de la ciudad, que inicialmente pedían voluntarios. Para la mayoría de los ciudadanos ricos de Atenas ser elegido para financiar un servicio público era todo un honor y muchos se presentaban voluntarios.
En primer lugar porque ponía de relieve su fortuna. Los elegibles debían haber declarado una riqueza igual o superior a cuatro talentos (24.000 dracmas). Como comparación, el sueldo de un artesano era de aproximadamente 350 dracmas al año.
Pero también porque confería un alto estatus dentro de la ciudadanía, y podía servir como trampolín para una carrera política. Jenofonte pone en boca de Sócrates estas palabras al rico Critóbulo:
Además, veo que la ciudad te ha impuesto ya grandes contribuciones: el mantenimiento de un caballo, la coregía, la gimnasiarquía y la aceptación de presidencias: en caso de declararse una guerra, estoy seguro de que te impondrían los gastos de una trierarquía y unos gravámenes tan grandes que no podrías soportarlos fácilmente. Y en caso de que parezca que has quedado por debajo de las expectativas de los atenienses no te impondrían un castigo menor que si te hubieran sorprendido robándoles su dinero
Jenofonte, Económico II.6
Ser elegido liturgo suponía un desembolso considerable. La liturgia más barata era la eutaxia, cuyo importe ascendía a 50 dracmas, aunque se ignora en qué consistía exactamente. La coregía (financiación y mantenimiento de un coro) podía costar entre 300 y 3.000 dracmas, dependiendo del festival. Y la trierarquía (equipacíon y mantenimiento de un trirreme) se estima entre 2.000 y 6.000 dracmas, dependiendo del estado del buque, la duración de la campaña militar y otros factores.
Unos costes que para los liturgos menos acaudalados, aquellos que tenían menos de diez talentos (como por ejemplo el orador y político Demóstenes) podían suponer el total de sus ingresos anuales, y obligarles a pedir préstamos. Lisias, uno de los diez famosos oradores áticos que escribió 233 discursos a finales del siglo V y principios del IV a.C., puso en boca de un litigante estas palabras:
Mi padre a lo largo de toda su vida ha gastado más para la ciudad que para sí mismo y para su familia: el doble de lo que ahora tenemos, como él calculó a menudo delante de mí
Lisias, Sobre los bienes de Aristófanes XIX.9
Por eso existían también formas de librarse de una liturgia. La más común era no declararse como rico, es decir, ocultar la propia fortuna. Pero eso conllevaba ciertos inconvenientes si se aspiraba a alcanzar una posición en la sociedad ateniense. La otra era la Antídosis.
La Antídosis era una opción muy singular y brillante. Si un ciudadano no quería asumir una liturgia podía nombrar a otro que considerase más rico que él, y para demostrar que no tenía mala intención proponía que se intercambiasen toda su fortuna y bienes.
Si el segundo no aceptaba, y no aceptar solía significar que sabía que era más rico que el primero, debía asumir la liturgia o bien ir a un proceso judicial, donde era un jurado popular el que decidía quién era más rico y debía hacerse cargo del impuesto.
Demóstenes se refiere a este sistema en uno de sus discursos:
Invoco muchas bendiciones, hombres del jurado, primero sobre todos vosotros, y luego también sobre Solón, que estableció la ley sobre el intercambio de fortunas. Porque si él no nos hubiera definido claramente qué es lo primero que deben hacer los que han ofrecido un intercambio, y qué lo segundo, y así sucesivamente en el orden debido, no sé hasta qué punto habría llegado la audacia de este hombre, Fenipo, que tal como está, a pesar de que la ley nos prescribe todas estas cosas, ha hecho caso omiso de sus justas disposiciones, y en lugar de entregarme el inventario de sus bienes, como prescribe la ley, dentro de los tres días siguientes a su juramento, o si no quería hacerlo entonces, entregarlo al menos el sexto día del mes de Boedromion, fecha que se fijó a petición suya, y en la que prometió entregar el inventario, no hizo ni lo uno ni lo otro
Demóstenes, Contra Fenipo 1
Aunque no se conoce ningún caso documentado en que se hubiera llevado a cabo el intercambio de fortunas, se sabe que era una práctica habitual y para nada rara. Por el contrario sí se han conservado algunos discursos, como el de Demóstenes, que los logógrafos (escritores profesionales) realizaban para los litigantes en juicios de este tipo.
Por mi parte, señores del jurado, me alegraría mucho verme disfrutando de la prosperidad material que antes era mía, y permaneciendo en el grupo de los Trescientos, pero desde que, en parte por haber tenido que compartir las desgracias comunes a todos los que se dedican a los trabajos mineros, y en parte por haber sufrido fuertes reveses en mis negocios privados, he perdido mi patrimonio, y ahora, por fin, debo pagar tres talentos al Estado, un talento por cada parte (pues yo también fui socio, como desearía no haberlo sido, de la mina confiscada),2 me veo obligado a tratar de sustituir en mi lugar a un hombre que no sólo es más rico que yo ahora, sino que lo era incluso antes de mis pérdidas, y que nunca ha soportado ningún servicio estatal, ni ha hecho ninguna contribución al Estado
Demóstenes, Contra Fenipo 3
Para finales del siglo IV a.C. este sistema de financiación empezó a ser cuestionado. Los ricos cada vez estaban menos dispuestos a sufragar los gastos de la ciudad y finalmente las dos liturgias más importantes, la trierarquía y la coregía, fueron suprimidas y su financiación fue asumida por el estado.
Fuentes
Deene Marloes, Ancient demographics, partible inheritance and distribution of wealth in classical Athens and Sparta: acomparative perspective. In: Revue belge de philologie et d’histoire, tome 94, fasc. 1, 2016. Antiquité – Ouheid. pp. 27-46; doi.org/10.3406/rbph.2016.8873 / Gauthier, Philippe, Les cités grecques et leurs bienfaiteurs (IVe-Ier s. av. J.-C.). Contribution à l’hsitoire des institutions. Suppléments au Bulletin de Correspondance Hellénique, 12 / L’antidosis en droit athénien (Henri Francotte) / Against Phaenippus (Demóstenes) / Wikipedia