Los seguidores de la serie televisiva estadounidense El ala oeste de la Casa Blanca seguramente se habrán fijado en que el servicio secreto se refiere al presidente (interpretado por Martin Sheen) con el apodo de Eagle (Águila) o Liberty (Libertad), al igual que hace con otros personajes. Lo mismo ocurre en otras obras de ficción, como la película En la línea de fuego, en la que al mandatario le llaman Traveler (Viajero), o como pasa también en las novelas de Tom Clancy, donde casi todos los personajes tienen un mote. Sin embargo, no se trata de ficción exclusivamente; es un reflejo de la realidad.

Para la mayoría de los lectores, Celtic no es más que una palabra en inglés que significa celta; quien sea además aficionado al fútbol la identificará con el nombre de uno de los clubes más importantes de Escocia, el Celtic de Glasgow. Pero para los agentes del USSS (United States Service), el servicio secreto de EEUU, Celtic es el sobrenombre con que se refieren a Joe Biden, el presidente recientemente elegido, aludiendo a sus raíces irlandesas. Bernie Sanders, el candidato derrotado para liderar el Partido Demócrata, es Intrepid (Intrépido), y Kamala Harris, nombrada vicepresidenta, Pioneer (Pionera); a Donald Trump le pusieron Mogul (Magnate).

El uso de nombres en clave asignados por el USSS a personas destacadas, e incluso lugares, es una tradición que se remonta casi al momento mismo en que esa agencia recibió la misión de proteger al presidente y sus altos cargos junto con sus familias, líderes políticos y jefes de estado o de gobierno visitantes. Eso fue en 1902, tras el magnicidio del presidente William McKinley, ampliando así las simples competencias que le atribuyeron originalmente en su fundación en 1865, básicamente luchar contra la falsificación de moneda. El asesinato de Robert Kennedy en 1968 extendió esa protección a los candidatos.

El nuevo presidente, Joe Biden, alias Celtic, y el expresidente Donald Trump, alias Mogul/Imagen: Gage Skidmore y Shealah Craighead en Wikimedia Commons

Es decir, se trataba de una cuestión de seguridad en una época en que resultaba demasiado complejo encriptar todas las comunicaciones. El recurso a códigos cifrados se remonta a la Antigüedad, como demuestra la invención de la escítala por los espartanos, la escritura de mensajes en el cuero cabelludo (ocultos por el pelo, tal como describe Heródoto) o el sistema telegráfico por señales de humo que idearon Cleóxenes y Demódito (perfeccionado luego por Polibio). Después se siguieron usando encriptaciones y en los archivos españoles, sin ir más lejos, hay unos cuantos ejemplos de cartas escritas de esa forma en los tiempos de su hegemonía mundial.

Pero en el siglo XX, con el empleo de telégrafo, radio y teléfono, que permitían no sólo mejorar la velocidad sino también incrementar la frecuencia de las comunicaciones, encriptar todas éstas resultaba engorroso y poco práctico. Por esa razón, en vez de hacerlo con todo el mensaje se actuaba sólo sobre los personajes susceptibles de protección. Ahora bien, hoy en día la informática ha solucionado ese problema, así que más de uno se preguntará por qué sigue recurriéndose a nombres en clave.

No hay una única respuesta. En parte, es porque resulta más fácil recordar un mote que el nombre completo de una persona, especialmente si, como es el caso, se aplica relacionado con su correspondiente contexto, alejándose de términos que resulten demasiado comunes. En parte, también es para continuar la tradición. Una tradición que tiene su punto divertido cuando vemos algunos de los sobrenombres usados, de los que enseguida reseñaremos unos cuantos ejemplos. Son propuestos por la WHCA (White House Communications Agency), la agencia creada en 1942 para proporcionar comunicaciones seguras a la Casa Blanca durante la Segunda Guerra Mundial.

El entonces presidente, Barack Obama, alias Renegade, ante el Air Force One, apodado Angel y/o Cowpuncher/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por tanto, es la WHCA la que elabora una lista de apodos, aunque hay que aclarar al respecto que esa relación se presenta a los candidatos para que ellos mismos escojan el que prefieran, generalmente alusivos a alguna característica asociada: retomando el ejemplo citado antes, Kamala Harris pasó a ser Pioneer porque es la primera mujer que alcanza la vicepresidencia de EEUU, mientras que Trump eligió Mogul por sus negocios al margen de la política, obviamente. Al parecer, esos nombres en clave son ideados por militares sin que, en principio, sigan ningún criterio especial.

Lo hay en otros aspectos. Así, deben resultar claros e inequívocos, además de fáciles de pronunciar. Sin embargo, es frecuente que cuando un candidato consigue el cargo, se le adjudique un apelativo diferente al que tenía hasta entonces, aunque no siempre porque, en realidad, no hay una norma escrita; en caso de que sí, el término anterior se reciclará para otra persona. Por otra parte, los miembros de una misma familia llevan alias que empiezan por la misma letra: Jill, la esposa de Biden, es Capri; Melania Trump, Muse, e Ivanka, Marvel; a Barack Obama se le llama Renegade, su esposa Michelle pasó a ser Reinessance y sus hijas, Radiance y Rosebud, etc.

Porque el USSS no debe proteger sólo al presidente y vicepresidente sino también a sus familiares inmediatos, al igual que a expresidentes y cónyuges (salvo que vuelvan a casarse), a candidatos y sus parejas (en los ciento veinte días posteriores a las elecciones) y altos cargos de la administración. Todo ello, claro está, al margen de otros casos que ordene el presidente de forma específica e incluyendo a los extranjeros: el papa Juan Pablo II era Halo; la reina Isabel II es Kittyhawk (también Redfern), el príncipe Carlos de Inglaterra, Principal (o Unicorn); Antonio Banderas fue, cómo no, Zorro.

A la Casa Blanca se le da el nombre en clave de Castle/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es más, esa costumbre no se limita a las personas. Los propios cargos reciben sobrenombres: el de presidente se conoce como Potus; el de vicepresidente, Vpotus; y la primera dama es Flotus. También son rebautizados los lugares considerados estratégicos, caso del Air Force One (el avión presidencial), conocido como Angel o Cowpuncher; la Casa Blanca, llamada Castle; el Capitolio, que es Punch Bowl; el Pentágono, Calico; el automóvil del presidente, Stagecoach; el edificio J. Edgar Hoover (sede del FBI), Cork; y muchos otros.

Como decíamos, hoy en día todo esto tiene ya poco que ver con la seguridad propiamente dicha y se busca, sobre todo, facilitar la labor de los agentes a la hora de dar instrucciones durante los operativos, ya que la tecnología permite comunicarse por líneas seguras, además de continuar la tradición. Y también decíamos que algunos de los nombres tenían su punto divertido. ¿Cómo calificar si no que a Frank Sinatra le pusieran Napoleón? ¿O a Karenna Gore (la hija de Al Gore) Smurfette (Pitufina)? ¿O a Jimmy Carter Deacon (Diácono)? ¿O a John Fitgerald Kennedy, Lancet (Lancero)?


Fuentes

In the president’s secret service. Behind the scenes with agents in the line of fire and the presidentes they protect (Ronald Kessler)/Standing next to History. An agent’s life inside the secret service (Joseph Petro y Jeffrey Robinson)/Top not-so- secret service codenames (Alexa Keyes en ABC News)/Wikipedia


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