No cabe duda de que uno de los escritores del momento es el japonés Haruki Murakami, cuyo nombre suena cada vez que se acerca el fallo del premio Nobel de Literatura. Pues bien, es posible que a sus lectores les haya llamado la atención un episodio que aparece en su novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo: el que cuenta el anciano sr. Honda recordando su experiencia en el Ejército de Kwantung durante el llamado Incidente de Nomonhan de 1939 contra los soviéticos, que éstos conocen como Batalla de Jaljin Gol. Veamos cómo fue porque tuvo importantes repercusiones en la Segunda Guerra Mundial.

Jaljin Gol es el nombre de un río de 232 kilómetros de longitud que sirve de frontera natural entre Mongolia oriental y China septentrional, mientras que Nomonhan es un pequeño pueblo mongol situado en su ribera, no lejos de la ciudad china de Manzhouli.

En 1939 esa zona se convirtió en escenario de la mencionada batalla, que a su vez se enmarcaba en una guerra no declarada: la que libraron Japón y la Unión Soviética por controlar esa parte de Asia.

Plan japonés según el Hokushin-ron con los años en que ocupó cada territorio/Imagen: Emok en Wikimedia Commons

El gobierno de Tokio había puesto sus ojos en el continente para llevar a cabo una expansión territorial, siguiendo la doctrina denominada Hokushin-ron (Camino del Norte), que declaraba varios puntos del este asiático como esfera de su interés económico y político.

Eso sirvió de soporte ideológico para la invasión de Taiwán en 1895, la anexión de Corea en 1910 y la intervención en Siberia durante la Guerra Civil Rusa, en este último caso con la esperanza de crear un estado tapón, aunque finalmente abandonó la región en 1922.

Lugar del sabotaje de Mukden que precipitó la ocupación de Manchuria y la creación de Manhukúo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El Hokushin-ron también incluía entre sus ambiciones Manchuria, una extensa región situada en el noreste de China, pues la consideraba perfecta como frontera con Rusia y como base para una nueva hipotética acción contra territorio siberiano. Su posesión era objeto de disputa entre japoneses y rusos desde 1894 y constituyó uno de los factores que les llevaron a la guerra diez años después, con victoria para los primeros.

En 1931, aprovechando como casus belli el sabotaje en la localidad de Mukden contra el Ferrocarril del Sur, de capital nipón (realizado por ultranacionalistas japoneses haciéndose pasar por soldados chinos), el gobierno de Japón cedió a la presión de sus militares y ordenó la intervención del Ejército del Kwantung, que se apoderó de varias ciudades ante el fracaso de los intentos de mediación de la diplomacia internacional.

Manchuria fue rebautizada con el nombre de Manchukúo (que en realidad se traduce como Estado de Manchuria) y, si bien formalmente se le concedió la independencia, en la práctica se trataba de un estado títere al que intentó dar legitimidad nombrando emperador a Kangde, que no era otro que el último titular del trono chino, depuesto por la revolución en 1912: Puyí.

Puyí con uniforme de Manchukúo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En cuanto al Ejército de Kwantung, era la rama más grande y prestigiosa del Ejército Imperial. Creado en 1906 con sede en Ryojun (Port Arthur), en 1919 se trasladó a la localidad china homónima (Guandong) como guarnición, acantonándose en el presidio fortificado levantado allí ad hoc para defender el reseñado Ferrocarril del Sur.

Originalmente constaba de una división de infantería, un batallón de artillería pesada y varios batallones manchúes, sumando un total de 100.000 hombres. Después fue creciendo y en 1939 quedó integrado en el recién creado Sexto Ejército. Sus mandos y oficiales alcanzaron tal grado de poder que, como vimos, actuaban por su cuenta sin que el gobierno fuera capaz de imponer su autoridad.

Soldados soviéticos colocan la bandera en la colina Zaozernaya, frente al lago Jasán/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

De hecho, la mayoría de ellos militaban en la Kōdōha (Camino Imperial), una facción totalitaria, militarista y expansionista, similar a las Juntas con que se agrupaban los militares españoles por esa misma época, que creó el militar filósofo Sadao Araki fundiendo el Bushido con el fascismo. Apoyada por la Sakurakai (una sociedad secreta ultranacionalista), la Kōdōha defendía la Restauración Shōwa, un ideario formulado por el intelectual Ikki Kita que abogaba por derrocar al régimen liberal, instaurar una dictadura militar y devolver el poder absoluto al emperador (el recién proclamado Hirohito, que sin embargo no la apoyó).

La Kōdōha, frente a la que surgió otra facción llamada Tōseiha (Control), también conservadora pero más moderada, fue disuelta tras un intento de golpe de estado que se llevó a cabo en 1936 siguiendo el concepto de gekokujō (insubordinación contra el gobierno por parte de oficiales y subalternos, como la que pusieron en marcha en 1931 para apoderarse de Manchuria), lo que hizo que la Tōseiha (en la que militaba Hideki Tojo, futuro primer ministro) dejara de ser necesaria. Sin embargo, sus ideales habían enraizado en los militares y resurgieron en 1937, durante la guerra con China.

Una de las divisiones que formaban el Ejército de Kwantung era la 23ª de Infantería, con cuartel en Hailar y al mando del general Michitarō Komatsubara. Se trataba de la más novata y peor equipada, con un nivel por debajo del resto, pero a priori no era algo preocupante porque, enfrente, los soviéticos sólo habían destinado al 57º Cuerpo Especial, cuyos mandos carecían de experiencia porque los que la tenían habían sido víctimas de la Gran Purga; mientras, las tropas mongolas, pocas y de número limitado, se reducían a caballería manchú y artillería ligera, siendo muy móviles eso sí.

Soldados japoneses junto a tanques soviéticos destruidos en Jaljin Gol/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aunque había incidentes aislados menores de forma periódica, la chispa que lo encendió todo tuvo lugar en 1938 en el Krai de Primorie. Krai era la unidad administrativa territorial equivalente a la marca medieval y la de Primorie se ubicaba en la costa. Allí estaba el lago Jasán, una masa de agua de poco más de dos kilómetros cuadrados que se encuentra 130 kilómetros al suroeste de Vladivostok, en una intersección entre la Unión Soviética, Manchuria y Corea que, por tanto, tenía valor estratégico. Por eso cuando los japoneses interceptaron un mensaje cifrado soviético ordenando ocupar las colinas circundantes, decidieron actuar.

El 15 de julio de 1938, el agregado militar de la embajada nipona en Moscú exigió la retirada de las tropas, a lo que se le contestó negativamente. Catorce días más tarde, la 19ª División Imperial japonesa inició un ataque con tanques ligeros y medianos, así como con el Rinji Soko Sessha (un tren blindado), inicialmente repelido pero que finalmente logró expulsar a las dos divisiones soviéticas. Sin embargo, hubo un contrataque dirigido por el mariscal Vasili Blücher que logró recuperar el terreno perdido, aunque a costa de tales pérdidas que también él fue purgado en octubre.

Soldados mongoles de caballería en Jaljin Gol/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aquel episodio, que se conoció como el Incidente de Changkufeng o, más frecuentemente, como la Batalla del lago Jasán, pasó prácticamente inadvertido para la comunidad internacional, más centrada en la Guerra Civil Española y la Crisis de los Sudetes. Pero no era sino el prólogo de lo que habría de venir, ya que los japoneses no se conformaron. Y así, apenas nueve meses después, se produjo un nuevo altercado cuando varias decenas de jinetes mongoles entraron en la zona en disputa para forrajear a sus caballos y fueron expulsados a tiros por guardias manchúes.

Los mogoles regresaron al día siguiente en mayor número y obligaron a retirarse a los otros. Entonces fueron los japoneses los que emplearon una fuerza mayor para echarlos y, a continuación, todo se repitió en un extraño bucle con la llegada de refuerzos soviéticos. Éstos derrotaron a la fuerza nipona, que formaba parte de aquella bisoña 23ª División de la que hablábamos antes, causándole más de un centenar de muertos. Todo estaba listo para pasar a mayores, enviando abundantes refuerzos ambos bandos.

El responsable de la victoria soviética fue Georgui Zúkhov, comisario de defensa que había tomado personalmente el mando del 57º Cuerpo Especial y que, irónicamente, cuando fue llamado a Moscú para explicar su acción temía que fuera a ser víctima del NKVD, sorprendiéndose cuando en vez de ello recibió una felicitación.

Zúkhov, a la derecha, en Jaljin Gol. La acompañan su ayudante Grigori Shtern y el presidente de Mongolia, Horloogiin Choibalsan/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A lo largo del conflicto, Zúkhov enviaría al Jaljin Gol más de medio millar de tanques, 900 aviones y unos 70.000 soldados, mientras que los japoneses reunirían bastante menos efectivos. Pero, de momento, esa proporción era a la inversa porque destinaron allí unos 38.000 soldados, más de un centenar de tanques y el doble de aviones.

El problema para Tokio estaba en que el Ejército de Kwantung operaba por su cuenta, sin pedir autorización para las operaciones, y el 27 de junio su aviación destruyó el aeródromo de Tamsak-Bulak, en Mongolia, arruinando su esfuerzo por buscar una solución negociada que evitara una contienda como la reciente Guerra Sino-Japonesa, a pesar de que ésta concluyó con triunfo suyo. Como los militares se mostraron remisos a negociar hasta que, el menos, alcanzaran una posición de superioridad sobre el enemigo, tuvo que intervenir el mismísimo emperador.

Soldados japoneses con material capturado al enemigo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pero la guerra era ya imparable, como quedó patente en julio, cuando el teniente general Yasuoka Masaomi encabezó un ataque general contra la otra ribera del río en dos frentes convergentes. Los japoneses tuvieron éxito al principio, pero Zúkhov había intuido la acción y concentrado numerosos blindados y medio millar de cazas que consiguieron detenerlos; tras tres semanas de lucha, los rechazaron totalmente. Ambos bandos sufrieron graves pérdidas humanas y materiales, pero los soviéticos podían reemplazarlas y los otros no tanto.

Eso permitió a Zúkhov pasar a la ofensiva en agosto, cruzando el Jaljin Gol con tres brigadas de tanques, dos mecanizadas y tres divisiones de infantería, además de 550 aviones y dos divisiones de caballería mongola. Para detenerlos sólo estaba la 23ª División del general Komatsubara y otras fuerzas auxiliares que sumarían un total de dos divisiones de infantería ligera.

Aunque el nipón no esperaba aquella operación, pudo resistir tres intentos de asalto que causaron un millar de muertos soviéticos por apenas 86 japoneses; incluso contratacó, si bien no pudo ir muy lejos porque las bajas empezaron a crecer y no había suministros.

Tanques soviéticos en Jaljin Gol/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La guerra se estancó unos días, en los que Japón confiaba en recibir ayuda de Alemania con una intervención de la Wehrmacht por occidente que obligase a desviar tropas al enemigo; pero, en vez de eso, llegó la noticia del Pacto Ribbentrop-Molotov, que sentó como un jarro de agua fría. Una crisis de gobierno desembocó en la subida al poder de un nuevo gabinete, partidario de buscar la paz para evitar un desastre, dada la imposibilidad de enviar más tropas a Manchukúo. No hubo tiempo.

Zúkhov lanzó una nueva oleada el 26 de agosto con más fuerzas y dos divisiones japonesas quedaron embolsadas (la táctica fue similar a la aplicada luego en Stalingrado), mientras el resto se dispersaba. Como se negaron a rendirse, cayó sobre ellas una auténtica tormenta de fuego por parte de cañones y bombardeos aéreos; el 31 de ese mes resultaron totalmente aniquiladas, lo que suponía el final de facto del Ejército del Kwantung.

Un tanque japonés 95 Ha-Go capturado por los soviéticos tras la batalla/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aún así, Komatsubara preparaba una contraofensiva cuando recibió orden de parar, al firmarse un alto el fuego en Moscú el 16 de septiembre que dejaba a Stalin las manos libres para entrar en Polonia, cosa que hizo al día siguiente. Por fin llegaba la paz, pese a que no habría acuerdo fronterizo soviético-nipón hasta junio de 1940, plasmado en abril de 1941 en un Pacto de Neutralidad.

Como siempre, el recuento de cifras resultó complejo y polémico, pero hoy se acepta que aquella guerra extraoficial dejó a Japón 8.440 muertos, 8.766 heridos, 3.000 prisioneros, 162 aviones destruidos y 42 tanques perdidos (aunque 29 se recuperaron); a la Unión Soviética, 9.703 muertos y desaparecidos, 15.251 heridos, 250 aviones destruidos y 253 tanques perdidos; en ambos casos sin contar otras pérdidas (cañones, vehículos, etc). Los mongoles sufrieron entre 556 y 990 bajas, más 1.921 monturas muertas.

Todo ello llevó a Japón a reorientar su estrategia en el contexto de la Segunda Guerra Mundial que acababa de empezar, olvidándose de los soviéticos para centrarse en el Sudeste Asiático y devolviéndole a Hitler la jugada, cuando éste inició la Operación Barbarroja esperando en vano que los japoneses abrieran un segundo frente por el otro lado. A finales de la contienda, en agosto de 1945, con Zhúkov consagrado como héroe nacional, la Unión Soviética declaró la guerra a Japón, obviando el Pacto de Neutralidad e invadiendo Manchuria, Mongolia Interior, el norte de Corea y las Islas Kuriles.


Fuentes

The Soviet Union and the threat from the East, 1933-41: Moscow, Tokyo, and the prelude to the Pacific War (Jonathan Haslam)/La Segunda Guerra Mundial (Anthony Beevor)/Nomonhan: Japan Against Russia, 1939 (Alvin D. Coox)/Nomonhan, 1939; The Red Army’s victory that shaped World War II (Stuart D. Goldman)/Japanese political history since the Meiji Renovation 1868-2000 (Richard Sims)/Modern Japan. A historical survey (Louis G. Perez)/Japan’s total empire: Manchuria and the culture of wartime imperialism (Louise Young)/Wikipedia


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