La humanidad ha pasado sin duda por muchos momentos difíciles y ha tenido que superar retos inconcebibles. Pero sin duda, uno de los mayores desafíos a los que se ha tenido que afrontar el planeta es el cambio climático. Después de años de luchas e intentos fallidos por parte de las grandes organizaciones mundiales, llegó la pandemia del 2020 obligando a reducir la actividad y por lo tanto las emisiones contaminantes en todo el mundo. Pero ahora que el coronavirus remite, por suerte, en muchos países, se hace patente que nada ha cambiado y que la contaminación sigue siendo el gran lastre de nuestro tiempo. Para hacerle frente nacen cada vez más movimientos sociales y empresas que no quieren ser cómplices del problema. Una de las grandes apuestas ahora es la moda sostenible.

Si bien las grandes emisiones se realizan en grandes fábricas y medios de transporte, la industria téxtil es también una de las grandes responsables del calentamiento global. Sus modelos de fabricación sumados a una tendencia a comprar, usar y tirar, dejan cada año unas cifras de contaminación inasumibles para el planeta. Como no hay un planeta B, hoy en día existen empresas y personas que han decidido lanzar una moda sostenible. ¿Cómo lo hacen? Pues utilizando tecnologías innovadoras que permiten desarrollar cientos de tejidos reciclados que a simple vista no difieren en nada de los tejidos y telas a las que estamos acostumbrados/as. La gran diferencia es que estos tienen un impacto ambiental mucho más bajo. 

Además, están pensados para que duren lo máximo posible, ya que otro de los grandes problemas es que la gente cada vez adquiere más cantidad de ropa y calzado, dejándose llevar por productos a la moda pero de mala calidad, que duran poco más de una temporada. Hasta hace poco parecía imposible encontrar abrigos, botas o camisas como las que utilizaban las generaciones pasadas durante años sin romperse ni agujerearse.

Todas estas ideas innovadoras surgen de una generación que por primera vez está sufriendo las consecuencias de la polución. Cambios en el clima, aguas contaminadas, microplásticos en el mar y en la comida, enfermedades respiratorias… todo lo que hace años era solo una amenaza se ha vuelto real, por lo que una gran cantidad de jóvenes se ha levantado y ha comenzado a protestar. Bajo el lema «No existe un planeta B», muchos se movilizan y otros tantos idean nuevos productos. 

Esto permite que una gran cantidad de prendas de ropa sean veganas y sostenibles, gracias a que quiénes las producen tienen en cuenta no solo los materiales, sino también las demás partes del proceso. Y es que la contaminación se produce también en los momentos de transporte y distribución, no solo en los de producción.


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