Con algo más de 200 km (el tramo pintoresco es bastante más corto) de longitud y un accidentado trazado, la Carretera Militar Georgiana ha sido históricamente la única vía de comunicación entre Osetia del Norte (Rusia) y Georgia.

Aunque su construcción como tal es reciente (siglo XIX), perpetúa una antigua ruta comercial también usada durante milenios por los diferentes ejércitos que, en estas tierras convulsas, cruzaban frecuentemente la cordillera del Caúcaso en sus campañas militares.

Además, atraviesa en tan corto espacio tal cantidad de magníficos enclaves -tanto a nivel cultural como paisajístico-, que se la considera justamente como una de las más bellas carreteras de montaña del mundo.

Valle de Staliski, próximo a la ciudad de Kazbegui / foto Esther Núñez

Las primeras noticias que tenemos sobre este camino natural se deben a persas y griegos, haciendo mención al importante paso de Darial. Su nombre se traduce del farsi como Puerta de los Alanos, en referencia a este pueblo que habitó durante siglos la zona de las actuales Osetia y Georgia.

Se trata de un desfiladero sobre el rio Terek, de unos 13 km de longitud, cuyas escarpadas paredes alcanzan los 1800 m de altura y que, junto al paso de Derbent, son los únicos que permitían unir la Circaucasia con la Transcaucasia.

Monasterio Tsminda Sameba de Guergueti. Detrás se aprecia la imponente mole del monte Kazbek / foto Esther Núñez

Existe la tradición de que Alejandro Magno fortificó uno de ellos (las Puertas Caspias), si bien los restos defensivos más antiguos encontrados hasta el momento en Darial, no se remontan más allá de siglo II a. C. Sí es cierto que, bajo diferentes denominaciones (Porta Caucásica, Forte Sarmática, etc.) es mencionado por Estrabón, Ptolomeo, Plinio el Joven y Flavio Josefo, entre otros autores clásicos, lo cual pone en evidencia la importancia que esta ruta tuvo en la Edad Antigua.

Durante la Edad Media toda la región, habitada entonces por los alanos, sufrió terribles contiendas y devastaciones (dominaciones selyucida, mongola y timúrida, principalmente), reafirmándose este paso como pieza clave desde un punto de vista geoestratégico. Cuando, episódicamente, llegaban etapas de paz, la precariedad económica generada por las continuas luchas hacía que las vías comerciales estuvieran en desuso, de suerte que el camino se utilizaba menos y, por ende, se volvió casi impracticable.

Sin embargo, tras la firma del tratado de Gueórguiyevsk (1783), las etnias que ocupaban este área caucásica -dependientes en esos momentos de la soberanía de Persia-, entraron a formar parte del protectorado de Rusia. Entendiendo la importancia que esta vía significaba para ejercer, de facto, control sobre los nuevos territorios engrosados al imperio ruso, rápidamente comenzaron las obras de reconstrucción y mejora, resultando el germen de la actual carretera.

Paso de Krestovi, el punto de mayor altitud de toda la carretera con casi 2.400 metros. Al fondo a la derecha se observa el monumento a la amistad de los pueblos ruso-georgianos / foto Esther Núñez

A pesar de lo importante que fue el impulso del zar Alejandro I en la adecuación de esta ruta, los trabajos duraron mucho tiempo, habida cuenta de las dificultades del terreno. No fue hasta el año 1863 que, finalmente, se pavimentó, dándose con ello por concluidas las obras.

La carretera fue un alarde de ingeniería en su momento: aun en el siglo XIX y ya contaba con varios carriles en parte de su trazado, y puentes de arquitectura en hierro, tan de moda en la época, pero tan escasos en esta intrincada zona de Eurasia.

Convertida en un importantísimo recurso económico para todos los países del área Caúcaso Sur, provocó un auténtico caos a nivel comercial cuando, entre 2006 y 2010 estuvo cerrada so pretexto de mejorar ciertas infraestructuras.

Desfiladero sobre el río Belaya / foto Esther Núñez

Afortunadamente, en la actualidad se puede disfrutar sin problemas de tan extraordinario recorrido, aunque eso sí, armándose de paciencia para esperar las interminables retenciones que se forman en la frontera con Rusia.

Sin menospreciar ni un metro de su recorrido, los principales hitos de interés, tanto arquitectónicos como naturales, se podrían sintetizar en los siguientes:

Monasterio de Juari, del siglo VI / foto Esther Núñez

En primer lugar la localidad de Bladikavkaz. Curiosamente esta ciudad, capital de la república rusa de Osetia del Norte, no existía con anterioridad a la carretera; es decir, nació como punto defensivo en la cabecera de esta ancestral vía de comunicaciones, durante su puesta en uso por los rusos.

Su corta vida está marcada por los conflictos bélicos, ya que sufrió un penoso asedio (1919) cuando la Guerra Civil Rusa, y posteriormente, durante la Segunda Guerrra Mundial (1942), se desangró en una valiente defensa frente a los nazis -que no pudieron tomarla-, marcando con ello el límite oriental de la expansión alemana.

Continua por las laderas de las montañas Staliski, se desliza encajada sobre el valle del rio Terek -paralela al cual hace buena parte de su recorrido y tras salvar el estratégico desfiladero de Darial, se encuentra con la impresionante orografía del monte Kazbek (el más alto de la zona, con más de 5000 metros), a la sombra del cual se construyó, en el siglo XV, la iglesia de la Santa Trinidad de Guergueti.

Surgimientos hidrominerales / foto Esther Núñez

Durante un buen tramo sigue al curso del rio Baydarka, a cuyos lados encontramos profundos barrancos y zonas con manantiales minerales, así como construcciones conmemorativas, tales como el denominado Monumento a la Amistad Rusogeorgiana.

Uno de los puntos más bonitos por los que discurre, es el embalse de la reserva de Zhinvali y el recinto de Ananuri: ubicado sobre un alto promontorio a cuyos pies se extiende el río Aragvi, se yergue magnífica la casa fuerte de la familia ducal homónima al río. Los Aragvi, grandes señores feudales de los siglos XIII al XVIII, fueron finalmente derrotados por el duque rival Shanshe de Ksani, resultando la fortaleza incendiada y seriamente dañada.

Tras diferentes visicitudes, en el siglo XIX quedó definitivamente deshabitada, estando en la actualidad pendiente de reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El conjunto cuenta entre sus numerosos edificios, con dos castillos con sendas torres y un par de iglesias.

Confluencia de los ríos Aragvi y Mtkvari. A la derecha, la ciudad monumental de Mskheta / foto Esther Núñez

Y, tras rodear la ciudad de Mtskheta, primitiva capital del reino de Iberia (del este), hoy en día considerada como Ciudad-Museo e inscrita, desde 1994, como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pasando sobre la confluencia de los ríos Aragvi y Mtkvari, la Carretera Militar Georgiana se desdibuja -aunque técnicamente llega hasta Tiflis- al entroncar con la autovía E60, la cual vertebra la comunicación exterior georgiana, convertida en el hilo conductor de un in crescente turismo.


Este artículo es una colaboración de Esther Núñez Pariente de León, arqueóloga e historiadora del arte.


  • Comparte este artículo:

Loading...

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.