A principios del siglo XV llegaron a la Europa continental unas gentes de tez morena procedentes de las islas griegas de Creta y Corfú, diseminándose por diversos países. Se les dio el nombre de egipcianos porque se presentaron a sí mismas como nobles egipcios, aunque en realidad la palabra hacia alusión a la región de Corfú donde vivían al menos desde 1322, conocida como pequeño Egipto.

El término derivó en gitanos, pero su denominación correcta es Rom y su procedencia original el subcontinente indio. Lo curioso es que eran una escisión de un tronco mayor del que la otra parte es el pueblo Dom, que eligió como destino Oriente Medio y el norte de África y es bastante menos conocido.

Los dom están presentes en Afganistán, Azerbaiyán, Jordania, Siria, Argelia, Túnez, Marruecos, Sudán, Líbano, Israel o Malta, por ejemplo, si bien la mayor parte de sus miembros se reparten entre Turquía, Egipto, Irán e Irak.

Extensión mundial de los pueblos gitanos: en rojo, el Caló; en azul, el Sinti-Manouche; en amarillo, el Rom; y en verde, el Dom/Imagen: Peave en Wikimedia Commons

Es difícil saber con exactitud de cuántos individuos hablamos, ya que sufren cierto grado de xenofobia y muchos países no los incluyen en sus censos o lo hacen sin destacar su etnia, de la misma forma que ellos mismos tienden a ocultar su identidad para no ser postergados. Resulta significativo que en algunos sitios como Irán se les aluda con palabras como gurbati o kouli, que significan forasteros, mientras que en árabe se les considera nawar, es decir, nómadas.

En cualquier caso, los cálculos apuntan a una cantidad en torno a dos millones y cuarto de personas, que tienen una identidad y un idioma propio. Este último es el domari, una lengua indo-aria, perteneciente a la familia indoeuropea y carente de forma escrita porque la cultura dom es oral. Eso hace que esté en peligro de extinción y, de hecho, muchos dom ya no lo hablan; un ejemplo, de los ocho dialectos domaríes que aún persisten, el de Palestina sólo tiene ya dos centenares de hablantes. Un problema agravado porque dichos dialectos son muy diferentes entre sí, lo que dificulta la inteligibilidad entre ellos, y ha recibido influencias del árabe, el persa y el griego bizantino.

Dos ghawazi con sus trajes de actuación hacia 1900/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Tampoco ayuda el hecho de que, desde la década de los cuarenta del siglo XX, los dom hayan ido abandonando su nomadismo tradicional para adoptar una vida sedentaria e integrarse entre la población del país donde residan, de ahí que la mayoría sea hoy áraboparlante básicamente. Además, el domarí no se parece al romaní, la lengua gitana; antaño se pensaba que sus respectivas y distintas evoluciones los fueron separando, pero hoy se cree que ya había importantes diferencias primigenias porque las migraciones de unos y otros estuvieron separadas por varios siglos. Pese a todo, también hay similitudes en ciertos arcaísmos porque, al fin y al cabo, ambos proceden de la zona central de la India.

Al margen de las leyendas que envuelven en un halo de misterio el origen del pueblo Rom y que lo relaciona con Cam (el hijo de Noé), con magos caldeos o incluso con una de las tribus perdidas de Israel, tanto la genética como la filología apuntan a una diáspora desde el Punjab sin que se sepa la razón (quizá por ser de una casta inferior, quizá esclavizados por los conquistadores musulmanes) hacia el año 1000. Habrían atravesado Asia central hasta llegar a Turquía y de ahí saltaron a las islas griegas del Mediterráneo oriental, de donde, como vimos, pasaron a Europa cuatro siglos después.

Sin embargo, desentrañar el devenir del pueblo Dom resulta más complejo. Parece probable que abandonara el subcontinente indio por esas mismas fechas, aunque los análisis de su idioma parecen indicar que lo hizo antes y algunos investigadores plantean un adelanto considerable, hasta el siglo VI; es imposible saberlo porque, como decíamos antes, la cultura de los dom carece de documentos escritos y se transmite a través de la música, la danza y la poesía oral.

Dos músicos lom (o bosha)en el siglo XIX/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A ese respecto, el subgrupo más famoso es el de las ghawazi egipcias, mujeres de clase muy baja que desarrollaron un modo de vida ambulante sostenido mediante representaciones de baile a ritmo de castañuelas, con vistosos vestidos de caftán; se las considera las precursoras de la danza del vientre, tal como se empezó a interpretar en el siglo XX. Al respecto, cabe añadir que también hay hombres que se atavían de féminas, los khawal; surgieron cuando a ellas se les prohibió bailar en público.

En cualquier caso, los dom ya no son tomados por una rama desgajada de los rom sino como un pueblo con entidad propia -aunque con el mismo origen y adscripción a la etnia indo-aria-, que prefirió asentarse en zonas de predominio islámico.

Los gitanos de Oriente Medio, se los suele llamar a veces. Por cierto, se podría citar un tercer pueblo, el Lom o Bosha, seguramente una rama romaní -ésta sí- establecida en Transcaucasia (Armenia, Azerbaiyán y Georgia).


Fuentes

On Romani origins and identity (Ian Hancock)/Domari (Yaron Matras en Romani Project)/Gypsies. From the Ganges to the Thames (Donald Kenrick)/Dom Research Center/Wikipedia


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