Altava es un complejo arqueológico situado junto a la ciudad de Ouled Mimoun, en el extremo noroeste de Argelia, en la provincia de Tlemcen. Es lo que durante la etapa francesa se conocía como Lamoriciere y que en el siglo VI d.C. fue la capital del estado que sucedió al Reino Mauro-Romano que, a su vez, había tomado el testigo de la provincia romana Mauritania Cesariense. Entonces se denominaba Reino de Altava, que logró mantenerse como tal hasta el año 708 d.C.
Se trataba de un estado bereber surgido de las conquistas de ese pueblo norteafricano aprovechando el desmoronamiento romano en una región que, de todas formas, el imperio no había conseguido dominar plenamente, limitando su control al área costera. Eso significaba que Roma centró su atención en ciudades de cierta entidad como Cesarea (actual Cherchell, en la Mauritania Cesariense u oriental) o Septum (actual Ceuta, en la Mauritania Tingitana u occidental), aunque su estilo de vida sí influyó lo suficiente como para que culturalmente fuese una zona romanizada y sometida en la práctica.
Altava se encontraba en la ruta entre la urbe númida de Theveste y la de Numerus Syrorum (hoy llamada Maghnia), y tenía una guarnición formada por la Cohorte II Sardorum, encargada de mantener despejada la calzada Nova Praetentura, que enlazaba las dos localidades citadas con Rapidum. De hecho, Altava nació como vicus, es decir, un barrio surgido a partir del asentamiento militar al que estaba anexo hasta que cobraba entidad propia; en su caso, llegó a tener su propio foro y un templo que más tarde sería reconvertido en iglesia, pues el castrum se extendía por trece hectáreas y estaba rodeado por granjas.

La Mauritania Cesariense, establecida por Claudio en el siglo I sobre la anterior Numidia, perviviría hasta su disolución oficial en el VII pero colapsó dos antes, cuando, tras la crisis del siglo III, Roma tuvo que centrar sus recursos en afrontar las guerras civiles y defender sitios prioritarios, debilitándose así su poder en el norte de África. Las tribus bereberes aprovecharon la ocasión y se unieron en una confederación que empezó a ocupar territorios; Maximiano, viendo el peligro, le hizo frente con una fuerte ofensiva entre el 297 y el 298, empujando a esos pueblos hacia el desierto y entrando en Cartago con el título de Redditor lucis aeternae (restaurador de la luz eterna).
Pero el nomadismo de aquellas gentes hacía difícil asestarles un golpe definitivo. En el año 477, con la caída del Imperio Romano de Occidente, la autoridad de éste fue sustituida por la del mencionado Reino Mauro-Romano. Decíamos antes que esos bereberes estaban bastante romanizados y habían sido empleados como foederati, de ahí que conservaran buena parte de su legado y se alzaran contra la ocupación efectuada por los vándalos, en cuanto falleció su rey Genserico. Los sucesores del monarca trataron de retener la Mauritania Cesarea y establecer el arrianismo, pero fracasaron y un gobernante bereber llamado Masuna se proclamó Rex gentium Maurorum et Romanorum.

No sabemos nada de Masuna porque la única referencia que queda es una inscripción del año 508, de la que se deduce que reinaba sobre Altava, Castra Severiana y Safa, ya que nombró funcionarios para ellas. Sin embargo, no debió ser el único en proclamarse soberano, puesto que también consta la existencia de Masties, que hacia el 516 se autonombró Imperator del Reino de los Aures, y hubo otros menores, si no en tamaño al menos en importancia. En cualquier caso, Procopio habla de un tal Massonas (previsiblemente el mismo Masuna), que firmó una alianza con el Imperio Romano de Oriente en el 535 y recibió la ayuda del famoso general Belisario para seguir comiéndole terreno a los vándalos.
Ese año murió Masuna y heredó el trono Mastigas (o Mastinas), quien extendió el control del reino a toda la antigua Mauritania Cesariense con la única excepción de Cesarea, que quedó en manos de los romanos orientales. Al parecer, el estado bereber funcionaba de manera totalmente independiente, aunque reconociendo la autoridad de Constantinopla (incluso cuando había enfrentamientos entre ambos, cada vez más frecuentes), de ahí que a veces los gobernantes se intitulasen dux en vez de rex. El último de la lista real fue Garmul, que combatió ya abiertamente a los romanos aprovechando que éstos también tenían problemas con los visigodos en Hispania; terminaría derrotado por el magister militum Gennadius.
La muerte del vencido Garmul en el 578 supuso el derrumbe del Regnum Maurorum et Romanorum, que fue anexionado al Imperio Romano de Oriente y transformado en el Exarcado de África. Parte del territorio quedó atomizada en pequeños reinos como los de los Ouarsenis o los Hodna, que eran bereberes pero romanizados y cristianos; no obstante, el más importante fue el Reino de Altava. Lamentablemente, apenas hay noticias al respecto salvo que debía su nombre a la ciudad que Garmul había designado capital. De la mayor parte de su período, concretamente entre los años 578 y 670, no hay datos y es necesario esperar hasta la segunda fecha para encontrar por fin el nombre de un gobernante: Sekerkid el Romano.

Lo cierto es que tampoco se sabe gran cosa de él; sólo que se trataba de alguien de ascendencia romana, a juzgar por su apodo. Se ignoran los detalles de su etapa y cuánto tiempo reinó, pero abdicó en una fecha incierta, presumiblemente en el 680, en beneficio de un jefe tribal llamado Kusaila o Kasila (Aksil en lengua local).
Éste, a menudo latinizado como Cecilio, era el jefe de la Confederación Sanhaya (o Zenaga), conjunto de tribus bereberes que reunía a los zanata, masmuda y auraba. Su papel más detacado en la Historia es haber hecho un denodado esfuerzo por resistir a la expansión musulmana del Califato Omeya, ya que él y los suyos seguían influenciados culturalmente por los bizantinos y, recordemos, eran cristianos.

Fuentes tardías cuentan que Kasila fue invitado por el califa Abu al-Muhajir para convencerle de que abrazase el Islam y se uniese a él -que también era un converso-, garantizándole a cambio la igualdad de los suyos y los árabes; existía recelo en ese sentido porque se pensaba que la nueva fe era de Arabia exclusivamente. Él aceptó finalmente y todo fue bien, en estrecha colaboración, hasta que su patrocinador falleció y fue sustituido por Okba ibn Nafi, un hombre soberbio que trató a los beberes con desprecio.
Kasila dio por roto el trato y se unió a los bizantinos para derrotar a los árabes en la batalla de Vescera, en el 683, expulsándolos hacia el este de Túnez durante una década y quedando como dueño absoluto del norte africano.
En cambio, las fuentes más próximas cronológicamente a los hechos no hablan de ningún acuerdo entre Kasila y el califa ni de una conversión, aunque sí del victorioso combate y de la alianza con los bizantinos. Según esa misma versión, cinco o siete años más tarde regresaron los omeyas y se impusieron en la batalla de Mamma, en la que cayó el propio Kasila.
Los bereberes siguieron resistiendo a los musulmanes con el grueso de los irreductibles atrincherado en las montañas Aurés (la extensión argelina del Atlas), las mismas que antaño habían servido de bastión contra romanos y vándalos.

Pero, para entonces, el Reino de Altava ya no existía de facto, aún cuando su nueva líder se presentase como reina. Se trataba de Dihia (o Dahia), una jefa guerrera de la tribu nómada yarawa a la que los árabes llamaron al-Kāhina (hechicera o augur), pese a que también profesaba el cristianismo, debido a que creían que podía adivinar el futuro, ya que según dicen las fuentes tenía características que solían atribuirse a esa capacidad.
Era anciana ya -y viuda-, aunque conservaba su belleza, una larga melena y tenía tres hijos. Dihia se cobró varias victorias ante los islámicos, pero en el 698, cuando éstos derrotaron a los bizantinos en Cartago y obtuvieron esa estratégica base de operaciones, muchos abandonaron la causa al considerarla perdida.
Debilitadas sus fuerzas, Dihia fue derrotada y tuvo que emprender la huida a la ciudad griega de Tarfa, donde la alcanzaron y según unos murió luchando, según otros se quitó la vida y una tercera versión dice que cayó prisionera.
Antes de morir, cuenta la leyenda, vio que empezaba una nueva época y pidió a sus hijos que abrazasen el Islam, uniéndose a sus enemigos. Efectivamente, algo de visionaria sí tenía porque el Mediterráneo iba a transformarse radicalmente con la expansión fulgurante de la fe mahometana.
Fuentes
Maria Antonietta Ruiu, La cohors II Sardorum di Altava (Ouled-Momoun, Algeria) | Andrew Merrills, Vandals, Romans and Berbers. New perspectives on Late Antique North Africa | R.I. Lawless, Mauretania Caesartiensis: anarcheological and geographical survey | Francisco Aguado Blázquez, El África bizantina. Recoqnuista y ocaso | I. Hrbek, ed., General history of Africa III: Africa from the Seventh to the Eleventh Century | The Christian Kingdom of Altava (578 AD-708 AD), Algeria | Wikipedia
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