En marzo de 1758, el rey Jorge II de Gran Bretaña recibió un inaudito regalo procedente del otro extremo del mundo: una misiva manuscrita, redactada por el monarca de Birmania, Alaungpaya, en la que le proponía ampliar las relaciones comerciales entre sus respectivos países ofreciendo que la British East Indian Company se estableciese en la ciudad de Pathein.

Pero lo realmente llamativo no era el fondo sino la forma: el documento no estaba escrito en papel; se presentaba en espectacular oro laminado, razón por la que se lo conoce como The Golden Letter, es decir, la Carta Dorada.

Alaungpaya había nacido en 1714 en Moksobo, hijo del cacique local, llamándose originalmente Aung Zeya. En 1740, los mon (un grupo étnico meridional) iniciaron un movimiento separatista en el sur y fundaron el reino de Hanthawaddy y acto seguido se lanzaron a una expansión hacia el norte.

Estatua del rey Alaungpaya de Birmania / Imagen: Hybernator en Wikimedia Commons

Ante la impotencia del gobierno para hacerles frente, fue Zeya quien asumió la responabilidad, organizando la defensa. Aglutinar ante su carismática personalidad todas las fuerzas le permitió no sólo rechazar al enemigo sino también proclamarse rey, iniciando la nueva dinastía Konbaung.

Bajo su mandato, Birmania fue reunificada primero, para después expulsar a los franceses e ingleses que habían ayudado a los mon vendiéndoles mosquetes modernos e incluso participando activamente, como hizo el buque Arcot al disparar sus cañones sobre las tropas birmanas durante la batalla de Syriam. Lo cierto es que los europeos aprovecharon las circunstancias para asentar sendas colonias en el territorio pero ellos mismo terminarían enfrentándose en el contexto de la Guerra de los Siete Años.

La colonia inglesa, regida por la citada Compañía Británica de las Indias Orientales, estaba en el Cabo Negrais, en el extremo oeste. Alaungpaya les solicitó ayuda, si no directa, como la que proporcionaron los franceses al adversario defendiendo la ciudad portuaria de Thanlyin, al menos en armas. Pero los británicos ignoraron la petición, así que las tropas birmanas tuvieron que desalojar a los galos por sus propios medios, lo que lograron en 1756 tras un asedio de más de un año.

La campaña de Alaungpaya contra Hanthawaddy entre 1755 y 1757 / Imagen: Hybernator en Wikimedia Commons

La Carta Dorada, enviada a Londres vía la India, se enmarcaba en ese contexto. En realidad habría que decir cartas, en plural, ya que fueron cuatro las enviadas a Europa. Las otras tres no tenían el fabuloso aspecto que proporciona el oro, claro, puesto que sus destinatarios no eran de la realeza: la Compañía, el presidente de Fort St. George en Madrás (una provincia que abarcaba buena parte del sudeste de la India) y al director de la colonia insular de Negrais. De hecho, tampoco el texto era igual, ya que el estilo y el lenguaje se adaptaban a cada caso.

La dirigida a Jorge II, como dijimos al comienzo, ofrecía ceder la ciudad de Pathein para establecer una colonia de mayor importancia que la que había en Negrais, tan modesta que no podía competir con las de la Compagnie française des Indes orientales en la zona por su alejamiento de las rutas comerciales, el clima insalubre y las limitaciones de espacio. En cualquier caso, debido a la distancia y, sobre todo, a la Guerra de los Siete Años, la Carta Dorada tardó veintitrés meses en llegar a manos de Jorge II, pues está datada el 25 de mayo de 1756.

El contenedor de marfil / Imagen: Gottfried Wilhelm Leibniz en Wikimedia Commons

El soberano abrió primero una arqueta de madera pulida, barnizada con resina roja y decoración con incrustaciones de oro. Dentro había una bolsa de brocado en la que se había metido un contenedor de marfil, elaborado con un colmillo ahuecado de elefante asiático; aún se conserva. Al quitarle la tapa apareció un paquete de papel encarnado que, tras ser retirado, mostró su rico contenido, dejando a todos atónitos.

Se trataba de una alargada lámina de oro que medía 54,7 por 8,5 centímetros, teniendo un grosor de 0,2 milímetros y un peso de 100 gramos. En sus extremos, sendas filas de 12 rubíes engarzados cada una, a las que había que sumar, en el borde izquierdo, un octógono enmarcando la figura en relieve de un Hamsa, el ánsar que era un ave sagrada y que Alaungpaya adoptó como sello real (en este caso, impreso directamente sobre el oro). El texto, que se lee de izquierda a derecha, se reparte por una decena de líneas simétricas.

No hubo contestación oficial. El mensaje de un rey birmano con pretensiones de incrementar su prestigio y afianzar su dinastía fue visto como una mera extravagancia exótica en la corte británica y tampoco los otros tres receptores de los mensajes, en teoría mejores conocedores de los asuntos asiáticos, fueron capaces de entender las posibilidades que se les abrían con aquel potencial aliado.

La Carta Dorada desplegada. Se aprecian los daños causados por Christian IV en la parte inferior derecha / Imagen: Bibliothek Gottfried Wilhelm Leibniz

Peor aún, ni siquiera se envió el acuse de recibo, lo que Alaungpaya consideró una ofensa. Enterado encima de que la Compañía le había vendido mosquetes y municiones al reino rebelde de Hanthawaddy, expulsó a los británicos de Negrais por la fuerza.

No pudo hacer mucho más porque murió el 11 de mayo de 1760, tras regresar a su palacio desde el frente, ya que estaba inmerso en una contienda con Siam. Era joven, pues sólo tenía cuarenta y seis años y había reinado únicamente ocho, aunque ello no es óbice para que se le considere uno de los más grandes monarcas de Birmania. Le sucedió su primogénito Naungdawgyi, que logró imponerse a las aspiraciones de su hermano Hsinbyushin, pero esa sería otra historia. ¿Qué pasó entretanto con la Carta Dorada?

Transcripción de la carta y su traducción al inglés / Imagen: The treasure of the Gottfried Wilhelm Leibniz Library in Hanover, Germany. The Golden Letter from king Alaungphaya of Myanmar to king George II of Great Britain

Jorge II la donó a la biblioteca Gottfried Wilhelm Leibniz de Hannover, ciudad donde había nacido y de donde era elector, pues llegó al trono por herencia de su padre, quien fue proclamado rey por ser primo de la fallecida reina Ana para evitar que lo hicieran otros candidatos con más derechos pero católicos. Gerlach Adolph von Münchhausen, consejero privado del monarca británico, acompañó la misiva de una descripción errónea en la que indicaba que estaba escrita en sánscrito por un príncipe indio -adorador del fuego, para más señas (!)- y así quedaría archivada los dos siglos y medio siguientes.

Salvo una consulta que hizo el príncipe de Dinamarca -más tarde convertido en el rey Christian VII-, que le provocó un pequeño desperfecto accidental, la Carta Dorada permaneció prácticamente en el olvido hasta el año 2006. Fue entonces cuando el bibliotecario jefe, Friedrich Hülsmann, recurrió a un equipo de expertos en el sudeste asiático de la École Française d’Extême Orient para, bajo la dirección del historiador Jacques Deiler, identificar la procedencia real del documento y traducir el texto, ya que todavía tenía la reseña bibliográfica equivocada que le hizo el bibliotecario Eduard Bodemann en 1867.

Los investigadores descubrieron enseguida que aquella lengua no era sánscrito sino birmano y que a su autor tampoco había que situarlo en la India ni tenía nada que ver con la estrambótica descripción de von Münchhausen. Con la colaboración del Ministerio de Exteriores de Alemania, se comparó el contenido de la carta con el de las otras copias existentes, desvelándose así su mensaje y abriendo una nueva perspectiva para conocer el reinado de Alaungpaya. Desde 2015, la Carta Dorada forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.


Fuentes

King Alaumingtaya’s Golden Letter to Kinh George II (7 May 1756). The story of an exceptional manuscript and the failure of a diplomatic overture (Jacques P. Leider)/The treasure of the Gottfried Wilhelm Leibniz Library in Hannover, Germany. The Golden Letter from King Alaungphaya of Myanmar to King George II of Great Britain (George Ruppelt)/History of Burma. From the earliest times to 10 March 1824 (G.E. Harvey)/Der Goldene Brief (sitio oficial)/Wikipedia


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