El Esquilino es un distrito del centro histórico de Roma cuya etimología viene del antiguo castra priora equitum singularium, es decir, el cuartel de los Equites Singulares Augusti (guardia imperial a caballo), que se ubicaba en la vecina colina Celio.

En la Antigüedad era una zona junto a la muralla serviana que acogió un basurero y un cementerio para pobres hasta que las reformas urbanas de Augusto lo transformaron completamente, convirtiéndolo en el lugar donde se situaron los Horti Maecenatis, una espléndida villa ajardinada propiedad del famoso Mecenas.

«Ahora se puede habitar en el saludable Esquilino y pasear en su llanura soleada, por donde hace poco los desdichados contemplaban el deforme campo por los blancos huesos; ahora no tanto me causan preocupación y fatiga los ladrones y las fieras que suelen maltratar este lugar cuanto las brujas que trastornan los espíritus humanos con sus conjuros y venenos; a éstas de ningún puedo perder ni impedir que cojan huesos y hierbas nocivas en cuanto la luna errante muestra su bello rostro»

Ubicación de los Horti Maecenatis en la Antigua Roma / Imagen: Cristiano64 en Wikimedia Commons

Estas bellas estrofas de Horacio en sus Sátiras plasman el renacer de ese rincón romano gracias a la mano de Cayo Clinio Mecenas, asesor y amigo personal del emperador además de padrino de numerosos escritores y artistas -entre ellos Virgilio, Propercio y el propio Horacio-, siendo esto último lo que le sirvió para perpetuar su nombre: de él deriva el concepto de mecenazgo que la RAE define como «protección o ayuda dispensadas a una actividad cultural, artística o científica». Él mismo se atrevió a probar en literatura, tanto en prosa como en verso, si bien fue muy criticado por su estilo rebuscado.

De hecho, a Mecenas se le veía desde una doble perspectiva. Una, positiva, era su indudable capacidad de gestión y la cordialidad con que trataba a su círculo de amistades. Otra, negativa, la exclusividad elitista de dicho círculo y una falta de marcialidad en sus ademanes que le hacían tener fama de afeminado. Además, rechazó la oferta de ser senador, prefiriendo permanecer en el ordo ecuestre, algo difícil de entender por los romanos y encima terminó cayendo en desgracia ante Augusto por la implicación de su cuñado, Lucio Licinio Varrón Murena, en una conspiración (aunque Dión Casio atribuye esa ruptura a un presunto intento del emperador de seducir a su esposa), a pesar de lo cual legó sus bienes a su viejo amigo al morir.

En el año 38 a.C., el Senado prohibió la cremación de cuerpos a menos de dos millas del área urbana, lo que obligaba a clausurar la mencionada necrópolis del Esquilino. Los terrenos pasaron a manos de Mecenas, que decidió construir allí una villa privada de recreo siguiendo la moda de la época: un complejo arquitectónico rodeado de jardines y zona arbolada. Había varios pabellones de uso diverso (residencia, biblioteca, cuadras, un palomar…) que, según los análisis practicados al opus reticulatum (ladrillo), debió de terminarse antes del año 30 a.C. Cada edificio tenía vistas a las áreas arboladas del entorno mediante una serie de arquerías y terrazas.

El recibidor de Mecenas (Stefan Bakalowicz) / Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

También se hicieron unas termas alimentadas por el Aqua Marcia, uno de los cuatro mayores acueductos de los once que abastecían a Roma. Según se dice, Mecenas dispuso así del primer baño privado de agua caliente de la ciudad, cosa curiosa porque las aguas que traía el Aqua Marcia tenían fama precisamente de ser frías, procedentes del valle de Anio. Consecuentemente, los Horti Maecenatis podían presumir de un buen número de fuentes de mármol que embellecían el conjunto, decoradas con estatuas faunísticas.

Y es que las villas romanas de recreo seguían un modelo característico que intentaba combinar dos conceptos aparentemente distintos, como eran el de jardín cuidado y el que imita la naturaleza salvaje. Es decir, tipo helenístico-persa, importado del Mediterráneo oriental y diseñado para invitar a la relajación, con algunos elementos habituales: aprovechamiento de la luz, sombras para aplacar el sol, importancia del agua visible y conexión de interiores y exteriores a través de arcos y pilastras. Propercio confirma todo esto en su obra Elegiae in Maecenatem.

No se sabe con exactitud la extensión de los Horti Maecenatis. Los arqueólogos creen que estaban a ambos lados del agger (terraplén defensivo) de la muralla serviana (la que construyó el rey Servio Tulio en el siglo IV a.C.), al norte y al sur de la Porta Esquilina, porque se han encontrado puticuli (fosas comunes) de la antigua necrópolis en la esquina noroeste de la plaza Vittorio Emanuele I (extramuros). Por tanto, el límite estaría en los vecinos Horti Lamiani (jardines construidos por el cónsul Lucio Anneo Lamia en tiempos de Tiberio).

Reproducción de otra villa que Mecenas tenía en Tívoli (ilustración del siglo XVIII) / Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Augusto, que solía visitar el lugar y pernoctar en casa de su amigo, no quería que se olvidase el uso funerario anterior y más tarde mandaría colocar algunas estelas áticas a modo de recordatorio. Al fin y al cabo, decíamos, fue el heredero de esa propiedad cuando su dueño falleció en el año 8 a.C. y luego pasó al estado. Nerón construyó la llamada Domus Transitoria, el primer palacio imperial erigido después del famoso incendio de Roma, para conectar los Horti Maecenatis con el Palatino; por cierto, la tradición dice que el emperador vio la destrucción ocasionada por las llamas desde un turris (torre de vigilancia) de la villa.

En esa época, desde su perspectiva estoica, Séneca manifestaba desprecio por los Horti Maecenatis como símbolo de decadencia espiritual. Pero una cosa era lo que pensaban los filósofos y otra lo que hacían las clases acomodadas; el cónsul Marco Cornelio Frontón compró los jardines a mediados del siglo II d.C. porque era un admirador de Horacio y recordaba sus glosas sobre ellos, lo que debió influir para que también les dedicara una referencia alguna vez y, de hecho, su nombre se ha encontrado en una fistula aquaria (tubería) que pasa por el Auditorio de Mecenas.

Jardines de la Antigua Roma. Está señalada la ubicación de los Horti Lamiani; al otro lado de la muralla se ven los Horti Maecenatis / Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El Auditorio de Mecenas es el único resto monumental de los Horti Maecenatis y el primer hallazgo arqueológico de ese lugar, en 1874. Se trata de un triclinio, es decir, un comedor, que constituye el interior de un pabellón donde la existencia de esas tuberías -en realidad son nueve- hace deducir que contaba con fuentes interiores.

Decorado con nichos y pinturas murales que representan misterios dionisíacos, es probable que tuviera funciones estacionales, ora como ninfeo, ora como ekklesyasterion, ora como triclinio propiamente dicho.

Asimismo, en la ruta de la antigua Via Labicana había un sepulcro romano republicano tardío que se conoce como Casa Tonda (Casa Redonda) y tradicionalmente está considerado el mausoleo de Mecenas; es posible, aunque resulta imposible probarlo porque fue derribado en 1886 para abrir la citada plaza de Vittorio Emanuele I y únicamente quedan los cimientos. Es algo por lo que pasaron antaño los otros edificios, cuya piedra fue reaprovechada como material de construcción.

Interior del Auditorio de Mecenas / Imagen: Spiroslonas en Wikimedia Commons

Las propias esculturas lo sufrieron, a pesar de lo cual se conservan algunas en los Museos Capitolinos, destacando, entre otras, las estatuas de Marsias, Igea y Eros, la cabeza de una amazona, el llamado Auriga dell’Esquilino, un mosaico ilustrando la historia de Orestes e Ifigenia y un imponente ritón (cuerno para beber o hacer libaciones) griego que procede de una fuente.


Fuentes

Sátiras. Epístolas. Arte poética (Horacio)/Elegías (Sexto Propercio)/Los orígenes de Roma (Tito Livio)/Horti romani (Maddalena Cima y Eugenio La Rocca)/The Horti of Maecenas on the Esquiline Hill in Rome (Chrystina Häuber)/Musei Capitolini/Wikipedia


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