Medio en serio medio en broma, casi podríamos decir que quien no fue emperador en la Antigua Roma bajoimperial fue porque no quiso. A partir del siglo III d.C. la inestabilidad en el poder y la debilidad de los emperadores fue una constante que llevó a que muchos alcanzasen tal estatus sin ni siquiera derrocar al titular. Lo vimos aquí en varios artículos y hoy vamos a ver otro caso, si cabe aún más curioso porque su protagonista no se autoproclamó emperador romano sino de Britania y la Galia: se llamaba Carausio.

Hay que remontarse en el tiempo hasta finales del citado siglo III, cuando Maximiano era augusto compartiendo el imperium con Diocleciano. Maximiano, un rudo comandante militar natural de Panonia (en lo que hoy es Serbia), se distinguió en el servicio a Aureliano y Probo para luego encumbrar al trono a Diocleciano, quien a su vez le nombró césar porque no tenía hijos varones y necesitaba una mano derecha en quien confiar. En ese sentido cabe añadir que Maximiano fue el padre del futuro emperador Majencio (el que se enfrentaría a Constantino).

Maximiano recibió esa distinción en el año 285, el mismo en que acompañó al emperador en su campaña contra los bagaudas, rebeldes que originarían una larga serie de insurrecciones que se prolongarían en el tiempo, siendo reprimidas pero volviendo a brotar, hasta el siglo X. No se trataba de pueblos o tribus propiamente dichas sino de grupos constituidos por una mezcolanza de desertores, bandidos, esclavos fugados y gente desesperada a causa de la miseria, aunque alguna vez se sumaron a las razias que hacían los suevos periódicamente, incrementando así la presión sobre el Imperio Romano.

Bustos de Maximiano y Diocleciano / Imagen 1: Paolo Monti en Wikimedia Commons – Imagen 2: G. dallorto en Wikimedia Commons

Fue precisamente luchando contra los bagaudas donde sobresalió otro militar, en este caso de origen menapio, es decir, nacido en la Gallia Belgica (que no sólo abarcaba el país actual homónimo sino también el sur de Holanda, Luxemburgo, el noreste de Francia y el oeste de Alemania). Se llamaba Marco Aurelio Mauseo Carausio y procedía de modesto estrato social, hasta el punto de que antes de alistarse trabajaba como práctico portuario. Se desconoce su año de nacimiento y, por tanto, resulta difícil establecer una cronología biográfica. Sí sabemos que su buen hacer con las armas y esa experiencia profesional previa sirvió para que le asignasen el mando de la Classis Britanica.

Como indica su nombre, se trataba de una flota creada tiempo atrás por Claudio para transportar a los cuarenta mil hombres de su ejército con sus correspondientes pertrechos y provisiones en la conquista de Britania. En tiempos de los Flavios perdió su carácter temporal para volverse permanente pero poco a poco fue tornándose menos necesaria hasta que bajo la comandancia de Carausio recuperó protagonismo, ya que se le encomendó controlar el Canal de la Mancha y las aguas que bañaban el litoral británico para protegerlo de las cada vez más frecuentes incursiones de piratas francos y sajones.

En aquella época, la base principal de la Classis Britanica estaba estratégicamente situada en Gesoriacum (Boulogne-Sur-Mer), desde la que podía cerrar el paso a esos ataques tanto hacia el suroeste (Armórica, la región más afectada) como hacia el nordeste (la citada Galia Bélgica). Sin embargo, no ocurrió así. Los piratas siguieron campando a sus anchas y las acciones de la flota romana apenas les pusieron coto, lo que llevó a Maximiano a sospechar de Carausio; efectivamente, los informes decían que no sólo no ponía interés en salir a combatir a los enemigos sino que, a tenor del enriquecimiento que estaba experimentando, se repartía con ellos los botines que obtenían.

Áureo con la efigie de Carausio acuñado en Londinium / Imagen:  
portableantiquities en Wikimedia Commons

Consecuentemente, entre los años 286 y 287, Maximiano ordenó su destitución y ejecución. La reacción de Carausio fue inaudita y osada: se autoproclamó emperador de Britania y la Galia (aunque, de hecho, sólo dominaba la parte septentrional). Para sustentar tal audacia, contaba con la lealtad de las tres legiones destinadas a Britania, con otra acantonada en territorio galo y con diversas vexilationes (destacamentos) más, que se encargó de engrosar contratando mercenarios bárbaros y atrayéndose, según un panegírico escrito en 297, a los comerciantes galos. Por supuesto, también se quedó con la escuadra, que amplió confiscando barcos de la región e iniciando un programa de construcción naval.

Se ignora cómo pudo asegurarse el favor de aquellas tropas, pero la explicación más evidente sería que las compró gracias a los tesoros que había acumulado. Ahora bien, es posible que muchos de los hombres que dirigió contra los bagaudas decidieran seguir a su lado; al fin y al cabo sus triunfos le habían otorgado popularidad y ascenso en la jerarquía militar. Asimismo, no falta quien apunta una interesante posibilidad: que Carausio pudo haber salido vencedor en una batalla en suelo británico -acaso una relacionada con el encumbramiento en el 285 de Maximiano, puesto que éste asumió el título de Britannicus Maximus– de la que no ha quedado constancia documental. En cualquier caso, el Imperio Romano no podía permitir aquella ofensiva sublevación y puso en marcha su formidable maquinaria bélica para ponerle fin.

El objetivo era la invasión de Britania, donde Carausio se había establecido para defenderse mejor. Sin embargo, no llegó a producirse el desembarco previsto. La razón es incierta y las fuentes, escasísimas, difieren. Flavio Eutropio, que llegó a ser cónsul y escribió Anales de la historia de Roma, lo explica diciendo que sí hubo una serie de combates y, en ellos, el ejército de Maximiano resultó derrotado ante el genio militar del adversario. En cambio, el panegírico que le entregarían al posterior emperador Constancio Cloro lo explica por el mal tiempo, como si de un antecedente de la Armada Invencible se tratara.

Provincias de la Galia hacia el año 400 d.C. / Imagen: dominio público en Wikimedia Commons Crédito: Cplakidas / Jbribeiro1 / Dominio público / Wikimedia Commons

Fuera cual fuese la causa, Carausio se salió con la suya, aprovechando además que la población británica estaba descontenta con la dominación romana. Así que ambas partes firmaron la paz y el rebelde no sólo afianzó su posición sino que la legitimó reconociendo la autoridad de Maximiano y Diocleciano pero reservándose la suya, hasta el punto de que en una moneda aparece como PAX AVGGG y en otra como CARAVSIVS ET FRATRES SVI (Carausius y sus hermanos, en alusión a los emperadores), lo que indicaría que le reconocieron como un tercer augusto, si no de iure al menos de facto. En otras pone Expectate veni (Esperé), cita de carácter mesiánico que Virgilio escribió en la Eneida.

Y es que, como es fácil deducir, Carausio acuñó su propia moneda (en 2010 se encontró en Frome, Somerset, un tesoro de 52.500 de las que 766 correspondían a ese período). Lo hizo en dos ciudades de ambos lados del canal como Londinium (Londres) y Rotamagus (Rouen); posiblemente también en Colonia Claudia Victricensis (Colchester). En esas piezas, que hoy por hoy constituyen casi la única fuente de información, recurrió a cierto populismo haciéndose llamar Restitutor Britanniae (Restaurador de Britania) y Genius Britanniae (Espíritu de Britania). No le salió mal porque si las monedas al principio eran toscas, luego se refinaron y hasta se hicieron de plata -las primeras de ese metal en Britania desde hacía mucho-. Es más, algunos exergos mencionan una edad de oro con las siglas RSR (Redeunt Saturnia Regna, otra cita de Virgilio).

Con todo eso, Carausio reivindicaba la romanidad del período augustiano como referencia moral; o sea, que la virtus tradicional ya no estaba en Roma sino en Britania y encarnada por él, algo que era típico del momento porque los otros tetrarcas hacían lo mismo. Pero, como decimos, la jugada salió bien pues un hito con su nombre fue encontrado en Carlisle (en el norte de Inglaterra, casi en la frontera con Escocia), lo que refleja que controlaba toda la Britania romana. Dice textualmente: IMP [eratori] C [aesari] M [arco] | AVR [elio] MAVS [aeo] | CARAVSIO P [io] F [elici] | INVICTO AVG [usto ].

El hito de Carlisle / Imagen: Rosser1954 en Wikimedia Commons

En el año 293, Diocleciano autorizó a Maximiano a nombrar césar en Occidente a Constancio Cloro mientras él hacía otro tanto en Oriente con Galerio, naciendo así la llamada Tetrarquía. La primera misión de Constancio (Cloro era un apodo que se le pondría más adelante) fue romper el statu quo y derrocar a Carausio. La culminó con éxito en el 293, derrotando a su ejército y tomando Gesoriacum -construyó un dique con el que bloqueó el puerto, lo que impidió que la Classis Britannica pudiera auxiliarlo- para después continuar avanzando por la región de Batavia ante la posible amenaza de los francos, aliados del enemigo. Éste, no obstante, permanecía a salvo en Britania porque los romanos no tenían otra flota disponible con la que cruzar el Canal de la Mancha.

Busto de Constancio Cloro /Imagen: shakko en Wikimedia Commons

Al final no hizo falta. Aprovechando la difícil situación, Carausio fue muerto por Alecto, un compatriota menapio y oficial naval al que había nombrado rationalis (tesorero) y que, una vez libre de su jefe, le suplantó en el trono britano.

Moría el hombre pero nacía la leyenda, puesto que se le convertiría en una especie de pionero del nacionalismo británico, sobre todo a raíz de la publicación de Historia de los reyes de Britania, una obra escrita por Godofredo de Monmouth, el clérigo literato que en el siglo XII difundió los primeros relatos artúricos y que consiste en una recopilación de mitos a partir de otras fuentes (la De Excidio et Conquestu Britanniae, de Gildas; la Historia ecclesiastica gentis Anglorum, de Beda el Venerable; la Historia Brittonum, de Nennius, etc).

En realidad, Alecto no duraría mucho; apenas tres años porque en el 296, después de dos años luchando contra francos y alamanes y con el apoyo en la retaguardia de Maximiano para garantizar la seguridad del Rin, Constancio consiguió por fin los ansiados barcos para trasladar a las tropas.

Una primera flota, mandada por su praefectus praetorio, Julio Asclepiodoto, zarpó de la desembocadura del Sena y se enfrentó a Alecto en el entorno de la isla de Wight; la victoria no sólo fue romana sino que Alecto mismo murió en combate. Entretanto, una segunda escuadra dirigida por el propio Constancio, partió de Gesoriacum, ocupó Londinium, aplastó a los mercenarios bárbaros y puso las cosas en su sitio. La pax romana volvía a Britania.


Fuentes

Abridgement of Roman History (Eutropius, en Corpus Scriptorum Latinorum)/Panegyrici Latini (Roger Aubrey Baskerville Mynors ed.)/Propaganda política y opinión pública en los panegíricos latinos del Bajo Imperio (Manuel J. Rodríguez Gervás)/Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano (Edward Gibbon)/Carausius and Allectus. The British usurpers (P. J. Casey)/La caída del Imperio Romano (Adrian Goldsworthy)/Wikipedia


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