El emperador Claudio ha pasado a la historia, sobre todo, por sus defectos físicos (retratados por Robert Graves en dos exitosas novelas, Yo, Claudio y Claudio, el dios, y su esposa Mesalina, ambas adaptadas a una prestigiosa serie televisiva), por haber logrado sobrevivir -y suceder- a Calígula, y por fallecer probablemente envenenado, quizá por su esposa para que el trono pasase a su hijo Nerón. Pero, aparte, suele citarse como uno de los hitos de su reinado de prosperidad la construcción de un nuevo puerto en Ostia: el llamado Portus.
Ostia Antica era el nombre de una antigua ciudad situada en el litoral del mar Tirreno, en la mitad de la península itálica. Muy cerca de Roma, a unos veinticinco kilómetros.
De hecho, se cree que posiblemente fue la primera colonia de la metrópoli y su fundación, datada en el siglo VII a.C., se atribuía a Anco Marcio, el último rey de origen sabino, cuya etapa se caracterizó precisamente por una política de expansionismo que llevó a la conquista del Lacio.
Además, Marcio llevó a cabo un amplio programa de construcción de infraestructuras que incluyó el Puente Sublicio, las fortificaciones del Janículo, la primera prisión, unas salinas y el puerto de Ostia. Este último tenía inicialmente una función puramente defensiva, proteger la entrada al Tíber para evitar que un posible enemigo pudiera remontar el río y llegar a la ciudad (su nombre mismo alude a la ubicación en la desembocadura tiberina).
En aquellos tiempos primigenios, el radio de actuación era básicamente local y terrestre; aún faltaba mucho para que Roma se convirtiera en una potencia marítima.
La mayor parte de las ruinas que se conservan de Ostia corresponden al siglo III a.C.: los llamados Castrum y Capitolio, que hoy están tierra adentro por culpa de la sedimentación. De todas formas, en el año 87 a.C. Mario arrasó la urbe durante su guerra contra Sila, y, tras un nuevo y devastador ataque pirata dos décadas después, que llevó a Pompeyo a solicitar la Lex Gabinia, que autorizaba a formar una escuadra para combatir a los agresores, tuvo que ser reconstruida con las debidas medidas poliorcéticas.
Tiberio la engrandeció dotándola de un foro pero fue durante el mandato de Claudio cuando dio el salto definitivo con la construcción del nuevo puerto.
En realidad, la primera idea había sido de Julio César, que consideraba necesario garantizar el suministro de grano y aceite a Roma por vía marítima y por eso propuso abrir un canal desde Tarracina dotado de muelles. Por entonces ya empezaban a acumularse en la desembocadura del Tíber detritos fluviales, generando a los barcos de mayor calado dificultades para atracar. En tiempos de Claudio el problema se había agravado tanto que las naves grandes ya no podían acceder a los embarcaderos, así que el emperador recuperó el proyecto.
Otra razón fue que las políticas imperiales de embellecimiento arquitectónico de Roma necesitaban también de los grandes bloques de mármol y piedra en general que se transportaban allí por mar, remontando luego el curso del río hasta la Porta Portese.
Buen ejemplo de ello fueron las dificultades que tuvo el barco de obelisco (una tipología naval que, como indica su nombre, estaba diseñada para trasladar obeliscos) que debía trasladar el obelisco egipcio que Calígula importó para instalar como spina en su circo privado (y que hoy decora la Plaza de San Pedro).
Irónicamente, fue el casco de ese mismo barco el que sirvió de base para crear una isla artificial sobre la que se erigió un faro y que se situaba entre los dos espigones elípticos que se extendían unos ciento setenta metros en su frente, protegiendo el recinto de los muelles y creando dos entradas. Al menos así se deduce de las descripciones y representaciones halladas en monedas.
El conjunto, que abarcaba un total de sesenta y nueve hectáreas, no se ubicaba exactamente donde el anterior sino cuatro kilómetros al norte, en la orilla derecha del Tíber. Estaba abierto directamente al mar por un lado pero comunicado con el río mediante un canal en la parte sur, quedando protegido del predominante viento suroeste que azotaba la desembocadura.
Asimismo, se construyó una calzada denominada Via Portuensis para enlazar por tierra la nueva infraestructura con Roma. Medía veinticuatro kilómetros de longitud y cruzaba las colinas hasta llegar a lo que hoy es Ponte Galeria y desde allí la llanura hasta la ciudad propiamente dicha, pasando por lo que luego sería la Porta Portuensis (la que atravesaba la Muralla Aureliana) y terminando en el Pons Aemilius.
De este modo, eran dos las calzadas porque persistía otra más antigua, la Via Campana, que en vez de por las montañas iba por el valle, siguiendo los meandros del río y conectando Puteoli, Qualiano y Capua hasta unirse a la Via Appia.
Fue bautizado con el sencillo nombre de Portus (aunque luego Nerón le añadiría Augusti) y, en una inscripción inaugurada en el año 45 d.C., Claudio decía que la nueva infraestructura permitiría poner fin a las frecuentes inundaciones que sufría Roma por las crecidas. Sin embargo, sólo dieciséis años más tarde, Tácito documenta el naufragio de varios barcos que transportaban cereales al intentar entrar en el puerto durante una tormenta. Asimismo, los ingenieros advirtieron al emperador de que el lugar no era el idóneo porque también estaba sometido a sedimentación.
Esto quedaría patente durante el reinado de Trajano, cuando la arena depositada amenazó con dejar inservible el puerto, razón por la que fue inevitable acometer una serie de obras para solucionarlo. Era el 112 d.C. y se envolvieron la dársenas con muros, formando una estructura hexagonal de treinta y nueve hectáreas que debía amortiguar el impacto del oleaje y se comunicaba con el puerto anterior, con el mar y con el Tíber a través de canales. Esta estructura hexagonal es hoy conocida como Fossa Traiana, a pesar de que coincide básicamente con el puerto de Claudio.
Asimismo, Portus enlazaba con el puerto original de Ostia Antica, por otro canal llamado Fiumara Grande que tenía casi un centenar de metros de ancho, lo que lo convertía en uno de los de mayor tamaño construido por la ingeniería romana; con el tiempo quedaría en el olvido hasta ser descubierto hace poco, en 2010. En ese sentido, hoy también se puede ver la huella que dejó Portus en el paisaje, en forma de una laguna interior alrededor de la cual se distribuyen los restos arqueológicos de los almacenes de mercancía.
El nuevo puerto remodelado por Trajano se mantuvo en servicio un par de siglos, alcanzando durante el reinado de Constantino I el Grande la plena autonomía gracias a que el sitio fue designado sede episcopal, contando con su catedral (Santa Rufina, del siglo X) y un palacio para el obispo convertido luego en fortaleza. Recibía entonces el nombre oficial de Civitas Flavia Costantiniana Portuensis, si bien conservaba los más comunes de Portus Romae o Portus Urbis.
Pero al llegar la Edad Media cayó en desuso; la sedimentación en el margen derecho del Tíber y la crisis comercial lo llevaron a un olvido que no se corrigió -de manera parcial – hasta que papas como Gregorio XIII y Pablo V ordenaron reabrir la Fossa Traiana en los siglos XVI y XVII respectivamente, y ahora se conoce como Canal Fiumicino.
En la actualidad constituye una parte del Parco Archeologico di Ostia Antica, donde se pueden ver las trazas de la ciudad y su muralla, la necrópolis pagana de Isola Sacra (otra isla artificial, ésta creada por Trajano) y un museo naval. A pesar de su tamaño original, los espigones apenas son reconocibles en sendos montículos de arena.
Fuentes
Portus Project (University of Southampton) / Ostia. Aspects of Roman city life (Gustav Hermanssen) / Portus. An archaeological survey of the Port of Imperial Rome (S. J. Keay y Antonia Arnoldus-Huyzendveld) / Porti Imperiali di Claudio e Traiano (Comune di Fiumicino) / Parcho Archeologico di Ostia Antica / Wikipedia
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