En tiempos de guerra no hay lugar para los viajes de placer, por eso los países beligerantes suelen convertir sus buques de recreo y mercantes en naves armadas o de transportes, cuando no en hospitales flotantes; es lo que pasó con los transatlánticos durante la Primera Guerra Mundial, como ya hemos visto aquí en varios artículos (el dedicado al RMS Asturias, por ejemplo). Hoy volvemos sobre el tema con la historia del SMS Cap Trafalgar, un gran navío de pasajeros que la Kaiserliche Marine requisó y adaptó como crucero auxiliar e irónicamente terminó hundido por un homólogo británico cuya apariencia imitaba.
El SMS Cap Trafalgar, cuyo nombre era un obvio homenaje al accidente geográfico español, nació en el astillero AG Vulcan, un astillero ubicado en la ciudad germana de Stettin (actualmente la polaca Szczezin) que trabajaba en construcción naval desde su fundación en 1851 y se especializaba en transatlánticos de la clase Kaiser, de los que hizo cuatro unidades (una de ellas hundida en la Primera Guerra Mundial y las otras tres incautadas por EEUU en 1917). El Cap Trafalgar no formaba parte de ella, ya que era algo más pequeño y se botó un par de años después.
Concretamente en julio de 1913, entrando en servicio en la ruta que la naviera propietaria, la Hamburg Südamerikanische Dampfschifffahrts-Gesellschaft (hoy Hamburg Süd) operaba entre Alemania y el Río de la Plata, haciendo escalas en puertos de Brasil, Uruguay y Argentina. De hecho, ése fue su viaje inaugural en la primavera de 1914, siendo uno de los transportes más lujosos que hacían la travesía del Atlántico: piscina, invernadero, maderas nobles en el mobiliario de los camarotes, molduras doradas en zonas comunes… Un mundo aparte para sus privilegiados pasajeros (hasta 1.600 podía llevar) que apenas iban a tener tiempo de disfrutarlo.
Y es que el estallido de la contienda global en el verano de aquel mismo año obligó a requisarlo para incorporarlo a la citada Armada Imperial. Así, a sus 187 metros de eslora por 22 de manga, 18.710 toneladas y dos motores gemelos de triple expansión que le proporcionaban una potencia de 15.000 caballos de vapor y una velocidad de 17 nudos, se le sumaron dos cañones SK L de 10,5 cm. y seis ametralladoras Pounder de 37 mm. procedentes del cañonero SMS Eber, que se quedaría en Brasil hasta que en 1917, al entrar ese país en la guerra a favor de los aliados, fue hundido por sus propios hombres en Salvador de Bahía.
Esta transformación se llevó a cabo en la isla brasileña de Trinidad, donde la Kaiserliche Marine había establecido una base de suministros. Allí recibió el buque la denominación en clave de Hilfskreuzer B (esto es, Crucero auxiliar B) y se le destinó la tripulación del citado Eber al mando del capitán de corbeta Julius Wirth. Debidamente equipado con munición y provisiones, salió al mar con la misión de atacar mercantes británicos, aunque tuvo que regresar el 13 de septiembre para aprovechar la llegada de varios colliers (barcos carboneros a granel que permitían repostar in situ) e incrementar así el carbón que había ya subido previamente en Montevideo -a donde se había trasladado desde Buenos Aires al recibir la noticia de que su país estaba en guerra-.
Paralelamente, la Royal Navy había hecho casi exactamente la misma operación con el RMS Carmania, de la famosa compañía Cunard. Se trataba de un gemelo del RMS Caronia, con el que formaba la pareja de buques de mayor tamaño de la flota de aquella naviera: 198 metros de eslora, 22 de manga y 19.524 toneladas, alcanzando 18 nudos. Construido en los astilleros escoceses de Clydebank por John Brown & Company (la misma empresa que haría otros transatlánticos célebres como el Lusitania, el Queen Mary o el Queen Elizabeth, además de los cruceros HMS Repulse y HMS Hood), el Carmania fue botado en 1904 e hizo su viaje inaugural un año después entre Liverpool y Nueva York, ruta que seguiría operando hasta 1910.
Ese año sufrió un incendio que obligó a retirarlo temporalmente, aunque luego regresó al océano y, casualmente, en 1913 incluso participó en el rescate de los pasajeros del SS Voltunio, también presa de las llamas. Al estallar la guerra fue transformado en un mercante armado, dotándoselo de ocho cañones Mark V de 120 mm. y poniéndose a su mando el capitán Noel Grant. La misión que se le encomendó fue navegar hacia las Bermudas para luego tomar rumbo sur e interceptar y hundir mercantes y carboneros enemigos que aprovechaban la mencionada base de la isla de Trindad. Así que la mañana del 14 de septiembre llegó a ese lugar para encontrarse al Cap Trafalgar carboneando con dos colliers.
La sorpresa debió de ser doble porque el buque teutón presentaba una apariencia muy similar a la del británico; al parecer deliberadamente para poder acercase con mayor facilidad a sus presas. De hecho, hasta se le había retirado la tercera de sus chimeneas porque era falsa y se había colocado sólo por razones estéticas, de manera que ahora pasaba a primera vista por el Carmania. Curiosa y erróneamente, algunas fuentes dicen lo contrario: que fue el buque británico el que adoptó la apariencia del otro, cosa imposible porque, como hemos visto, hizo antes sus reformas y salió a su caza.
Ambos contendientes salieron hacia hacia aguas abiertas, dada la necesidad de espacio para maniobrar que exigía su enorme tamaño. Los cañones del Carmania fueron los primeros en abrir fuego pero lo hicieron prematuramente, de modo que se quedaron cortos; eso concedió una ligera ventaja al Cap Trafalgar, que disparó a la distancia adecuada y alcanzó a su oponente. No obstante, se trataba de navíos demasiado grandes para piezas del calibre que tenían, por lo que se pasaron dos horas intercambiando golpes sin que resultasen decisivos.
No obstante, el británico salió peor parado de ese duelo, recibiendo hasta 79 impactos que destruyeron su puente y abrieron una vía de agua en el casco. Tampoco el alemán estaba intacto y los dos quedaron envueltos en llamas, ya que al tratarse de transatlánticos adaptados carecían de sistemas adecuados de extinción, al igual que de un método moderno de municionamiento; ello obligaba a realizar esas tareas manualmente, como si se tratase de un combate naval de otra época y, en efecto, acercaron sus costados a unos cientos de metros para continuar la lucha con las ametralladoras de cubierta.
Entonces, los hombres del Carmania se llevaron una sorpresa monumental. Estaban desesperados, intentando inútilmente controlar el fuego de a bordo y pensando que tenían la batalla perdida, cuando de pronto vieron como los alemanes arriaban los botes y abandonaban su barco. Poco después, éste empezó a escorarse a babor y se hundió en pocos minutos; resultó que, inadvertidamente, le habían alcanzado bajo la línea de flotación, anegando el agua varios compartimentos irremisiblemente.
Los colliers, que aguardaban el desenlace del encuentro a distancia, no se atrevían a acercarse a rescatar a los náufragos, por miedo a ser cañoneados y 279 marinos quedaron en el agua; no se sabe con exactitud cuántos murieron, calculándose entre 15 y medio centenar, entre ellos el capitán. El Carmania, en cambio, sólo registró 9 muertos, si bien tenía muchos heridos y sufrió daños importantes. Podía haber sido peor porque en esos momentos entró en escena un visitante inesperado: el SS Kronprinz Wilhelm, otro transatlántico germano convertido en crucero auxiliar que acudía en respuesta a las llamadas del Cap Trafalgar.
El recién llegado tenía un amplio currículum de hundimientos, dieciséis, y constituía un evidente peligro para un Carmania maltrecho, inerte y aún en llamas. Pero, incomprensiblemente, su kapitänleutnant, Paul Thierfelder, decidió no enfrentarse con él e irse del lugar, puesto que el Cap Trafalgar ya se había ido a pique y no podía hacer nada al respecto. Al parecer, Thierfelder temía que se tratase de una trampa y que apareciesen en lontananza navíos enemigos. El caso es que ese exceso de cautela salvó a los británicos, que apenas se mantenían a flote y emprendieron rumbo sur con la esperanza de toparse con algún barco amigo.
También en eso fueron afortunados porque al día siguiente, en el estado en que se hallaba, a punto de irse al fondo, llegaron varias unidades de la Royal Navy y lo remolcaron hasta Pernambuco. Entretanto, el carbonero Eleonore Woermann (que en realidad también era un vapor de pasajeros adaptado) pudo por fin rescatar a los náufragos alemanes y llevarlos a Buenos Aires, desde donde fueron trasladados a Martín García, una isla en la desembocadura del Río de la Plata que se usaba como prisión, y allí pasaron el resto de la guerra.
En cuanto al Carmania, fue reparado de urgencia y luego llevado a Gibraltar para una revisión más profunda. Gracias a ella, pudo participar en la campaña de Gallípoli, siendo destinado desde entonces a mero transporte de tropas. En 1919, terminada la contienda, retomó su actividad comercial hasta su desguace en los años treinta. Su campana se conserva a bordo del HQS Wellington, una balandra de la clase Grimsby que combatió en las dos guerras mundiales y hoy está en un dique seco de Londres, como museo flotante.
Fuentes
German Commerce Raiders 1914–18 (Ryan K. Noppen)/German raiders of the First World War. Kaiserliche Marine cruisers and the epic chases (Chris Sams)/The Kaiser’s merchant ships in World War I (William Lowell Putnam)/The Grand Fleet 1914-19. The Royal Navy in the First World War (Daniel George Ridley-Kitts)/Wikipedia
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