El liderazgo ultraterreno de Odín ha quedado un tanto desplazado en la visión actual por otra divinidad teóricamente supeditada a él, Thor, debido a la capacidad de comunicación que tienen los medios audiovisuales -en este caso el cómic y el cine- para resaltar una imagen mucho más definida: casco con alas, martillo…
Curiosamente, en la mitología finlandesa, quien está a la cabeza de los demás dioses asumiendo el papel que Odín ejerce en la nórdica o sus versiones previas (que fueron el Wotan germánico y el Woden sajón) es un trasunto de Thor llamado Ukko.
Lo que hoy es Finlandia no fue cristianizada hasta muy tardíamente: el proceso empezó en el siglo XI y se desarrolló en el XII, culminándose ya en el XIII gracias a la cruzada que protagonizó Birger Jarl. El verdadero nombre de éste era Birger Magnusson (jarl es un título nobiliario equivalente a conde o duque), un noble natural de la ciudad sueca de Östergötland (por entonces, el territorio finlandés pertenecía a la corona de Suecia) y dicha cruzada, enviada contra los paganos tavastianos (el pueblo histórico finés), logró implantar definitivamente el cristianismo.
Antes de eso, la localización geográfica de dichos tavastianos hacía que rindieran culto a un panteón parecido al de los pueblos de su entorno, tanto los escandinavos como los bálticos (entre éstos, especialmente el estonio, con el que compartían además afinidad étnica y lingüística). Por supuesto, la forma de transmisión de generación en generación era la tradición oral y así se mantuvo prácticamente hasta ya entrado el siglo XIX, si bien no faltaron intentos de reflejar esas creencias por escrito aunque fuera precisamente para combatirlas.
Es lo que hizo el obispo luterano Mikael Agricola, impulsor de la Reforma Protestante en aquella tierra y considerado padre tanto de la literatura finesa como de la lengua empleada en ésta. Entre sus obras figuraba una copia de los Salmos que publicó en 1551 y en cuyo prólogo incluyó una breve relación de los dioses paganos que antaño se adoraban en las regiones meridionales de Tavastia (Häme) y Carelia. Ese trabajo protoantropológico estaba lleno de errores porque a menudo tomaba por divinidades lo que sólo eran personajes menores de la mitología popular, héroes e incluso santos con otros nombres.
Para encontrar un estudio serio hubo que esperar hasta 1789, cuando salió la Mythologia Fennica de Cristfried Ganander, y más tarde, a los tiempos decimonónicos, en los que diversos eruditos plasmaron por escrito la poesía popular.
En ese sentido, la obra más importante fue Kalevala, una epopeya compilada en 1835 por el médico, naturalista y filólogo Elias Lönnrot que en su segunda edición, hecha en 1849, constaba de más de veintitrés mil versos procedentes de medio centenar de poemas. A menudo se la compara con equivalentes como el Cantar de los nibelungos, Beowulf o las Eddas islandesas.
En cualquier caso, podemos hacer un sucinto resumen de cómo eran esas creencias de los tavastianos. Pensaban que el mundo se había formado a partir de un huevo de pato, siendo el cielo la parte superior de la cáscara, que se sostenía gracias a un gran pilar cimentado en el Polo Norte, coronado por la Estrella Polar.
Dicho pilar rotaba sobre sí mismo a causa de un gran remolino (de ahí el movimiento de las estrellas) que, a su vez, permitía que las almas de los difuntos viajaran a Tuonela, el reino subterráneo de los muertos, oscuro y separado del resto por un río en el que operaba un barquero al que sólo podían convocar los chamanes durante su trance.
La Tierra, según su concepción, era plana y en su borde tenía una región llamada Lintukoto, a la que viajaban las aves en invierno aprovechando para ello la linnurata, una ruta que coincidía con la Vía Láctea. Eran precisamente los pájaros los que se encargaban de repartir a los humanos sus almas cuando nacían y llevárselas al citado mundo de ultratumba tras el óbito.
Los dioses vivían en el cielo, siendo su ylijumala (supremo) el citado Ukko, palabra que significa «anciano». Era la divinidad de los fenómenos naturales y las cosechas, asociándosele especialmente al trueno; de hecho, algunos términos fineses derivan de su nombre, caso de ukkonen (trueno) o ukonilma (tiempo, en sentido meteorológico).
Es decir, el mismo papel que jugaba Thor en la mitología escandinava y germánica (en esta última se llamaba Þunraz) , al igual que en la clásica lo hacían Zeus (Grecia) y Júpiter (Roma).
Para algunos estudiosos, Ukko probablemente tenía su origen en Perkūnas, dios báltico del trueno, el cielo, la lluvia, el fuego, la fertilidad, la guerra, el orden, los robles y las montañas que, como Thor, viajaba en un carro de piedra y esgrimía un martillo (o un hacha, o una espada, según la versión).
De hecho, a Ukko también se le llamaba Perkele, palabra que hoy se usa en Finlandia como imprecación debido a que el cristianismo la asoció al infierno y la muerte, es decir, al diablo.
En cambio, otros opinan que el precedente de Ukko sería Ilmarinen, un personaje primigenio que, como herrero e inventor, encarnaba la creación, habiendo forjado la bóveda celeste y el Sampo (un molino mágico equivalente al cuerno de la abundancia que, además hacía la misma función sustentadora que el pilar citado antes). En esa asimilación de personalidades, Ilmarinen habría quedado rebajado, pasando a ser un simple mortal.
Por esa razón se representa a Ukko con un gran martillo llamado Ukkon Vasara (literalmente, Martillo de Ukko) que al golpear producía tempestades y tormentas eléctricas (los rayos eran denominados Ukon vaaja o Ukon nuoli, traducibles como «Pernos de Ukko» y «Flechas de Ukko» respectivamente).
No obstante, los mitos cuentan que esos fenómenos meteorológicos también se generaban cuando el dios conducía su carro entre las nubes o mantenía relaciones sexuales con su esposa Akka, la cual era un espíritu que para tavastianos, estonios y samis encarnaba la fertilidad, la Maaemonen o madre tierra.
Ahora bien, parece ser que inicialmente lo que empuñaba Ukko era un hacha de piedra (Ukkon Kirves), lo que quizá lo sitúe como una pervivencia de las armas pétreas del Neolítico en una época en que ya habían caído en desuso ante la revolución de los metales. En ese sentido, cabe añadir que la expresión Ukon vaajja también se aplicó a las herramientas prehistóricas que en español los arqueólogos conocen como piedras de rayo y suelen encontrarse reaprovechadas en las esquinas de las cabañas de la Edad del Cobre.
Porque el mito de Ilmarinen -más antiguo, recordemos, que el de Ukko- se contextualiza precisamente en esa época y quizá por eso el dios supremo que representaba estaba asociado a la práctica de la metalurgia, al igual que eran comunes los amuletos en forma de hacha.
Más aún, hay piezas neolíticas halladas en Carelia que presentan la forma de un rayo o de una serpiente con el lomo dentado (o ambas cosas mezcladas) y tenían que ver con el pronóstico del tiempo, si bien no está demostrado que el posterior culto indoeuropeo a los ofidios estuviera relacionado con Ukko. Cuando el cristianismo desterró estas creencias fusionándolas con las suyas, asimiló a Ukko con Dios y los ritos paganos con festividades religiosas de la nueva fe. Es lo que pasó con el Ikon Juhla, un festival que se celebraba en el solsticio de verano, que pasó a ser el Juhannus, en honor de San Juan Bautista.
Otros resultaban algo más delicados, caso del Ukon Vakat, en el que se daba la bienvenida a la primavera -coincidiendo con la siembra- haciendo libaciones alcohólicas y sacrificios en un bosque, por lo que se proscribió.
Fuentes
The ancient religion of the Finns (Juha Pentikäinen)/The handbook of religions in Ancient Europe (Lisbeth Bredholt Christensen, Olav Hammer y David Warburton, eds)/Dictionary of nature myths. Legends of the earth, sea, and sky (Tamra Andrews)/The Kalevala (Elias Lönnrot)/Wikipedia
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