Una de las cosas que más llaman la atención de un curioso cuando visita el interior de una pirámide (y que se hace extensivo a la arquitectura egipcia en general) es que sus paredes suelen estar cubiertas de jeroglíficos casi por completo.

No se trata de decoración propiamente dicha sino un amplio conjunto de fórmulas mágicas, conjuros y oraciones destinadas a favorecer que el fallecido pudiera atravesar el inframundo y alcanzar la vida eterna en el más allá. Constituían el conjunto de textos más importante del Imperio Antiguo y hoy se conocen con el nombre de Textos de las Pirámides.

No constituyen un corpus ordenado porque, de hecho, ni fueron escritos por una misma mano ni sus setecientas cincuenta y nueve fórmulas se hicieron en la misma época. La referencia más antigua corresponde a la pirámide de Unas, el último faraón de la dinastía V, cuando -según creen los expertos- los textos existían en papiro y se copiaron en los muros y techos de su tumba: doscientos veintiocho conjuros. A medida que se fueron descubriendo más, el número aumentó en varios cientos, como decíamos, siendo su recopilador el egiptólogo y filólogo inglés Raymond Oliver Faulkner.

Ruinas de la pirámide de Unas/Imagen: Markh en Wikimedia Commons

Faulkner, cuya especialidad era la filología egipcia (era profesor de ella y hasta hizo un diccionario de egipcio medio), publicó su antología en 1969 con el título The Ancient Egyptian Pyramid Texts. Pero no fue él quien los descubrió sino Gaston Maspero, director del Instituto Francés de Arqueología Oriental que en 1881, a las órdenes de Auguste Mariette, llevó a cabo su primera excavación en Sakkara a partir de un trabajo anterior del alemán Karl Richard Lepsius, encontrando la pirámide de Pepi I. Su interior resultó estar cubierto de jeroglíficos pintados de azul.

Poco después desenterraba una segunda pirámide, la de Merenre I (hijo del anterior), que presentaba los mismos jeroglíficos. Posteriormente, Maspero siguió sacando a la luz más pirámides, las de Teti, Pepi II y la mencionada de Unas. Ello le permitió publicar en 1894 las primeras compilaciones de textos, que tituló Les inscriptions des pyramides de Saqqarah, que luego fueron traducidas a otros idiomas; por ejemplo el alemán en 1910, obra del egiptólogo Kurt Heinrich Sethe, cuya versión se considera la más fiel.

Otra pirámide maltrecha: la de Merenre I/Imagen: Wannabe Egyptologist en Wikimedia Commons

Por supuesto, Maspero tampoco fue el único que aportó descubrimientos. La egiptología se convirtió en una obsesión mundial en el primer cuarto del siglo después de que Howard Carter y Lord Carnavon sacaran a la luz las maravillas de la tumba de Tutankamón en 1922.

Gustave Jéquier excavó las pirámides de Neith, Iput II y Wedjebetni, las esposas de Pepi II, así como la de un faraón poco conocido de la dinastía VIII, Kakaura Ibi, publicando los textos que contenían. En total, se han hallado textos en las pirámides de once personajes reales, pues no todas los tienen.

En general, los textos que hay en esas tumbas deben leerse de dentro hacia afuera, empezando por la cámara sepulcral, dado que era allí donde se suponía que el difunto resucitaba, abandonando el sarcófago para salir al exterior y dejar el inframundo.

Cámara sepulcral de la pirámide de Unas, con el sarcófago de alabastro negro y el techo imitando la bóveda celeste/Imagen: Jon Bodsworth en Wikimedia Commons

Sin embargo, los de la tumba de Pepi I hacen el recorrido inverso, como una especie de procesión funeraria desde el vestíbulo (metáfora del templo del valle, donde se recibía el ataúd), pasando por el corredor (calzada que llevaba al templo alto), la antecámara (el susodicho templo alto) y finalmente la cámara (sanctasanctórum exclusiva para el faraón y el sumo sacerdote).

En la reseñada pirámide de Unas, que es la más pequeña del Imperio Antiguo, doscientos veintiocho jeroglíficos azules recubren todas las paredes interiores con tres excepciones: las de la parte baja de la cámara sepulcral, que son de alabastro y están pintadas imitando esteras de caña; la del sarcófago, en la que está representado, en negro y verde, el palacio real, y el techo, pintado de azul y lleno de estrellas. Curiosamente, el sarcófago de basalto no tiene inscripciones, ni siquiera el nombre del faraón (que tampoco aparece en las paredes).

Lo que tratan sus textos es variado pero puede sintetizarse en tres grandes grupos temáticos. El primero sería el de las ofrendas, caso de ceremonias de libación, por ejemplo, y otras variantes: «Aquí vuela el pan, continúa volando el pan hacia mis mansiones». El segundo sería el de los conjuros de protección, unos contra animales peligrosos (que se muestran inequívocamente con la cabeza cortada) y otros para evitar obstáculos del terreno: «Oh, rey, tu madre Nut se extiende sobre ti para evitarte todo mal, para protegerte de todo mal, y tú eres el más grande de sus hijos».

Interior de la pirámide de Unas/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El tercer grupo es el ritual funerario (la mayoría de lo que sabemos al respecto proviene de ahí) y el ascenso al cielo del difunto, para lo cual incluye himnos religiosos, hechizos… También leyendas como la historia de la lucha entre Horus y Seth o fragmentos cosmogónicos referentes a Atum.

En todo esto no es sustancialmente diferente de otros casos, sumando así ceremonias como la de la apertura de la boca y los ojos (el Kher-Heb o sacerdote oficiante practicaba unos orificios para permitir al muerto hablar, oir, ver y comer), fórmulas para la transfiguración de ser terrenal a divino, hechizos para cruzar el Dat, etc.

Dibujo de la pared norte de la cámara funeraria de la pirámide de Behenu/Imagen: Vincent Brown en Wikimedia Commons

Esto último es especialmente interesante, ya que se inscribe en una de las dos corrientes teológicas diferentes que pueden apreciarse en los fragmentos: la de los mitos solares, seguramente originada en Heliópolis, en los que el faraón fallecido es guiado desde el Dat, el primer cielo -donde reina Horus-, hasta el reino celeste de Ra (el Dat se transformaría posteriormente en el Duat, un inframundo que acogía la celebración del juicio de Osiris). Uno de los textos dice así: «Una escala es anudada por Ra ante Osiris, una escala es anudada por Horus ante su padre Osiris cuando va hacia su espíritu».

La otra corriente se basa en una cosmología más antigua, en la que ese camino resurreccional tiene como destino las estrellas circumpolares, aquellas que parecen girar en torno a la Estrella Polar (la que está en el cénit, sobre el Polo Norte). Al poder verse siempre en el cielo nocturno, todos los días durante todo el año, se asociaban a la inmortalidad y eran llamadas por los egipcios «las que no conocen la fatiga» o «las que no conocen la destrucción» (en realidad habría que hablar más bien de constelaciones y son seis: la Osa Mayor, la Osa Menor, Casiopea, Dragón, Jirafa y Cefe).

Los Textos de las Pirámides no seguían un orden concreto, ya que eran una simple recopilación realizada a lo largo del tiempo, entre la VI y la VIII dinastías (o, lo que es lo mismo, desde el siglo XXV a.C., hasta el XX a.C., estando datado el fragmento más antiguo en torno al año 2400 a.C.).

No obstante, en lo sucesivo continuaron empleándose con el mismo fin durante los siguientes períodos, aunque para entonces ya se habían dejado de construir pirámides en favor de mastabas e hipogeos; asimismo, perdieron el carácter de exclusividad que tenían, abriéndose también a las tumbas de los funcionarios en el Imperio Nuevo.

Textos de los Sarcófagos sobre los paneles del ataúd del canciller Najty, del Imperio Medio/Imagen: Guillaume Blanchard en Wikimedia Commons

En el Primer Período Intermedio (2190-2052 a.C.), que fue cuando se instauró la dinastía VII y que se prolongó hasta mediados de la XI, los Textos de las Pirámides sirvieron de modelo para un nuevo tipo de escritos funerarios, los Textos de los Sarcófagos, que se ponían en los ataúdes de los nobles contando su vida o dejando testimonio de su labor.

A su vez, éstos evolucionaron hacia un soporte más fácil de reproducir, de modo que en el Imperio Nuevo se abandonaron los sarcófagos y las paredes en favor de papiros depositados junto a la momia. Ello originó un tercer tipo de texto conocido como Libro de los Muertos, todo lo cual favoreció una «democratización» de la inmortalidad determinada no tanto por el abolengo como por las posibilidades económicas.


Fuentes

Los Textos de las Pirámides (Francisco López y Rosa Thode, trad)/Los imperios del Antiguo Oriente. Del Paleolítico a la mitad del segundo milenio (Elena Cassin, Jean Bottéro y Jean Vercoutter)/Breve historia de la mitología egipcia (Azael Varas Mazagatos)/The Ancient Egyptian Pyramid Texts (James P. Allen)/Historia del Antiguo Egipto (Nicolás Grimal)/Egiptomanía. El fascinante mundo del Antiguo Egipto (VVAA)/Wikipedia


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