Aunque hoy en día el abanico se ha ampliado extraordinariamente, resistiendo la competencia digital (aunque, como veremos, eso ya no es problema), los juegos de mesa se pueden dividir tradicionalmente en dos tipos: los de estrategia y los de azar. Vamos a dejar aparte los primeros, entre los que se cuentan el ajedrez y las damas, por ejemplo, para centrarnos en los segundos, que también suelen llamarse de carreras porque su desarrollo se basa en hacer un recorrido. Ahí se pueden adscribir la oca y el parchís, entre otros.

El disco de Festo/Imagen: C. messier en Wikimedia Commons

Por extraño que parezca, la oca es mucho más antigua que el ajedrez y se remonta a la Antigüedad, si consideramos que su origen puede identificarse en el famoso disco de Festo (un disco de arcilla cuya filiación cultural no está claro si es minoica o cicládica pero se ha datado en el segundo milenio antes de Cristo). Si no, su forma más familiar hay que buscarla en el la segunda mitad del siglo XVI, en un juego que Francisco I de Médici regaló a Felipe II, si bien no falta quien compara su sentido y su aspecto formal con los laberintos medievales que trataban de recrear simbólicamente el camino de la vida y las rutas de peregrinación.

Su versión comercial no llegaría hasta el último cuarto decimonónico, que es cuando empezaron a generalizarse los juegos de mesa entre el gran público. En eso no resulta muy diferente al parchís, que también se hizo popular a caballo entre los siglos XIX y XX, adoptando nombres diversos como Ludo y Sorry! (en Reino Unido), parcheesi (en EEUU) o parqués (en Colombia), por citar algunos con sus respectivas peculiaridades. La razón de esa similitud cacofónica en las variantes del parchís hay que buscarla en otros tiempos también, aunque en un lugar más exótico: en la India, concretamente, donde se sitúa su invención bajo la denominación de pachisi.

Un pachisi artesano moderno/Imagen: Micha L. Rieser en Wikimedia Commons

Pachisi es una derivación fonética de la palabra paccīs, que significa veinticinco en lengua hindi. Ese número era la máxima puntuación que se podía sacar al lanzar no dados sino seis o siete conchas de cauri (Monetaria moneta, un molusco gasterópodo marino que en Asia solía usarse como moneda), de ahí que también fuera posible referirse al juego de esa forma. El tablero era cruciforme, con un charkoni o cuadrado central que representaba el trono imperial y unas casillas en cada brazo, distribuidas en tres columnas, por las que se movían las piezas, representando doncellas que querían acceder a él y que podían corresponder a dos, tres o cuatro jugadores, cada uno identificado mediante un color.

En realidad, dividir un tablero en cuatro cuartos con una cruz en su interior cuyo centro constituye la meta no es exclusiva del pachisi. De hecho, es una estructuración bastante obvia, como demuestra que existan antecedentes en culturas tan antiguas como distantes entre sí. El yut o iut coreano, típico juego de Año Nuevo, parece remontarse a la época de los Tres Reinos, que empezó un siglo antes de Cristo, y consiste en hacer un recorrido según la puntuación que salga al lanzar unos jang jak, palos marcados con diferentes valores. El zohn ahl de los indios kiowa también obedece a ese esquema, al igual que el patolli de la América prehispana, datado ya en tiempos de la civilización teotihuacana (200 a. C. – 1000 d. C.).

El dios Macuilxochitl supervisa una partida de patolli (Códice Magliabecchiano)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A menudo, se ha atribuido a esos juegos una doble función que combinaría ocio y religión, aunque no necesariamente. Si bien es cierto que los jang jak del yut se empleaban también para adivinación y que las cincuenta y dos casillas del patolli coincidían con el número de años de su rueda calendárica (y ya vimos su posible relación con la ceremonia del Fuego nuevo) , también lo es que los intentos de asimilar el tablero a figuras similares -como los mandalas, por ejemplo-, en otros casos no se ha podido probar una relación. Claro que hablamos de épocas lejanas y, a menudo, de escasez o inexistencia de fuentes.

Por eso se ignora la fecha exacta de creación del pachisi. Descartando dataciones exageradas y meramente especulativas, algunos apuntan al siglo VII porque existe una representación artística que muestra a Shiva y Parvati disputando lo que parece ser una partida de chaupar, pero sin tablero. ¿Qué era el chaupar o chopat? Se trata de un juego que podría considerarse predecesor del pachisi (o contemporáneo, no está claro), de desarrollo muy similar y que sería una versión avanzada -incorporando tablero- del juego de dados entre Yudhishthira y Duryodhan que cita el poema épico Mahabharata.

La cancha de pachisi de Fatehpur Sikri (Agra)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Un documento chino de la dinastía Song se refiere al pachisi (o quizá al chaupar) como ch’u-p’u y dice que fue introducido en el país en tiempos de los Wei. En cualquier caso, el juego se hizo tan popular o más que el ashtapada (el predecesor del ajedrez) y consta documentalmente que, en el siglo XVI, el tercer emperador mogol Akbar el Grande lo jugaba en una cancha que reproducía a tamaño natural un tablero y en vez de fichas eran esclavas ataviadas de colores las que se movían, según la puntuación que obtenían los jugadores al lanzar las conchas de cauri desde el charkoni. Alguno de esos tableros a gran escala se conservan aún.

Es difícil saber cómo llegó el pachisi a Occidente. Probablemente lo trajeron los musulmanes, que ya tomaron el ajedrez del Imperio Sasánida en el siglo VII y al siguiente estaba en el Bizantino, llegando a Europa occidental en el siglo IX, con la invasión islámica de la Península Ibérica. O quizá fue algo mucho más tardío, de cuando Nader Shah se llevó en 1739 aquel colosal botín de la India, tras conquistar el Imperio Mogol aprovechando su decadencia.

Un tablero de Parcheesi/Imagen: Micha L. Rieser en Wikimedia Commons

Sea cual sea la respuesta, la primera aparición comercial que consta de una adaptación moderna del pachisi en este lado del planeta fue en 1867, en EEUU, cuando John Hamilton registró los derechos del juego indio con el nombre de Parcheesi. Tres años después, la juguetera Selchow and Richter le compró la exclusiva y empezó a comercializarla con gran éxito, aunque en 1938, otra compañía del mismo país, Transogram, sacaría al mercado la versión original rebautizada Game of India (posteriormente Pa-Chiz-Si: The Game of India).

Parchís online / foto Playspace

Seguro que entonces nadie imaginaba que, en poco más de ocho décadas, los aficionados de todo el mundo podrían jugar a distancia gracias a que las ciencias, como decía la zarzuela, adelantan una barbaridad: ordenadores y dispositivos móviles permiten hacer partidas intercontinentales gracias a aplicaciones online como ésta de Playspace.

Fuentes: Board and table games from many civilizations (Robert Charles Bell)/The Oxford history of board games (David Parlett)/A book of historic board games (Damian Gareth Walker)/Wikipedia

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