La forma más habitual de sucesión de un rey es la de padre a hijo pero históricamente ha habido otras. Los espartanos, por ejemplo, tenían una monarquía electiva que, además, se trataba de una diarquía. Los romanos también elegían a sus soberanos, al menos hasta el quinto, al igual que pasaba con los visigodos, los aztecas, el Sacro Imperio Romano Germánico y muchos más, bien es cierto que la mayoría terminaron convirtiéndose en regímenes hereditarios. De todos ellos, uno de los más originales fue el de la Rusia medieval: denominado lestvitsa o rota, consistía en que el trono pasaba de hermano a hermano.
El término procede de la antigua lengua eslava que introdujeron los santos Cirilo y Metodio, los misioneros bizantinos que, procedentes de Salónica, evangelizaron Europa oriental. Lo emplearon, sobre todo, para traducir la Biblia llamada Septuaginta, que estaba en griego koiné (el que se extendió en la época helenística, después de Alejandro Magno) y era la más utilizada entre los devotos de lo que en el siglo XI se convertiría en la fe ortodoxa.
Por lo tanto, el idioma que emplearon Cirilo y Metodio estaba estrechamente vinculado a la religión y por eso se lo conoce como eslavo eclesiástico. Es una síntesis del griego, el eslavo oriental, el hebreo y el latín, y tiene su propio alfabeto, el glagólico, combinación de todos ellos.
Eso fue entre los años 862-863 d.C. Lo importante es que la palabra en cuestión se traduce como escalera, que en este caso nos indica cómo era el método de sucesión al trono en la Rus de Kiev y en Moscovia o Gran Principado de Moscú.
De hecho, lo habitual en español es referirse a él como sistema rota, debido a que hay otro término en eslavo antiguo, roda, que significa «relativo a la familia». En suma, la corona se transmitía no de padre a hijo sino de un hermano a otro, normalmente hasta el cuarto de ellos, pasando luego los derechos al primogénito del primero.
Aunque resulta extraño, en realidad se practicaba ya en otros sitios, como los reinos vikingos asentados en Gran Bretaña e Irlanda. Incluso el Imperio Otomano y, en tiempos contemporáneos, Arabia Saudí y Túnez, tenían algo parecido. Pero en la Rusia medieval su origen tuvo nombre propio: Yaroslav I el Sabio, príncipe de Novgorod y Kiev, durante cuyo reinado alcanzó su máximo esplendor la Rus de Kiev.
Este era un estado formado por una federación de tribus eslavas y fundado por el príncipe Oleg en el siglo IX para protegerse de las incursiones de los jázaros, expandiéndose luego bajo los mandatos de Sviatoslav I y Vladimiro el Grande (que introdujo el cristianismo).
Yaroslav, hijo del último, arrebató Kiev a su hermanastro Sviatopolk y lo incorporó a la recién creada República de Nóvgorod. Pese a mostrarse implacable con sus hermanos, se ganó el apodo de Sabio tanto por haber convertido su país en una pequeña potencia local ( puso fin a la amenaza constante de los nómadas pechenegos y llegó a arrebatar Crimea al Imperio bizantino; hasta atacó Constantinopla) como por impulsar una política de mecenazgo cultural. El problema estaba en dejar un heredero, pues su propia experiencia le indicaba que probablemente todo acabaría en guerra fraterna.
Yaroslav tenía un hijo de su primer matrimonio con Anna de Suabia y después tuvo otros seis con su segunda esposa, Astrid-Margarita de Dinamarca. Temiendo que no se conformasen, repartió sus posesiones entre todos, dando a cada uno un principado por orden jerárquico. El primogénito era el Gran Príncipe y gobernaba en la capital, Kiev. A su muerte, le sucedería el segundo, a éste el tercero y así hasta el cuarto, de forma escalonada (de ahí la denominación de escalera que se da a ese sistema). Los siguientes en la línea sucesoria eran los hijos del mayor, seguidos por los de los demás hermanos (por edad) y a continuación, siguiendo la misma secuencia, nietos, bisnietos, etc.
Condición sine qua non era que el padre hubiera reinado; de lo contrario, los príncipes quedaban excluidos y, de hecho, se los llamaba izgói, que significa huérfanos, tal como reseña el código legislativo titulado Rúskaya Pravda. Eso no significa que se quedaran sin nada; recibían la herencia paterna y a menudo ejercían cargos importantes, como el de gobernador. Un ejemplo de izgói fue Rostislav Vladimírovich, hijo de Vladimir Yaroslávich (el primogénito que Yaroslav había tenido con su primera mujer); Vladimir falleció antes que su padre, por lo que no pudo reinar y Rostislav perdió así su derecho al trono a los catorce años de edad, aunque sus tíos le cedieron los principados fronterizos de Volinia y Hálych (Galitzia), que amplió con la conquista de Tmutarakáñ (una ciudad erigida sobre las ruinas de la colonia griega de Hermonasa, a orillas del Mar Negro).
No todos los historiadores están de acuerdo en que el sistema rota estuviese institucionalizado, pues algunos opinan que las frecuentes guerras fratricidas demuestran que no era así; otros, por contra, creen que esos conflictos demuestran precisamente su existencia, siendo consecuencia del desarrollo de la sucesión jerarquizada y su progresiva complicación. En cualquier caso, corría el año 1097 cuando la ciudad de Liúbech, del óblast ucraniano de Chernigov, acogió un consejo de príncipes en el que se tomaron decisiones importantes para el futuro del sistema sucesorio, como la creación de heredades patrimoniales al margen que, en la práctica, eran principados casi independientes.
Ello devino, en la práctica, en la disgregación regional de la Rus de Kiev, si bien nominalmente siguió existiendo hasta la invasión mongola de 1240. Cierto es también que esa decadencia no se debió sólo a la desunión política sino también a la crisis económica que supuso el debilitamiento del Imperio Bizantino y el consiguiente declive de las rutas comerciales que Kiev mantenía con Constantinopla. Pero el sistema rota no desapareció, ya que se mantuvo en el Principado de Moscú, continuador de la Rus; al fin y al cabo, se había formado en sus territorios septentrionales e Iván III incluso se haría titular Gran Príncipe de toda Rus en el siglo XV.
Iván era hijo de Basilio II, que se enzarzó en una guerra civil por el trono de Moscú, primero con su tío Yuri, que lo reclamaba por derecho de rota, y luego con su sobrino, Dimitri. Al final se impuso Basilio II, que pondría fin a la sucesión colateral nombrando sucesor a su hijo Iván. Posteriormente éste, en su última voluntad, dispuso que tras morir los dominios de sus parientes debían pasar directamente al Gran Príncipe en vez de a los herederos de los demás príncipes, como era costumbre. De este modo, echó la última paletada de tierra sobre el sistema de rota y, de paso, sentó las bases de la unificación rusa. Su nieto, Iván IV el Terrible, se coronaría como primer zar.
Fuentes
Historia mínima de Rusia (Rainer María Matos Franco)/Medieval Russia, 980-1584 (Janet Martin)/Collateral succession in Kievan Rus (Nancy Shields Kollmann)/Systems of sucession in Rus’ and steppe societies (Donald Ostrowski)/The nature and the image of princely power in Kievan Rus’, 980-1054 (Walter K. Hanak)/Wikipedia
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