A lo largo de la historia han surgido hombres que asumieron la responsabilidad de liderar a sus pueblos en la lucha por la libertad y aquí hemos visto algunos, como Eunoo, Skanderberg, Andreas Hofer, Tiradentes o Louis Delgrés, por ejemplo. Pues bien, Bulgaria también tuvo el suyo: se llamaba Ivailo y en el siglo XIII encabezó la que se considera primera gran rebelión campesina de Europa, que habría intentado subvertir el orden social. Fue proclamado emperador hasta su derrocamiento por una alianza entre la nobleza y los bizantinos que le obligó a marchar al exilio.
Ivailo no tenía sangre azul. Era un simple labriego que según algunas fuentes carecía de tierras propias y se dedicaba a la crianza de cerdos, mientras que otras sí lo consideran propietario.
En cualquier caso, parece ser que tenía visiones providencialistas en las que se ponía al frente de un movimiento popular, algo que constituía toda una tradición en la Edad Media y no es necesario recordar el caso de Juana de Arco. El contexto político, social y económico aportó el elemento necesario para que aquellas ensoñaciones terminasen materializándose.
En primer lugar, el Imperio Búlgaro estaba pasando un período de decadencia desde la muerte de Iván Asen II en 1241. Sus sucesores fueron una serie de zares niños incapaces de ejercer un poder real, por lo que se perdieron varios territorios: el Imperio de Nicea (un estado bizantino fundado por Teodoro Láscaris en 1294, cuando los cruzados se adueñaron de Constantinopla) se quedó con Macedonia y parte de Tracia; el Reino de Hungría, con Belgrado y el Banato de Severin. Pero había una amenaza aún peor: la Horda de Oro, el estado mongol heredero del Imperio de Gengis Khan, disgregado a su muerte.
Las incursiones mongolas se fueron haciendo cada vez más frecuentes, lo que obligó al zar Kalimán Asen I, de siete años, a pagarle un tributo anual a Batú Khan, nieto de Gengis, a cambio de tranquilidad. Pero no hubo tal porque el país se vio inmerso en una continua guerra civil por el trono. Kalimán Asen I falleció en 1246, quizá por causas naturales o quizá envenenado, siendo sucedido por un medio hermano de ocho años de edad llamado Miguel Asen II, que reinó una década. Transcurrida ésta, fue asesinado por Kalimán Asen II, que se casó con su viuda para legitimarse pero lo mataron meses después y cogió el testigo Mitso Asen, casado con una hija de Iván Asen II. Duró un año; el que tardó la nobleza en proclamar a Constantino Tij.
Constantino era un boyardo natural de Skopie que asumió el apellido Asen para reforzar su legitimidad y así fue el primero en conseguir mantenerse en el trono. Lo hizo hasta su muerte en 1277 pero eso no significó la paz para Bulgaria, pues se lanzó a una guerra contra Hungría para recuperar el Banato y contra el Imperio Bizantino cuando Miguel VIII Paleólogo, que había recuperado Constantinopla e iniciado una agresiva política exterior, depuso al emperador de Nicea.
En esta segunda contienda trabó alianza con los mongoles pero como no hubo resultados prácticos, terminó por negociar su matrimonio con María Paleóloga Cantacucena, sobrina de Miguel, lo que no sólo ponía fin al conflicto sino que le servía para hacer olvidar a su esposa anterior, Irene Ducaina Láscarina, hija del emperador de Nicea, una auténtica intrigante que además no le había dado descendencia.
Sólo que María resultó ser igual de dotada para la intriga, algo agravado por el hecho de que Constantino había quedado paralítico en un accidente de caza y eso, inevitablemente, le restaba capacidad para ocuparse plenamente de los asuntos de estado, en los que su esposa hizo y deshizo a su gusto con vistas a asegurar la sucesión de su hijo, para disgusto de la nobleza.
Pero los nobles tenían su principal interés en el campo, donde se había ido extendiendo el feudalismo, sometiendo a sus gentes a los deberes característicos de ese sistema y acrecentando el poder señorial hasta el punto de regirse casi como estados semiindependientes, debilitando al poder central.
Y entonces reaparecieron los mongoles, que no se resignaban a no sacar nada de su aventura contra los bizantinos. Dirigidos ahora por el cacique Nogai Khan, más fuerte que el legítimo gobernante Mengu-Timur, retomaron sus razias, saqueando los campos sin que el estado manifestara capacidad alguna para protegerlos. Ello redundaba en un grave perjuicio económico pero también social, pues los campesinos se habían visto convertidos en siervos, mermando sus libertades a manos de los estamentos privilegiados (gobierno, nobleza y clero), sin que a cambio recibieran la protección que se esperaba de ellos como contrapartida. Sólo faltaba la chispa que trasformara el descontento del campo en revuelta y esa chispa se llamaba Ivailo.
Era un agricultor, probablemente natural de Provadia (una ciudad del noroeste), al que los cronistas bizantinos apodaron despectivamente Bardokva (Lechuga) o Lakhanas (Vegetal). De hecho, tildarle de porquerizo, como decíamos antes, forma parte también de esa imagen; es algo frecuente en historiografía y en España misma hay un claro ejemplo cuando Francisco López de Gómara, biógrafo oficial de Hernán Cortés, se lo llama a Francisco Pizarro en un momento en que las maravillas de Cuzco hacían sombra a lo conseguido por el conquistador de México. Lo cierto es que en aquellos tiempos, el ganado porcino era una fuente de riqueza y poseer una buena piara de cerdos podía convertir a alguien en toda una personalidad local.
No se sabe si era el caso de Ivailo pero sí que experimentaba visiones místicas que le granjearon adhesiones masivas entre todos aquellos procedentes de las zonas arrasadas por los mongoles, que ya no tenían nada que perder porque habían quedado arruinados. Las logró, además, en muy poco tiempo, hasta el punto de que el primer ejército que formó en el verano de 1277 marchó contra las partidas de asiáticos que aún se movían por la región. El hecho de que éstas fueran cada una por su lado y que no esperasen resistencia llevó a que Ivailo se cobrase sus primeras y sorprendentes victorias, logrando expulsar a los mongoles fuera de las fronteras al llegar el otoño.
Ivailo no estaba solo ni tenía un genio táctico innato; contaba con la ayuda de Hranislav, un militar veterano que se unió a él desde el principio y cuya experiencia debió de ser importante. Aquellos triunfos hicieron ver a todos que las profecías se cumplían y proclamaron al visionario emperador del pueblo, teniendo bajo su control un extenso territorio.
Eso asustó a Constantino que se puso al frente personalmente de una expedición para reducirlo, dejando a su esposa las riendas del gobierno en la capital, Tarnovo. La columna cayó en una emboscada y el emperador, que viajaba en un carruaje por su discapacidad, murió a manos de Ivailo, quien incorporó a buena parte de sus hombres a sus filas. A partir de ahí, todas las ciudades búlgaras fueron cayendo en su poder una tras otra y sólo quedó Tarnovo, donde María dio la corona a su hijo Miguel.
Bulgaria volvía a tener, pues, dos emperadores y como no hay dos sin tres, Miguel VIII Paleólogo aportó el tercero. Considerando que María y su vástago -que tenía siete años- no serían capaces de acabar con aquella amenaza al orden social, casó a su hija Irene con un noble búlgaro (el hijo de aquel zar llamado Mitso que sólo duró un año), al que nombró déspota y presentó como legítimo heredero al trono con el nombre de Iván Asen III. Ante la inminente llegada de tropas bizantinas para hacerlo realidad, la reacción de María fue contactar con Ivailo y ofrecerle su mano para reinar juntos a cambio de detener al enemigo y aceptar al pequeño Miguel como sucesor.
En primera instancia, Ivailo rechazó la oferta por dos razones: primero, porque lo que la zarina le daba estaba a punto de conseguirlo por sí mismo; y segundo, porque sería una traición a los principios que le habían guiado hasta allí. Sin embargo, al final se impuso el pragmatismo: aceptando ponía fin a la guerra civil y, dado que habría que enfrentarse a los bizantinos tarde o temprano, mejor hacerlo con aliados. Así fue cómo, en el verano de 1278, aquel modesto campesino pasó a ser zar de Bulgaria, rechazando, como había prometido, los varios intentos de invasión que envió Miguel VIII Paleólogo. Entonces, aprovechando el río revuelto, volvieron los mongoles.
Esta vez no era una simple incursión de rapiña. Nogai Khan llegaba con lo mejor de su ejército e Ivailo, que le salió al paso, fue derrotado, teniendo que atrincherarse en la fortaleza de Drastar, donde tuvo que soportar tres meses de asedio. El vacío de poder fue aprovechado por los boyardos, que nunca habían aceptado someterse a aquel intruso y llamaron a Iván Asen III. María fue derrocada y desterrada a Constantinopla; con ella se iba el futuro, pues estaba embarazada de Ivailo. Cuando éste logró romper el cerco de Drastar y poner sitio, a su vez, a Tarnovo, el emperador bizantino envió en auxilio de la capital al protovestiarios Murin al frente de diez mil hombres (el protovestiarios era el tercero en la jerarquía, por detrás del emperador y el parakoikomenos o primer ministro).
Era el mes de julio de 1279 cuando esa fuerza chocó contra la búlgara, mandada personalmente por Ivailo, dos veces: primero en el paso de Kotel y después, en retirada, en la fortaleza de Devina. Ivailo obtuvo una victoria aplastante y además ordenó ejecutar a todos los prisioneros. Pero lo más impresionante fue que al mes siguiente llegó otro ejército bizantino, dirigido esta vez por el protovestiarios Aprin, que terminó exactamente igual que el anterior. Iván Asen III tuvo que escapar de Tarnovo y en 1280 los boyardos proclamaron a uno de los suyos para sustituirlo, secundándolo todos a una viendo el peligro que se les venía encima.
Se trataba de Jorge I Terter, que lograría mantenerse una década gracias a que Ivailo, paradójicamente, se debilitaba: sus seguidores habían pensado que la victoria era definitiva pero el nombramiento del nuevo zar les abocaba a seguir en un continuo estado de guerra del que estaban cansados. Así que fueron marchándose, de manera que para el previsible enfrentamiento contra las tropas aliadas de la corona y la nobleza, su líder sólo contaba ya con un puñado de incondicionales y entre ellos no estaba su mano derecha, Hranislav, capturado por los bizantinos. Tras un año de cautiverio, le concederían la libertad a cambio de trabajar para ellos; habiendo aceptado, llegaría a ser general en jefe de la guardia imperial, siendo enviado a engrosar la famosa Compañía Catalana de Roger de Flor (con quien no se llevó bien, por cierto).
Los fieles a Ivailo resultaban insuficientes a todas luces, por eso tuvo la audaz idea de acudir a los mongoles, presentándose en persona ante Nogai Khan para proponerle una alianza. Éste estuvo a punto de aceptar su oferta pero al final prefirió el pago que por su muerte ofrecía Iván Asen III, enviado rápidamente allí por Miguel VIII al enterarse de su jugada. Según cuenta la tradición, ambos cenaban junto a Nogai cuando éste señaló a Ivailo diciendo: «Es un enemigo de mi padre , el emperador, y no merece vivir». Y a continuación cayó asesinado.
Así terminó la extraordinaria aventura de aquel campesino al que los comunistas búlgaros del siglo XX atribuyeron la intención de llevar a cabo una dudosa revolución social sin que las circunstancias le dejaran tiempo para ello. La influencia que dejó fue importante y, dado su confuso final, no tardaron en brotar personajes que reivindicaban su identidad, como había pasado siglos atrás con los pseudo-nerones, los impostores que se hicieron pasar por Nerón tras su muerte. Uno se ofrecería en 1284 a Andrónico II para luchar contra los turcos pero sería desenmascarado por María Cantacucena y encarcelado, si bien estuvo a punto de lograr su propósito debido al entusiasmo popular que levantaba. El otro impostor sí obtuvo el mando de un ejército, que le ofrecieron para quitárselo de en medio, y con él cayó guerreando.
Confiar en Nogai Khan fue una temeridad de Ivailo porque estaba casado con Eufrosina Paleóloga, hija natural de Miguel VIII Paleólogo, quien además ayudaría luego a reprimir una revuelta en Constantinopla (y a su sucesor, Andrónico II, a combatir a Serbia). De hecho, Bulgaria quedó bajo la órbita mongola y Jorge I Terter fue forzado en 1292 a abdicar en favor de Chaka, el hijo de Nogai, aunque sólo duró un año porque la ambición de su progenitor fue juzgada peligrosa por el Gran Khan Tokhta, que ordenó ejecutarlo.
Sin embargo, Iván Asen III nunca recuperó el trono, pasando el resto de su vida en Asia Menor, despreciado por los bizantinos a causa de aquella huida de Tarnovo. Fue Teodoro Svetoslav, hijo de Jorge I, quien lo heredó y por fin consiguió que el país empezara a renacer, recuperando territorios perdidos, desligándose de la influencia asiática e instaurando un período de paz y prosperidad.
Fuentes
A concise history of Bulgaria (R. J. Crampton)/The late medieval Balkans (John V.A. Fine Jr)/Bizancio (Franz Georg Maier)/Cumans and Tatars. Oriental military in the Pre-Ottoman Balkans, 1185–1365 (István Vásáry)/Wikipedia