Hay un breve poema chino que en español se traduce como El poeta devorador de leones en la guarida de piedra, pero cuyo título original es Shī Shì shí shī shǐ. Pareciera que la sílaba «shi» se repite cinco veces cuando en realidad son cuatro sílabas diferentes.
Nada comparado con los versos: esas cuatro sílabas salen noventa y dos veces, y constituyen toda la composición, a pesar de lo cual ésta tiene sentido. La clave está en la diferente pronunciación y entonación que hay que adoptar al leerlas.
En el mundo hay una media de seis mil quinientos idiomas, cifra sólo aproximada porque no existe un criterio definido y universal para separar lenguas y dialectos, aparte de que no todas esas hablas se practican hoy en día.

Pero las diferencias entre unas y otras son tan profundas como lógicas, dados los distintos contextos y épocas en que nacieron y se desarrollaron. Es razonable, pues, que unas sean más complicadas que otras y no sólo gramaticalmente.
El aprendizaje del español, por ejemplo, con su enorme cantidad de formas irregulares, o el alemán, con sus cinco declinaciones, pueden resultar demenciales para quien desee aprenderlos, mientras que el problema de otros como el inglés está en su pronunciación.
El chino es otra cosa, ya que en realidad se trata de un conjunto de lenguas emparentadas sinotibetanas que tienen en el hànyǔ (lengua de los Han) o mandarín pequinés el referente estándar para sus múltiples versiones. Su forma normalizada se denomina pǔtōnghuà, que significa «habla común».

Ahora bien, hasta principios del siglo XX lo que se hablaba en China era el chino clásico, que consistía en una adaptación fonética del chino literario antiguo, el cuyal había pervivido en forma escrita como lengua culta incluso después de dejar de hablarse. Y eso que tampoco presentaba un modelo unitario, ya que la dilatada historia de esa civilización -dos milenios y medio- hizo que el chino clásico experimentase cambios de una dinastía a otra.
En cualquier caso, tanto el chino antiguo como el moderno tienen una característica común que es la importancia del tono: un pequeño cambio en la entonación puede cambiar, por sutil que parezca, el sentido de lo que se quiere expresar, de ahí lo curioso que resulta el poema Shī-shì shí shī shǐ.
Decíamos que Shī-shì shí shī shǐ se traduce como El poeta devorador de leones en la guarida de piedra y es el título de una narración en verso escrita en chino clásico, pero no en otra época sino en un siglo tan cercano como el XX. Concretamente en los años treinta y su autor fue un lingüista que no tenía pretensiones artísticas sino hacer una demostración de cómo funciona la antanaclasis, con el objetivo de poner en evidencia la dificultad o incluso imposibilidad de romanizar (adaptar a caracteres latinos) el idioma, promoviendo en cambio la difusión del chino vernacular.

La antanaclasis es un tropo literario, es decir, un juego de palabras en el que se repite el mismo término o frase una y otra vez pero cada una con un sentido diferente. En el caso que nos ocupa, la escritura constreñida del poema se basa en la reiteración de sólo noventa y dos caracteres iguales basados en el sonido «shi», que al leerse con múltiples tonos se interpreta de modo distinto.
La apoteosis de la homofonía, en suma. Curiosamente el Shī-shì shí shī shǐ es indescifrable si se transcribe a nuestro alfabeto, pero resulta relativamente fácil si se hace en caracteres chinos.
El lingüista que lo escribió se llamaba Yuen Ren Chao, que además era poeta, profesor y músico. Nacido en Tianjin en 1892, a los ocho años recibió una Boxer Indemnity, un tipo de beca que EEUU concedía a estudiantes chinos para estudiar en América (su nombre aludía al intento de reeducar a las nuevas generaciones chinas tras la Rebelión de los Boxer).
De esta forma, Chao pudo graduarse en matemáticas y física por la Universidad de Cornell para después obtener un doctorado en Filosofía por la de Harvard. Siempre demostró facilidad para los idiomas, pues aparte del chino dominaba el inglés, francés, alemán, latín y griego clásico, de ahí que hiciera de intérprete para Bertrand Russell cuando éste visitó China en 1920.

Cuando regresó a su país, se casó con una de las primeras mujeres que practicaban la medicina académica y se dedicó a la enseñanza. Tras otro viaje de ida y vuelta para dar clases en Harvard, se decantó definitivamente por la filología, firmando varios libros sobre el tema.
En 1938 se instaló otra vez en EEUU, trabajando en la Universidad de Berkeley como profesor de lenguas orientales. Falleció en 1982 dejando importantes estudios filológicos y fue uno de los autores del gwoyeu romatzyh, un método para transcribir el chino mandarín al alfabeto latino que impulsaba el Kuomintang antes de recluirse en Taiwán.
El poeta devorador de leones en la guarida de piedra tiene transcripción al pinyin, un método creado por el propio Chao para pasar los caracteres tradicionales chinos al mandarín y de éste al alfabeto occidental, de manera que se puedan representar las cuatrocientas quince sílabas que tiene. En el poema, recordemos, se usan noventa y dos y queda así:
Shíshì shīshì Shī Shì, shì shī, shì shí shí shī. / Shì shíshí shì shì shì shī. / Shí shí, shì shí shī shì shì. / Shì shí, shì Shī Shì shì shì. / Shì shì shì shí shī, shì shǐ shì, shǐ shì shí shī shìshì. / Shì shí shì shí shī shī, shì shíshì. / Shíshì shī, Shì shǐ shì shì shíshì. / Shíshì shì, Shì shǐ shì shí shì shí shī. / Shí shí, shǐ shí shì shí shī, shí shí shí shī shī. / Shì shì shì shì.
Aunque a ojos de cualquiera pudiera parecer una mera repetición de la sílaba shi sin ningún significado, lo cierto es que lo tiene. La clave, decíamos, está en la pronunciación de la sílaba, que se hace de muchas maneras distintas, hasta veintidós. De hecho, si se escucha en voz alta en mandarín también es ininteligible; en cantonés o hokkien sí sería posible entender cosas sueltas, pero perdiéndose el conjunto.

En cambio, leyéndolo escrito en caracteres chinos no tiene problema gracias a que cada carácter posee un significado diferente. La transcripción fonética en pinyin puede ayudar a comprender mejor todo el asunto:
Yǒu yi wèi zhù zài shíshì lǐ de shīrén jiào Shī Shì, ài chī shīzi, juéxīn yào chī 10 zhi shīzi. / Tā chángcháng qù shìchǎng kàn shīzi. / 10 diǎnzhōng, gānghǎo yǒu 10 zhi shīzi dào le shìchǎng. / Nà shíhòu, gānghǎo Shī Shì yě dào le shìchǎng. / Tā kànjiàn nà 10 zhi shīzi, biàn fàng jiàn, bǎ nà 10 zhi shīzi shā sǐ le. / Tā shí qǐ nà 10 zhi shīzi de shītǐ, dài dào shíshì. / Shíshì shī le shuǐ, Shī Shì jiào shìcóng bǎ shíshì cā gān. / Shíshì cā gān le, tā cái shìshi chī nà 10 zhi shīzi. / Chī de shíhòu, cái fāxiàn nà 10 zhi shīzi, yuánlái shì 10 zhi shítou de shīzi shītǐ. / Shìshi jiěshì zhè jiàn shì ba.
Cabe aclarar que el 10 está expresado en numeración arábiga porque así lo recomienda la ortografía pinyin, pero en realidad se escribe shī. En fin, muchos se estarán preguntando qué demonios significan esos inauditos versos. La traducción resulta tan sorprendente como divertida y la última estrofa constituye un cierre perfecto para este artículo:
En una guarida de piedra estaba el poeta Shi, al que le encantaba comer leones, y decidió comerse diez. / Solía ir al mercado a buscar leones. / Un día a las diez en punto, diez leones acababan de llegar al mercado. / En aquel momento, Shi también acababa de llegar al mercado. / Viendo esos diez leones, los mató con flechas. / Trajo los cadáveres de los diez leones a la guarida de piedra. / La guarida de piedra estaba húmeda. Pidió a sus siervos que la limpiaran. / Después de que la guarida de piedra fuese limpiada, intentó comerse esos diez leones. / Cuando los comió, se dio cuenta de que esos diez leones eran en realidad diez cadáveres de leones de piedra. / Intenta explicar esto.
Fuentes
Chinese (Jerry Norman)/The languages of China (S. Robert Ramsey)/Yuen Ren Chao. My linguistic autobiography (en First person singular II. Autobiographies by North American scholars in the language sciences. Konrad Koerner, ed)/The poet Shih Shih, so fond of eating lions … (www.fa-kuan.muc.de)/Wikipedia
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