Hay unos cuantos mitos que giran en torno a un personaje o varios condenados a hacer algo eternamente. No hace falta exprimir mucho la memoria para que se nos vengan a la cabeza Sísifo y la enorme roca que Zeus le obligaba a empujar hasta la cima de una colina, rodando ladera abajo en el último momento y teniendo que volver a empezar una y otra vez. O la leyenda del Holandés Errante, el barco que debía vagar para siempre por los mares sin tocar tierra nunca como castigo divino por haber hecho un pacto con el diablo para no naufragar. El del Holandés viene bien para este artículo, pues resulta que en la US Navy algunos submarinos llevan toda la vida de patrulla sin regresar a puerto. Veamos cómo es posible.

Ante todo es necesario aclarar que existe una diferencia fundamental con los mitos reseñados antes: en este caso no se trata de una maldición ni de una implacable sentencia sino de todo lo contrario; una bonita forma de honrar la memoria de las tripulaciones. La memoria, sí, porque en realidad se refiere a los submarinos que no regresaron jamás de sus misiones pero cuyo destino se desconoce.

Es evidente que estarán reposando eternamente en el fondo del mar tras haber sido hundidos por el enemigo, o bien sufrieron algún tipo de accidente que les supuso un final trágico. Pero como no se sabe, se adoptó la original costumbre de considerarlos Still on patrol, es decir, «Todavía de patrulla».

El Holandés Errante (Albert Pinkham Ryder)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Los marineros en servicio activo nunca se plantearían siquiera la posibilidad de dejar atrás a sus compañeros. Es una idea común en las fuerzas armadas no abandonar a nadie en el campo de batalla, entre otras razones porque se considera humillante para la unidad. De hecho, en las maniobras y entrenamientos se practica la retirada en la que unos llevan a otros a cuestas como si fueran heridos. El problema es que eso resulta imposible en la mar, máxime si hablamos de submarinos, naves que normalmente operan en solitario -no en vano se las apoda lobos solitarios– y a menudo deben guardar silencio para no delatar su posición.

Otra cosa son los submarinos que se van a pique en sitios localizados, para los cuales se organizan aparatosos rescates, unas veces con éxito y otras no. Son famosos dos casos ocurridos en la Marina estadounidense. Uno tuvo lugar en 1927, cuando el S-4 se hundió en Cape Cod tras chocar con un destructor de la Guardia Costera cerca de Massachussets y en cuyo interior sobrevivieron varios marineros durante tres días en el fondo sin que nadie fuera capaz de sacarlos.

El otro, en 1939, fue el del USS Squalus, que se inundó en New Hampshire durante la inmersión de prueba y quedó inmovilizado a 74 metros de profundidad, aunque se pudo sacar a 33 de los 59 tripulantes. Pero ambos estaban cerca de la costa y en tiempos de paz; las circunstancias bélicas cambian totalmente la situación.

El USS Squalus fue reflotado y rebautizado USS Sailfish/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por tanto, esos sumergibles que desaparecen sin dejar rastro reciben la citada consideración de Still on patrol y cada año, al llegar las fiestas navideñas, los compañeros de comunicaciones en tierra envían la correspondiente felicitación por radio, aunque saben que esas ondas nunca serán oídas por sus destinatarios. A veces, pasados los años o las décadas, se localiza el pecio donde descansan algunos de ellos y el submarino cambia entonces de categoría.

Lo mismo ocurre, por cierto, con los aviones de combate. Si bien a éstos suele resultar más fácil encontrarlos, a veces los hay que desaparecen para siempre. Por ejemplo, los cinco bombarderos TBM Avenger cuyo rastro se perdió cuando sobrevolaban el Caribe en medio de una tormenta en 1945. El caso se achacó popularmente al famoso -y refutado- Triángulo de las Bermudas, aunque los informes técnicos concluyen que el comandante se desorientó en medio de la tempestad y guió a los demás mar adentro hasta que agotaron el combustible; oficialmente, siguen Still on patrol.

Una escuadrilla de TBM Avengers como la desaparecida en 1945/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Volviendo a los submarinos, son los que tienen mayor número de pérdidas y resulta impresionante la lista, que incluye los hundidos en acción ante el enemigo, los alcanzados por fuego amigo (o incluso propio), los que naufragaron por colisión, los que sufrieron los embates marinos o los que embarrancaron por accidente.

Durante la Primera Guerra Mundial se registraron dos hundimientos y en el período de entreguerras, nueve. En la Segunda Guerra Mundial la cifra se elevó dramáticamente a 52, de manera que ese arma fue la que mayor porcentaje de bajas registró, uno de cada cinco marineros. Después de esa contienda, se sumaron otros cuatro.

Cabe añadir, como curiosidad, los dos anteriores al siglo XX: en 1776 el Turtle, hundido en Nueva Jersey, durante la revolución, al intentar atacar un navío británico; y en 1862 el Alligator, que se fue a pique cuando era remolcado en medio de una tormenta en plena Guerra de Secesión. En ese conflicto también operó el H.L. Hunley, que desapareció en 1865 tras destruir un barco de la Unión -el primero de la historia en ser víctima de un submarino- pero el pecio fue encontrado en el año 2000.

El Hunley pintado por Conrad Wise Chapman en 1863 / foto dominio público en Wikimedia Commons

Los que continúan aún «en patrulla» son varios y todos en el contexto de la campaña del Pacífico, luchando contra los japoneses. Eso sí, hay que tener en cuenta que las listas varían según el criterio que se aplique, pues algunas incluyen aquellos de los que se sospecha la causa de su desaparición mientras que otras se limitan sólo a los que se esfumaron sin más, siendo la hipótesis más probable para ello el haberse topado con una mina o sido embestidos.

Placa del Independence Seaport Museum de Filadelfia/Imagen: Piotrus en Wikimedia Commons

En cualquier caso, se puede decir que los de destino completamente incierto son los siguientes: Capelin (perdido en el Mar de Célebes), Escolar (en el Mar Amarillo), Grayling (en el golfo filipino de Lingayen), Growler (en Filipinas), Gudgeon (en Iwo Jima), Kete (en las japonesas Islas Ryukyu), Pompano (en Honshu), R-12 (en Key West, Florida), Runner (en Hokkaido), Scorpion (en el Mar Oriental de China), Shark (Mar de las Molucas), Snook (en el Mar del Sur de China) y Swordfish (en las Islas Ryukyu). En realidad hay más que podrían figurar, como puede apreciarse en la placa de la fotografía adjunta, que se encuentra en el Independence Seaport Museum de Filadelfia.

Ese monumento tendrá que ser retocado porque ya se pueden quitar dos nombres. En 2019 se localizó el pecio del USS Robalo cerca de la isla de Balabac; curiosamente, cuatro de sus tripulantes sobrevivieron pero fallecieron en cautiverio sin que se tuviera noticia de su estado. En noviembre de ese mismo año también fueron encontrados los restos del USS Grayback frente a Okinawa. Los demás siguen still on patrol, cumpliendo póstumamente con su deber.


Fuentes

United States submarine losses-World War II (Naval History and Heritage Command)/On Eternal Patrol/Wikipedia


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