Las ballenas se comunican entre sí mediante una serie de sonidos cuyo patrón armónico y rítmico hace que se les haya dado el nombre de canto. No es música exactamente pero los humanos somos capaces de verle cierto parecido. Ahora bien, hay una ballena cuyo canto ha inspirado varias canciones de muy diferentes estilos e incluso alguna película. No se trata de una especie sino de un único ejemplar, capaz de emitir sonidos en una frecuencia tan inusual que se le ha puesto nombre propio y todo: la Ballena de 52 Hercios.

Que los animales se comunican no es una novedad, pues hasta hay una rama científica que lo estudia: la zoosemiótica. Lo que pasa es que lo hacen usando cuatro campos: el químico, el óptico, el táctil y el acústico. Ahora bien, las características del medio marino en que viven, hace que los cetáceos dependan mucho más que los mamíferos terrestres del último, el acústico, dado que el olfato y la visión son difíciles en el agua mientras que el tacto sólo sirve en distancias cortas. En cambio, el sonido se propaga a mayor velocidad que en el aire (1.500 metros por segundo frente a 340) y se mantiene más tiempo, lo que le permite cubrir mayores distancias.

Eso hace que los cetáceos puedan establecer contacto aunque estén muy lejos, ya que además han desarrollado un oído muy fino, ampliado en el caso de los odontocetos (los que tienen dientes, como delfines, marsopas o belugas) por un órgano que tienen en la cabeza denominado melón (espermaceti en los cachalotes), un tejido adiposo que les proporciona la capacidad de ecolocalización. Algo que hoy en día se les vuelve en contra a menudo al confundirles la contaminación acústica de los océanos que provocan los barcos con el sonar; un sistema, por cierto, muy parecido al suyo.

Generación, propagación y recepción de sonido por un delfín: en rojo, los emitidos; en verde , los recibidos/Imagen: Emoscopes en Wikimedia Commons

Los cetáceos no emiten sonidos igual que los humanos, ya que tienen laringe pero carecen de cuerdas vocales y tampoco pueden moldearlos con los labios y dientes, como nosotros. Los odontocetos emiten chasquidos y silbidos muy diferentes a ese canto característico, por lo que vamos a dejarlos aparte para centrarnos en los misticetos o ballenas barbadas.

Dado que éstas ni siquiera disponen de dentadura, no se sabe con exactitud cómo generan su canto, aunque sí que no espiran aire para ello; son una especie de gemidos melódicos cuya frecuencia es menor a la de los dentados, situándose entre 10 y 31 hercios. Sólo la ballena azul supera ese rango, al alcanzar de 40 Hz a 325 kHz.

Velocidad del sonido en función de la profundidad en un punto del Pacífico. El eje del Canal SOFAR está en torno a 750 metros/Imagen: Nicoguaro en Wikimedia Commons

Bajas frecuencias, que bajo el agua recorren más distancia y que, según estudios recientes, esos mamíferos marinos optimizan utilizando el llamado Canal SOFAR. Las siglas significan Sound Fixing and Ranging (Fijación de Sonido y Rango) aunque también se lo conoce como DSC (Deep Sound Channel, o sea, Canal de Sonido Profundo), una capa horizontal de agua situada a unos 750 metros de profundidad que, por la presión, la temperatura y la salinidad, sirve de guía para las ondas de sonido. Éstas discurren por él a su mínima velocidad, lo que les permite viajar miles de kilómetros antes de disiparse y por eso lo emplean casi exclusivamente los cetáceos (casi porque también lo hacen los submarinos).

Y entonces, en 1989, apareció la Ballena de 52 Hercios y dejó desconcertados a los científicos. Fue descubierta por William Watkins, del Woods Hole Oceanographic Institution, un centro de investigación marina de Massachussets, el mayor y más importante de EEUU con carácter privado. Los biólogos volvieron a escuchar el singular canto en 1990 y 1991. Al año siguiente, cuando se dio por terminada la Guerra Fría, la US Navy desclasificó las grabaciones de sus hidrófonos antisubmarinos SOSUS (Sound Surveillance System), cediendo este sistema a los oceanógrafos, lo que permitió a éstos poder encontrar otra vez a la ballena en 2014 y en todos los años siguientes.

Watkins falleció en 2004 y poco después se publicaba su descubrimiento en la revista Deep Sea Research. Le tomó el relevó Mary Ann Daher, que fue quien difundió la historia en medios generalistas, sin sospechar la sensación que iba a causar.

Mapa del seguimiento hecho a la Ballena de 52 Hercios/Imagen: Jayne Doucette en WWoods Hole Oceanographic Institution

La razón de esa perplejidad y expectación resulta obvia -y le da nombre, como decíamos- porque la frecuencia a la que emite su canto la Ballena de 52 Hercios es inusualmente mayor a lo acostumbrado; algo más alta que la nota más aguda que puede tocarse con una tuba. Asimismo, el patrón de emisión no es uniforme sino que cambia mucho en ritmo, secuencia y duración, más cortos y frecuentes, por ejemplo, que los de la citada ballena azul o el rorcual común (el cual canta a unos 20 hercios). Esa variabilidad la hace fácilmente reconocible, aunque desde 1992 ha rebajado la frecuencia a 49 hercios, algo que se interpreta como un signo de maduración del individuo, pues los adultos cantan en frecuencias menores.

Pero no es la única razón. También causa extrañeza su patrón de emigración. Por la frecuencia, podría interpretarse que se trata de un caso especial de ballena azul; sin embargo, los movimientos de este ejemplar no concuerdan con los de esa especie. De hecho, no lo hace con ninguna. Ha sido detectada en el Pacífico de otoño a diciembre pero se mantiene fuera del alcance de los hidrófonos (micrófonos de escucha subacuática) entre enero y febrero. Asimismo, también se ha registrado su presencia en las Islas Aleutianas, en las Kodiak y en la costa de California. Nada entre 30 y 70 kilómetros diarios y cada temporada recorre un mínimo de 708 kilómetros, por un máximo de 11.062 registrado entre los años 2002 y 2003.

Tales rarezas obligan a formular hipótesis que apuntan a que quizá ese ejemplar sufra algún tipo de malformación que no le deje emitir los sonidos adecuados o bien se trate de un híbrido entre una ballena azul y un rorcual común. O puede que se trate del último de una especie que se extinguirá con él cuando muera. Hasta se ha teorizado con que quizá esté sordo o padezca un problema auditivo importante, tal como ha sugerido al equipo de seguimiento varias personas con sordera, lo que le impide modular su canto a la frecuencia adecuada.

En cualquier caso, sea cual sea la causa, no parece que le afecte para vivir, pues el cambio de frecuencia de su canto indica que ya es adulto y recordemos que los cetáceos son bastante longevos.

Lamentablemente, su canto es tan agudo que es improbable que ningún congénere pueda oirlo ni, por tanto, contestarle (aunque algunos científicos creen que las ballenas azules, rorcuales y yubartas sí), por lo que tampoco encontrará a alguien con quien tener descendencia, ya que se cree que la finalidad principal de los cantos es buscar pareja. Esa singularidad, ese carácter único y su triste consecuencia, hacen que haya sido calificada como la ballena más solitaria del mundo.


Fuentes

Lonely whale’s song remains a mistery (Jon Copley en New Scientists)/52-Hertz: the loneliest whale in the world (Bryan Nelson en Discovery.com)/The loneliest whale in the world (Kieran Mulvaney en The Washington Post)/Sound Channel, SOFAR and SOSUS (Robert A. Muller)/Wikipedia


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